domingo, 24 de marzo de 2019

JERUSALÉN / Selma Lagerlöf / Premio Nobel de Literatura 1909


Jeremías Ramírez Vasillas

En 1896 un grupo de 55 campesinos suecos abandonan su tierra para emigrar a Jerusalén y unirse a una colonia de cristianos norteamericanos donde pretenden vivir de acuerdo a las normas bíblicas del Nuevo Testamento. Viajan con la idea que allí podrían construir el paraíso en la tierra.
            En 1900, Selma Lagerlöf realizó un viaje a Jerusalén y conoció esta colonia. Quedó sorprendida por la vida que llevaban, teniendo todas las cosas en común, además de observar reglas muy estrictas de convivencia; pero se sorprende más cuando se entera del origen de dicha colonia.
En 1873, el transatlántico Ville du Havre, que viajaba hacia Europa, chocó con un barco británico y se hundió en unos minutos, muriendo 226 personas. Una mujer norteamericana llamada Anna, esposa del señor Horatio Spafford, viajaba en ese barco con sus cuatro hijas. Las hijas perecen y sólo se salva Anna de manera milagrosa. Su marido, que no iba con ella, la recibe en Inglaterra y regresan a Chicago. La pena no les permite rehacer sus vidas. Horatio cree que la muerte de sus hijas es un castigo de Dios. En un viaje a Chicago, Anna conoce a Olaf Henrik Larsson, el líder de la Iglesia Evangélica Sueca. Las enseñanzas muy peculiares de este pastor, sobre la verdadera vida cristiana, despiertan en Anna el deseo de construir un lugar en donde practicar las virtudes cristianas y cree que Jesús la llama a que lo haga en Jerusalén. La idea prende y ella y su esposo, junto con un reducido grupo de trece adultos y tres niños, parten rumbo a Palestina.
Ese mismo pastor Larsson visita su lugar de origen, una provincia de Suecia llamada Dalecardia, ubicada en el centro del país, y convence a un grupo de campesinos de que hagan una comuna y posteriormente de que vendan sus tierras y se unan a la colonia norteamericana que ya ha logrado establecerse.
A pesar de que la vida que encuentran en Jerusalén no es muy grata, son recibidos muy afectuosamente por los norteamericanos, pero pronto verán que su grupo no es bien visto en Jerusalén, pues su forma de vida y su altruismo despierta recelo en las autoridades, en especial del consulado norteamericano, mientras que cuentan con el respeto y apoyo de las comunidades judía y musulmana.
            La impresión de esta colonia activó poderosamente la ágil imaginación de Lagerlöf para escribir una enorme novela (que en su primera edición se publicó en dos tomos), para narrar esta odisea espiritual, con una alta dosis de imaginación. Le interesa explotar el motor emotivo espiritual del movimiento más que hacer un reportaje sobre este hecho. Y por ello, inventa un pueblo, Nas, enclavado en la región de Dalecardia; una familia, los Ingmarsson; un barco que sucumbe al mar, L’univers, una líder religiosa, la Mrs. Gordon. Es fácil darnos cuenta que todos ellos tienen un referente real. Y además hace uso de la imaginación para establecer los ejes dramáticos y místicos de la novela, que en momentos traspasa las fronteras del realismo para internarse en el mundo fantástico, anticipándose al realismo mágico latinoamericano.
            La novela inicia narrando la vida del antecesor inmediato de los Ingmarsson, y su peculiar forma de establecer su familia. Este arranque es la introducción de la novela. En el capítulo 1 hay un brinco temporal e inicia cuando Ingmar Ingmarson padre, que ya es un hombre mayor, al tratar de salvar a unos niños en una crecida del río, pierde la vida. Su muerte viene a trastocar la vida de su familia, estableciendo la base emocional que permitirá que parte de la familia acepte las ideas peculiares del pastor Hellum que ha llegado de Estados Unidos provocando un caos en la comunidad. El pueblo se divide y cuando el conflicto ha crecido, un incidente obliga a Hellum a abandonar el pueblo, sin embargo, sigue controlando a sus seguidores por carta, aunque muchos de ellos hayan desertado del grupo, y por ese medio los convence de que es necesario vender todo e irse a Jerusalén a esperar la segunda venida de Jesús.  
            Convencidos los pocos fieles que quedan venden sus propiedades, preparan su partida y emprenden el largo viaje a Jerusalén. Desde su llegado un viento de desencanto los embarga y a partir de ese momento los peregrinos suecos sufrirán diversos conflictos, desilusiones, problemas, perturbación emocional, y muchos mueren, pero al mismo tiempo, los que van quedando, afirman su decisión de seguir en Jerusalén.
            Durante muchos capítulos Lagerlöf va narrando con mucho detalle las vivencias de los peregrinos suecos, pero va intercalando capítulos en los que nos va narrando lo que sucede con los que se quedaron en Naas. Lagerlöf centra su narrativa en Ingmar Imargsson hijo, quien no se une al grupo, y que se verá afectado por la partida de su hermana Karin Ingmarsdotter, quien pone en subasta la finca, herencia por varias generaciones de la familia, y lo obliga a renunciar a Getrude, la mujer que ama, por conservar el patrimonio familiar. El hombre que compra la propiedad dice que se la regalará a Ingmar si se casa con su hija Barbro e Ingmar acepta.
            Getrude pasa por momentos amargos, pero también siente el llamado de unirse a los peregrinos a Jerusalén y se va con ellos. Mientras Ingmar inicia su vida matrimonial lleno de remordimientos y desprecio hacia su esposa. Pero, poco a poco se van abriendo puentes de comunicación y descubre que la dócil mujer con la que se ha casado es en realidad una mujer de decisiones firmes y quien le revela aspectos de su vida que harán que Ingmar cambie su opinión y se empiece a enamorar de su esposa. A ella, además, le acongoja una supuesta maldición que pesa sobre su familia, pues desde varias generaciones atrás los hijos varones nacen ciegos e idiotas. La congoja se agudiza cuando queda embarazada y tiene un niño prematuramente, el cual muere a los pocos días. Poco después muere su padre y esto la lleva a pensar que ya no tienen que seguir con la farsa, y no le importa que Ingmar le diga que la ama e inicia el proceso de divorcio. Ella le pide que vaya a Jerusalén por Getrude y se case con ella, pues no soporta ser causante de la desgracia de Getrude. Ingmar va a Jerusalén y descubre que Getrude ya no lo ama y que, a pesar de que algunos creen que se está volviendo loca, ella es feliz en su colonia y quiere seguir viviendo allí. Ingmar tiene un incidente que ponen en riesgo su vida, pero no quiere regresar sin Getrude. El riesgo que corre de morir convence a Getrude de regresar con él.
            La novela tiene la virtud de tener una ligereza y al mismo tiempo una buena profundidad que inevitablemente atrapa, a pesar de que se nos haga extraña esa locura religiosa. Se siente a ratos que la autora simpatiza con los ideales del grupo, pero nunca pierde de vista las dificultades, problemas y muerte de sus compatriotas por la carencia de agua, el calor, las enfermedades, la nostalgia, la tristeza que los acosa en Jerusalén.
            Digamos que la novela campea entre la admiración de la autora por este grupo que se atreve a vivir acorde a sus ideas, y cierta crítica a la resistencia a que ellos acepten los errores de su estilo de vida que los empuja a sufrir gratuitamente. Esa crítica la condensa al final en una frase afortunada. Dice en boca de Ingmar cuando le pregunta Barbro, su esposa, sobre su estancia en Jerusalén: “…fue muy curioso descubrir que todas las maravillas que habíamos leído en las Escrituras allí no queda nada. No hay ninguna fortaleza real en Sion ni ningún templo en Moria, sólo una roca que muchos idolatran”.
            En esta frase hay un eco de aquellas palabras de Jesús que le dijo a la Samaritana, cuando ella le pregunta que en dónde se debe adorar a Dios y Jesús contesta: “Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.”[1]. Es decir, el lugar ya no importa, sino la intención del creyente. Pero ligados a las cosas materiales, los creyentes creen que hay objetos santos, lugares santos, pero, como dice Ingmar: “Allí no queda nada”.
            Selma Lagerlöf no sólo logró el reconocimiento de los lectores con su novela, sino que en 1996 fuese llevada al cine su compatriota Billie August.
            La novela es muy recomendable y ahora me queda de tarea buscar otros libros suyos, incluso algunos famosos que escribió para niños como El maravilloso viaje de Nils Holgersson.
           





[1] Evangelio Según San Juan, capítulo 4, verso 21.

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