domingo, 25 de julio de 2021

¿QUÉ ES LA SALUD?: CRÓNICA DE UN HALLAZGO



Jeremías Ramírez


Dice el Diccionario de la Real Academia Española que la salud es el “estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones”. Sin embargo, la mayoría de las personas cree que estar sano es que nada les duela, y no que el cuerpo ejerza todas sus funciones y mucho menos que cada parte del cuerpo funcione con armonía y a su mayor capacidad.

La pandemia vino a poner al descubierto las pobres condiciones de salud de la población mundial, pues muchos de los que murieron aparentaban no tener padecimiento alguno ni les dolía nada, pero su cuerpo no resistió el ataque del virus. 

Subrayo: un cuerpo no está sano cuando se presenta un contagio por algún agente patógeno y el cuerpo cae abatido.

La medicina ha tratado de preparar los anticuerpos a través de las vacunas, aunque el cuerpo prepara otros más al margen de las vacunas y esto lo hace cuando un agente patógeno ataca y el sistema inmunológico genera los anticuerpos para defenderse. La capacidad de defenderse está en de su fortaleza la cual define el tiempo que le tomará para solucionar el problema. 

Si el sistema inmune está debilitado por una salud defectuosa muchas veces no resistirá el ataque de un agente infeccioso y devenga un cuadro crítico del cual el cuerpo puede salir airoso con la ayuda de medicamentos y tras un periodo de convalecencia… Si esto no sucede, entonces el cuerpo sucumbe y muere.

El virus SAR COV-2 ha dejado un porcentaje importante de fallecidos y otro, mucho más grande, de afectados en diversa manera. Sólo aquellos con una mejor fortaleza (una mejor salud) lo sufrieron de forma leve o incluso ni se dieron cuenta. Pare ellos fue como padecer una gripe común. De hecho, como este virus es respiratorio, ataca los pulmones y genera neumonía.

Pero, cabría preguntar, ¿de qué depende la fortaleza sanitaria del cuerpo? Bueno, depende de varios factores: la alimentación, la herencia genética, el orden emocional y el ejercicio diario, además de un descanso apropiado.

Y muchos médicos afirman que un factor crucial en la defensa de patógenos está en lo que comemos. 

Para entender la importancia de la comida pensemos en un automóvil: para que este funcione necesita gasolina, pero no cualquiera. Si le ponemos de mala calidad pronto el motor de ese auto va a sufrir daños severos hasta que motor deje de funcionar. 

La alimentación es la gasolina del cuerpo, salvo que, en nuestro caso, tenemos un problema: el sentido del gusto. Este sentido nos lleva a elegir la comida, no en función de su calidad nutricional (en el auto sería una gasolina limpia, sin plomo, sin suciedad, de alto octanaje), sino de su sabor. El auto no tiene gusto así que le da lo mismo este aspecto, aunque el motor funcionará de mejor manera cuando es mejor la calidad de su gasolina. 

Como elegimos sólo los alimentos que nos gustan seguramente no nos hemos preocupado en investigar si es lo que le convienen a nuestro cuerpo. Y si por años repetimos esta conducta ingiriendo mucha comida de pésima calidad, pero sabrosísima, tarde o temprano nuestro motor empezará a presentar fallas. Y entonces iremos a visitar al médico. Y el médico nos recetará una pastillita o una inyección, y tan pronto deje de molestarnos la parte afectada (aunque no se haya curado del todo), seguimos con nuestra vida habitual hasta que ese problema aparece de nuevo. Poco a poco vemos que el problema se hace recurrente y se presenta cada vez con mayor frecuencia y con mayor severidad. 

La alarma se enciende cuando la pastillita o la inyección ya no funcionan, sin embargo, aun en esas condiciones, pocos nos damos cuenta de que el daño que sufrimos tiene relación directa con nuestros hábitos alimenticios. Y seguimos insistiendo en los tratamientos médicos, que no nos ofrece una buena respuesta, y sin cambiar los hábitos.

En esa situación, sólo pocos se dan cuenta de esa relación enfermedad- alimentación y que tras ajustar su ingesta es posible minimizar o revertir la enfermedad. Primero, habrá que eliminar de la dieta muchos “alimentos” dañinos, por ejemplo, las bebidas azucaradas, los alimentos altamente procesados (que vienen en lindas cajitas, en latas, en empaques brillantes), las harinas refinadas (entre ellas mucho de la panadería que nos encanta), etc., y agregando otros que sí son benéficos, como las verduras frescas o la fruta de temporada, además de semillas y aceites saludables, además de una serie de suplementos alimenticios estratégicos.

Si usted ha seguido hasta aquí la lectura se preguntará si yo soy médico o porque escribo de estar manera. 

No, no soy médico, sólo soy un paciente que ha peregrinado por diversos consultorios, y con mayor frecuencia a medida que he ido envejeciendo y que mi mala alimentación seguía provocando daños en mi cuerpo. Mi última enfermedad me hizo rechazar la respuesta a la habitual de los médicos quienes me indicaban un tratamiento que tendría en mí efectos secundarios terribles. 

Entonces empecé a buscar alternativas. Muchas de las llamadas medicinas alternativas rayan en la magia y el esoterismo y eso tampoco me parecían una opción viable. Ya tenía algún tiempo investigando, pero ahora era urgente. 

Afortunadamente encontré un médico que me brindó un método que buscaban el equilibrio y funcionamiento de todo el cuerpo, no sólo eliminar el síntoma, o quitar el dolor, o mitigar los efectos de la enfermedad, pero sin curarla. Bajo su guía fui recuperando el equilibrio orgánico.

Hoy estoy a punto de cumplir un año que empecé esta estrategia de salud y puedo afirmar que ha funcionado sin tener que tomar fármacos. 

MI curiosidad, además, me llevó a investigar por qué los métodos habituales no funcionaban, y por qué estaba dando resultados el tratamiento último.

Dice el presidente, Manuel López Obrador: ¡Benditas redes sociales! Y en efecto, en el internet fui encontrando información tanto en páginas de medicina natural y nutricional como en canales de video como los del Dr. Alonso Vega cuyo canal “Betesda, alternativa natural” es una fuente de información valiosa o el canal del Dr. Carlos Jaramillo, médico funcional (como él se ostenta), que también ha sido de valiosa ayuda, entre otros. 

Encontré, además, un programa en el canal 14 que se transmite los domingos a las 9:30: “Médico en casa”, programa irlandés, que en cada emisión abordan a una familia con severos problemas de salud y tras una estrategia de orden alimentario les devuelven los indicadores adecuados, y el bienestar físico y emocional.

Y también encontré varios documentales sobre el tema nutricional como Tenedores contra cuchillos (Youtube), Cambio radical (Netflix) y la serie El cuerpo humano (Netflix), entre otros.

Pero la ayuda más valiosa (aparte de las indicaciones puntuales de mi médico) han sido los libros. Enumero aquellos que me han dado una conciencia sobre mí mismo: El Estudio de China, del Dr. T. Colin Campbell, La curación de la artritis de la Dra. Susan Blum, El milagro metabólico, del Dr. Carlos Jaramillo, Nuestro segundo cerebro, de la Dra, Francisca Joly Gómez, La enzima prodigiosa, del Dr. Hiromi Shinya, La pirámide de la salud del Dr. Kris Verburgh, Mitos y verdades de los alimentos, de los nutriólogos Sebastián Oddone y Martín Piña (aunque este se queda muy corto) y Mala leche: por qué la comida ultraprocesada nos enferma desde chicos, de la periodista Soledad Barriti. Y me están llegando más.

Esto no me ha hecho experto en nutrición ni en medicina, pero si me ha permitido empezar a entender como funciona mi cuerpo, qué efectos tienen sobre mí los alimentos, qué alimentos me convienen y cuáles debo evitar o reducir, y a ser responsable de mi salud. 

Algunos de mis amigos me han criticado y me arrojan esa pésima frase común: “De algo me tengo que morir”. 

Aprender a cuidar nuestro estilo de vida y cómo y qué comemos, no nos hará inmortales, pero si nos dará la posibilidad de salir de esta vida lo más íntegro posible, sin dolores, sin estar postrado por meses sufriendo en una cama de hospital o en una silla de ruedas, conectados una botella de suero, sin poder caminar, hablar, pensar…

Hasta aquí detengo mi reflexión con la promesa de compartirles reseñas sobre los libros que me mencionado y quizá de algunos de los documentales.

Salud y larga y armoniosa vida. 




sábado, 10 de julio de 2021

LADRÓN DE BICICLETAS Luigi Bartolini / Vittorio de Sica

 


Jeremías Ramírez 


“Yo traté a un tal Premuda que venía a mi casa y me importunaba constantemente y me obligaba a leer sus guiones, a pesar de que soy enemigo del cine…”, dice el personaje de esta novela. ¿Esa era la opinión del autor? Tal vez, sí.

Lo curioso es que esta novela se hizo famosa gracias al cine cuando, en 1947, fue llevada a la pantalla grande por Vittorio de Sica, un notable cineasta italiano del movimiento cinematográfico denominado “Neorrealismo italiano”.

El Neorrealismo vino a revitalizar el cine mundial de medio siglo con una propuesta estética fresca a ras de calle: sus historias abordaban las vivencias de la gente común (un repartidor de anuncios, unos pescadores, unos sobrevivientes de la II Guerra mundial o de un asentamiento irregular miserable), rechazaban los estudios cinematográficos y a los actores profesionales. Sus actores eran personas comunes sin formación escénica que desempeñaban en la vida el oficio que era retratado en las películas. 

El objetivo de la estética de esta escuela era poner en pantalla la imagen más cercana a la realidad, hasta donde un arte representativo como el cine lo permitía. Por esta razón, hay en sus películas un enorme tono documental.

En cuanto a Ladrón de bicicletas hay otro dato curioso entre la película y la novela: ambas sólo tienen en común el título y el robo de una bicicleta, pero difieren en la historia que cuentan.

En la novela el personaje es un escritor y pintor que además de publicar libros trabaja para la prensa. La novela inicia cuando el escritor acude a una tienda a preguntar sobre un producto y tiene que dejar su bicicleta a la entrada del local. Es en ese momento un ladrón la toma y huye con ella. El escritor alcanza a percibir el momento del robo y logra ver el rostro del malhechor. Sale velozmente de la tienda para darle alcance, pero le impiden el paso unos “postes”, es decir, cómplices del ladrón que se van interponiendo en su camino. 

A partir de este hecho el autor nos cuenta con detalle la búsqueda del escritor por localizar su bicicleta. Acude al mercadito callejero de Porta Portese donde se venden una infinidad de artículos robados, pero no logra localizarla. Durante varios días recorre este y otros lugares de venta y no encuentra su bicicleta. 

En esa búsqueda nos va dando cuenta de la situación social de la ciudad de Roma que recién acaba de salir de la Segunda Guerra Mundial con una economía devastada y una población desesperada por conseguir medios de existencia. El robo es una de las actividades recurrentes de los pobres que han aumentado en cantidad. Esta situación la aprovecha el autor para hacer largas reflexiones sobre las condiciones sociales de los romanos y, de paso, del género humano.

Un día descubre al ladrón, pero como lo alcanza en su vecindario, todos salen a defenderlo y el escritor no puede hacer nada contra él.

Finalmente, se le ocurre una idea: pedir ayuda a una amiga prostituta pues las mujeres de este gremio conocen bien a los ladrones. Con esta última acción la novela llega a su fin.

La película, por su parte, el personaje, Antonio, es un pobre desempleado que lleva mucho tiempo consiguiendo trabajo. Finalmente, un agente laboral del gobierno le consigue un empleo de pegador de anuncios publicitarios callejeros, pero para ello necesita una bicicleta. Él tiene una, pero dado que no conseguía trabajo, la tuvo que empeñar. Su esposa, con un enorme sentido práctico, toma sus sábanas y las empeña. Con el dinero obtenido logran rescatar la bicicleta. Pero este hombre, perseguido por la mala suerte, en los primeros días, mientras pega un cartel montado en una escalera, un ladrón le roba la bicicleta. Baja desesperado de la escalera, pero no logra darle alcance al ladrón, Por la noche le pide ayuda a sus amigos y estos lo acompañan al día siguiente a Porta Portese, pero no logran dar con la bicicleta.

Pronto sus amigos lo abandonan y Antonio tiene que proseguir buscando su bicicleta en compañía de su hijo, un niño de unos 10 años. La búsqueda es infructuosa y desesperado de mucho buscar decide robar una bicicleta que está sola en la calle, pero su intento es prontamente frustrado pues le dan alcance. Los amigos del agraviado lo quieren golpear y piden que alguien traiga a un policía. De pronto advierten la presencia del niño que está llorando. Conmovidos dejan en libertad a Antonio. 

Cabe señalar que la novela tiene una trama simple y poco dramática que hubiera sido muy poco afortunado su traslado literal al cine. Y yo creo que esa fue la razón para que el guionista de la película, Cesare Zavattini, vio, en ese robo, un buen tema fílmico. Así que desecha el argumento narrativo de la novela y construye una trama intensa al colocar como personaje a un pobre padre de familia que vive al borde de la miseria. El robo de la bicicleta, dadas las condiciones del personaje, profundiza el dramatismo y el espectador sufrirá con Antonio esa pérdida y lo acompañará durante el resto de la cinta esperando que logre recuperar la bicicleta y pueda así sacar de la miseria a su familia. 

El libro, por lo que sé, nunca fue un éxito de librería; y si se tradujo al español fue gracias al interés que despertó la película, pues De Sica le dio el crédito del argumento a Luigi Bartolini, un prolífico escritor de novelas de mediana calidad, quien, como el personaje de su novela, también era pintor. Y es probable que la trama de la novela haya surgido de una experiencia personal del autor.

Yo compré el libro hace muchos años, cuando estaba estudiando cine en la Universidad y conocía la película. No recuerdo cuántas veces intenté leerla, pero su poca intensidad dramática y las largas disquisiciones sociológicas me han de haber desalentado. 

Ahora que tengo un poco más de tiempo para leer decidí finalmente recorrer sus páginas. Es una novela corta de 200 páginas, pero que no se puede leer con rapidez, pero tiene la virtud de crear una estampa pictórica de la sociedad romana surgiendo de las cenizas de la guerra. Y sirve, por lo tanto, para darnos cuenta de la forma en que Italia transformó esa situación y pasar de la miseria tercermundista a la solvencia de una potencia europea de mediano rango.

Creo que la película le hizo un gran favor al autor y a la novela. A mí me hubiera gustado una mayor coincidencia entre ambas, es decir, que la novela se adentrara mucho más en el drama de Antonio y no en ese escritor para quien la bicicleta no era sumamente importante. Cuando no logra encontrar su bicicleta, se compra otra y descubrimos que tiene más bicicletas de su propiedad y que además le han robado cinco veces las bicicletas y tres las ha recuperado. Además, tiene un empleo en un periódico y obtiene ingresos de la venta de sus obras pictóricas. 

De cualquier manera, a pesar de que la novela es mucho más reflexiva que narrativa, es una ventana privilegiada para ver al drama social colectivo de un país y una ciudad que busca recomponerse después de una tragedia bélica.

La novela se puede conseguir en librerías, como El Péndulo, y la película es fácilmente localizable en You Tube. 



EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...