martes, 20 de octubre de 2020

EL APOCALIPSIS A LA VUELTA DE LA ESQUINA

Jeremías Ramírez Vasillas

Hamartía es una palabra del griego antiguo que significa "error trágico", "error fatal", defecto, fallo. 

Netflix acaba de estrenar cuatro documentales estremecedores sobre el medio ambiente: David Attenborough: una vida en nuestro planeta, Mission Blue, Besa la tierra: agricultura regenerativa y En busca del coral.

Los cuatro tienen varias cosas en común: ponen ante nuestros ojos la belleza increíble de nuestro planeta. De su mano viajamos a las profundidades del mar para contemplar la hermosura de los seres que habitan ese mundo maravilloso; entramos a la espesura de los bosques donde la vida se expresa con mucha potencia a través de las plantas y animales que allí habitan; bajamos al subsuelo para saber qué hace sana a la tierra y nos adentramos a la majestuosa serenidad de los arrecifes de coral. ¡Qué espectáculo para nuestros ojos! Y ahí están, al alcance de la mano (claro que sólo si se cuenta con el servicio streaming del Netflix).

Pero como en todas las cosas: siempre que vemos un derecho, seguro que habrá un revés. Y de pronto recorren la cortina de esa realidad para dar paso a otra, a la tragedia que del medio ambiente. Quizá nosotros solo notemos un cielo cada vez más gris o mayor basura, en algún río que pasemos o lleva poca a gua o vemos basura, hacinamiento en las ciudades, lluvias, a veces, incontroladas, o cambios bruscos de temperatura: veranos muy calientes e inviernos muy fríos, pero el sol sigue saliendo, la playa sigue siendo atractiva (aunque notemos de pronto cierta espuma cafesosa), o algunas zonas con demasiado polvo. Nuestros más atentos y encantados por la tecnología y la multiplicidad de pantalla pronto dejamos de observar la naturaleza. Nuestra conclusión: aun todo está bien, podemos seguir usando el auto en demasía, generando mayor cantidad de basura, usando para todo bolsas de plástico o utensilios desechables… 

Sin embargo, ya está en marcha muy avanzada una amenaza de muerte que no reaccionamos en estos momentos, después será demasiado tarde. El apocalipsis ya nos habrá alcanzado.

Esto es justamente lo que estos documentales tratan de advertirnos. Pero como pasajeros del Titanic, que siga la fiesta, aunque la naturaleza ya está dando avisos muy fuertes: el coronavirus es uno de ellos. 

Attenborough (1926) inicia su documental caminando entre las ruinas abandonadas de una ciudad de Ucranía —vecina de la planta nuclear de Chernobil—, y desde ahí va mostrando a belleza del mundo, pero también su tragedia y arranca su narración. Deespués de mostrarnos las hermosas imágenes de nuestro mundo dan paso a las imágenes que dan cuenta de la estremecedora degradación del paraíso que poco antes nos había mostrado, (bosques, selvas, ríos, montañas, mares), y que él pudo ver con sus ojos, pero que en el lapso de una vida (la suya) empezó a mostrar síntomas de su inexorablemente destrucción que parece nadie puede ni quiere detener. 

Lo mismo le sucede a la bióloga marina Sylvia Earle (1935) en Missión Blue. La doctora Earle es una científica que desde adolescente ha vivido enamorada del mar explorando sus profundidades, especialmente, como investigadora en diversas misiones alrededor del mundo. Ella, al igual que Attenborough, empieza a notar como la muerte va extendiendo su espantoso brazo arrasando con plantas y animales. Pronto es testigo del cementerio en que se está convirtiendo el mar.

Joshua Tickell y Rebeca Harris, su esposa, en Besa la tierra, nos abren la ventana a la tragedia que le está sucediendo al suelo agrícola sometido al embate de las maquinarias y al bombardeo indiscriminado de agroquímicos y cuyo desgaste bien pronto se presenta y esos campos otrora fértiles se van convirtiendo en un páramo yerto y finalmente en desierto.

Y Richard Vevers, un buzo veterano y entusiasta del océano, en En busca del coral, nos muestra como se repite la tragedia en los corales que lentamente van muriendo por el cambio climático, pues el mar con tan sólo dos grados que ha subido en su temperatura ha provocado que los corales se vayan asfixiando lentamente hasta dejarlos en blanco, es decir, muertos. 

Los cuatro documentales de manera elocuente y explicita nos van dando cuenta de la tragedia y auguran que, si no se recupera la salud del planeta, en 50 años este paraíso se convertirá en un planeta hosco, desértico, inhabitable, como Marte.

En el documental de Silvia Earl nos hace testigos de la brutalidad humana: unos pescadores atrapan tiburones, los suben a la cubierta del barco y con un certero hachazo les amputan las aletas (son muy cotizadas en China para hacer una sopa de esta parte del tiburón) y luego los regresan al mar. ¿Qué hará ese pobre animal desangrándose y sin aletas para poder nadar y sobrevivir? ¿Qué dolor espantoso tiene que soportar antes de morir de una lenta agonía? Casi apago la televisión ante esta escena propia del cine gore o el snuff, donde se escenifican muertes reales y sangre y dolor. 

En los cuatro documentales poco a poco muchas especies animales y vegetales van muriendo. Los mares se llenan de basura, el hielo de los polos se va derritiendo y el mar y la tierra van muriendo.

Qué nos sucedió para crear esta barbarie que no sólo amenaza la vida animal y vegetal sino al nuestra porque dependemos de ellos para existir. Y la locura sigue; la sobre explotación de los bienes naturales no se detiene.

La palabra que se ajusta a esta tragedia es hamartía, error trágico, falla espantosa de nuestra especie, pues lentamente hemos construyendo el patíbulo en donde todos vamos a morir. Y de nada nos servirá la maravillosa tecnología. Aunque no lo sepamos, somos seres que dependemos de la naturaleza, de toda la naturaleza. Por ejemplo, el mar produce la mayor cantidad de oxígeno y absorbe la mayor cantidad de dióxido de carbono, pero esta capacidad se está diluyendo, con la agonía del mar. Y el atentando contra la tierra con miles de toneladas de agrotóxicos (que los usan la agricultura industrial para forzar al suelo a que genere la mayor cantidad de vegetales) lo ha enfermando y pronto no quedará más que un inhóspito desierto, lo cual sucede en grandes extensiones de tierra cultivable. La agricultura salvaje industrial se acabó con sus nutrientes y ahora es tierra muerta, donde ni la hierba salvaje crece ahí.

Hamartía es la palabra que aparece en el Nuevo Testamento y que se traduce en español como pecado (del latín peccatum: delito, falta o acción culpable). El apóstol Pablo escribió en la primera carta a Timoteo (6:10): “La raíz de todos los males es el amor al dinero”. El pecado de nuestra sociedad es el excesivo amor al dinero y por el confort, es decir, del mínimo esfuerzo. En los grandes ricos hay una ambición desmedida, cada quien más y más y más. Y en las capas medias buscan afanosamente mayor comodidad y mayores ingresos. 

¿Qué se necesita para salvar al planeta, para salvar nuestra casa? David Attenborough, dice casi al final del documental: “Somos los seres más inteligentes, y esa gran inteligencia nos ha permitido llegar hasta donde estamos en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, pero lo que necesitamos ahora es SABIDURÍA".

Entendamos: la inteligencia es la capacidad para crear, para inventar, para descubrir; la sabiduría es la capacidad para hacer los correcto, de modo que podamos hacer buen uso de esa inteligencia, y en vez de ponerla al servicio de las ganancias, ponerla al servicio de la vida. 

¿Estamos a tiempo de dar marcha atrás o de corregir el rumbo? Richard Attenborough dice sí. Alberto Sisi Sánchez, de la revista Vogue, citas las palabras de este investigador: para salvar la vida en el planeta se necesita “… preservar la biodiversidad en todo el planeta. La tierra tiene un engranaje perfecto y las zonas boscosas como los animales que en ella viven hacen que funcione de manera correcta. Las lluvias o la protección frente a los gases de efecto invernadero dependen de que este equilibrio se mantenga. Hasta la producción de alimento se vería alterada si la armonía de estos factores se rompiera”.

Joshua Tickell y Rebeca Harris, para el caso del suelo cultivable, es practicar una agricultura de conservación. Es decir, una agricultura que le permita al suelo a que se pueda ser regenerado usando semillas no transgénicas, no roturando el suelo, dejando que los residuos se reintegren al suelo, que no se siempre un solo cultivo, y erradicando el uso de fertilizantes químicos y pesticidas. Ya hay en Estados Unidos granjeros que han entendido y están ayudando a sanar sus tierras, de modo que se les pueda dotar de nutrientes naturales, pues hay una fórmula simple: tierra sana, plantas sanas y por ende alimentos sanos y llenos de nutrientes. 

La doctora Silvia Earl dice que lo mismo que existen reservas ecológicas hay que empezar a definir zonas protegidas marinas para evitar el abuso, la contaminación y el saqueo de los recursos marinos y permitir que esos pedazos de mar recobren su salud.

Y Richard Vevers en detener la emisión de gases a la atmósfera para detener el calentamiento global. 

Ojalá todos pudiéramos ver estos documentales y hacer presión para que tanto empresas y grandes consorcios que atentan contra el medio ambiente dejen de hacerlo y que los gobiernos dicten políticas proteccionista medioambientales. Sé que el juego de intereses dificulta implementar medidas de protección al planeta, pero hay que hacerlo. Esos señores tienen que entender que si detenemos nuestras acciones asesinas ya nadie podrá hacer algo por nosotros. 

Pero para emprender esta ardua tarea primero tenemos que admitir que hemos pecado contra Dios y contra su creación de Dios, que la hemos mancillado, y que somos culpables, y luego emprender la marcha en sentido contrario, admirando con humildad esta grandeza que nos rodea. El Salmista David escribió: “!!Cuán innumerables son tus obras, oh Dios! / Hiciste todas ellas con sabiduría; / La tierra está llena de tus beneficios. / He allí el grande y anchuroso mar, / En donde se mueven seres innumerables, / Seres pequeños y grandes. // Allí andan las naves; // Allí este leviatán que hiciste para que jugase en él” (Salmo 104:24.26). 

Nos urge entender que el apocalipsis está ya a la vuelta de la esquina. 

FICHAS TÉCNICAS:

BESA LA TIERRA: AGRICULTURA REGENERATIVA / Director: Joshua Tickell y Rebecca Harrell Tickell / Presentador: Woody Harrelson / Estados Unidos, 2020

DAVID ATTENBOROUGH: UNA VIDA EN NUESTRO PLANETA / David Attenborough / 2020 / 83 min. / EE.UU / Director: Alastair Fothergill, Jonathan Hughes, Keith Scholey / Fotografía: Gavin Thurston / Música: Steven Price

MISSION BLUE / La vida y obra de la oceanógrafo, biólogo marino y ambientalista, Sylvia Earle. / Estreno: 2014. Directores: Robert Nixon, Fisher Stevens. Productores: Robert Nixon, Fisher Stevens, Jack Youngelson, Peter R. Livingston Jr. 

EN BUSCA DEL CORAL / Director: Jeff Orlowski / EU, 2017.


EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...