sábado, 18 de julio de 2020

VIVIENDO EN EL CONFORT DE LA IGNORANCIA

Jeremías Ramírez Vasillas

¿Por qué a muchas personas les encanta vivir en la ignorancia? ¿Por qué fuera del ámbito escolar, jamás vuelven a abrir un libro o a leer más allá letreros de las calles o los camiones o leer sólo los cabezales de los diarios, revistas o publicaciones en internet? ¿Por qué los memes se han convertido en la fuente primaria de la opinión pública? ¿Por qué la gente prefiere la información televisiva a la lectura de un artículo de investigación?
            Hace unos días, en un texto periodístico escrito por Julieta Lomelí Balver, encontré la respuesta. Dice Julieta: “Heidegger (el filósofo alemán) tiene una serie de conceptos para hablar del confort que da vivir en la ignorancia, describiendo a quienes se han quedado atrapados en el mundo de la mera opinión, con lo que llama —utilizando un juego de palabras— das Man. El término se traduce en español como ‘lo uno’, y explica ese contexto impersonal, masivo, que nos hace decidir y creer lo mismo que la mayoría.
“En este sentido, dejarse absorber en ‘lo uno’ implica no querer salir de la ‘medianía’ que, entendida de forma menos cordial, es una ‘caída’ (Verfallen) constante en la mediocridad. Verfallen, por su parte, también se traduce como ‘ser esclavo’, un sentido que considero más adecuado para entender a ese hombre o mujer absortos en la inmediatez y la banalidad de lo cotidiano, sujetos a una mirada alienante de la existencia.
“Dejarse llevar por ‘lo uno’ implica ser esclavos de las interpretaciones rápidas, de la opinión fácil, de las habladurías: de chismes y conjeturas sin fundamento. Pero también, el estar alienados a lo uno nos conduce a la constante búsqueda de ‘novedades’ y a la ‘ambigüedad’ frente a lo que en realidad conocemos. La ‘avidez de novedades’ se ejemplifica con la falsa curiosidad en muchas cosas y el afán de sentirse especialistas un rato en un tema, y al momento siguiente, en otro, saltando de la habladuría a la charlatanería, sin realmente llegar hasta el fondo del asunto que se pretende comprender”.
En estos breves párrafos nos deja en claro estas circunstancias tan propia de muchas personas y nos permite entender por qué se dejan engatusar tan fácilmente, por qué aceptan las historias más absurdas, como que el gobierno está matando a la gente con el virus, o que el virus no existe, o que el presidente nos está llevando al comunismo y que pronto seremos como Venezuela, que los médicos son responsables de las muertes de los enfermos de COVID y de las agresiones al personal médico… “saltando de la habladuría a la charlatanería” y a la agresión irracional.
En un artículo de la revista Expansión de 2017 indica que México está ubicado en el deshonroso onceavo lugar del índice de ignorancia, e indica que nuestra ignorancia es mayor que en otros países de Latinoamérica como Argentina, Perú, Chile o Colombia. ¡Vaya sorpresa! 
Pero la preguntas que me saltan son: ¿por qué esta proclividad por lo superficial, por las habladurías? ¿Por qué esa credulidad absurda? Por cierto, esta actitud la observamos incluso en personas “pensantes” y “leídas” y en muchos articulistas de diarios importantes y mucho más en periódicos de provincia y de muchos portales de noticias digitales, y en abundancia en las redes sociales.
Podemos lanzar varias hipótesis para explicar este gusto por la ignorancia.
1)             Nos da una falsa seguridad, porque pareciera que sabemos todos sin saber nada.
2)             Nos proporciona el ego suficiente para no sentirnos menos que los demás. Cuando el oráculo le dijo a Sócrates que era el hombre más sabio de Grecia, este fuese a buscar a los hombres que se decían sabios y encontró que no lo eran, pero ellos eran felices ignorando que eran ignorantes.
3)             Porque investigar es muy difícil y no siempre es grato darnos cuenta de la realidad. El rey Salomón escribió hace más de cinco siglos en El Eclesiastés: “Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.” Stanilsaw Lem, en su novela El congreso de futurología, plantea una sociedad futura que vive en el paraíso gracias a una droga que suelta el gobierno en el aire para que los ciudadanos sean felices creyendo que viven en un mundo maravilloso. La aplicación del antídoto, es decir, de un suero de la verdad, hace que vean que viven en realidad en un mundo en ruinas. Es decir, la ignorancia nos hace vivir en una falsa realidad, que, en términos coloquiales, nos haría decir que vivimos “a toda madre”. Teniendo, cerveza, futbol y telenovelas, qué nos puede faltar.
4)             Por simple flojera. Para qué andar esforzándose en saber, si podemos apretar un botón y ya está. Las nuevas tecnologías parecen darnos todo sin esfuerzo. Adiós a las bibliotecas, ahora simplemente buscamos en San Google, copiamos y pegamos y ya está la tarea hecha. Esta actitud la he encontrado hasta en respetables conferencistas cuyo material didáctico fue pirateado de alguna página de Wikipedia o Buenas tareas.

Todo lo anterior nos permite vivir en un mundo sin complicaciones, pero ¿cuáles son las consecuencias negativas?
1)             Nos hacer ser fácilmente manipulables. El éxito de las fake news estriba precisamente en esta ignorancia, en esta credulidad, en esta aceptación de todo lo que nos llega por los medios masivos o las redes sociales.
2)             Nos hace tomar decisiones idiotas, como oponerse a la fumigación porque el gobierno así nos esparce el virus, a oponernos a ser intervenidos prontamente en una emergencia médica porque en los hospitales están matando a la gente, que beberse una coquita no pasa nada, que salir sin cubrebocas no es importante, que atiborrarnos de comida chatarra nos afecta, y un sinfín de etcéteras.
3)             Generamos en nuestros hijos de esta actitud perezosa que no les permite progresar en los ámbitos de la ciencia o la alta profesionalidad, es decir, nos destina a la mediocridad y en la escuela se dedican a conseguir la mínima aprobatoria, pensado que lo que importa es el título no la profesionalización.
4)             Ante una emergencia médica o económica quedarnos paralizados, sin posibilidades de encontrar soluciones efectivas, es decir, nos hace falta capacidad para encontrar soluciones.
5)             Condicionamos al país a ser presa de políticos rapaces que buscan como aprovecharse de nuestra ignorancia.
6)             La ignorancia es la fuente de riqueza de las grandes industrias, como la farmacéutica. La salud está en nuestro alcance con buenos hábitos, pero la enfermedad es más redituable para ellos. Y lo mismo pasa en todos los rubros.
7)             Nos convierte en fáciles víctimas de la mercadotecnia económica o política.
8)             Es suma, somos seres indefensos sin armas para defendernos de nada a quienes un día la realidad nos va a dar una desagradable sorpresa, como se la ha dado a quienes creían que el virus era un invento y ahora están un ventilador o en el crematorio.

Tenemos que entender que la comodidad de la ignorancia es nuestro peor enemigo. En la vida no hay soluciones fáciles, ni todo llega a través de una app. Una vida fructífera requiere esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo, coraje y valentía.
Hoy más que nunca tenemos muchas herramientas a nuestro alcance para volvernos entes libres, inteligentes, informados. En los mismos medios que sirven para esclavizarnos podemos encontrar armas de libertad. Miles de libros pululan en el internet, lo mismo que video educativos y de entrenamiento.
Sin embargo, para aprovechar esta riqueza que nos regala el internet se necesita desarrollar nuestros conocimientos e inteligencia pues toda esta riqueza está envuelta en un mar lleno de basura, de dónde tenemos que ubicar y escoger esos tesoros que sólo pocos logran aprovechar. Al principio es difícil distinguir información valiosa, pero poco a poco a mirada se afina y nos vamos volviendo expertos.
Como complemento, en los medios masivos, hay canales de televisión que dan información valiosa como Canal 11.1 del IPN, Canal 14.1 del Sistema de Radio y televisión, Canal 20.1 de la UNAM y el Canal 22.1 de CONACULTA, incluso, en el Bajío, el canal 24.1 de la Universidad de Querétaro. Y todos ellos se ven gratuitamente con una simple antena aérea.
Si queremos una mejor patria, una mejor vida, un mejor desarrollo es el momento de abandonar la pereza y el confort de la ignorancia.



domingo, 5 de julio de 2020

LAS TRES INTELIGENCIAS DEL SER HUMANO

 Jeremías Ramírez Vasillas

Steven Mithen[1], investigador de la Universidad inglesa de Reading, afirma que el hombre primitivo tuvo que desarrollar tres inteligencias para convertirse en ser humano:

1)    inteligencia técnica (para construir herramientas),
2)    inteligencia de la historia natural (para entender el paisaje, y la flora y la fauna que le rodeaba)
3)    inteligencia social (para poder vivir en grupo, factor importante de sobrevivencia). Esta inteligencia social se manifiesta en este sentido más profundo de cuidar a los demás, en particular a los desvalidos, a los heridos, a los necesitados. Y es la única inteligencia que nos hace realmente humano, pues uno encuentra sentido a la existencia en la convivencia con los demás. También aquí entra la labor pedagógica. El egoísmo a ultranza es un suicidio individual y colectivo.

Esta cita la encontré en un grueso libro titulado Ideas: historia intelectual de la humanidad, escrito por Peter Watson. Este es un libro interesante, un compendio que abarca de los orígenes del ser humano hasta la actualidad en el que va desmenuzando cómo se fueron generando las ideas que definieron el rumbo y desarrollo del ser humano.
Cuando meditaba en estos tres factores me pregunté qué tanto hemos desarrollado estas tres inteligencias a lo largo de los siglos y cuál es su estado actual.
En principio, hay que decir que la inteligencia técnica es la que más hemos desarrollado. Gracias a ella hemos logrado, como especie, el sorprendente desarrollo tecnológico actual y, al parecer, seguirá en una curva ascendente en los siglos por venir. Cada vez se tiene mayor información, aparatos más potentes y una sed insaciable de romper las marcas de manera continua. Cabe señalar que su progreso, a lo largo de la historia, no ha sido en forma contante y creciente, pues ha tenido sus retrocesos, como en la Edad Media, ni tampoco ha tenido una amplia extensión social. En este siglo XXI aún podemos encontrar tribus que viven en la edad de piedra y amplios grupos que ni siquiera sabe leer. Esta inteligencia técnica, por el contrario, se concentra en un grupo de personas privilegiadas que se especializan al más alto nivel: los científicos y tecnócratas y en ciertos países, los del primer mundo.  
La inteligencia de la historia natural o de la naturaleza le permitió al ser humano aprovechar y conservar los recursos naturales cientos de siglos, con ciertos baches de deterioro ambiental. Pero cuando esta inteligencia disminuye o desaparece vemos catástrofes ambientales, como la actual. La gente se ha divorciado la naturaleza, ha perdido contacto con ella y cree que no tiene valor. Encerrados en mundos de concreto se pierde esta inteligencia y sin piedad se pueden contaminar sin problemas de conciencia.
La inteligencia social es la que nos ha permitido existir como grupos en el cual hay una reciprocidad lo que permite obtener lo necesario para vivir. Esta inteligencia es la que ha sufrido a lo largo de la historia retrocesos terribles y se ha presentado la barbarie, la crueldad, la explotación, la esclavitud, el abuso, el egoísmo, el enriquecimiento voraz. La pérdida del sentido de comunidad es el síntoma grave de pérdida de esta inteligencia porque el ser humano no puede vivir aislado.
Cuando la gente pierde esta inteligencia utiliza el poco o mucho el poder que tiene para aprovechar para sí por cualquier medio, incluso pasando encima de los demás, como si no existirán o no fueran importantes.
En el mundo actual, el modelo económico neoliberal ha hecho énfasis en el individualismo, responsable de la pérdida de sentido de que nuestra vida depende de los lazos de colaboración y correspondencia.
Si aún existimos como raza se debe que no todos han perdido esta inteligencia. El altruismo y la generosidad son dos aspectos que brillan en aquellos que tienen una gran inteligencia social, y gracias a ellos el mundo puede seguir existiendo.
Y todos, de alguna manera tenemos un poco de esa inteligencia, pues es la que nos permite tener amigos y construir una familia, pero generalmente nuestra inteligencia no llega más lejos. Cuando esta inteligencia merme, lo que sigue será el anarquismo, la depredación, la lucha de todos contra todos, el apocalipsis.
Hoy, que vivimos en México y en Guanajuato situaciones críticas de violencia y salud por la pandemia, nos damos cuenta que necesitamos desarrollar esta inteligencia, la cual no sólo nos permite saber que dependemos de los demás sino la importancia del medio ambiente. Pero cuando vemos conductas irresponsables (por ejemplo, en el mal uso del cubrebocas) son los síntomas de la merma de esta inteligencia. Y la vemos, desgraciadamente, hasta en personas ilustradas y con doctorados.
Una radiografía del grave peligro de perder esta inteligencia la vemos en las redes sociales y en los medios de comunicación. Críticas irracionales, ofensivas, lesivas, desbordan estos medios, Y algunos de los artículos se justifican en decir que tal o cual le cae mal. Estos son síntomas graves de una pandemia que nos puede llevar a destruirnos.
Los novelistas de ciencia ficción han vislumbrado un mundo distópico, es decir, catastrófico a partir de los síntomas evidentes de lo que sucede en estos momentos. ¿Será porque esta inteligencia social la estamos perdiendo más y más y más, hasta que nos convirtamos en fieras salvajes?
Quizá quien hace un comentario ofensivo en las redes sociales piense que no es algo grave lo que hace, pero en realidad está contribuyendo a la desaparición de nuestra especie.
Ahora la pregunta obligada. ¿Cómo detener esta tragedia anunciada? ¿Cómo desarrollar la inteligencia social?
Los grandes maestro y místicos del pasado han desarrollado diversas formas de rescatarnos. Basta leer los libros sagrados para darnos cuenta de este llamado a la cordura, al amor, a la integración es una constante. Y en momento de grave peligro social es gracias a esta inteligencia que hemos sobrevivido. Entonces despierta la solidaridad y la compasión.
La Biblia, hoy vilipendiada y ninguneada, es un tratado maravilloso de cómo rescatarnos a nosotros mismos y cómo desarrollar esta inteligencia tan vital como la inteligencia técnica.
San Pablo dice en 1ª de Corintios 13: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.
El amor es la máxima expresión de la inteligencia social, fuimos diseñado para desarrollarla tal como lo hemos hecho con la inteligencia técnica.
Ojalá la batalla final no la perdamos por no darnos cuenta de esta carencia. Nos urge un plan de rescate. El adecuado equilibrio entre estas tres inteligencias es la clave para seguir existiendo.
Rescatemos pues la inteligencia social, para reestablecer la inteligencia ambiental y la inteligencia técnica sea mucho más útil. 



[1] Steven John Mithen, nació en Ashford el 16 de octubre de 1960. Es un catedrático de Arqueología en la Universidad de Reading. Ha escrito gran número de libros, incluyendo Los neandertales cantaban rap: los orígenes de la música y el lenguaje (2005) y Arqueología de la mente: orígenes del arte, de la religión y de la ciencia (1996).3​

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...