domingo, 22 de agosto de 2021

COMETAS EN EL CIELO


Jeremías Ramírez

Si un libro puede describirse con un adjetivo yo diría que Cometas es el cielo es amargo. No un amargo como el chocolate sin azúcar o la cerveza que son placenteros, sino como la ruda o el ajenjo o, quizá, como el arsénico.

Gran parte de esta amargura proviene de la tragedia política religiosa que se cernió sobre Kabul, Afganistán, en los años noventa, escenario geográfico en el que se desarrolla la parte medular de esta novela, aunado a la discriminación racial de algunos grupos étnicos existente hasta la actualidad en ese país. 

Las noticias de estos últimos días nos dan cuenta que, después de un lapso de 20 años, regresa a Kabul el terror, un terror descrito en las páginas de este libro de manera dolorosa.

Los protagonistas son dos niños: Amir y Hassan, amigos inseparables, cómplices de aventuras infantiles, que comparten la misma casa, pero viven vidas diferentes. Amir es hijo del dueño y por tanto tiene todos los privilegios que da el poder económico. Hassan, por el contrario, como hijo del mayordomo, vive en una cabaña pobre al fondo de la propiedad, y junto con su padre, desempeña tareas de criado y no tienen acceso a la educación ni aprende a leer, como Amir. Además, en su contra pesan los prejuicios sociales y raciales. Hassan es un niño hazara al que su madre abandonó después de su nacimiento y su padre, víctima de la polio, tiene una pierna lisiada, la cual lo hace objeto de burlas de los niños del lugar. 

Para entender los prejuicios raciales es importante saber que los hazara son un grupo étnico de lengua persa que reside en la región central de Afganistán y el noroeste de Pakistán. Y están rodeados por los uzbecos al norte, los nuristaníes y los pastunes al este, los baluche al sur y los turcomanos al oeste. Sus rasgos físicos (ojos rasgados, cara redonda) los hace rápidamente identificables y por ello fácil blanco de ataques verbales y físicos.

Por lo anterior, Hassan es objeto de agresiones incluso de su amigo entrañable: Amir, quien lo trata bastante mal. A pesar de ello, ambos sienten un cariño el uno por el otro, aunque Hassan, a diferencia de Amir, su amistad es incondicional al grado de sacrificarse por su amigo y amo, pero no así Amir, quien es débil y cobarde.

Uno de los eventos que más disfrutan ambos son las competencias anuales de cometas (papalotes, decimos en México). Amir sueña con ganar alguna vez una competencia anual y de esa forma conquistar el cariño de su padre que siempre lo ha tratado con dureza, y le causa envidia y dolor que trate con mayor gentileza a Hassan. Muchos años después descubrirá por qué.

Finalmente, en 1975, cuando Amir tiene 12 años, logra ganar la competencia de cometas. Cuando Hassan va a rescatar el último cometa que lograron derribar, unos tipos que con frecuencia los acosan vejan de forma terrible a Hassan. Y Amir es testigo de tal vejación y, aunque se siente tentado a defender a su amigo, su cobardía lo paraliza y no hace nada. Este hecho hunde a Amir en una tormentosa culpa de la cuál no logra liberarse hasta después de muchos años. Esta culpa, además, rompe la amistad entre ambos. 

La ruptura se ahonda cuando los rusos invaden Afganistán en 1980 pues obliga a que Amir y su padre tengan que huir de Kabul y buscar asilo en Estados Unidos donde terminan viviendo . 

Sin embargo, los lazos que unen a Amir con Afganistán y con Hassan son tan fuertes que un día tendrá que regresar y poner orden en lo que quedó sin resolver.

Y ese día llega cuando en el 2001 le llama por teléfono Rahim Kan. amigo de su padre y socio en sus negocios afganos, y quien se quedó con la casa tras la huida de éste y su padre a los Estados Unidos. Para entonces Amir ya es un hombre de 38 años, casado, y con una carrera, como escritor, bien establecida. Esa llamada marca el momento en que finalmente podrá poner en paz su alma. El precio que tiene que pagar es muy, muy alto, pero Amir ahora tiene el valor de afrontarlo.

Cuando empecé a leer esta novela no podía comprender que un relato tan parecido a muchos otros, sin nada sobresaliente, se había convertido en un éxito de ventas con más de 23 millones de ejemplares vendidos. 

Me pareció ilustrativo y nostálgico el relato de ambos niños hasta la competencia de los cometas. Ambos eran diestros en el manejo de esos juguetes, aunque Hassan era mucho mejor que su amo. Y me dolió la manera en que sufre este muchacho. De alguna manera yo también sufrí esa discriminación por mi piel morena y porque mi familia no era católica, pero nada comparado con lo que sufre Hassan.

La estancia de Amir en Estados Unidos, sus dificultades como inmigrante, pero que, gracias a la comunidad afgana asentada en este país, le permite a él y a su padre que logren cierto status, eleva la novela a otro plano narrativo, pero aún nada sobresaliente. Pero cuando regresa a Afganistán, tras la llamada de Rahim Kan, la novela sube mucho de tono. 

Es en esta tercera parte descubrimos que debajo del entramado familiar y social entre Amir y Hasan se esconden hilos trágicos. Sucede que Hassan es más que un simple compañero de juegos, un amigo de infancia, que los lazos que lo unen con él no son de criado amo, sino que hay un lazo de consanguinidad. 

Rahim Kan le dice, en esa llamada con la que empieza la novela, que “hay una manera de volver a ser bueno”. ¿Qué sabía Rahim de lo que había sucedido entre Amir y Hassan cuando ambos tenían doce años, si Amir había guardado dolorosamente el secreto sin contárselo a nadie, ni a su esposa? 

Rahim le ha hablado desde Peshawar, una ciudad fronteriza de Pakistán, y desde la cual Amir viajará a Kabul para saldar su cuenta pendiente con Hassan, un Hassan que ya no existe pero que ha dejado tras de sí a una persona importante que ahora Amir tiene que rescatar para limpiar su culpa.

Cuando regresa al país que lo vio nacer y crecer y donde aprendió los aspectos importantes de la vida, descubre que es ahora un escenario de guerra, con tanques y camiones rusos abandonados y en ruinas, y dominada por los talibanes que han instaurado un régimen de terror. 

En ese Kabul convulsionado como su alma es el escenario donde Amir se confrontará con su pasado, un pasado que sigue vivo. Además, allí tendrá que enfrentar a un cruel enemigo de la infancia que ahora tiene poder y quien se ha convertido en la máquina de matar que ya se veía vislumbrar desde que era un niño abusivo.

Estas últimas 100 páginas de la novela me permitieron entender por qué se convirtió en un libro de ventas millonarias. Ahí hay un estremecedor relato trágico que lanza un mensaje urgente para una sociedad apática que no alcanza a ver las tragedias que el ser humano irredento sigue causando. 

Lo que alcanzamos a ver a través de los noticiarios no es ni la punta del iceberg de esa tragedia. Pero, esta novela tiene la virtud de proyectarnos la película de su tragedia en cámara lenta y nos obliga a sentir a flor de piel el horror de niños y familias enteras, indefensos ante la crueldad de los fanáticos religiosos enfermos de poder, y de las burocracias del mundo que se muestran indiferentes viviendo cómodamente y disfrutando una vida que se sustenta en esa crueldad. Una tragedia que en estos últimos días ha regresado a Afganistán. Los noticieros televisivos nos muestran algunas imágenes del inicio de una nueva tragedia, aunque los talibanes de ahora digan que instaurarán un régimen diferente y respetuoso. Pronto comprobaremos si estos es verdad.

La novela se cierra de manera dolorosa. Pareciera que todos los esfuerzos de Amir y el precio que tuvo que pagar por su redención no logra los frutos esperados, pero en las últimas líneas lanza un débil rayito de esperanza. Y los cometas en el cielo siguen siendo una señal de consuelo para la gente que sufre y para quienes parece que no hay ningún horizonte promisorio. 


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