sábado, 30 de octubre de 2021

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO: Julio Verne


Jeremías Ramírez

Esta novela, si bien es cautivante, tiene muchas fallas narrativas; la más grave es que de pronto se olvida de mostrarnos las acciones y cae en la explicación, matando con ello la emoción del lector de ir descubriendo los hechos.

Al principio pensé que estos fallos se debían a una cierta desesperación por terminar que o empuja a ese apresuramiento. Recordemos que Verne escribió una enorme cantidad de obras porque su editor le exigía más y más y, por momentos, es probable que sufriera de fatiga. 

Sin embargo, ahora descubro que hubo mano negra. Esta fue la primera novela de Verne que se publicó poco después de su muerte, de hecho fue en el mismo año en que él murió: 1905. Y se sabe que el hijo de Verne, Michel, le hizo algunas modificaciones antes de publicarla, pues había escrito uno de los capítulos, añadió algunas frases de estilo distinto y edulcoró al personaje de Vázquez. 

Aún así la novela tiene su encanto y nos permite familiarizarnos con una zona poco conocida de nuestro planeta: el extremo sur del Continente americano, al final de la Patagonia, cerca de donde Fernando de Magallanes alcanzó la gloria y fama al descubrir y atravesar la puerta que lo llevaría por una nueva ruta a las islas orientales donde estaban las codiciadas especias, el hoy llamado “Estrecho de Magallanes”.

La historia que cuenta es sencilla y en ella, de manera excepcional, no despliega sus enormes conocimientos científicos a los que era muy proclive insertar en sus narraciones. Aquí se concreta a narrar los conflictos a los que se enfrentan sus personajes.

Este faro original fue construido en 1884 en por el gobierno argentino, cuando la División Expedicionaria al Atlántico Sur, al mando del comodoro Augusto Lasserre, estableció en la isla de los Estados una subprefectura marítima, un penal y una estación de salvamento para auxilio de los numerosos naufragios que se producían en las inmediaciones del cabo de Hornos. 

El faro era una casa de madera de roble de 16 lados, y 5 metros de alto. El tejado estaba recubierto de lona impermeable. Su equipo luminoso estaba constituido por 8 lámparas fijas de queroseno colocadas detrás de unas ventanas cuyos cristales eran lentes de Fresnel. 

La novela inicia cuando el faro acaba de ser construido y un grupo conformado por tres torreros son llevados por un navío militar para iniciar su operación Y, a su vez, recoge a los trabajadores que construyeron el faro para llevarlos a Buenos Aires. Pero volverá en tres meses para hacer el primer relevo. Y durante ese tiempo los torreros deberán encender al atardecer el faro y apagarlo al llegar el alba del nuevo día. Además, de darle el mantenimiento adecuado, y registrar todos los sucesos que se lleven a cabo en esa zona: navíos que logren avistar, distancia y dirección por la que hagan su recorrido…

Las primeras semanas todo transcurre con excesiva calma; hay días que no avistan navío alguno y el mar parece un animal dormido. A estas alturas de la novela no se avizoraba en el horizonte el conflicto que dinamizara el relato; sin embargo, Verne, como buen prestidigitador, de pronto saca el as de la manga.

Sucede que en esa isla se refugia una banda de piratas, ladrones y asesinos que han huido de la justicia, pero que además han encontrado en ese lugar solitario un buen sitio para amasar una fortuna. Escondidos entre los riscos y las cuevas acechan a los navíos que tienen la desgracia de accidentarse. Entonces salen de su escondrijo y saquean las naves. Y si hay sobrevivientes, los asesinan. Ya llevan varios años amasando una fortuna la cual quieren disfrutar en algún país lejano, pero necesitan un barco que se preste para tomarlo a la fuerza. 

Cuando están esperando el milagro, advierten la llegada del barco militar y contemplan la construcción del faro, un faro que no les favorece en nada, porque evitará que los barcos sigan accidentándose. 

Cuando se termina la construcción, el barco militar recoge a los trabajadores y dejan a los encargados de la operación. Poco tiempo después los malhechores logran capturar un navío que encalla y la tripulación perece al huir y se ahogan en el mar. Sin embargo, el barco sólo sufre pequeñas averías que los piratas pueden reparar. Y el mejor lugar para hacer las maniobras está muy cercano al faro. Viajan hacía allá y cuando dos de los torreros van a prestar ayuda son asesinados artera y cobardemente, y sólo sobrevive quien en ese momento está en la cúspide del faro: Vázquez. 

Cuando Vázquez advierte la agresión huye y se esconde en las cavernas que abundan en esa isla argentina. Allí descubre la cueva donde los malhechores han almacenado sus víveres. Para sobrevivir los dos meses que faltan para que llegue el navío militar, les hurta lo necesario. Y se mueve por las grutas con cautela para que no ser encontrado por los piratas que al principio lo buscan, pero concluyen que como está sólo y sin alimentos no podrá sobrevivir mucho tiempo.

Cabe señalar que esta sobrevivencia de casi tres meses es bastante inverosímil, nada parecido a la que hicieron los náufragos en Isla Misteriosa donde cada paso estaba justificado y era lógico, aunque ahí lo inverosímil se diera en esa armonía de los sobrevivientes. 

Mientras espera el regreso del navío, un deseo bulle en el alma de Vázquez: liberar al faro porque muchos barcos están en peligro de accidentarse, lo cual sucede varias veces. 

Uno de esos barcos accidentados es beneficioso para Vázquez porque no sólo encuentra víveres y armas (entre ellos algunos cañones, pólvora y balas) sino además un sobreviviente: el segundo a cargo de la nave accidentada, quien se convierte en su compañero de lucha.

Obviamente presentimos cómo terminará el relato: con el triunfo de los buenos, triunfo que les costará mucho lograrlo, pero al fin lo logran. Podríamos decir, que este final es similar al modelo narrativo de Hollywood: el final feliz. De hecho, las novelas de Verne tienen un final hacia arriba en las que acaban venciendo los buenos.

Pero paralelamente a la trama, una virtud que tienen las novelas de Verne es ampliarnos la visión de la geografía y de muchos temas que expone generosamente y a detalle. 

Hoy, gracias al internet, podemos además ver lo que Verne narra, es decir, como en esta novela, buscar dónde exactamente está la Isla de los Estados, que forma tiene, cómo es, ¿existe el faro?, cuáles son sus condiciones climáticas…

En suma, Verne nos lleva de paseo por el mundo y sólo pide de nosotros la generosidad infantil del asombro. Quizá esto es de lo que yo carecía cuando le pedí a esa esa novia sus libros de Verne y ella me los negó. Sin embargo, poco a poco, la he ido cultivando desde entonces.

Si usted tiene un poco de imaginación y quiere divertirse en grande, las novelas de Verne le permitirán disfrutar las maravillas de nuestro mundo cuando aún la modernidad no lo había estropeado. Ah, y además son un terreno propicio para cultivar nuestra capacidad de asombro.


sábado, 23 de octubre de 2021

LA ISLA MISTERIOSA de Julio Verne


Jeremías Ramírez


En el libro: Curso de literatura europea, del escritor ruso Vladimir Nabokov, autor de la famosa novela Lolita, aseveró: “…las grandes novelas son grandes cuentos de hadas…” . Es decir, la realidad no es plasmada como tal sino arreglada para que funcione en la lógica narrativa específica al relato, creando así un mundo artificial maravilloso.

La Isla misteriosa de Julio Verne indudablemente es un gran cuento de hadas. Todo lo que sucede en esa isla es maravilloso, casi podríamos decir, que estamos viendo el Jardín del Edén, pero recreado por seis prófugos que escapan del cautiverio en un globo aerostático, en plena guerra civil norteamericana (1861-1865), y que, arrastrados por una tormenta, caen en esta isla. Estos seis singulares personajes van pasando de prófugos a náufragos y luego a colonos, quienes desbordan ingenio, conocimientos técnico-científicos (de su época y bastante sorprendentes), empeño laboral, camaradería, armonía y cordialidad, virtudes que los lleva a transformar esa isla en una nueva tierra que fluye leche y miel.

Contemplando panorámicamente esta extensa novela (tiene más de 500 páginas) se advierte que la intención de Julio Verne fue crear una metáfora del desarrollo tecnológico de la humanidad desde su aparición en la Tierra, pues el grupo llega a la isla sin instrumento alguno: todas sus posesiones la fueron tirando en el accidentado vuelo para evitar que el globo cayera al mar; de modo que inician su sobrevivencia en la isla desde la edad de piedra y poco a poco van superando las etapas primitivas, y los instrumentos que van construyendo se van volviendo más y más sofisticados, gracias al más poderoso instrumento de la humanidad: su capacidad racional. 

Guiados por el ingeniero Ciro Smith (un verdadero genio con una gran amplitud de conocimientos) inician su proceso de sobrevivencia (como el ser humano lo hizo en este planeta) luchando contra la naturaleza y para ello inician aprendiendo a encender el fuego, elemento primordial que ha utilizado el ser humano en una amplia gama de actividades, desde fuente de calor e iluminación, hasta instrumentos y para la preparación de alimentos, y forja de instrumentos de trabajo y de guerra, entre otras.

Cuando los náufragos han logrado hacer fuego su primera aplicación fue la calefacción y luego lo utilizan para asar los animales que han ido cazando. 

Minuciosamente Verne va narrando como, bajo la guía de Ciro Smith, el pequeño grupo conformado por un periodista, Gedeón Spillet (que tiene conocimientos generales de muchos temas, incluso sabe algo de medicina, y quien se convierte en un hábil cazador con rudimentarios arcos y luego con fusiles); Pencroff, (marino de profesión, constructor del primer barco y su piloto);  Harbert, un joven naturalista (que sabe de plantas y es el encargado de su recolección, además de desarrollar los primeros sembradíos tanto de plantas nativas como del trigo cuyo cultivo inician a partir de un grano encontrado en el bolsillo de uno de ellos), y quien se convierte en compañero de Spillet en las tareas de caza y, finalmente, Nab, ex esclavo negro, que está al servicio del ingeniero Smith, quien se destaca como un hábil cocinero. 

A este grupo de sobrevivientes se les suma el perro del ingeniero Smith, Top, que se convierte un explorador, vigía y quien los alerta de los peligros con anticipación y es mensajero emergente en momentos cruciales. 

Pero ahí no acaba la cosa, pues se suma a este equipo un nativo de la isla: un simio, Jup, que pronto se adapta a vivir con los “colonos” y funge como asistente doméstico y fuerza de defensa. 

Tan pronto resuelven el problema de la calefacción y cocimiento alimentario y fabrican algunos instrumentos rudimentarios, se dan a la tarea de construir una vivienda. Su primer refugio es una grieta en la ladera de una montaña la cual no es apropiada para defenderlos del clima invernal, —que ahí es muy crudo—, ni de las tormentas, pero encuentran en unos riscos, por donde el agua del lago baja al mar, unas cavernas dentro de una mole de granito que pronto adaptan en vivienda, gracias a que han fabricado explosivos, han elaborado tabiques y han desarrollado la alfarería y una rudimentaria metalurgia que les permite la fabricación de instrumentos de labranza y construcción.

Como si todo conspirara a su favor, van encontrando restos de naufragios (como, por ejemplo, un arcón con una brújula, agujas, mapas, libros, una Biblia —que sólo parece que abren una sola vez—, serruchos, un hacha, armas de fuego, entre otras cosas), los restos de su globo cuya tela les servirá para confeccionar ropa más apropiada y hasta las velas de una embarcación al que el marino Pencroff, bajo del diseño de Smith, logrará construir y luego tripular.

En casi dos años transforman la isla de un lugar inhóspito y salvaje en un paraíso en el que tienen sembradíos, ganado, aves de corral, agua corriente en su caverna, y medios de transporte con el barco y varios carros que les permiten transportar lo que necesitan de los alrededores, e incluso, cuentan con un telégrafo que comunica entre el Palacio de granito y la Dehesa (terreno extenso generalmente acotado y dedicado al pasto del ganado), que está a varias millas.

E inclusive, han podido rescatar a un náufrago solitario que estaba abandonado en una isla cercana, que ya se había convertido en un ente salvaje, pero que una vez en compañía humana va recobrando sus sentidos aunque carga con una pena la cual les confiesa un día: se llama Ayrton y era un malhechor que estaba al frente de una banda de forajidos que asaltaban a los barcos en esa zona y había cometido diversos crímenes. Descubierto cuando trataba de apoderarse de un barco es apresado y de castigo es abandonado en esa isla solitaria. A pesar de su pasado turbulento es aceptado y pronto se convierte en un miembro más de los colonos y quien se encarga de cuidar el ganado de los animales que han domesticado y que ha ido creciendo en esos años.

Sin embargo, no hay paraíso perfecto. Una nave pirata se acerca y amenaza con destruir su Edén. Y cuando está a punto de hacerlo, sorpresivamente la nave pirata es destruida por un torpedo que un habitante misterioso de la isla ha lanzado contra los piratas salvando, con ello, el paraíso de los colonos. 

Este no es el primer auxilio que les ha brindado; ya antes habían advertido sucesos extraños que se realizaban a su favor, pero este último es mucho más evidente que proviene de “alguien” que no se ha dignado presentarse con ellos en todo el tiempo que llevan habitando la isla. 

Pero con la destrucción de la nave pirata la amenaza no ha terminado pues seis piratas habían descendido antes de la destrucción de la nave y son un peligro latente, y que en un momento dado les darán problemas. 

Y estos problemas llegan. Primero, atacan a Ayrton y se apoderan de la cabaña de la dehesa donde éste vivía. Luego, cuando van a ver qué sucede con Ayrton —pues no contesta los mensajes que le han enviado por telégrafo— hieren a Harbert, el joven naturalista, quien queda al borde de la muerte, pero milagrosamente se recupera bajo los cuidados del periodista, y con la llegada misteriosa del medicamento que les falta.

Cuando regresan al palacio de granito descubren que los piratas han destruido parte de las construcciones externas. Sin embargo, un día la amenaza de los piratas termina de una manera sorpresiva: los encuentran muertos por una extraña arma y a Ayrton aún salvo. ¿Quién es este extraño personaje que como un ser todo poderoso les tiende su ayuda en los momentos más apremiantes? 

Pronto lo descubren: es el famoso capitán Nemo quien vive en el submarino Nautilus en las entrañas de la isla. Ahora es un hombre avejentado, solitario, muy enfermo y cercano a la muerte. Y se deja conocer porque necesita que lo ayuden en su última voluntad: ser enviado con todo y submarino al fondo del mar, pero antes de irse les da un cofre con joyas y les advierte de una amenaza terrible que se cierne sobre la isla: el volcán está a punto de estallar.

La predicción de Nemo se cumple y pronto irrumpe la erupción que va aumentando hasta que finalmente devora, de la noche a la mañana, todo el paraíso que construyeron, aunque ellos logran salvarse por un pelo. 

Al final, Verne, urgido por terminar, concluye la novela con trazos de brocha muy gorda, gruesos trazos. En estas últimas páginas ha abandonado la minuciosidad y el detalle y cierra la historia con un deus ex machina, como en el teatro clásico griego, pues de pronto aparece una nave que los rescata y los regresa a Estados Unidos y, con las joyas que les dio el capitán Nemo, compran una enorme parcela donde reconstruyen su paradisiaca isla en tierra firme para albergar a todos los náufragos de la isla Lincoln, y que vivan como una gran familia, felices para siempre.

Vaya, en los últimos capítulos no esconde su intención de concluir como un cuento de hadas clásico: “Y se casaron y vivieron muy felices”, conclusión que no me gustó, pero se le perdona porque tuvo a bien ilusionarnos con un cuento en el que la bondad humana brilla con esplendor para decirnos que si los seres humanos pudiéramos vivir en armonía esta tierra violenta y llena de hombres perversos sería una maravilla, un paraíso, un huerto del Edén.

La novela, como todas las de Verne —sobre todo las famosas— son muy fácil de conseguir, incluso gratuitamente, en PDF, en el internet. Ah, pero no compren la edición de Mirlo, Tierra viva, de Editores Unidos Mexicanos: está llena de errores. Uno, el más grave, es que no cuidaron de destacar y numerar los títulos de los capítulos: los dejaron como si fuera un párrafo más. Vaya, qué edición tan descuidada. 

Compren una buena versión y traducción o bájenla de internet, pero léanla, se divertirán. Se lo aseguro. 


sábado, 16 de octubre de 2021

20,000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO: Julio Verne


Jeremías Ramírez


Muchos lectores despertaron su pasión por la literatura a través de los libros de aventuras de Julio Verne o Emilio Salgari. Las nuevas generaciones además lo han hecho con El señor de los anillos, Harry Potter o Las crónicas de Narnia. Pero quizá las novelas de Julio Verne (1828-1905) tienen el honor de ser las favoritas de los lectores principiantes. 

Yo no tuve ese privilegio. Los libros que encendieron mi pasión fueron los de una colección barata (como el Libro Vaquero) de ciencia ficción de Editorial Bruguera que vendían en los puestos de periódicos. 

La culpa de esta entrada fue una novia, lectora apasionada de Verne, a quien le pedí que me prestara alguno de sus libros. Su respuesta fue tajante: “No los vas a entender”. Ella sabía que mi intención era lucirme con ella pues mis lecturas no iban más allá de las revistas de rock de mediados de los setenta, y me prestó tres libritos de ciencia ficción de su papá. 

Hoy, en el umbral de la vejez, sin impedimento alguno (esa novia quedó en el pasado y hace poco se convirtió en un personaje de una de mis novelas), estoy embarcado en esos largos viajes que Julio Verne llamó: “Viajes extraordinarios”, que comenzaron con Cinco semanas en globo (1863), y culminaron con La misión Barsac (1918), y que en total comprendieron 54 novelas, muchas de ellas desconocidas para el público lector

Y me embarqué en estos “viajes extraordinarios” (sin fémina de por medio) porque hace algunos días, cuando estaba por abordar el autobús de regreso de la ciudad de México a Celaya, fui a curiosear los libros de un puesto de periódicos y vi un enorme volumen con una selección especial de cuatro novelas de Julio Verne.

Bueno, me dije, tal vez ya las entienda; y compré el libro. Tan pronto me acomodé en el asiento del autobús empecé a leerlo y ya no pude detenerme. En menos de una semana había devorado la primera novela de la antología: 20 mil leguas de viaje submarino. Pensaba detenerme ahí, pero la inercia me hizo internarme en La Isla misteriosa, y junto con esos cinco náufragos, cuyo globo cae en una pequeña porción de una tierra solitaria e ignorada, y fui explorando con ellos los parajes indómitos de la isla.

Recuerdo que el primer libro que leí de Verne fue Viaje al Centro de la Tierra y me sorprendió el enorme conocimiento que tenía sobre mineralogía y vulcanología. El segundo —que leí hace como dos años—, fue La vuelta al mundo en 80 días. Ya no me sorprendió. Es más, le vi algunas fallas estructurales. Pero ahora, 20 mil leguas de viaje submarino me vuelve a sorprender por la gran cantidad de información sobre la vida marina que manejaba Verne, y hay momento en que se engolosinaba tanto que dejaba la trama a un lado para llenar muchas páginas describiendo las especies de animales marinos que los viajeros van encontrando a su paso. 

La novela la escribió Verne a mediados del siglo XIX y sorprende la gran cantidad de datos que maneja en una época en la que la información no era tan fácilmente disponible, y la ciencia aún estaba por experimentar un desarrollo asombroso. Quizá este engolosinamiento por la información científica es el que hace que la trama, de pronto, se sienta forzada y sus personajes aparezcan construidos un tanto burdos, pero el encanto de la historia hace que uno perdone esos deslices científicos. 

Por ello, desde el inicio percibimos la trama un tanto amañada y se anticipa, sin motivo, estropeando la sorpresa. Inicia con notas de prensa que anuncian que un monstruo marino amenaza al mundo. Y sin querer nos muestra que el periodismo es carroñero desde antaño, pues como buitre anda en busca de información apetitosa y construye una imagen del “monstruo” terrorífica, cuyo poder le permite dañar con facilidad las naves que se cruzan con en su camino. 

Para eliminar el peligro, el gobierno norteamericano envía un buque de guerra: el Abraham Lincoln, para que investigue y verifique la veracidad sobre el monstruo y evalúe, primero, si es real. En este caso, el siguiente paso será cazarlo para librar los mares de este peligro latente. 

Coincide que, en Nueva York, de donde zarpará el barco, está un famoso profesor francés: Pierre Aronnax, naturalista notable, quien había estado dictando en esa ciudad unas conferencias. El gobierno norteamericano lo invita a sumarse a la búsqueda. El profesor acepta y él y su ayudante, Conseil, abordan de inmediato el barco 

Luego de varios meses de búsqueda infructuosa, finalmente dan con el “monstruo” y tratan de acabar con él. Pero el monstruo, después de una larga persecución, revira y ataca la nave y la deja muy dañada, pero sin mandarla a pique. 

En la embestida el profesor Aronnax y un arponero canadiense —Ned Land— caen al mar. 

Conseil, al ver que el profesor Aronnax cae al agua, se lanza siguiendo a su patrón. El naufragio será afortunado porque les permitirá descubrir que no es un animal sino un submarino. 

Cabe señalar que en ese tiempo los submarinos todavía estaban en desarrollo y no había alguno navegando. 

El submarino recoge a los náufragos y de esa manera entran “al vientre del monstruo” que resulta ser una nave muy sofisticada que utiliza una tecnología muy avanzada para ese entonces: la energía eléctrica. 

El singular submarino está comandado por un personaje misterioso, pero interesante, que se hace llamar: “Capitán Nemo”. Este personaje se ha auto exiliado de la sociedad porque ha sufrido el atropello que los ingleses hicieron en su patria, la India, y con su familia. 

Nemo, buscando la libertad, la encuentra en el fondo del mar y le permite, además, explorar la riqueza marina a profundidades inalcanzables para el ser humano de mediados del siglo XIX; y extraer tesoros que le significan una fortuna que le permite hacer lo que se le antoje, pero, además, encuentra que con el submarino puede cobrar venganza atacando cualquier barco inglés que se le atraviese y destruir a aquellos que osan atacarlo. 

Dentro del submarino, el estudioso francés, Aronnoa, su ayudante y el arponero canadiense recorrerán 20 mil leguas, conociendo los parajes submarinos más singulares del planeta: desde las profundidades del polo norte hasta las del polo sur, y muchos mares. El investigador y su ayudante están fascinados con lo que contemplan, pero el arponero sólo desea escapar. 

La novela tiene una extensión de poco más de 300 páginas y salvo sus extensas descripciones marinas, la trama atrapa y otorga muchas horas de diversión. 

Y como muchas de estas novelas famosas, esta ha sido canibalizadas por el cine. Buscando en internet descubrí que hay varias adaptaciones, incluso una versión muda que se puede ver en Youtube. Y la más lograda es la que hizo Disney, la cual está disponible en la plataforma de esta productora. 

Motivado por la lectura vi la película de Disney. Sólo puedo decirles que, si pueden evitarla, lo hagan. Al resumir tanto la historia para que cupiera en dos horas de pantalla, fue mutilando el argumento salvajemente y quedó una versión mocha, frívola y torpe, y con escenas forzadas. Y el submarino, imponente según las descripciones de Verne, aquí parece una cáscara de nuez. Además, alteran tanto el argumento para darle “intensidad” emocional, pero fallan, y sus cambios apenas les alcanzan para crear una narración apresurada, sin ritmo ni cadencia, y muchas acciones injustificadas y exageradas. 

Mejor lea el libro, se divertirá mucho más, se lo aseguro.



sábado, 9 de octubre de 2021

ESTUDIO DE CHINA


Jeremías Ramírez

El Estudio de China es un libro contundente, revelador, un mazazo a la cabeza de la práctica médica y a la de la industria farmacéutica y alimentaria, y tiene la virtud de derrumbar mitos que han contribuido al incremento de las enfermedades modernas: diabetes, Alzheimer, arterioesclerosis, cáncer....

El estudio de China básicamente es el reporte de investigación médica del Dr. T. Colin Campbell, médico e investigador estadounidense, sobre la incidencia del cáncer en China. Pero este libro es, además, un tour del despertar de la conciencia de un investigador que busca respuestas a los problemas de salud más acuciantes de mediados del siglo XX. 

Antes de entrar a la reseña del libro, empecemos por conocer quién es el Dr. T. Colin Campbell. Este hombre de ciencia nació en el estado en Pensilvania, Estados Unidos, el 14 de marzo de 1934. Creció en una granja lechera y por ello estaba habituado a considerar a la carne y a la leche como alimentos básicos, fundamentales, y altamente benéficos. 

Por su relación familiar con la cría de ganado, estudió Medicina Preveterinaria en la Universidad Estatal de Pensilvania. Después de obtener su título de pregrado, y mientras completaba su primer año en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Georgia, le ofrecieron una beca y una oportunidad de investigación. Con este apoyo, el Dr. Campbell completó su educación en la Universidad de Cornell (maestría en Ciencia, Ph.D.) y el MIT (investigador asociado) en nutrición, bioquímica y toxicología. Pasó 10 años en la Facultad de Bioquímica y Nutrición de Virginia Tech antes de regresar a Cornell, en 1975.

Su formación lo llevó participar en diversos proyectos de investigación dentro y fuera de Estados Unidos. Uno de estos trabajos lo realizó en Filipinas donde se registraba una alta desnutrición entre la población infantil pobre y que estaba provocando muchas muertes. Para solucionar el problema decidieron proporcionarles una dieta rica en proteínas de origen animal: carne y leche. 

Y en efecto, el problema de desnutrición se empezó a resolver, pero al mismo tiempo puso en evidencia otro problema: un incremento en la incidencia del cáncer. 

La investigación reveló que el agente cancerígeno que estaba provocando esas muertes era la aflatoxina, un tipo de toxinas producidas por ciertos hongos en el maíz, los cacahuates, la semilla de algodón y en la cáscara dura de las nueces. Pero la interrogante era saber por qué al mejorar la alimentación se presentaba este problema, qué correlación había.  ¿La aflatoxina era el único responsable del cáncer? En esa búsqueda el Dr. Campbell encontró en una publicación médica el reporte de una investigación realizada en la India sobre el cáncer del hígado y su relación con las proteínas de origen animal. Dicho experimento se había realizado con ratas, las cuales dividieron en dos grupos. A ambos grupos se les suministraba aflatoxina y al primero se le daba en su dieta el 20% de proteínas de la leche. Al otro grupo sólo se le daba el 5%. En el primero el 100 por ciento de las ratas desarrollaba cáncer; pero en el segundo, ninguna presentaba la enfermedad. 

De regreso a Estados Unidos realizó los experimentos y encontró los mismos resultados: ratones expuestos a la aflatoxina se enfermaban de cáncer sólo cuando recibían el 20 por ciento de proteínas de la leche, pero no se enfermaban si recibían el 5 por ciento o menos, ni aun subiendo el nivel de la aflatoxina. También encontró que con las proteínas de origen vegetal el cáncer no se desarrollaba, aunque el porcentaje fuera mucho más alto.

A mediados de los setenta el primer ministro chino, Chou En Lai, se le diagnóstico cáncer de próstata que lo llevó a la muerte en 1976. Este problema le hizo darse cuenta que el cáncer empezaba a crecer en ciertos núcleos poblacionales chinos, particularmente en donde había mayor desarrollo económicos. Para tratar de entender las causas e implementar una estrategia para reducir el problema convocó a diversos científicos para que realizaran un macroestudio en un amplio sector de China. Campbell fue uno de los científicos del Proyecto creado en 1983 por la Universidad de Cornell, la Universidad de Oxford y la Academia China de Medicina Preventiva para explorar la relación entre la nutrición y el cáncer, el corazón y enfermedades metabólicas. 

La investigación confirmó que las proteínas de la leche era un detonador de la enfermedad, pero además descubrió que no sólo esta proteína potenciaba el cáncer sino de hecho todas las proteínas de origen animal en mayor o menor medida, y que, en contraparte, las proteínas de origen vegetal, aunque se administraran en abundancia, eran inocuas.  De modo que quienes se alimentaban con una gran dotación de proteínas animales, padecían mayormente cáncer, contrario a quienes llevaban una dieta a base de plantas, de alimentos integrales y bajos en grasas.

Sus hallazgos lo llevaron a seguir investigando y poco a poco fue descubriendo los factores que disparan no sólo el cáncer sino muchas de las enfermedades que aquejan al hombre moderno como las cardiopatías, la obesidad, la diabetes, los cánceres, las enfermedades autoinmunes y las enfermedades óseas, renales, oculares y cerebrales, como el Alzheimer. Y descubrió que todas estas enfermedades se resolvían con una dieta basada en vegetales.

A partir de estos hallazgos empezó a desarrollar estrategias curativas a base de dietas vegetales y creó una guía para la buena nutrición en el que detallaba ocho puntos principales de los alimentos y la salud, que permiten alcanzar una vida saludable pues entre sus beneficios está el vivir más tiempo, sentirse y verse más joven, tener más energía, perder peso, bajar el colesterol, prevenir enfermedades cardiacas o autoinmunes, entre otros. 

El libro termina con un tema muy controversial: ¿Por qué nunca se habla de esto, por qué no se sabe, por qué los médicos nunca incluyen una dieta saludable a base de vegetales como estrategia de recuperación de la salud? El Dr. Campbell afirma: porque hay intereses creados que han generado un lado oscuro de la ciencia, y esto ha llevado a la academia a implementar un reduccionismo científico el cual se enfoca a sectores muy acotados del cuerpo humano (de ahí las especialidades) sin considerar el cuerpo humano como un todo, como un sistema en equilibrio e interdependiente; y todo ello porque en la salud hay un jugoso negocio derivado de los fármacos, de los grandes laboratorios que los fabrican al grado, incluso, que ha coptado la academia para que se enfoquen en la aplicación de fármacos más que en la salud integral de los pacientes.

Esto le provocó al Dr. Collin haya sido marginado del ámbito médico, a pesar de que les demostró que las estrategias de salud que había desarrollado eran (y son) efectivas.

Su estudio ha tenido amplia difusión y ha motivado a muchos médicos de diversas partes el mundo a investigar y a ampliar los conocimientos que él ha obtenido a través de la investigación y de la práctica médica. Tal es el caso del Dr. Alejandro Sacha Barrio, del Perú, quien, incluso, dirige un centro de investigación de la medicina natural, o del Dr. Alonso Vega de Costa Rica, entre muchos otros.

El impacto de este libro motivó al director de cine Lee Fulkerson a realizar en el 2011 el documental Tenedores sobre cuchillos, (en inglés Forks Over Knives) producido por Monica Beach Media. Este documental es fácilmente localizable en YouTube, el cual demás de poner en pantalla la parte medular del libro, inserta entrevistas con el Dr. Collin y con el Dr. Caldwell Esselstyn, cardiólogo, quien promueve una dieta de alimentos integrales a base de plantas para prevenir las enfermedades coronarias y cardiovasculares. La dieta excluye todos los productos y aceites de origen animal y recomienda alimentos como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y especialmente verduras crucíferas.

Si usted lee este libro le puedo afirmar que será el principio de su concientización hacia una vida saludable y a una nutrición inteligente. E irá descubriendo que hay un enorme movimiento configurado por muchos médicos, nutricionistas, productores de vegetales orgánicos, campesinos, colectivos, periodistas, divulgadores de la salud, mercados artesanales que están construyendo una red que combate a la industria alimentaria y a la industria farmacéutica con propuestas novedosas para vivir armónicamente corporal y ambientalmente, pues como dice un slogan de la medicina natural: lo que es bueno para el cuerpo humano es bueno para el medio ambiente.

Este libro se puede conseguir fácilmente por internet en las mejores librerías de México o en Amazon o en Buscalibre.com

sábado, 2 de octubre de 2021

HAY COSAS QUE NO SE APRENDEN EN LOS LIBROS: TIFÓN


Jeremías Ramírez

Sí, hay cosas que no se aprenden en los libros, le dijo el capitán Mac Whirr a Jukes, el segundo de a bordo de la nave Nan-Shan. Y Jukes recuerda esta frase al final de la novela porque, a pesar de que a Jukes el capitán le parece un majadero, reconoce que supo encontrar una buena solución al problema que enfrentaron después de la tormenta.

El capitán MacWhirr pudo haber tenido una vida apacible siguiendo el oficio familiar, pero sin darle explicaciones a sus padres, cuando aún era un adolescente, desapareció de su casa y se enroló como marino, oficio en el que se desarrolló hasta alcanzar el grado de capitán. Como marino profesional era un hombre práctico que se caracterizaba por su honradez y confiabilidad y por tener un carácter firme e inalterable, que se expresaba en la parquedad de sus palabras. Sí, MacWhirr era un hombre de pocas palabras.

Y en este viaje, que pudo ser de rutina, le sale al encuentro un tifón tan poderoso que nunca en su vida de marino la había visto. Pero con esa templanza que lo caracterizaba, en vez de rehuir la tormenta, decide encararla a fin de cumplir al pie de la letra su cometido: llevar a su destino a un grupo de trabajadores chinos que regresan a casa después de muchos años de trabajo.

Pero enfrentó al Tifón porque confiaba en la solidez que tenía el Nan-Shan, un barco de vapor recién construido y que tan pronto salió de los astilleros lo pusieron en sus manos, y él sabía de su buena factura. 

Al inicio de la travesía todo era calma y así navegó durante varios días. Y mientras Conrad nos narra la rutina inicial del viaje nos va describiendo a los personajes principales. Por ejemplo, nos dice que Mac Whirr era un hombre modesto y silencioso, padre de familia, que confiaba no sólo en su nave sino también en su experiencia y está era más certera que los consejos que encontraba en los libros y en los manuales. Esta experiencia lo llevó a desdeñar la peligrosidad y ferocidad del tifón que se le venía encima. 

El primer oficial Jukes, en cambio, no tiene la templanza de su jefe y prefiere escabullirse de los problemas; por eso le pide al capitán evadir la tormenta, aunque se tarden mucho más tiempo en cumplir su comisión. 

Y Rout, el jefe de máquinas, un tanto pragmático, lo único que tiene en mente es luchar duramente para que la nave no deje de funcionar y avance en todo momento. Pegado a la caldera dirige a sus fogoneros. 

Cuando empieza la tormenta, todos los tripulantes luchan contra la tormenta, pero temen que la nave sucumba en cualquier momento. Muchos de sus aparejos se van haciendo trizas ante la violencia del viento. Y mientras ellos se debaten en el exterior de la nave, dentro se desata otra tormenta. Las violentas sacudidas por el embate furioso de las olas han abierto los baúles de los chinos en donde resguardaban su dinero y sale volando, esparciéndose por todas partes. Cada uno, tratando de rescatar lo que es suyo, entablan entre ellos una terrible pelea y se atacan ferozmente.

La narración de Conrad en esta parte dramática es tan vívida que parece una magnífica secuencia cinematográfica, lo cual muestra (aun en la traducción al español) la maestría narrativa de este escritor.

Cuando la tormenta los iba envolviendo, el capitán MacWhirr consulta sus libros y manuales para saber sí hay algo que le diga cómo debe enfrentar el problema, pero nada encuentra y tira los libros. Jukes entra a la cabina en ese momento y observa lo que hace el capitán. Entonces es cuando le dice que “hay cosas que no se aprenden en los libros”. De alguna manera advertimos que el capitán sabía por experiencia personal que en los libros no hay toda la información, porque hay muchas cosas que no logran entrar a las páginas impresas. Y hay otras que sólo se aprenden en la experiencia directa. Y esta tormenta está a punto de enseñarle una gran lección. 

La tormenta finalmente les ha pasado por encima, pero no logra hundir la nave, sin embargo, ahora el capitán MacWhirr deberá enfrentar el tifón humano, pues los chinos calmados por la tripulación y atados para que no continuaran peleándose, son una amenaza latente tan pronto los desaten y vuelvan a reclamar su dinero. Por ello, para resolver el conflicto y que no se levante otra tormenta que incluso lleve a la compañía hasta los tribunales, el capitán encuentra la solución perfecta, salomónica y ordena que la tripulación recolecte todo el dinero y dividirlo en partes iguales entre todos los chinos. Las partes en conflicto aceptan de conformidad, y aunque magullados y algunos hasta con un ojo reventado, llegan en calma a su destino.

Cabe señalar que Joseph Conrad, como el capitán MacWhirr, fue un hombre que aprendió su oficio como escritor, no en las academias o en los círculos literarios o en la universidad, sino en la experiencia directa, como lo hizo también Hemingway. En estos dos de los autores su obra se alimenta de sus vivencias. Incluso, a decir de Leonardo Padura, un escritor cubano, Hemingway era un escritor de limitadísima imaginación, y quien tenía que vivir en carne propia lo que posteriormente se convertiría en literatura. 

Yo no sé si Conrad tenía una imaginación limitada pero sus obras, en su mayoría, tienen raíces en las experiencias personales como aventurero por tierra o por mar.  Allí nutrió su imaginación para escribir 18 novelas propias más tres en colaboración con Ford Madox Ford, y una buena cantidad de cuentos. 

De hecho, su biografía y sus novelas parecen decirnos que “hay cosas que no se aprenden en los libros”, pues a los 17 años, hastiado de la vida estudiantil, se lanzó a la aventura. A esa edad, viajó a Italia y luego a Marsella para terminar enrolándose como marinero a bordo del buque Mont Blanc en 1875.

Sin embargo, a pesar de que aprendió a escribir fuera de las academias no así al margen de los libros, pues fue un gran lector tanto en la biblioteca de sus padres como en la de su abuelo, con quien vivió como huérfano tras la pérdida, primero de su madre y luego de su padre. Allí, en la biblioteca de su abuelo, leyó lo mejor de la literatura inglesa y en donde se apropió del idioma que se convertirá en su lengua literaria.

Tifón es una novela corta de alrededor de 150 páginas que se puede conseguir fácilmente en las librerías pues es publicada con regularidad por diversas editoriales. O bien pueden buscarla en internet donde seguramente habrá varias traducciones. De una u otra forma, lea a Conrad, su literatura es de primer nivel.


EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...