sábado, 28 de agosto de 2021

MALA LECHE: POR QUÉ LOS ALIMENTOS ULTRA PROCESADOS NOS ENFERMAN DESDE CHICOS


Jeremías Ramírez

El titulo de este libro llama la atención desde que está en el estante. Como podemos ver en la foto, sobre un fondo verde sobresalen las dos palabras iniciales: Mala Leche, que en nuestro lenguaje coloquial significa: "Hacer algo con malas intenciones"; pero, además, por el color de esas letras (rosa mexicano), el de la portada (un verde fosforescente) y el enorme tamaño de su tipografía es inevitable no verlo. 

Lo tomé, revisé los textos de la portada, de la contraportada y mi primera valoración fue que se trataba de un libro con un título llamativo, pero con un contenido sin profundidad.  Estuve tentado a dejarlo en su lugar, pero pensé que tal vez pudiera tener alguna información interesante, y decidí darle el beneficio de la duda. Aún así me pesó pagar casi 300 pesos por él.

Como es mi costumbre, tan pronto salí del centro comercial le quité el celofán y empecé a leerlo; llegué a mi casa y seguí leyendo. No me gustó que iniciara con un drama familiar: la autora relata la resistencia de su hijo de unos ocho años por cambiar sus gustos por los jugos, pastelillos, galletitas y resistirse a aceptar comida nutritiva. 

De ahí da paso a hacer una semblanza, en un tono un tanto de queja, de los productos de las grandes industrias que inundan los centros comerciales con empaques llamativos y promesas grandilocuentes. Paré la lectura. 

Dejé  sobre el libro sobre la mesa del comedor y cada que lo veía pensaba si debía seguir leyendo o sería mejor ponerlo en el librero y esperar a que algún día me interesara. 

Sin embargo, en menos de una semana volví a la lectura. De pronto, el reportaje (en se momento me di cuenta de que el libro era un trabajo de investigación periodística) da un giro, traspasa una puerta y, sin previo aviso, entra a un laboratorio donde se preparan las imágenes publicitarias atractivas y se definen ciertas recetas con sabores con un alto poder de seducción para lo sectores juveniles. 

En este capítulo la autora abría un pestilente bote de la basura y hundía mis narices en esos aromas penetrantes dulces que se tornaban de pronto en fétidos.

Barruti me acababa de introducir a la antesala del escabroso mundo de las grandes marcas de alimentos procesados para de ahí bajar a los sótanos de una industria que, pese a que son famosas y bien conocidas, pocos han ido más allá de sus fachadas y han penetrado al inframundo industrial alimentario y descubrir los terribles mecanismos de poder y manipulación que ahí se definen.

De los laboratorios, Barruti nos adentra a la pampa argentina en un tour a force por las granjas lecheras para mostrarnos un escabroso cuadro de maltrato animal donde las vacas son, como esclavas productoras leche, sobreexplotadas y exprimidas, literalmente, hasta la última gota, tras llevar una vida miserable en un encierro carcelario terrible donde sufren al grado máximo. El cuadro que nos muestra Barruti no está lejos de los campos de concentración nazi. 

Esto le permite informarnos lo que contiene cada litro de esa sustancia blanca, pura, impoluta que encontramos en el supermercado sin advertir que es un caldo nocivo de antibióticos, pus y toxinas que a diario ingiere el consumidor pensando que es comida saludable.

Hundidos en el cieno de la podredumbre, Barruti ahora nos lleva, cual Virgilio, a un círculo más del infierno y nos sumerge en la selva amazónica para descubrir como las marcas han ido devorando la vida vegetal de la selva para impulsar el cultivo del maíz y obtener uno de sus componentes más peligrosos y dañinos de los productos ultraprocesados: el jarabe de maíz de alta fructuosa, la cual, advierten muchos médicos, es la responsable en la generación de graves enfermedades como la diabetes.

Paso a paso nos adentramos en la selva hasta llegar a los pueblos más recónditos que no han podido evitar que el largo brazo del capitalismo alimentario los alcance y se instale en sus comunidades, en las tienditas de sus escuelas y lleguen a los desayunos escolares seduciendo a los niños con sus colores y sabores llenos de azúcar.

Pero el fondo de este infierno no está en la selva o en los laboratorios, sino en los basureros argentinos en donde los sin nada, los pobres de los pobres, van a buscar comida y encontraban muchos productos ultra procesados, aun en sus empaques intactos, con los que paliaban el hambre. Ah, pero un día los dueños de las marcas se dan cuenta de lo que sucede: los parias consumen sus productos sin pagar y se les ocurre una idea genial para extraer ganancias de estos productos caducos: los bancos de alimentos.

A través de estos bancos exprimen aún más el trapo financiero para arrancarle las últimas gotas de monedas tintineantes, pues los productos, que antes iban a la basura, ahora son ofrecidos a precios muy bajos a los miserables. Ya no más comida gratis. Y estos bancos, además, les sirve para justificar impuestos y crearse una imagen de almas caritativas que se preocupan por el bienestar de los pobres y colocan en sus empaques la leyenda de que son empresas socialmente responsables.

Barruti, imparable, llega a Colombia donde nos muestra los esfuerzos de luchadores sociales en contra de las marcas y aterriza en México, en la selva lacandona, para embarrarnos la tragedia de los indígenas chiapanecos esclavizados al consumo de la “sagrada coca”, como ellos la llaman, y quienes tienen el récord más alto de consumo per cápita: 2.5 litros por persona, y por ello, han sido afectados por un ramillete de bonitas enfermedades: diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc.

Las últimas páginas del libro las reserva para regalarnos un poquito de oxígeno. En medio de lo que parece una tragedia sin fin, surgen finalmente en la escena los superhéroes, los pequeños Davids que, armados con sus hondas, intentan derribar a los Goliats empresariales. 

Sus pequeñas hondas son su conciencia, su necesidad de salir de las garras y sus conocimientos en agroecología con las cuales han podido avanzar metro a metro con cultivos orgánicos plantados, bien en campos agrícolas reducidos, o en pequeñas parcelas citadinas, en donde han visto crecer sus esfuerzos, generando un movimiento que poco a poco va atravesando fronteras y permitiendo el surgimiento de un movimiento en favor de la vida en muchos países tercermundistas. 

Vaya viaje a los que nos ha llevado esta periodista argentina. Al llegar a la última página nos damos cuenta que ya no somos los mismos. La tragedia que se camufla en la normalidad cotidiana, ahora nos brinca desenmascarada cuando vemos a un niño, un anciano, un albañil, una ama de casa, cargados de botellas de refrescos y sentimos algo que nos hiere por dentro. Ahí van inocentemente a disfrutar “la chispa de la vida” llenando sus cuerpos de enfermedad, dolor y muerte. 

Tras la lectura de este libro, ya no podemos ser insensibles ante la tragedia que se va fraguando sin que podamos hacer algo más allá que contemplar con ojos de tristeza la absurda realidad.

El consumo de estos productos es la razón, afirma el Doctor colombiano Carlos Jaramillo, del alto índice de muertes por enfermedades cardiovasculares, diabetes y del COVID.

Este libro es fácil de encontrar en las grandes librerías, en portales de internet, como Amazon, y hasta en las secciones de libros en las tiendas de autoservicio. 


domingo, 22 de agosto de 2021

COMETAS EN EL CIELO


Jeremías Ramírez

Si un libro puede describirse con un adjetivo yo diría que Cometas es el cielo es amargo. No un amargo como el chocolate sin azúcar o la cerveza que son placenteros, sino como la ruda o el ajenjo o, quizá, como el arsénico.

Gran parte de esta amargura proviene de la tragedia política religiosa que se cernió sobre Kabul, Afganistán, en los años noventa, escenario geográfico en el que se desarrolla la parte medular de esta novela, aunado a la discriminación racial de algunos grupos étnicos existente hasta la actualidad en ese país. 

Las noticias de estos últimos días nos dan cuenta que, después de un lapso de 20 años, regresa a Kabul el terror, un terror descrito en las páginas de este libro de manera dolorosa.

Los protagonistas son dos niños: Amir y Hassan, amigos inseparables, cómplices de aventuras infantiles, que comparten la misma casa, pero viven vidas diferentes. Amir es hijo del dueño y por tanto tiene todos los privilegios que da el poder económico. Hassan, por el contrario, como hijo del mayordomo, vive en una cabaña pobre al fondo de la propiedad, y junto con su padre, desempeña tareas de criado y no tienen acceso a la educación ni aprende a leer, como Amir. Además, en su contra pesan los prejuicios sociales y raciales. Hassan es un niño hazara al que su madre abandonó después de su nacimiento y su padre, víctima de la polio, tiene una pierna lisiada, la cual lo hace objeto de burlas de los niños del lugar. 

Para entender los prejuicios raciales es importante saber que los hazara son un grupo étnico de lengua persa que reside en la región central de Afganistán y el noroeste de Pakistán. Y están rodeados por los uzbecos al norte, los nuristaníes y los pastunes al este, los baluche al sur y los turcomanos al oeste. Sus rasgos físicos (ojos rasgados, cara redonda) los hace rápidamente identificables y por ello fácil blanco de ataques verbales y físicos.

Por lo anterior, Hassan es objeto de agresiones incluso de su amigo entrañable: Amir, quien lo trata bastante mal. A pesar de ello, ambos sienten un cariño el uno por el otro, aunque Hassan, a diferencia de Amir, su amistad es incondicional al grado de sacrificarse por su amigo y amo, pero no así Amir, quien es débil y cobarde.

Uno de los eventos que más disfrutan ambos son las competencias anuales de cometas (papalotes, decimos en México). Amir sueña con ganar alguna vez una competencia anual y de esa forma conquistar el cariño de su padre que siempre lo ha tratado con dureza, y le causa envidia y dolor que trate con mayor gentileza a Hassan. Muchos años después descubrirá por qué.

Finalmente, en 1975, cuando Amir tiene 12 años, logra ganar la competencia de cometas. Cuando Hassan va a rescatar el último cometa que lograron derribar, unos tipos que con frecuencia los acosan vejan de forma terrible a Hassan. Y Amir es testigo de tal vejación y, aunque se siente tentado a defender a su amigo, su cobardía lo paraliza y no hace nada. Este hecho hunde a Amir en una tormentosa culpa de la cuál no logra liberarse hasta después de muchos años. Esta culpa, además, rompe la amistad entre ambos. 

La ruptura se ahonda cuando los rusos invaden Afganistán en 1980 pues obliga a que Amir y su padre tengan que huir de Kabul y buscar asilo en Estados Unidos donde terminan viviendo . 

Sin embargo, los lazos que unen a Amir con Afganistán y con Hassan son tan fuertes que un día tendrá que regresar y poner orden en lo que quedó sin resolver.

Y ese día llega cuando en el 2001 le llama por teléfono Rahim Kan. amigo de su padre y socio en sus negocios afganos, y quien se quedó con la casa tras la huida de éste y su padre a los Estados Unidos. Para entonces Amir ya es un hombre de 38 años, casado, y con una carrera, como escritor, bien establecida. Esa llamada marca el momento en que finalmente podrá poner en paz su alma. El precio que tiene que pagar es muy, muy alto, pero Amir ahora tiene el valor de afrontarlo.

Cuando empecé a leer esta novela no podía comprender que un relato tan parecido a muchos otros, sin nada sobresaliente, se había convertido en un éxito de ventas con más de 23 millones de ejemplares vendidos. 

Me pareció ilustrativo y nostálgico el relato de ambos niños hasta la competencia de los cometas. Ambos eran diestros en el manejo de esos juguetes, aunque Hassan era mucho mejor que su amo. Y me dolió la manera en que sufre este muchacho. De alguna manera yo también sufrí esa discriminación por mi piel morena y porque mi familia no era católica, pero nada comparado con lo que sufre Hassan.

La estancia de Amir en Estados Unidos, sus dificultades como inmigrante, pero que, gracias a la comunidad afgana asentada en este país, le permite a él y a su padre que logren cierto status, eleva la novela a otro plano narrativo, pero aún nada sobresaliente. Pero cuando regresa a Afganistán, tras la llamada de Rahim Kan, la novela sube mucho de tono. 

Es en esta tercera parte descubrimos que debajo del entramado familiar y social entre Amir y Hasan se esconden hilos trágicos. Sucede que Hassan es más que un simple compañero de juegos, un amigo de infancia, que los lazos que lo unen con él no son de criado amo, sino que hay un lazo de consanguinidad. 

Rahim Kan le dice, en esa llamada con la que empieza la novela, que “hay una manera de volver a ser bueno”. ¿Qué sabía Rahim de lo que había sucedido entre Amir y Hassan cuando ambos tenían doce años, si Amir había guardado dolorosamente el secreto sin contárselo a nadie, ni a su esposa? 

Rahim le ha hablado desde Peshawar, una ciudad fronteriza de Pakistán, y desde la cual Amir viajará a Kabul para saldar su cuenta pendiente con Hassan, un Hassan que ya no existe pero que ha dejado tras de sí a una persona importante que ahora Amir tiene que rescatar para limpiar su culpa.

Cuando regresa al país que lo vio nacer y crecer y donde aprendió los aspectos importantes de la vida, descubre que es ahora un escenario de guerra, con tanques y camiones rusos abandonados y en ruinas, y dominada por los talibanes que han instaurado un régimen de terror. 

En ese Kabul convulsionado como su alma es el escenario donde Amir se confrontará con su pasado, un pasado que sigue vivo. Además, allí tendrá que enfrentar a un cruel enemigo de la infancia que ahora tiene poder y quien se ha convertido en la máquina de matar que ya se veía vislumbrar desde que era un niño abusivo.

Estas últimas 100 páginas de la novela me permitieron entender por qué se convirtió en un libro de ventas millonarias. Ahí hay un estremecedor relato trágico que lanza un mensaje urgente para una sociedad apática que no alcanza a ver las tragedias que el ser humano irredento sigue causando. 

Lo que alcanzamos a ver a través de los noticiarios no es ni la punta del iceberg de esa tragedia. Pero, esta novela tiene la virtud de proyectarnos la película de su tragedia en cámara lenta y nos obliga a sentir a flor de piel el horror de niños y familias enteras, indefensos ante la crueldad de los fanáticos religiosos enfermos de poder, y de las burocracias del mundo que se muestran indiferentes viviendo cómodamente y disfrutando una vida que se sustenta en esa crueldad. Una tragedia que en estos últimos días ha regresado a Afganistán. Los noticieros televisivos nos muestran algunas imágenes del inicio de una nueva tragedia, aunque los talibanes de ahora digan que instaurarán un régimen diferente y respetuoso. Pronto comprobaremos si estos es verdad.

La novela se cierra de manera dolorosa. Pareciera que todos los esfuerzos de Amir y el precio que tuvo que pagar por su redención no logra los frutos esperados, pero en las últimas líneas lanza un débil rayito de esperanza. Y los cometas en el cielo siguen siendo una señal de consuelo para la gente que sufre y para quienes parece que no hay ningún horizonte promisorio. 


domingo, 15 de agosto de 2021

LA SANGUIJUELA DE MI NIÑA


Jeremías Ramírez 

No, no me gustan las historias de vampiros, pero he leído algunas novelas como Drácula de Bram Stocker que me gustó muchísimo. Y hay algunas películas que a pesar de mi aversión he visto y me han gustado tanto al grado de tener algunas en mi acervo personal, como el Nosferatu (1922) de Murnau y Nosferatu (1979) de Werner Herzog. Y quedé fascinado con la película de dibujos animados Vampiros en la Habana (1983), una película realmente encantadora, divertida, jocosa, con ese toque caribeño propio del cine cubano. 

Esta película, realizada por Juan Padrón, la vi gracias a que hace años vinieron a Celaya dos cubanos para impartir una serie de conferencias y un curso de apreciación de cine y traían en VHS una copia de esta película y me la pirateé. Ups. Me gustó porque la película narra de manera muy divertida la historia de Werner Amadeus Von Drácula, un vampiro refugiado en Cuba, que busca una fórmula para que no les afecte el sol. La fórmula falla y su padre muere (es decir, mata al mismísimo conde Drácula). Expatriado se refugia en Cuba en compañía de su sobrino, Joseph Amadeus Von Drácula, mejor conocido como Pepito, quien se convierte en el conejillo de indias del científico. La fórmula tiene éxito y Pepito vive como cualquier persona, disfrutando del sol. El éxito de la fórmula desata la lucha entre dos bandas de vampiros, la de Chicago y la de Alemania . 

Todo esto viene a cuento porque recientemente leí La sanguijuela de mi niña (1995), una novela de vampiros de Christopher Moore, un escritor estadounidense, nacido en Ohio, quien ha escrito unas 12 novelas calificadas como “ficción absurda”.

Compré La sanguijuela de mi niña porque la contraportada prometía un “hilarante relato”, que rompería con los moldes harto sobados de las historias de estos chupasangre, pero cuando la leí, ¡oh decepción!, no encontré tal hilaridad, salvo en leves destellos pero que más bien parecen bromas fallidas. El libro tiene a su favor que se lee con facilidad, aunque molestan los lugares comunes de la traducción al español de España, pero su trama ágil y atractiva la hacen apta para una película, aunque quizá funcionaría mejor para una serie de televisión. No entiendo cómo ha pasado desapercibida para los productores de HBO o Netflix, a pesar de que, como dice su autor, los derechos de todas sus novelas han sido comprados para adaptarse al cine, sin que hasta el momento alguna de ellas haya sido llevada a la pantalla. Se supone que Un trabajo muy sucio estaba en proceso de adaptación para televisión, pero no hay información al respecto. 

La historia de La sanguijuela de mi niña esta ubicada en San Francisco en la que Jody, una pelirroja, una noche, al salir del trabajo, es mordida por un solitario y viejo vampiro afectado por la soledad que busca una compañera. Jody parece ser la mejor candidata por en su nueva condición de vampira pasa las pruebas y demuestra ser apta, pero tendrá que arreglárselas para sobrevivir con su intolerancia al sol, una dieta exclusiva de sangre (los alimentos normales le dan asco), una fortaleza física extraordinaria que debe aprender a manejar, entre otras novedades. A pesar de sus virtudes necesitará ayuda porque de día es totalmente vulnerable e incapaz hasta para estar despierta, aunque el lugar donde trate de descansar esté en penumbra total. Por esta razón, Jody necesita que una persona normal la ayude a conseguir lo más elemental: hacer las compras, adquirir una casa, sacar su auto del corralón y todas las tareas que sólo se pueden hacer de día. 

Para su fortuna consigue que un recién llegado a San Francisco, C. Thomas Flood, que aspira a ser un escritor. Tommy será entonces su amante, su criado, su escudero, su protector, y quien tratará de librarla de viejo vampiro que la acosa buscando que acepte ser su pareja so pena de destruirla y de destruir a Tommy.

La novela, más que de horror, es una historia de amor, de nostalgia, de vacío, de soledad, en un marco harto trillado de las historias de vampiros a pesar de sus intentonas de innovación, como la regeneración de la carne, la vulnerabilidad, la capacidad de transformarse en humo, y la subtrama policiaca. 

Definitivamente la novela se queda muy lejos de Drácula de Bram Stocker y de Entrevista con el vampiro (1976), de Anne Rice. Y quizá esta novela no ha sido adaptada al cine porque sus más cercanas contrincantes son mejores:  Carmilla, de J. Sheridan Le Fanu (1872), Déjame entrar, de John Ajvide Lindqvist (2004), El Misterio de Salem's Lot, de Stephen King (1975), Crepúsculo, de Stephanie Meyer (2005), La Historiadora, de Elizabeth Kostova (2005), El Sueño del Fevre, de George R.R. Martin (1982), El alma del vampiro, de Poppy Z. Brite (1992), 30 días de noche, de Steve Niles y Ben Templesmith (2002).

Y si llega al cine, deberá de competir contra obras maestras como Nosferatu, de Herzog, Drácula (1992) de Coppola, Entrevista con el vampiro (1994) de Neil Jordan, entre las mejores.

Y creo que será difícil que iguale a la mejor película contemporánea de vampiros: Déjame entrar (Suecia, 2008), de Tomas Alfredson, en la que Oskar, un chico de 12 años, que sufre continuamente el acoso de algunos compañeros de su clase, desea ardientemente tener un amigo. Su deseo se cumple cuando conoce a Eli, una niña de su misma edad que acaba de mudarse a la casa de al lado. Pero Eli es una niña misteriosa: seria, muy pálida, que sólo sale por las noches y, aparentemente, no le afectan las bajas temperaturas. De pronto, se dan varias desapariciones y asesinatos inexplicables que coinciden con la llegada de la chica.

No he leído aún la novela, pero la película es muy buena, tan buena que Hollywood acaba de hacer un remake (léase, una calca). 

Jordi Revert, de La butaca.net, nos dice de esta película sueca sobresale porque: “Empezando por ese antológico final bajo el agua y terminando por los planos detalle que reivindican significados diferentes de los leonianos, la planificación con la que Anderson ilustra la novela de John Ajvide Lindqvist raya en la perfección. Tanto en el asentamiento de la opresión social en la que se inscribe, como en la perfecta delimitación de una economía visual, en la que cada plano, cada movimiento de cámara, tienen su razón de ser y disfruta la máxima eficacia”.

Esta película se estrenó en México en febrero del 2009, calificada en la prensa nacional como “anti crepúsculo”. Y fue distribuida por Canana Films. Usted puede ver esta película completa en: https://www.youtube.com/watch?v=vVl-D_0hJUY.

 


sábado, 7 de agosto de 2021

LOS LIBROS Y LA NOCHE Andrés Galindo


Jeremías Ramírez

Una de las características más interesante de las mejores minificciones son sus giros sorpresivos, sus soluciones imaginativas y una alta dosis de ironía y buen humor. 

En las minificciones de Los libros y la noche el humor es el factor común que hermana las 42 minificciones que integran su corpus; humor que, además, tiene una buena dosis de ironía mordaz e inteligente y, a veces, escabrosa. 

Desde el inicio, sin round de estudio, le lanza al lector un derechazo en la “Advertencia 1” que va dirigida a un coleccionista (como hay muchos) que va a las presentaciones a conseguir libros autografiados sin importarle el contenido. A este personaje, luego que ha descrito de manera irónica los lugares comunes de cualquier presentación, lo toma de las solapas y lo sacude: “Ahora sí, desocupado lector, piense una, dos y hasta tres veces antes de abrir su cartera. ¿Ya está seguro, completamente seguro?”. 

En la Advertencia 2 se dirige a un “estimado ladrón de libros”, a quien primero alaba: “…robar un libro, eso es sí es digno de elogio: ¿quién mierdas roba un libro, y de minificciones? ¡Carajo!”, pero antes de cerrar la advertencia, le lanza dos uppercut y un gancho al hígado: “Si su presunto robo se reduce al despreciable lavado de palabras… No intente… regalar el libro” ni dejarlo en una banca y “Mucho menos trate de revender esta colección de palabras muertas en el mercado negro, porque ahí estaré yo, preparado para meterle dos tiros por su mal gusto”.

Las ráfagas de buen humor van apareciendo a cada vuelta de página y para ello el autor utiliza diversos recursos. Por ejemplo, parodia dichos populares: 

Fe de erratas

No hay mal libro que por bien no venga.

O tomando en consideración las circunstancias adversas que acosan diariamente a los mexicanos: 

Cita a ciegas

Son tiempos violentos para la minificción; sí, también para la minificción. Anda tanto minificcionista suelto (en internet, en los fanzines, en las imprentas, en este libro) que tengo tanto miedo de que alguien venga a recogerme o a pegarme un tiro a la cabeza y reclame este libro como propio, estaría en su derecho… y yo también. 

Y de pronto, este el humor juguetón da paso al horror salpicado de cierto bizarrismo: 

El anticristo

“No, no me estoy acostando con otras mujeres”, le dije a mi esposa, pero cuando la cabra parió se dio cuenta del engaño. 

O bien, convierte a las minificciones en lugares de reunión de obras y autores con tal liberalidad que el lector debe tener esos referentes en mente para disfrutar ese divertimento: 

El congreso

Vine a Comala porque me dijeron que aquí había un congreso de cronopios sobre un ciego argentino que soñaba con molinos de viento. 

Y a medida que avanzamos en la lectura encontramos una y otra vez este buen humor que de pronto se trastoca en humor negro:  

Justo por pecador 

¡No dejes que me muera, papá, no dejes que me muera”, me gritaba mi hijo, apretando mi mano son sus deditos; a mí, que había dado muerte a tantos.

Y es que, tal vez, algo nos ronda sin saber si un moscardón o un molesto tinitus que afecta a más de un anciano lector con un pasado estridente:

Algo por ahí 

No dejaba de zumbarle los oídos, por eso se rascó con un dedo, un cotonete, un alfiler, un cuchillo, un revolver.

O juguetea parodiando el famoso Dinosaurio de Augusto Monterroso:

Inception I.4

Cuando despertó, todavía era la bella durmiente.

Este  humor antisolemne también lo utiliza para sacudir al lector y empujarlo a un tobogán enloquecido y esquizofrénico.

Mariana

Fue Mariana; Mariana mató a mi hijo. Yo la vi salir del cuarto con las manos manchadas de sangre. Luego, nadie me creyó. Me encerraron aquí. Me dijeron que Mariana había muerto tres años atrás. Yo no lo sé, pero todavía la llego a encontrar a través de los espejos.

Los libros y la noche se lee literalmente en una sentada, pero déjeme advertirle y que si lo hace en un lugar público, como en una cafetería o un restaurante, se corre el riesgo de hacer el ridículo, porque de una página podemos soltar una carcajada.

Instrucciones

Si llegaste a esta parte del libro ya puedes sentirte satisfecho. En lo que sigue, con gusto y toda confianza, puedes ir al baño. Una vez hecho lo propio, puedes limpiarte el trasero… ¡Espera! ¿Qué haces? ¿Quién te dijo que te limpiaras con la página tres! Usa el papel higiénico y sigue leyendo; sólo es un libro de minificciones, seguro lo lees de una sentada. Al terminar, no olvides darle un like y Compartir… ¡Al libro, al libro! A nadie le gusta usar papel higiénico usado, lo sé por experiencia.

Ahora bien, si usted llegó a esta altura de esta apretada reseña tan vez se pregunte (y me pregunte) por qué tiene un título demasiado serio; las palabras “libros” y “noche” sugieren aspectos serios de la vida.  

Bueno, en primer lugar, porque hay un cuento en este libro con ese título en el que el protagonista es nada menos que don Quijote de la Mancha, de quien dice que: “…del mucho leer fue perdiendo la vista, de manera que vino a confundir molinos con gigantes, bacías con yelmos, amores con fantasmas”. Sin embargo: “…podía carecer de buena vista pero no de buen oído”, de modo que “…escuchaba las palabras de los hombres necios y, en mientes, se decía: ‘Prefiero vivir de los libros y perder la vista a seguir mirando los ruidos ensordecedores de eso que otros llaman realidad’”.

Pero hay más, el título como tal es una frase que aparece en el Poema de los Dones, de Jorge Luis Borges, en el que con un finísimo humor escribe:  “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche”. 

En este poema pareciera que no hay humor sino, en todo caso, un reclamo a Dios (aunque nos advierte que nadie se atreva a juzgar los designios divinos) por la cruel ironía de haberle otorgado a este amoroso de los libros trabajar en el paraíso de los lectores: una biblioteca, pero al mismo tiempo que cayera sobre él una temprana ceguera que progresivamente fue avanzando dificultándole el disfrute de ese paraíso, hasta dejarlo  definitivamente ciego a los 55 años. 

Pero en una de las conferencia que dictó en 1977 advertimos ese humor, que de alguna manera está en el poema, cuando afirmó que su ceguera era “modesta” (¿hay cegueras modestas?): “…en primer término, —subrayó— porque es ceguera total de un ojo, parcial del otro. Todavía puedo descifrar algunos colores, todavía puedo descifrar el verde y el azul. Hay un color que no me ha sido infiel, el color amarillo” . 

Como vemos, Borges no tomaba esta situación en un sentido trágico. Así este libro, que puede abordar temas escabrosos con un saludable sentido del humor:

Fue una noche de invierno cuando vi despertar a Adelaida; caminaba con otros muertos. Entre llantos, tuve que descargar el hacha sobre su cabeza.

NOTA:

Si quisiera comprar este libro, lo puede hacer en las mejores librerías de la Ciudad de México o solicitarlo a la página de la editorial La tinta del silencio. Apoyemos a las editoriales independientes pues son las que se atreven a darle voz a los autores que las grandes desdeñan, y entre estos hay verdaderas joyas. 


viernes, 6 de agosto de 2021

ARSÈNE LUPIN: CABALLERO LADRÓN Y HERLOCK SHOLMES


Jeremías Ramírez

Los lectores descubrimos los libros de diversas maneras: a través de un anuncio publicitario, de un programa de radio o televisión sobre literatura; por la recomendación de un amigo; o que un maestro deje de tarea leer un libro (así descubrí muchos en mis clases de literatura en la prepa); o los descubrirnos en algún puesto de periódicos; o si entramos en una librería ni se diga: ahí lo que llama la atención es el diseño de la portada o un título que nos suena interesante o un autor que ya hemos escuchado o hemos leído… O bien, cuando vemos una película y en los créditos descubrimos que esa historia que nos fascinó provino de un libro.  Son tantas las maneras en que un libro nos sale al paso.

Las aventuras de ArsèneLupin se me presentaron por primera vez a través de la enorme cara negra de Omar Sy, actor, humorista y comediante francés de ascendencia senegalesa y mauritana, protagonista del personaje principal en la serie francesa de televisión Lupin que se está exhibiendo en Netflix. 

Quizá no lo hubiera descubierto si en la serie no hubiera iniciado con la imagen de la pirámide cristal de El Louvre, para dar paso en la siguiente toma al interior del museo donde vemos a un grupo de trabajadores nocturnos limpiando las salas. La cámara se acerca a uno de ellos: un hombre alto fornido y de piel oscura que detiene su labor para contemplar un collar que está en exhibición. Hasta ese momento yo no conocía a Omar Sy ni a ArsèneLupin. El actor personificaba al personaje principal: Assange.

Pronto descubrí que este hombre no era sólo un trabajador sino quizá un potencial ladrón, pues le propone a un grupo de mafiosos robar el collar que pronto será subastado en el museo. Para convencerlos les detalla un plan que los convence. 

Detuve entonces el capítulo y lo cerré. No quería ver una historia de ladrones. Vivimos en un país donde el crecimiento de la delincuencia ha hecho del robo un flagelo que nos acosa todos los días. Pero días vi en internet un artículo de una revista digital que exaltaba la serie. 

Así que, confiando en los articulistas, le di el beneficio de la duda y volví a ver un poco más de ese capítulo. ¿Realmente era buena la serie o el artículo era mera propaganda? Sin embargo, la manera tan inteligente de llevar a cabo el robo me gustó mucho, me divirtió y decidí ver toda la serie. Quería ver como este personaje iba a seguir cometiendo sus fechorías con artilugios inteligentes. La inteligencia en acción siempre ha sido para mí tan atractiva y seductora que no me resisto, aún cuando esta sea puesta al servicio del delito.

En el segundo capítulo apareció un libro desconocido para mí. Sucede que Assange, como ladrón, tenía como fuente de inspiración las narraciones de ArsèneLupin, el caballero ladrón, un supuesto ladrón inteligente y bueno que robaba para beneficiar a los pobres. Es decir, una especie de Robin Hood o Chucho el roto, francés.

¿Cómo era que nunca había oído sobre este personaje, sobre todo cuando investigué y descubrí que en Francia se le rendía culto al autor y que cada año se celebraban los lugares emblemáticos de las novelas? Y escribí bien: novelas, pues su autor, Maurice Leblanc había escrito nada menos que 20 títulos alrededor de ArsèneLupin, y yo sin saber nada, absolutamente nada, de este personaje. 

En una rápida investigación sobre el autor encontré que era un novelista y escritor francés de relatos cortos que nació en el seno de una familia rica. Su padre era un rico armador de barcos establecido en Ruan. En 1904 Pierre Laffite, director de Je sais Tout (Lo sé todo) le encargó un cuento para su revista recién fundada. Maurice aceptó el encargo y al poco tiempo le entregó un original titulado: “El arresto de Arsène Lupin”, que aparece en el primer libro de la serie. Según Leblanc este era el único cuento que tenía planeado de Lupin. Sin embargo, el personaje le causó una fuerte a impresión a Pierre Laffite y animó a Leblanc a desarrollar al personaje.

Yo no quería leer toda la serie sino sólo el primer libro, el que aparece en la serie de Netflix, pues es el libro que le regala su padre a Assange cuando este es un adolescente, poco antes de ser acusado de robo que deriva en una tragedia que marcará a Assange para siempre. Y luego Assange se lo regala a su hijo. 

Cuando vi que en el segundo aparecía Sherlock Holmes, uno de los personajes que me fascina, compré los dos.

Yo pensé que dado el culto que en Francia se le rinde a Leblanc y a Lupin me iba a encontrar a un personaje tan inteligente como Assange como Sherlock Holmes, pero oh, sorpresa. 

La primera novela, Arsène Lupin, caballero ladrón, está compuesto por una serie de relatos o de cuentos, sin más unión entre ellos que una débil relación. Inicia cuando Lupin viaja en un barco y les llega un telegrama de que en ellos viaja el famoso ladrón. Por más que tratan de indagar quién es —pues saben que es el amo del disfraz— no logran localizarlo, sino hasta que llegan al puerto y es apresado por su archi enemigo, el inspector de policía, Ganimard. 

En este relato no hay nada espectacular ni ingenioso. Luego la cosa mejora en el siguiente capítulo pues logra evadirse de la cárcel a través de ingenioso juego de disfraces y de dobles personas que se hacen pasar por él. 

La siguiente historia sube de interés cuando Lupin se roba el collar de la reina y se vuelve añun más interesante en el siguiente capítulo: “El siete de corazones” en el que el Lupin logra descifrar un ingenioso mecanismo que utilizan unos ladrones y estafadores para ocultar los planos de un barco revolucionario en su tecnología. Aquí parece más bien un investigador policial que un ladrón ingenioso. 

El libro cierra con un relato que anuncia la continuación de la serie: la aparición del famoso investigador privado Sherlock Holmes. 

Como Maurice Leblanc, el autor, tuvo problemas con los derechos de autor con Arthur Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes, se vio obligado a cambiarle el nombre. Pero no se esforzó mucho: le bastó cambiar de sitio la S del nombre al apellido, de modo que quedó de esta forma: Herlock Sholmes. 

En este último relato se da el primer encuentro entre estas dos mentes brillantes. Pero Herlock llega tarde, y no logra capturar al famoso ladrón, el cuál era el objetivo de que Ganimard.

En la segunda novela los capítulos que la integran ya no parecen relatos independientes pegados a fuerza, aunque conservan cierta característica del cuento pues concentra la acción y cierra cada capítulo con un final contundente como si fuera un cuento, pero deja algunos cabos sueltos que le permitirán ir enganchando, como vagones, los siguientes. Esta novela es mucho más interesante que la primera. Aquí el investigador inglés será coprotagonista de Lupin en un intenso conflicto de juegos de inteligencia en el que Sholmes busca atrapar a Lupin, y éste en derrotarlo de tal forma que nunca más vuelva a invadir sus territorios.

Lo que me pareció un tanto extraño es que esta segunda novela iniciara desde el punto de vista de Lupin y luego se pasa al de Herlock y así mantiene la narración hasta el final. Pareciera un libro de Sholmes más que de Lupin, aunque la balanza en el conflicto la inclina definitivamente a hacia su personaje. 

La lucha entre ambos inicia desde el primer capítulo y se mantiene hasta el final y, a diferencia del primer libro, aquí Lupin es un personaje mucho mejor consolidado que sí hace gala de una inteligencia sobresaliente, la cual le permite poner en jaque al famoso investigador inglés.  

Quizá aquí cabría la pregunta: ¿con qué me quedo? ¿Con la serie o los libros? ¿Es mejor la serie literaria o la serie televisiva? 

A mi juicio la serie es mucho mejor, a pesar de que Assange no es Lupin, sin embargo, como émulo suyo, como reencarnación, como personaje, Assange es mucho más habilidoso y escurridizo que su maestro de papel.

Si bien Assange comete ciertas torpezas que provocan que lo vayan cercando, su sagacidad se logra sobre poner a las circunstancias.

¿Qué recomiendo? Para tener el contexto que impulsa a Assange es importante leer los libros (o al menos el primero) para entender los motores que mueve a Assange pues la serie no es una adaptación de las novelas sino inspirado en ellas desarrolla un personaje singular y cuyas aventuras en nada tienen en común con las novelas. Es decir, cuentan historias diferentes, aunque se me hizo más intensa la serie televisiva.

Recuerde que la literatura, a diferencia del audiovisual que corre muy rápido, va a paso lento permitiendo profundizar en los personajes para sentir apatía o repulsión, de modo que hay una mayor familiarización del lector con el personaje, con los ambientes, con sus relaciones sociales.

Yo, a pesar de que me gustó el segundo libro, creo que no seguiré leyendo los demás libros de Leblanc. Lupin con todo no está a la altura de Sherlock Holmes, así que me quedo con el personaje inglés.

Mi última recomendación: disfrute los ladrones imaginarios, pero cuídese de los de carne y hueso. Estos últimos, sobre todo en México, no juegan con la inteligencia sino con la brutalidad. 


EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...