miércoles, 27 de abril de 2011

JESUCRISTO EN EL CINE



Cada periodo de Semana Santa se programa, en la televisión, algunas de las múltiples versiones de Cristo que se han filmado. Y digo algunas, porque la historia de Jesús es una de las más llevadas a la pantalla. Tan pronto nació el cine se hicieron las primeras versiones. Según algunos datos históricos, la primera película sobre Cristo fue La Passion du Christ que en 1897 dirigieron Léar y Basile. Este film parece que fue anterior a la película Vida y Pasión de Jesucristo, de Los hermanos Lumiére (padres del cine). En 1897, en varios países, se filmaron varias películas sobre la vida de Jesús: en Italia, La Passione di Gesú, dirigida por Lugi Topt; en Estados Unidos: Passion Play, una versión de la pasión que se representaba en Oberamergau (Alemania), y en Gran Bretaña: The Sing of the Cross. Son numerosas las películas de aquellos años: Le Christ marchant sur flots (1900), de George Mèliés; La Passion du Christ (1902); La vie du Jesús (1905), de Ferdinand Zecca, Le Baiser de Judás (1913), de Armand Bour, etc. Muchas de ellas no pasaron a la posteridad.
Desde entonces, la vida de Cristo ha conocido muchas versiones: algunas más apegadas al texto bíblico (The Jesus Film, 1979, Peter Sykes) otras menos (Jesús de Nazareth, 1977, Franco Zefirelli) o incluso especulativas (La última tentación de Cristo, 1988, Martín Scorsese) o excesivamente explícitas y detalladas en el sufrimiento de Cristo (La pasión de Cristo, 2004, Mel Gibson).
Antes de la llegada del cine, la imagen de Cristo implantada en el imaginario colectivo del pueblo creyente estaba dictada por la pintura. El cine ha contribuido ahora a ese imaginario colectivo, aunque en muchos sentidos ha seguido la iconografía asentada por los pintores, particularmente, del renacimiento.
Una película que no esconde esta influencia de la pintura es la que realizó el gran director de cine Pier Paolo Pasolini: El evangelio Según San Mateo (1964), una película que sorprende en muchos aspectos: hay un estricto apego al texto bíblico, los actores no profesionales le dan un enorme grado de realismo, y los escenarios italianos, por ejemplo, Matera, Italia, un poblado antiguo construido en la ladera de un cerro, recrean extraordinariamente los escenarios agreste probables de la antigua Israel.
Pero antes de hablar de la película, es importante saber quién es este director. Pasolini además de cineasta fue novelista, ensayista, dramaturgo, notable poeta, militante del partido comunista y declarado ateo. Dice Wikipedia: “Pasolini nació en Bolonia (1922), ciudad de tradición política izquierdista. Era hijo de un soldado que se hizo famoso por salvar la vida de Benito Mussolini. Empezó a escribir poemas a los siete años de edad y publicó por primera vez a los 19 mientras se encontraba estudiando en la Universidad de Bolonia. Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutado. Los alemanes lo capturaron pero logró escapar. Luego de la guerra se unió al Partido Comunista Italiano, en Ferrara, pero se salió dos años después”. Y agrega: “Su obra poética, igual que su obra ensayística y periodística, polemiza con el marxismo oficial y el catolicismo, a los que llamaba «las dos iglesias» y les reprochaba no entender la cultura de sus propias bases proletarias y campesinas. Juzgaba asimismo que el sistema cultural dominante, sobre todo a través de la televisión, creaba un modelo unificador que destruía las culturas más ingenuas y valiosas de las tradiciones populares”.
Por estos antecedentes sorprende que La pasión según San Mateo se la haya dedicado al papa Juan XXIII, pero además sea un filme respetuoso del texto bíblico en el que sobresale la claridad del mensaje evangélico, sin adulterar su fuente, en un riguroso registro en blanco y negro, que retrata en forma cruda muy en el estilo del neorrealismo italiano.
Como dice la sinopsis de la versión en video que circula en México: “Pasolini logra desde la primera imagen, que la Pasión de Cristo parezca nueva y a la vez tan antigua, tan primitiva, tan áspera, tan poco confortadora, como les debió parecer a quienes escucharon en las voces de los primeros discípulos, de los testigos presenciales (particularmente a los fariseos y saduceos, digo yo) de los hechos de una vida a la que los siglos y las iconografías han cargado de simbolismos intraspasables”.
El mismo Pasolini dice de esta película: «Habría podido desmitificar la situación histórica real, las relaciones entre Pilato y Herodes, habría podido desmitificar la figura de Cristo mitificada por el romanticismo, por el catolicismo y por la contrarreforma, desmitificar todo. Pero después, ¿cómo habría podido desmitificar el problema de la muerte? El problema que no puedo desmitificar es ese mucho de profundamente irracional, y por tanto, de algún modo, religioso, que está en el misterio del mundo. Eso no es desmitificable»
La poderosa iconografía de esta película tiene sus raíces en la mejor pintura italiana. Al respecto dice Pasolini: «Mi gusto cinematográfico no es de origen cinematográfico, sino figurativo. Lo que tengo en la mente como visión, como campo visual, son los frescos de Masaccio y de Giotto, que son los pintores que más amo junto con ciertos manieristas (por ejemplo, Pontormo)...» Y agrega: «Cada vez que empiezo un encuadre o una secuencia, quiera o no tengo mi mundo visualizado a través de elementos pictóricos y, por ello, mis referencias a la plástica histórica son continuas. En el Evangelio he intentado evitar referencias a una plástica única o a un tipo preciso de pintura. No me he referido a un pintor o a una época, sino que he intentado adecuar las normas de los personajes y de los hechos.»
Dicen Ana María Sedeño Valdellós y Enrique Martínez-Salanova Sánchez en su página de internet La influencia de la pintura en el cine: “Tanto en la escenografía como en el vestuario, inspirado en la pintura del cuatrocientos y especialmente en la pintura de Piero della Francesca, Pasolini realiza conscientemente un anacronismo, pues traslada la historia de Jesús a un plano indefinido en el tiempo. En ocasiones los edificios son renacentistas, en otros de la Italia en la que se filmó, así como los rostros de los personajes.
“Pasolini llama a su forma de filmar, realismo popular, que para él se encontraba en las pinturas del Greco, de Piero della Francesca y en los cuadros bizantinos. Para los vestuarios de los fariseos, con sus sombreros en forma de cestos, se inspiró en los cuadros de Piero della Francesca. Para algunos vestidos se inspiró en los frescos de la Historia de la Vera Cruz, en Arezzo. Las miradas entre Jesús y los apóstoles en el Evangelio de Pasolini son las miradas de Caravaggio. Por primera vez utilizó para filmar la panorámica lenta, para asemejarse más a la visión renacentista”.

miércoles, 20 de abril de 2011

EL CISNE NEGRO


¿Cuáles son los límites de esfuerzo humano por alcanzar la perfección? ¿Es posible alcanzarla? ¿Existe la perfección en el arte?¿Vale la pena sacrificarse por ello? ¿O es mejor llevársela tranquila? Tal vez el espíritu nacional, ese que cantaba Chava Flores, y que se refleja en la frase de Clavillazo “La cosa es calmada”, o en el dicho popular: “Es mejor trote que dure y no paso que canse”, estas preguntas no tienen importancia.
Sin embargo, es este deseo de alcanzar una cima más allá de los límites es el que ha hecho que con frecuencia muchos hayan roto los imposibles y diciéndonos que los límites no existen. Si una generación no llega a la marca ya lo hará la que sigue. A principios del siglo XIX Niccolò Paganini (1782-1840) sorprendía al mundo ejecutando el violín como nadie y sus composiciones, cuando hubo muerto, fueron guardadas porque era imposible tocarlas.
Pero este esfuerzo por sobrepasar los límites se paga, muchas veces, bastante cara la osadía, o terminan trágicamente, como Ícaro, quien buscando alcanzar al sol, sus alas se derritieron, o son asesinados vía la ignorancia y el desprecio: Mozart o Van Gogh, Tolousse Lautrec. Juan Domingo Argüelles en la introducción a la novela La obra maestra desconocida, de Balzac, escribe: “El artista, el creador, o bien mira a los dioses o bien roba el fuego y recibe un castigo divino; pero lo que ni los dioses mismos le pueden impedir es la ambición por la grandeza y la inmortalidad”.
He aquí el motor que mueve a Nina, la protagonista de la película El cisne negro, en pleno espíritu romanticista, es decir, de morirse tratando de alcanzar la gloria. La película fue dirigida por Darren Aronofsky, el maestro de las obsesiones extremas y el desequilibrio mental. Sus películas anteriores son ejemplo de ello. En Pi: el orden del caos (1998), narra la vida de un matemático que su obsesión por encontrar el número perfecto que devele el orden del universo, lo empuja a taladrarse la cabeza; en Réquiem por un sueño (2000) explora el mundo de las drogas y sus efectos: en The Fontuntain (2006) aborda el tema del amor y la muerte; en The Wrestler (2008) aborda la vida de un antiguo campeón de lucha libre que se encuentra en el ocaso de su vida profesional. Ahora, en El Cisne negro (Black Swan), es un llamado thriller psicológico en la que narra la intensísima historia de una bailarina de ballet, Nina Sayers (Natalie Portman), en su esfuerzo por alcanzar la perfección.
El caso de Nina es similar al de muchos artistas, particularmente en el romanticismo, donde morían por el arte o or un ideal, como Manuel Acuña (el poeta mexicano que se suicidapor su amada Rosario) o Robert Schumann (1810-1856), que cuando se dedica a estudiar piano de manera profunda, para ejercitar los dedos más débiles, se amarra el dedo medio de ambas manos y se provoca una parálisis irreversible que lo obliga a abandonar el estudio del piano por el de la composición. Esta obsesión era síntoma de una enfermedad mental que afloró más tarde pues empezó a tener alucinaciones y molestias al oído. Desesperado, después de un fuerte ataque de alucinaciones, trata de suicidarse tirándose al río Rhin pero lo salvan unos pescadores. Finalmente, lo internan en una casa de salud mental donde muere.
Nina, en su afán de lograr la perfección empieza a sufrir delirios y fantasías psicóticas, creándose para sí un mundo terrorífico. Y cuando vemos estas escenas donde su empeño va minando su equilibrio mental y físico nos preguntamos ¿Vale la pena este esfuerzo, es martirio voluntario en aras de una quimera?
E s cierto que el arte y el deporte son dos disciplinas muy exigentes, y demandan a quien quiere brillar en ellas un sobre esfuerzo constante, una entrega total, un renunciamiento a la vida común que llevan los demás. Pasan horas y horas persiguiendo el dominio de su arte. Un pianista debe trabajar al menos 8 horas diarias con su instrumento. Lo mismo les sucede a los bailarines, a los pintores, a los cantantes, a los escritores, etc.
Tal parece que el sueño de la perfección es eso, un sueño, una meta inalcanzable. En 1831 Honoré de Balzac, el gran escritor francés, publicó una singular novela titulada La obra maestra desconocida donde explora la imposibilidad de ese sueño. El protagonista, el pintor Frenhofer trabaja incansable corrigiendo y corrigiendo su obra maestra para hacerla perfecta y de tanta corrección termina por destruirla. Sin embargo, en el artista vive ese afán por alcanzar esa cima, como dice
Este cuadro psicótico de Schumann es similar al de Nina. Ella, obsesionada por su técnica trabaja excesivamente. Su director artístico, Thomas Leroy (Vincent Cassel), le repite que la técnica no es lo más importante, sino la expresión, pero ella está empeñada en tener una técnica perfecta. Su entrega la va llevando a un sacrificio, a un martirio que pasa del terreno físico al psicológico. Su principal enemigo es su temor al fracaso. Leroy le pide que deje de ser una pieza mecánica para ser un personaje que conmueva a la agente. Todos sus esfuerzos parecen que no bastan. Encerrada en un callejón sin salida le va generando una cuadro psicótico en el que las alucinaciones se hacen presentes.
La película está construida en creccendo constante de modo que la tensión dramática va subiendo, subiendo, subiendo hasta lograr límites angustiantes iy sobrecogedores. Nohay descanso para el espectador. Los abundantes primerísimos planos nos meten a la psicología del personaje, una psicología enferma y asfixiante.
La maestría de Aronofski para manejar un arco dramático cada vez más intenso, como si estirara de una liga o un resorte y a cada escena estuviera tenso, más tenso hasta presentir que de un momento a otro se va a reventar y…
¿Vale la pena luchar por la perfección poniendo en riesgo la salud mental y física? Cuando esta perfección está impùlsada por la satisfacción del ego, creo que no. Pero bien vale la pena cuando ese sacrificio va a beneficiar a alguien y no sólo va a producir dinero o fama. El sacrificio, muchas veces, es el único camino para alcanzar nuevos límites en el desarrollo humano. Parece que estamos diseñados para asumir siempre nuevos retos y vencerlos. De ello se basa el desarrollo científico, tecnológico y artístico, pero el riesgo es perder el equilibrio en esa carrera sin fin.
Y es precisamente en el nodo El gran ausente de la película es el arte de la danza. Los aciertos o fallos de la danza vienen por gestos y comentarios principalmente del maestro. Pero quedan poco evidentes en la pantalla, en las imágenes, quizá ello debido a que el eje del drama está en el conflicto interno del personaje.
A pesar de ello es Es una de las películas más intensas que he visto recientemente con un clima agobiante realmente estremecedor. Es imposible quedar impasible ante esta película. Y parece que este es su estilo: llevar al espectador hasta el límite de su capacidad emocional.

miércoles, 13 de abril de 2011

CINE EUROPEO EN GUANAJUATO: PAN NEGRO


Me informan (no lo sabía) que este es el segundo año que Guanajuato es sede del Festival denominado “Guanajuato Cine Europeo” (GUCE), en el que se proyectarán una serie de películas europeas de factura reciente. Dicho festival se realiza en Guanajuato capital del 4 al 10 de abril y que –dicen los organizadores—“constituyen ejemplos relevantes de la realidad cinematográfica de las naciones europeas”, siempre interesante de conocer.
La importancia de este Festival es que exhibe películas que fuera de este marco no se podrán ver.
Paralelo a la proyección de películas hubo algunas actividades más como homenajes a actrices, un encuentro de cineastas (creo que debió abrirse la convocatoria a los realizadores de corto que también tenemos nuestro corazoncito) y la presentación de un libro.
Para fortuna (chiquita) un pedacito de este festival pudo verse en Celaya, tanto en el Campus Celaya-Salvatierra como en la sede de Extensión Universitaria de dicho campus. Aquí sólo se proyectaron cinco de las 53 películas cuyo programa quedó de esta forma: Como celebré el fin del mundo (Rumania-Francia, 2006), Edén al oeste (Francia-Grecia-Italia, 2009), Ella, una joven china (Reino Unido-Francia-Alemania, 2009), Pan negro (España, 2010) y Soul Kitchen (Alemania, 2009).
De este puñado de cintas me ha llamado mucho la atención Pan negro. Esta fue dirigida por Agusti Villaronga, director nacido en Mallorca, España, en 1953. Su carrera como cineasta no ha sido fácil. A los 14 años (dice Wikipedia) decidió ser director de cine y “cuando acabó el colegio escribió a Rossellini, a su escuela de cine en Roma. Le respondieron que antes debería pasar por la universidad”. Entró finalmente al cine por la vía de la actuación, donde conoció a “Pepón Corominas, productor, que le propone llevar el vestuario de La plaza del diamante (Francesc Betriu, 1982). Desde entonces no para de enlazar un rodaje tras otro, conociendo a los técnicos, el oficio y los secretos del cine”. Como director se inicia en 1976 con el cortometraje Anta Mujer. Y será hasta 1986 que dirigirá su ópera prima: Tras el cristal, seleccionada para el Festival de Berlín. Hasta el momento ha dirigido 12 largometrajes, dos de ellos para la TV. En México es conocido por la película Aro Tolbukhin: en la mente del asesino, una producción México-España, que interpretó Daniel Jiménez Cacho.
Pan negro es su última cinta que le ha valido 9 goyas en el pasado Festival de San Sebastián, cuya historia se centra en ese filón inagotable de la literatura y el cine español: la guerra civil.
El inicio es brutal: narrada de forma contundente y cruda plantea el drama que dará empuje a la historia: un atroz asesinato de un comerciante que viaja en su carretón en compañía de su hijo, un niños de unos 8 años. Cuando se detiene un momento en el un bosque lo sorprende un hombre encapuchado que no sólo se contenta en darle muerte reventándole la cabeza contra una piedra sino que lleva el carretón hasta un despeñadero y, después de dar muerte al caballo de un golpe en la cabeza, lo arroja sin advertir que dentro, junto al cadáver de su padre, va el niño aterrorizado.
Abajo del despeñadero, otro niño, Andreu, será testigo de este final desafortunado y será él quien descubra, entre los restos del carruaje, al niño, aún vivo, que lo contempla con un gesto de desesperación.
A partir de aquí empieza la historia. Andreu da cuenta a su familia del hecho y muy pronto las autoridades tomarán cartas en el asunto y llamarán a comparecer a su padre. Su padre, por circunstancias de cierta competencia comercial y ciertos hechos en el pasado que de momento no son revelados, es el principal sospechoso. El niño, antes de morir, mencionó como autor a un ser mítico, legendario, fantasmal, al que se le atribuyen sustos y apariciones en el bosque de ese poblado enclavado en las montañas de Cataluña donde vive Andreu.
A través de los ojos de Andreu seremos testigos de una frágil y tensa relación social entre los habitantes, definida por los recientes hechos de la guerra civil y sus resultados, dividiendo a la población entre vencedores y vencidos. Y ese amasijo de turbias relaciones permiten a Villaronga hacer un análisis crítico de un momento histórico, donde Abreu trata de encontrarle sentido a una realidad construida por una constelación de mentiras que han urdido los adultos. Andreu, poco a poco, irá descubriendo quién es en verdad su padre, un hombre idealista aficionado a la crianza de pájaros, que le enseña que lo mejor en la vida es cuidar como tesoro los ideales. Es testigo como algunos niños, entre ellos sus primos, han sucumbido a ese mundo y de la trágica situación de su familia, que vive en forma servil ante las autoridades y los ricos terratenientes para quienes trabajan como siervos de una gleba medieval. Y es en este contexto que el pan negro (conocido así estar hecho de centeno y mostrar una miga más oscura que el clásico pan de trigo) sea el símbolo entre vencedores y vencidos, entre pobre y ricos. El pan negro es el alimento de los pobres, de los vencidos, y el signo de la ignominia que sufren, aunque ambos bandos sean retratados en su envilecimiento sin que la balanza se incline a uno u otro lado. No hay bueno: todos han sido vencidos, parece decirnos el director.
Sorprende una bien lograda ambientación (gracias a un trabajo de arte extraordinariamente realizado), una estupenda fotografía de tonos poco saturados y de claroscuros precisos y una gramática visual efectiva. Y sorprende también que los espectadores españoles (según comentarios que leí en el internet) descalifiquen la película y pongan en tela de juicio sus premios.
La crítica especializada no comparte esta opinión. Por ejemplo, Jordi Revet , en la butaca.net, nos dice: “Quizá la cinta no pueda librarse de todos los arquetipos que quisiera (el maestro de escuela facha que incorpora Eduard Fernández, ese alcalde de Sergi López, versión soft de su personaje en “El laberinto del fauno”) y se confíe en más de una ocasión a chirriantes metáforas y lugares comunes que hablan de cara a la galería (las alas imaginarias del tísico que aparece como símbolo de la escoria social). Pero su contundencia tonal y ambigüedad discursiva, junto a la perversidad infecciosa de sus protagonistas hacen de ella una necesaria anomalía, la obra siempre interesante de un francotirador.

domingo, 3 de abril de 2011

EL SOLISTA: El poder redentor de la música



La música no sólo es un componente del cine desde que el sonido vino a formar parte indisoluble de éste allá por 1928 con El cantante de Jazz, sino también en muchas ocasiones ha sido su personaje. Por la pantalla han pasado un sinnúmero de tramas donde la música juega un papel relevante. Sólo por mencionar algunas: El violinista en el tejado, El pianista, La pianista, El violín rojo, Azul (Kieslowski), etc. Y las vidas de grandes o pequeños músicos como Beethoven (La amada inmortal, Bernard Rose 1994; Beethoven monstruo inmortal, Agnieszka Holland 2006), Mozart (Amadeus, Milos Forman 1984), o incluso Charlie Parker (Bird, Clint Eastwood 1988), Ray Charles (Ray, Taylor Hackford, 2004) o Ritchie Valens (La bamba, Luis Valdés 1987), han sido vertidas al celuloide. Incluso hay largas listas en torno a un sólo instrumento. Por ejemplo, la página electrónica cellomovies enlista 55 películas únicamente sobre el violonchelo, pero su lista está incompleta. En una revisión relámpago podemos ver que faltan Violines en el cielo (Okubirito, Japón, 2008), que versa sobre un chellista retirado, y El solista, entre otras. Hablemos de esta última.

El solista(Joe Wright, Inglaterra, 2009), basada en un libro de Steve López, periodista de Los Ángeles Times, nos enfrenta a la relación entre este periodista y Nathaniel Ayers, un indigente que padece esquizofrenia y vive como vagabundo en las calles de Los Ángeles, jalando un carrito de supermercado lleno de sus deshilachadas pertenencias y tocando un destartalado violín que tiene solo dos cuerdas. Una noche, cuando Steve López busca una historia que escribir para su periódico encuentra a un vagabundo al pie de la efigie de Beethoven tocando su violín. El interés por investigar la vida de este personaje, como muchos más que deambulan como fantasmas en las grandes ciudades como Los Ángeles, surge cuando en su atropellada locución menciona que estudió en Juilliard School, una de las más prestigiosas escuelas de música de los Estados Unidos. El periodista no le cree, pero se queda con la duda y habla a la escuela donde le revelan que, en efecto, fue estudiante de violonchello de esa escuela pero que abandonó los estudios sin concluirlos. Ante esa revelación, Steve intuye que hay una potencial historia que se puede convertir en un buen reportaje y decide indagar a fondo la vida de Ayers. Los reportajes dan pie al libro en el cual se basa esta película. El salto a la “fama” cambia en algo la suerte de Ayers, pero dada la gravedad de su enfermedad no abandona su forma de vivir como vagabundo. Si usted viaja a Los Ángeles es posible que encuentre a Ayers vagando por sus calles. Hay varios videos en internet donde vemos a este hombre dando concierto o discursos, siempre pegado a él su carrito de supermercado.

El libro non Fiction (como le llaman a los libros narrativos que no son producto de la imaginación) que surge de sus reportajes alrededor de Nathaniel Ayers es The Soloist: A Lost Dream, An Unlikely Friendship, And The Redemptive Power of Music. Título larguísimo pero que anticipa de alguna forma el contenido. La película narra en forma cronológica la historia desde que Steven se encuentra con Nathaniel Ayers en un parque, a los pies de la estatua de Beethoven y va dando cuenta con relampagueantes flash backs (retornos al pasado) del músico para contarnos cómo llegó finalmente a esta trágica situación. Lo interesante de la película, radica en que no tiene complacencia con el público. En una cinta cliché esperaríamos que los esfuerzos de Steven culminarían en el éxito de su empresa: la curación de Nathaniel. Por el contrario, constantemente (aunque por dentro deseemos lo contrario) la historia tiene golpes sorpresivos en los que Nat responde de manera contraria al interés de su protector. Finalmente Steve tendrá que aceptar que la enfermedad del músico es irremediable y tendrá que ajustar su relación a respetar su condición de enfermo incurable, a pesar de que logra, en cierta forma, cambiar su status de vida. Ahora bien, no es el único músico que sufre de algún tipo de enfermedad mental y que ha trascendido a la pantalla.

Es inolvidable en este sentido Claroscuro (Shine, 1996) que narra la vida del panista australiano David Helfgott, un pianista estupendo que al final de su formación escolar sufre un colapso ante el rechazo de su padre y pasa largos años en una institución mental hasta que una mujer descubre al niño prodigio de su infancia, ese que ella tanto admiró, viviendo de forma lamentable en ese manicomio. Lo saca y busca ayudarlo. E igual que en la vida de Ayer, Helfgott nunca logra su recuperación pero sí algunos logros importantes que le devuelven su dignidad como persona y como músico.

Un apunte final. En El solista destaca el muy bien realizado trabajo de actuación de Jamie Foxx, que al parecer le van bien los papeles de músico. Él es quien interpreta a Ray Charles en la película sobre este controversial músico negro y ciego, haciendo un papel muy convincente.

viernes, 1 de abril de 2011

LOCURA Y LIBERTAD


“El malvado es un necio, porque ignora lo que es la libertad y se niega a luchar por ella. Y también cabe considerarlo un enfermo psíquico, porque la locura no es más que la absoluta renuncia a la libertad. El neurótico es aquel que ni puede reconciliarse con la esclavitud ni dispone de fuerza suficiente para ganarse la libertad. Siempre se encuentra en la frontera, en tierra de nadie, entre dos fuegos cruzados, y por ello recibe los golpes de ambos lados”.


Sombras sobre el Hudson, Isaac Bashevis Singer, ediciones B, Madrid, 2005, p. 786.

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...