sábado, 19 de septiembre de 2020

100 MEDITACIONES DESDE LA CARCEL Richard Wumbrand


 Jeremías Ramírez 


La Biblia es uno de los libros que más se ha impreso en el mundo. Una publicación en internet estima que, en sus diferentes ediciones e idiomas, se han impreso entre 2.500 y 6.000 millones de veces . Otra publicación afirma que de la Biblia se han impreso 3.900 millones .
El hecho de haya sido impreso tantísimas veces no indica su índice de lectura. Hay personas que la guardan como un objeto sagrado; otros, leen fragmentos; otros, la leen de corrido, aunque comprendan poco, y un reducido número la estudian minuciosamente y se aprenden de memoria diversos pasajes, y un reducido número la estudian a fondo, incluso en sus idiomas originales. Estos tres últimos grupos generalmente son parte de los diversos grupos religiosos cristianos y especialistas bíblicos.
    Fuera del ámbito religioso, es un libro que se observa con sospecha a pesar de sus grandes apotegmas sean del conocimiento popular, los cuales se citan como dichos populares: “Dar al César lo que es del César” o “Es más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos”, y sus grandes historias sean de conocimiento popular como Jonás y la ballena, Noé y el diluvio, Sansón contra los filisteos, Moisés cruzando el Mar Rojo” o la parábola del hijo pródigo.
    En el ámbito intelectual es un libro que se observa con recelo incluso con repudio, y se le adjudica ser la inspiración de injusticias y matanzas, aunque las más grandes enseñanzas del amor y la bondad justamente están en sus páginas y han inspirado a grandes benefactores a crear grandes instituciones de beneficios social, como orfanatos, hospitales e incluso, universidades. 
Lo que es un hecho es que la Biblia es uno de los libros peor leído y mal entendido, ya sea por prejuicios, por lecturas superficiales o por barreras culturales e idiomáticas. Hay que considerar que contiene libros, como El Eclesiastés, que tiene más de 5 mil años de antigüedad, y que fueron escritos en condiciones culturales tan ajenas a nosotros. 
    Y fue escrita en varios idiomas: hebreo, arameo, griego koiné (popular antiguo), principalmente. Y que el hebreo es ya una lengua muerta la cual no utiliza vocales, y muchos de los términos tienen un campo semántico muy peculiar que cuando se logra desentrañar nos encontramos con una visión nueva, inusitada y sorprendente del contenido bíblico.
Recién acabo de releer el libro 100 meditaciones desde la cárcel, de Richard Wurmbrand, un evangelista rumano, hombre docto, de origen judío, que nació el 24 de marzo de 1909, en Bucarest, Rumania. Cuando los comunistas tomaron su tierra natal en 1945, Wurmbrand se hizo un líder de la iglesia en la clandestinidad. 
    Como judío, conocía a fondo la Torá y el idioma hebreo, de modo que su comprensión bíblica era mucho más profunda. Pero además poseía una enorme cultura. Él y su esposa eran intelectuales de alto nivel.
    En febrero de 1948, Richard, aunque se encontraba bajo la protección diplomática de Suecia, fue raptado de la vía pública por violar la prohibición de enseñar la Biblia y fue recluido en prisión. Durante los preparativos para el juicio estuvo casi 3 años bajo un nombre falso en una celda solitaria y sometido a torturas. Pasado este tiempo, fue condenado, y pasó 11 años más en prisión. En total estuvo 14 años.
Durante ese periodo pasó momentos de terrible sufrimiento, sin acceso a visitas personales, sin posibilidad de recibir cualquier material impreso, especialmente la Biblia. Sin embargo, como le sucedió a Víctor Frankl (otro judío) en los campos de concentración, le robaron la libertad física, pero no su libertad mental y mucho menos la espiritual.
Relata en su biografía que estuvo mucho tiempo recluido en soledad y en largos periodos en absoluta oscuridad. En esas circunstancias los seres humanos enloquecen. Pero Richard, como gran conocedor de las escrituras, iluminó esas horas de oscuridad meditando y repasando mentalmente muchos pasajes de la Biblia que se sabía de memoria, y estuvo analizando y desentrañando sus secretos. Y fue desarrollando diversos temas que cuando estuvo en libertad transcribió al papel. 
    Así nació el libro 100 meditaciones desde la cárcel que contiene textos breves en los que desarrolla de manera aguda, profunda y concisa, mostrando planos de comprensión inusitados y sorprendentes. Y en algunos de ellos desentraña el significado de muchas palabras de la Biblia que han tenido una traducción o interpretación limitada, pero gracias a sus conocimientos del idioma hebreo logra abrir huecos de luz sorprendentes. 
Por ejemplo, en la Meditación 42 nos dice: “Hay dos expresiones hebreas para ‘yo’: Ani y Anhoi. Aní acentúa el pronombre, y es usada cuando uno se jacta de que: ‘Yo lo hice’. Cuando se concentra la atención en la acción más que en la persona que la llevó a cabo; se usa la expresión Anohi, en el sentido de que: ‘yo lo hice’. Los Diez Mandamiento empiezan con las palabras Anhoi Adonai Eloheiha (Exodo 20:2), lo que demuestra que se ha de leer la frase ‘Yo soy Jehová tu Dios’. El énfasis no se hace en ‘yo’ sino en que el Señor es nuestro Dios, un Dios que ha liberado a la gente de la esclavitud y que desea liberarnos, también; un Señor con quien podemos contar”.
    Considerando lo anterior es obvio que muchas sutilezas del hebreo no logran remontarse al español o al inglés. Es decir, que hay planos de lectura que en nuestro idioma no podemos percibir. 
Cada meditación es un golpe sorpresivo para el lector, sobre todo para el que conoce bien la Biblia y que jamás sospechó que pudiera tener estas enseñanzas recónditas.
    Pero Wurmbrand sorprende además porque no sólo desentraña la etimología del idioma hebreo para descubrir tesoros de la escritura bíblica, sino que su erudición abarca conocimientos diversos, tanto literarios como científicos. Con mucha naturalidad cita a muchos escritores, como a Shakesperare, para ilustrar sus argumentos. 
    Por ejemplo, en la introducción que él hace a su libro nos dice: “Charles Dickens dijo una vez que su padre le había dado este consejo: 'Lee cada día una página de la Biblia para conocer a Dios y una página de Shakespeare para conocer a los hombres’". Con este ejemplo podemos entender que era un hombre con conocimientos universales.
    En este libro, además, se atreve a abordar temas realmente espinosos que no cualquier cristiano se atreve ni siquiera a pensar y que con frecuencia son usados por los ateos para fustigar a los creyentes: Meditación 2 ¿Por qué tanto sufrimiento?, Meditación 20: Exageraciones en la Biblia, Meditación 29: Acerca de la eternidad, Meditación 37: ¿En dónde está Dios y qué es Dios?, Meditación 56: ¿Por qué se muestra Dios duro contra algunos?, Meditación 66: ¿Por qué están sin respuesta tantas preguntas bíblicas?, Meditación 95: La santidad del sexo, entre otros.
    Y en cada uno de estas meditaciones cuya extensión oscila entre las 3 y 4 páginas da respuestas que pueden ser controversiales, pero que nos hace pensar con mayor profundidad sobre los temas abordados y da respuesta a preguntas que por años nos dan vueltas sin lograr encontrarle sentido.
    Bien harían los detractores de la Biblia detenerse a profundizar en el texto bíblico antes de expresar sus ligeras y sesgadas opiniones, porque es apabullante la cantidad de comentarios errados y mal entendidos sobre el Biblia en el internet, en libros de investigación, en libros teológicos, en libros de divulgación del conocimiento como en Historia de las ideas de Peter Watson, que revuelve todo y saca conclusiones forzadas.
    Este libro de Wurmbrand se asemeja a Reflexiones sobre los Salmos de C.S. Lewis, que también se atreve a tocar temas controversiales y ambos tienen la virtud de dar una respuesta coherente y profunda.
      Cuando leía estos libros pensé que el ser humano, en este tiempo y durante siglos, se ha sentido perdido y busca respuestas a tantas las incógnitas de la vida sin encontrarlas, de modo que acorralado acepta una variedad supuestas enseñanzas torcidas y sin sentido, sin sospechar que en la Biblia están las respuestas al enigma de la vida.
Richard Wumbrand fue liberado en 1964, y en ese mismo año, mediante un cuantioso pago donados por los cristianos de Noruega, Richard, su esposa y su hijo, pudieron salir de la Rumania. Una vez libre, dedicó su vida a divulgar los tesoros que encontró en esa infernal reclusión. Murió en el 2001 en Estados Unidos. 
    Su historia ha sido publicada en los libros Torturado por Cristo, La Esposa del Pastor y En el Subterráneo de Dios, que describen a detalle su vida bajo la persecución comunista.
    No es fácil conseguir 100 meditaciones desde la cárcel en papel, pero en Scribd está disponible en formato digital. 
    En el 2018 se hizo una película sobre su vida titulada Torturado por Cristo, en inglés que está disponible en Amazon en DVD y on line en Amazon Prime de Estados Unidos.



sábado, 12 de septiembre de 2020

GUERRA Y PAZ: León Tolstoi

Jeremías Ramírez

La historia de la humanidad se mueve pendularmente entre la guerra y la paz, aunque tal parece que los periodos de paz son más breves que los de guerra, pues hay algo que impele a los seres humanos a entablar conflictos frecuentes. Pero ¿cuál es el origen de las guerras? ¿Por qué nos hundimos en la locura bélica? El apóstol Santiago escribe en su carta: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis… (Carta del apóstol Santiago 4:1-2)
            Guerra y Paz, la enorme novela escrita por uno de los titanes de literatura rusa, y su obra cumbre, León Tolstoi (1828-1910), analiza este fenómeno terrible al narrar el largo conflicto entre Rusia y Francia que los llevó a perder miles de seres humanos en una masacre irracional.
León Tolstoi comenzó a escribir Guerra y paz en 1864 cuando, al caerse de un caballo en una partida de caza, convalecía por la fractura de un brazo. Los primeros capítulos se empezaron a publicar como fascículos en la revista Ruski Viéstnik (El mensajero ruso) entre 1865-1869.
Amaya Lacasa narra el complicado proceso de escritura de una novela que describe con delicadeza muchos aspectos sutiles de la vida rusa de esos años: “Tolstoi dedicó a Guerra y paz siete años de trabajo prácticamente exclusivo. Sabemos que la labor fue ardua porque, desde 1863, fecha en que aparecen las primeras entregas, hasta 1869, año en que se publicaron los últimos volúmenes de la novela, Tolstoi escribió siete versiones diferentes y rehizo quince veces el arranque de la obra, que consideraba especialmente importante. […] Además, escribió mil páginas de variantes que nunca vieron la luz. En 1873 volvió a rehacer la novela, reduciéndola a cuatro volúmenes. Solamente en 1886, después de la última revisión de Sofía Behrs, la mujer de Tolstoy (quien restituyó la versión de 1869 y eliminó todo lo que le pareció poco decoroso: por ejemplo, Anatole Kuraguin está enamorado de su hermana Hélène, quien es «un hermoso pedazo de carne con faldas»), el texto se convirtió en definitivo.”[1]
La novela, en la versión de editorial Bruguera de 1977, tiene una extensión de 1,340 páginas en dos tomos. Y ha sido publicada por diversas editoriales, aunque yo creo que no muchos la han leído. Para entrarle exige un lector entrenado, paciente, y sensible. Y no creo que sea apta para muchos jóvenes, aunque Sergio Pitol la leyó de adolescente y quedó deslumbrado; lo mismo, Juan Domingo Argüelles, según dijo en una entrevista.
Yo la compré cuando iniciaba mi carrera de lector y la guardé para cuando tuviera músculo. Un músculo que llegó casi 40 años después. Si bien intenté leerla varias veces pero me quedé sin aliento en los primeros capítulos. La novela comienza con la fiesta de Ana Pavlovna y se me hizo tan aburrida que creí que se iba a extender narrando la frivolidad de la clase pudiente de la Rusia de principios del siglo XIX. Y no fue así.
En este periodo de pandemia me decidí y cuando llegué al final me sentía tan feliz. Quien se atreva a leerla comprobará que es un privilegio internarse en esos parajes de la vida rusa de principios del siglo XIX. Es cierto que el tamaño asusta, pero vale la pena el riesgo.
La fiesta de la señora Pavlovna pasa rápido y es interesante como va Tolstoi en esa fiesta presentando y configurando el carácter de sus personajes principales que pronto se harán conocidos para el lector. Algunos se volverán entrañables y otros repudiables, como un poliedro de colores diversos.
La novela nos regala una visión extraordinaria pues la mirada del escritor va de las tomas panorámicas a los detalles más íntimos de los protagonistas y abarca un enorme periodo que va de 1805, cuando Napoleón empieza a convertirse en un dolor de cabeza, y termina varios años después de 1813, cuando el ejército de francés regresa hecho girones a su patria, cuando los conflictos de los personajes principales se han apaciguado.
Y en ese transcurso nos va dando cuenta de la forma en que vivía la aristocracia rusa, amante del esplendor, del lujo, del placer, la importancia que le daban a la riqueza, a las posesiones materiales, y a la representación social en los grandes bailes y en los casamientos por interés, hasta sus hábitos de caza o sus arranques de justicia social o la búsqueda del sentido espiritual.
Es interesante como retrata a los personajes principales, como al príncipe Andréi Bolkonsky Elena y Anatol Kuraguin, hermanos depravados que se corrompen a medida que avanza la narración; o al riquísimo conde Pierre Bezújov (joven alto y gordo), que de la noche a la mañana se convierte en heredero de una gran fortuna, va buscando sentido a la vida; o a la adolescente Natasha Rostova, que pasa de ser una niña mimada a protagonizar conflictos amorosos muy dramáticos y terminar como una matrona dedicada al cuidado de sus hijos. O a la princesa María Bolkónskaya, mujer poco atractiva, y de inclinaciones piadosas que encuentra su destino al alcanzar su anhelo amoroso. O al conde Nikolái Rostov, hermano de Natasha, quien logra sobrevivir a la guerra para casarse finalmente con la princesa María y de esa manera rescatar de la pobreza a su familia y recuperar sus bienes perdidos.
Los dos grandes protagonistas de la guerra son Napoleón Bonaparte, por la parte francesa, y Mijaíl Kutúzov, por la parte rusa. A ambos retrata con detalle, pero se ve benevolente con el viejo general ruso quien tuvo la sabiduría, según Tolstoi, de capotear al toro embravecido de Napoleón con un magistral pase de capote y de esa manera derrotarlo.
Aparte de sus anhelos por la riqueza y el encumbramiento social hay en los nobles una inclinación hacia la guerra. El primer enfrentamiento que tiene los rusos con los franceses se da en la Batalla de Austerlitz en la que los rusos son derrotados. Tras este triunfo de Napoleón hay un periodo de calma, aunque los vientos de guerra siguen latentes hasta 1812 cuando Napoleón invade Rusia.
El avance francés es imparable y las tropas van tomando una a una las ciudades rusas, y entablando varias escaramuzas que llegan a su punto culminante a las puertas de Moscú, en el campo de Borodino donde se escenifica la gran batalla. Las bajas con cuantiosas en ambos bandos y al parecer son los franceses los que se imponen a los rusos pues estos se repliegan. Los rusos han quedado tan debilitados que se dan cuenta que no tienen recursos para enfrentar una vez más a los franceses, pero estos últimos tampoco están en buenas condicione pues han perdido aproximadamente un cuarto de sus tropas y los que sobreviven no tienen el potencial necesario. A pesar de ellos avanzan para apoderarse de Moscú, la capital rusa.
La estrategia rusa para derrotar a Napoleón fue replegarse más allá de Moscú y evacuar la ciudad, de modo que cuando el emperador francés alcanza la joya de la corona no hay nadie quien lo reciba y acepte su triunfo, no hay nadie quien lo corone, en suma, no hay derrotados. Pero además se suscita un incendio que destruye gran parte de la ciudad. Napoleón intenta establecer su gobierno, pero se encuentra con dos problemas: los campesinos rusos y los habitantes de Moscú no se someten a su mandato, y la indisciplina de sus tropas descontroladas que se dedican al saqueo indiscriminado, a pesar de las penas durísimas que les impone Napoleón.
En un mes se agotan las provisiones y los campesinos se niegan a venderle sus productos. Derrotado, Napoleón da la orden de abandonar Moscú y regresar a Francia. En el trayecto va perdiendo muchos soldados de hambre, de enfermedad, de frío y por los ataques furtivos de las tropas rusas.
En este marco de la guerra Tolstoi va entreverando la narración de la vida de las familias más importantes: los Bezújov (esencialmente Pierre que es un alma en busca de sentido y la encuentra no en la riqueza sino en la miseria cuando lo detienen los franceses y se lo llevan como prisionero de guerra), los Bolkonsky (el viejo príncipe Nikolái Andréievich, el príncipe Andréi y la princesa María, como familia, cruzan penosamente este periodo y de la cual sólo logra sobrevivir la princesa María), la familia Rostov (compuesta por el conde Iliá Andréievich y su esposa, Natasha, Nikolái y Petia, los hijos, y Sonia, la sobrina, quienes pierden toda su riqueza y sufren la mayor pena cuando el adolescente Petia, es abatido en la guerra) y los Kuraguin (Elena y Anatoly, un par de vividores que no logran sobrevivir. Elena logra casarse con el incauto, pero riquísimo Pierre, pero en su descocada vida se enferma y muere, mientras que su hermano cae abatido).
La novela tiene largas escenas románticas que tiene la agudeza de detallar al grado de ser muy intensas y atractivas, y detalla la brutalidad de la guerra, particularmente la batalla de Borodino. Casi toda la narración va de las escenas bélicas a la vida frívola de las clases pudiente, y sólo baja a retratar al pueblo llano cuando los ricos abandonan Moscú y sólo quedan los criados y los comerciantes y algún rico desbalagado.
Tolstoi tiene la habilidad de hacernos percibir muy de cerca ese momento en la historia de Rusia y logra que sintamos el hambre, el frío, el dolor, el sinsentido. Es decir, es una novela que se experimenta intensamente.
Cuando llegamos a los últimos capítulos sentimos que hemos vivido una las experiencias más intensas junto con los personajes y los soldados que caen en la guerra.
Cuando cerré el segundo tomo me sentí feliz de esta aventura que les recomiendo ampliamente.
No dejen de leer esta magnífica obra maestra, aunque la proeza exige, a buena marcha, un mes de lectura intensa.
           





[1] https://www.revistadelibros.com/articulos/analisis-de-guerra-y-paz-de-tolstoi

domingo, 6 de septiembre de 2020

¿PARA QUÉ ESCRIBIR SI NO ES NEGOCIO?

 Jeremías Ramírez

 

¿Se ha preguntado por qué hacemos muchas cosas por gusto, por pasión, y aunque no ganemos nada, y no dejaríamos de hacerlo?

            Es cierto que hacemos muchas cosas por dinero, también por ego o por la búsqueda barata del aplauso, pero no siempre eso nos apasiona. Tan pronto vemos la posibilidad de abandonar esa actividad, lo hacemos sobre todo cuando un día nos damos cuenta que no tiene sentido.

            Yo me preguntado muchas veces por qué escribimos los que escribimos, aunque esto nos lleve a pasar penurias. Gabriel García Márquez estuvo encerrado dos años escribiendo Cien años de soledad, viviendo en la miseria, pidiendo prestado o empeñando sus pertenencias.

En los países primer mundistas como Francia, Alemania, Inglaterra, Japón o Estados Unidos escribir es una profesión bien remunerada, pero en los países tercermundistas son muy poco los escritores que viven de su oficio. Generalmente tienen un trabajo o una profesión ajena a la escritura. Escriben en horas ingratas robándole tiempo a la familia o a las diversiones. Y para la mayoría, las largas horas dedicadas al oficio de escribir no se ven recompensadas económicamente. Entonces ¿por qué escribimos?

            Respondo desde la experiencia personal o de los amigos escritores: el ser humano ha sido diseñado para crear. Todos tienen el potencial para hacerlo. Unos crean autos o aviones o cohetes; otros, vacunas, unidades productivas, métodos de trabajo, métodos de enseñanza, técnicas curativas, formas nuevas de cultivo de plantas… y de esa manera logran realizarse, es decir, le dan sentido a su existencia, porque el ser humano es un homo creator, un ser nacido para crear.

Para un escritor, escribir es una cuestión interna, personal, y al hacerlo descubrimos que es algo que nos provoca una intensa felicidad. 

Esta es la segunda razón que explica porque hacemos lo que nos apasiona: la creación produce un gozo, una alegría tan intensa que no podemos dejar de hacerla.

Quizá aquí cabría la preguntarnos por qué entonces ciertas personas parece que gozan destruyendo. La verdad, no tengo respuesta. 

Tal vez las personas no creativas en algún momento echaron a perder su talento. Algunos dicen que el lugar más propicio para perder la capacidad de inventiva es la escuela. Y en cierta forma es cierto cuando la educación se convierte en una mera actividad mecánica y repetitiva, pero también la familia contribuye a echar a perder los talentos creativos: “¿Escritor? Te vas a morir de hambre”, es la sentencia que le dicen a quién se atreve a manifestar el deseo de dedicarse a este arte.

            Un escritor siente la necesidad de crear mundos, a veces tan parecidos al nuestro, aveces completamente ajeno donde los personajes pueden ser muy grandes, gigantescos, o pequeños como hormigas o nunca envejecer, como Peter Pan o volar como las aves… 

            De hecho, a partir de esos mundos imaginarios otros creadores se inspiran para desarrollar nuevos inventos. Antes de que el hombre pudiera volar, la literatura ya había escrito sobre esta posibilidad.

Ahora bien, cuál es el inicio de un escritor. Todo escritor primero es un lector y a medida que lee más y más, se le empiezan a ocurrir historias.

Ilustraré lo que acabo de decir, y como no tengo mejor ejemplo hablaré del escritor que conozco muy bien y de quien sé con certeza cómo empezó: yo mismo.

Yo no leía ni por equivocación. Ah, pero un día una muchacha que me gustaba mucho vi que era una apasionada lectora. Para ganarme su simpatía empecé a leer. Me gustó tanto lo que descubrí que seguí leyendo ya no para agradarle sino para viajar a esos mundos fascinantes. Y leí tanto que me entraron deseos de crear yo mismo otros mundos imaginarios.

La primera historia que escribí era la de un hombre solitario que confunde un globo con un animal y se convierte en su mascota. Anduve con ese cuento mucho tiempo sin que se me ocurriera otra historia. Luego se me fueron ocurriendo otras, pero no había intención alguna de ir más allá de plasmar mis historias en el papel. Es decir, nunca pensé en publicar un libro, pues todo lo que anhelaba era crear historias con mis palabras.

Un día mandé un texto pequeño a una de las mejores revistas de cuento en México: El cuento, revista de imaginación, para que me dijeran qué le hacía falta. Para mi sorpresa, me lo publicaron y, además, me dieron un premio. Este es ese cuento.

 

El creyente

Erase un creyente en la reencarnación, riguroso en su disciplina vegetariana. Reencarno en una tierna lechuga.

 

Me puse feliz y empecé a tomar la cosa en serio. Me metí a talleres para aprender a hacerlo bien. Con Guillermo Samperio —un gran maestro de cuento que ya murió— aprendí cómo escribir historias más largas, aunque seguía escribiendo historias pequeñas como esta:

 

Eva

Su mirada se detuvo en la manzana. Alargó el brazo y cuando su mano estaba a punto de alcanzarla, se detuvo. Una voz sobre el hombro le siseó: Llévatela y el mundo del conocimiento será tuyo... nuestras nuevas Mac tienen conexión permanente a internet.

 

Luego en un concurso me pidieron escribir cuentos sobre los clásicos cuentos de hadas, y escribí algunos como estos:

 

Rapunzel

Estuvo encerrada en la torre tanto tiempo que su cabello creció y creció como un río caudaloso por el que escapó nadando.

 

El soldadito de plomo

No fue lo frío ni lo cojo –dijo la bailarina de papel–. La verdad, lo abandoné porque era un pesado.

 

La bella durmiente

Y durmió y durmió... hasta que oyó el grito de su madre: “Aurora, hija,, levántate que se te hace tarde para la escuela”.

 

Pero yo quería escribir cuentos largos de suspenso, terror, aventuras. Al inicio no pude; sólo me salían cuentos enanos. Este es uno de los más largos de aquella época.

 

La creación

Una y otra vez lo había intentado pero el resultado final no lo dejaba satisfecho. Ya había realizado con éxito las galaxias, las nebulosas, las estrellas, muchos soles y planetas y habían salido perfectos, pero este insignificante planeta azul se negaba a quedar bien. El frágil equilibrio entre las partes oceánicas y las terrestres tan diversas implicaban tal grado de dificultad que cuando terminaba algo bien resultaba que había afectado el escenario contiguo. se estaba desesperando. Trató de calmarse. Respiró profundamente varias veces y luego, decidido, emprendió de nuevo su labor. Después de un buen rato de empeñoso esfuerzo parecía que este nuevo intento iba a ser el definitivo. Ansiaba contemplar su universo funcionando en su totalidad. Qué espectáculo. Nada sería igual.

De pronto, una luz inundó su universo y una voz atronadora retumbó en el vacío:

―¿¡Todavía allí́, Fernando!? ―

Fernando brincó del susto. Miró a su madre con odio. La figura de la mujer se recortaba en el vano de la puerta como un espectro.

―Le voy a decir a tu padre, ya verás ‒agregó.

Mientras tanto, el planeta azul giraba dejando trozos de mar, montañas y desiertos, esparcidos por el piso.

 

Un día me di cuenta que se me ocurrían historias divertidas en los lugares más insospechados. Las he escrito en autobuses, salas de concierto, camiones, túneles del metro e, inclusive, en el baño.

Esta la escribí en la oscuridad de un teatro mientras escuchaba a la Orquesta del Conservatorio de Música de Celaya.

 

El director de orquesta

Era un director singular, casi un mago. En su batuta tenía el poder de producir notas: al moverla iban saliendo de la punta y las iba colgando en los instrumentos. Notas pequeñitas y brillantes en los violines; más densas y oscuras en los cellos; pesadas y gordas, como bolas de esponja o estambre, en las tubas y los contrabajos; redondas y duras en los timbales; delgadas y transparentes en el xilófono y el arpa...

Cuando suspendía su batuta en lo alto, todas las notas se quedaban quietas, calladitas, expectantes. Cuando la bajaba de golpe para iniciar el concierto caían como gotas de intensa lluvia.

Cuando el concierto terminaba, un reguero de notas inservibles tenía que ser recogidas por el personal de limpieza. Siempre era lo mismo con este director. Más de dos horas tardaban en recogerlas todas. Y los botes de la basura no dejaban de sonar toda la noche.

 

El jinete lo escribí en el baño; y se me ocurrió al ver en el piso un cómic de los Rugrats que mis hijos dejaron olvidad en baño. En la portada los personajes estaban vestidos de caballeros medievales.

 

El jinete

Era el mejor caballo: negro, reluciente, de musculosas patas que se alzaban poderosas en su ligero galopar. Subía y bajaba devorando el horizonte. Con un animal de esta estirpe, él tenía que ser el mejor jinete, el más extraordinario. Y lo fue… hasta que el carrusel se detuvo.

 

Y el cuento La inmortal la escribí en un camión cuando viajaba de Tepic a Guadalajara:

 

La inmortal

Era sólo una frágil vasija de barro. Le pidió al dios de las vasijas que la volviera inmortal. Le concedió el deseo, pero no notó cambio alguno. Siguió sirviendo para los mismos menesteres de clase obrera: tazón de leche, vasija de agua y, a veces, recipiente del alimento para el gato o el perro. Se olvidó de su deseo.

Un buen día, la dejaron mal acomodada y se resbaló del estante en donde dormía después de la jornada. Vio cómo se acercaba al suelo y en su imaginación oyó el canto de su cuerpo de barro cuando se hiciera pedazos en el suelo, pero cuando chocó contra el piso el sonido que le llegó fue el de un golpe sordo y su cuerpo rebotó como una pelota. ¿Era inmortal? La respuesta retumbó en su conciencia: sí. Era de plástico irrompible. Lloró.

 

A veces me inspiran los libros que he leído. Uno de ellos que me impactó mucho es la Metamorfosis de Kafka que narra la historia de un hombre que al despertar descubre que es un insecto, una especie de cucaracha gigante. Y se me ocurrió este cuento:

 

Metamorfosis

Anoche leí́ hasta terminar La metamorfosis de Kafka. Soñé con Gregorio Samsa. Me desperté asustado. Me palpé. No, nada había sucedido. Yo era la misma cucaracha de siempre, gracias a Dios.

 

A veces alguien me pide que escriba sobre un tema en particular. Un amigo de Jerécuaro me pidió que escribiera sobre un insecto y me mandó su foto, no la de él, sino la del insecto. Era un escarabajo bebé. Lleno de pelos como espinas.

 

Sueño

Sueño que soy un insecto y mi mujer que es entomóloga me observa a través de la lente del microscopio. Muevo mi cuerpo con espinas para saludarla. Quiero decirle “hola”, pero el frío metal que atraviesa mi espinoso cuerpo ahoga mis palabras. Despierto. No estaba soñando.

 

Este cuento surgió de la petición de amigo que estaba haciendo un libro de cuentos sobre el circo.

 

Los recuerdos de un campeón

Soy un león viejo, y como tal me da por la nostalgia. Días enteros me paso recordando los gloriosos tiempos cuando una multitud venía al circo únicamente para verme a mí. Era la estrella y mi foto aparecía en los carteles publicitarios. Tanto me gusta recordar esos días que he olvidado cómo y cuándo llegaron a su fin y terminé en la casa del dueño del circo. No me importa, ese momento no vale la pena recordarlo. Lo bueno es que todavía, cuando algún niño viene de visita, se asombra al verme, a pesar de que ahora sólo soy un adorno, un apreciado tapete donde los niños se sientan a ver la tele.

 

Y este otro, nació porque respondí a la convocatoria de una editorial chilena. La convocatoria pedía que escribiéramos microhistorias sobre perros.

 

Reencarnación

¿Ladré? No podía creerlo. El gurú me aseguró que reencarnaría un águila. Busqué un espejo y comprobé que, en efecto, era un perro. Maldito, exclamé. Lo voy a buscar y a mordidas lo obligaré a que me devuelva mi dinero.

 

Y termino con uno sobre Tarzán a petición de una escritora argentina:

 

Amnesia

Lanzó su famoso grito, pero nadie contestó a su llamado. Lo volvió a lanzar, y aguzó el oído. Nada. Silencio. Aspiró hasta que se estaba poniendo morado y A-a-a-aaaaa-aaaaaa.

—Ya deja de gritar, nadie va a venir —le dijo Jane con impaciencia— ¿Otra vez olvidaste que estamos en un zoológico y aquí los animales están enjaulados?

Tarzán la miró con rabia, y de sus acuosos ojos resbaló una lágrima involuntaria. La edad se ensañaba con él. Como muchas cosas, se había olvidado que este zoológico de mala muerte fue el único lugar que le dieron trabajo después de que cerró la empresa fílmica en la que trabajaba.

 

También he escrito cuentos más largos como uno sobre un automóvil abandonado. Se titula Isabella de Borgward. Lo desarrollé dentro un taller de novela breve que tomé en la ciudad de México. Es un cuento de más de 10 páginas.

            En el 2012 me aceptaron un proyecto de creación de cuento y escribí cuentos mucho más largos, los cuales se publicaron en el libro La doncella, el guerrero y otras estatuas, por la editorial La Rana, de Guanajuato.

Y recientemente escribí una novela El libro tibetano de casi 350 páginas en la que cuento dos historias cruzadas: la desaparición de un pueblo y la desaparición de una mujer. El título surgió de un epígrafe que José Emilio Pacheco utilizó en su poema El libro de los muertos.

Por supuesto que he escrito muchas más historias que no han sido publicadas y tengo en carpetas ideas de historias cortas y proyectos de novelas, proyectos de series de cuento brevísimo y de cuentos largo.

También escribo reseñas y artículos de opinión para los diarios o para las revistas o para mí.

Un día alguien me pregunto si vivía de escribir. Le dije que no, que yo trabajaba en una universidad. Pero insistió: ¿Has ganado algo? Le dije sí, un premio y varias becas (que por cierto me dieron una buena cantidad de dinero), pero lo más importante es que he ganado experiencia de vida materializando mi fantasía y esa fantasía me han llevado a conocer lugares y gente interesante, muchos de ellos escritores.

Entonces ¿por qué escribir? Porque es una realización personal que me hace sentirme vivo, me llena de gozo, y si gano un premio, para qué les cuento como me pongo.

¿Y ustedes? ¿Qué hacen para sentirse vivos, para sentir que ha valido la penas estar en este mundo?

 

El último párrafo

Dijeron que era el fin, pero no vi que sucediera una catástrofe o que me estuviera acercando a un precipicio o que un meteorito estuviera cayendo sobre la ciudad… No, nada de eso, sólo vi un punto y todo terminó.

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...