Cuando le preguntó Mario Vargas
Llosa a Jorge Luis Borges que “…si tuviera que pasar el resto de sus días en
una isla desierta con cinco libros ¿cuáles elegiría?” Borges contestó: “…Bueno,
yo creo que llevaría la Historia de la
declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon. No creo que llevaría
ninguna novela sino más bien un libro de historia. […] Luego, me gustaría
llevar algún libro que yo no comprendiera del todo para poder leerlo y
releerlo, digamos la Introducción a la
filosofía de las matemáticas de Russell o algún libro de Henri Poincaré. […]
Luego, podría llevar un volumen cualquiera, elegido el azar de una enciclopedia
[…], algún volumen de Brockhaus o de Mayer o de la Enciclopedia Británica […] para el último, voy a hacer una trampa,
voy a llevar un libro que es una biblioteca, es decir llevaría la Biblia.[1]
Borges,
como muchos escritores de su tiempo y de varios siglos antes que él, la Biblia
era un libro importante. Hoy, por el contrario, hay un desprecio y un ninguneo
como si fuera de idiotas leer la Biblia, por el motivo que sea, y más aún entre
los escritores. Y se olvida la enorme riqueza que encierra la Biblia no sólo como
ejemplo de literatura antigua, sino de literatura en general, lleno de
historias que han marcado el imaginario con símbolos de uso común, como la
historia de Jonás, los 10 mandamientos, el Sermón de la Montaña, las parábolas
como la del Hijo pródigo, el hermoso poema amoroso El Cantar de los Cantares, el libro de Proverbios, gemas de sabiduría, o el de una muy actual profundidad
filosófica como el Eclesiastés, sin
contar con la historia de Jesús, contada a cuatro voces en los evangelios.
Y hay que
subrayar que la Biblia ha tenido una enorme influencia en la literatura
universal y en los más grandes escritores. En un libro emblemático de la
literatura hispana, como El Quijote, se
pueden encontrar una enorme cantidad de citas bíblicas.
El doctor Juan
Antonio Monroy, estudioso del Quijote y gran conocedor de las Sagradas
Escrituras, identifica en su libro La
Biblia en el Quijote, 62 citas de 20 libros del Antiguo Testamento (el
mayor número corresponden al Génesis
y a los Salmos, con 10 en cada caso; Proverbios, 8 y 6 de Job) y de 21 libros del Nuevo Testamento:
31 del Evangelio según san Mateo, 16
de San Lucas, 13 de los Hechos de los
Apóstoles y 11 del Evangelio según san
Juan[2].
En
el blog “El castillo de Kafka”, en la entrada La Biblia y su repercusión literaria, encontramos un listado de
obras y autores en los que la Biblia se ve reflejada, bien como referencia bien
como tema. Nos dice el autor de este blog (cuyo nombre no aparece) que una de
las obras más tempranas es Confesiones
de San Agustín. En el Renacimiento identifica a la Divina Comedia de Dante. En la segunda mitad del siglo XVI, nos
dice, aparecen los grandes poetas místicos como san Juan de la Cruz, quien
escribe Cántico espiritual, y Fray
Luis de León, quien tradujo al español el Cantar
de los Cantares. En el Barroco, el teatro español pone en escena dramas
litúrgicos para enseñar al pueblo sobre el nacimiento de Cristo y este teatro hizo
de los temas religiosos un verdadero espectáculo de masas con los autos
sacramentales, cuya culminación llegó con Calderón de la Barca. Y en México, con
Sor Juana Inés de la Cruz tanto en su obra poética, como en sus ensayos en los
que demuestra un profundo conocimiento bíblico, como en la famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.
En el siglo XVII
“…las obras de inspiración bíblica más importantes son el largo poema épico El paraíso perdido de John Milton (1667)
[…] y la novela alegórica El progreso del
peregrino (1678), del también inglés John Bunyan”.
En el
Romanticismo, destaca a Fausto de
Goethe (1808-1832), […] y dice que el poema Las
tinieblas (Darkness) de Lord Byron, “es una alucinante recreación del fin
del mundo con reminiscencias del Apocalipsis”.
En el siglo XIX la
temática religiosa no es predominante en la novela realista de ese siglo pues,
afirma, y sólo se toca de manera indirecta en Tolstoi y Dostoyevski. Cabe
señalar que no estoy de acuerdo, sobre todo cuando afirma que “el cristianismo de
Tolstoi era heterodoxo porque fue excomulgado por la Iglesia”. No comprende que
fue excomulgado por normar sus actos directamente de las enseñanzas de la
Biblia, lo cual no agradó a la iglesia ortodoxa griega, pero esa inquietud
espiritual la refleja de una u otra forma en su manera de organizar a sus
siervos, y en los temas que desarrolla en sus novelas, como en sus últimas
novelas, en especial en Resurrección
(1889), cuyo protagonista, nos dice, “‘resucita’ tras la lectura del Sermón de
la montaña”.
Pero quizá el
mayor escritor místico del siglo XIX fue sin duda Fedor Dostoyevski pues sus
novelas, como dice el autor del blog, “…están marcadas por el sentimiento de
culpa, el pecado y el remordimiento, como en Crimen y Castigo (1866)” o aún más prístinamente en la leyenda de
“El gran Inquisidor” que aparece en el quinto capítulo del Libro V, de su
voluminosa novela Los hermanos Karamazov
(1880), en el que “el Inquisidor de Sevilla juzga al mismísimo Jesucristo en su
segundo regreso y lo condena a morir en la hoguera”.
En el siglo XX, dice
que en Franz Kafka hay una “…influencia del Libro
de Job, en especial en sus novelas El
proceso y La condena”.
Joseph Roth, por
su parte, en el Romance de un hombre
sencillo (1930), “actualiza la historia de Job contando la vida de un
emigrante judío en EEUU a
principios del siglo XX, que sufre constantes reveses en su vida”.
En El maestro y Margarita (1966) de Mijaíl
Bulgákov, nos dice, podemos encontrar “…ecos del Fausto de Goethe pues relata la llegada a Moscú del Diablo y su
estrambótica corte e intercala el encuentro entre Poncio Pilatos y Jesús”.
La influencia de
la Biblia se deja notar también en algunos escritores del siglo XX aunque traten
de subvertir el texto bíblico, como José Saramago en El evangelio según Jesucristo (1991) donde “reescribe la vida de
Jesús con sencillez, sin milagros, dando voz y protagonismo a las mujeres,
insistiendo en sus primeros años de vida y ofreciendo a menudo relecturas
alternativas de algunos episodios de su vida”. La polémica que generó lo obligó
a autoexiliarse en la isla de Lanzarote. En 2009 volvió a revisar la historia
de Caín y Abel (Caín, 2009) en la que
absuelve a Caín y culpa a Dios”.
Norman Mailer, nos
dice el bloguero, en su novela El
evangelio según el hijo (1998) hace un relato similar a El evangelio de Saramago.
J. M. Coetzee, el
afamado escritor sudafricano, en su novela La
infancia de Jesús (2013), “…utiliza los primeros años del nazareno —nos
dice el bloguero— para establecer un paralelismo en clave simbólica con la vida
de los protagonistas[3].
Con todo lo
interesante que pueda resultar este texto digital, se queda sumamente corto.
Hay muchas más obras en los que hay una influencia notable de la Biblia, como en
Rey Jesús de Robert Graves y Jesús
el hijo del hombre, de Jalil Gibran Jalil que abordan la vida de Cristo; o
a personajes bíblicos, como Barrabás de
Pär Lagerkvist o a lugares sagrados como
Jerusalén de Selma Lagerloff, o a un
personaje que proporciona un conflicto dramático como Absalón, Absalón, de Faulkner, o narran la influencia literal para
hacer una crucifixión como en el cuento Evangelio
Según San Marcos de Borges o en su poemas Lucas XXIII, en el que Borges centra su mirada en uno de los
ladrones que fueron crucificado junto a Cristo, o el drama centrado en la Semana
Santa como Adán Buenosayres de
Leopoldo Marechal, entre muchas otras obras.
Reproduzco un par
de párrafos del artículo La Biblia en la
literatura hispanoamericana’: cinco siglos reescribiendo las Escrituras de Juan
Carlos Rodríguez: “La presencia de la Biblia en la literatura hispanoamericana
es una dimensión al mismo tiempo obvia y oculta, oculta y aun escamoteada’,
señalan al unísono Daniel Attala y Geneviève Fabry, coordinadores de un
extraordinario y riguroso ensayo colectivo que acaba de ver la luz, La Biblia en la literatura hispanoamericana.
Nunca se había abordado, hasta ahora, tan sistemáticamente la presencia del
Antiguo y Nuevo Testamento en más de cinco siglos de literatura transatlántica:
desde Cristóbal Colón y los cronistas de Indias —Francisco de Vitoria, Juan
Ginés de Sepúlveda, fray Bartolomé de Las Casas— hasta la áspera narrativa de
los colombianos Gabriel García Márquez y Fernando Vallejo. ‘El universo textual
e imaginario de la Biblia —proclaman— irriga amplia y profundamente la
literatura del subcontinente. Es algo sabido. Ninguna diferencia, en este
sentido, con la literatura española o europea en general’. Lo que le distancia
es la negación, el empeño de la crítica académica en esconder y restar valor a
la presencia de las Escrituras en la literatura ampliamente entendida: desde la
novela y el relato a la poesía, el teatro, la crónica y hasta el ensayo”[4].
Concluyo este
largo artículo comentando el libro La
Biblia en el pensamiento Hispanoamericano[5],
de Luis D. Salem (escritor colombiano radicado en México) un libro que seguramente
desconocido por los estudiosos de la literatura, pero que hace un análisis de
la influencia de la Biblia en veinte escritores hispanos y latinoamericanos,
entre los que destacan Ricardo Rojas, Alonso de Ercilla, Juan Montalvo, León
Felipe, Amado Nervo, Rubén Darío, José Santos Chocano, José Enrique Rodó, entre
los más importantes.
En fin, como dice
Juan Carlos Rodríguez, citando a los investigadores Daniel Attala y Geneviève
Fabry, en otra parte del artículo mencionado: “No se trata de examinar la
literatura como un ‘lugar teológico’, sino constatar cómo, pese a “la secularización
creciente” de la cultura, ‘la huella bíblica es omnipresente en los textos
literarios, filosóficos, morales e incluso políticos’”.
Queda pues mucho
por analizar y ponderar el valor literario, moral y religioso de un libro que
ha jugado un rol importante no sólo en la literatura sino en la configuración
de una serie de valores importantes en la sociedad y que se han ido diluyendo,
en gran parte, por la ausencia de lectura de este libro.
[1] https://www.milenio.com/opinion/fernanda-de-la-torre/neteando-con-fernanda/libros-borges-vargas-llosa-isla-desierta
[2] Esta información la publica
el periodista mexicano Juan Antonio García Villa, en un artículo periodístico
titulado La Biblia en el Quijote. https://vanguardia.com.mx/articulo/la-biblia-en-el-quijote
[3] https://elcastillodekafka.wordpress.com/2012/09/27/la-biblia-y-su-repercusion-literaria/
[4] En el nº 2.986 de Vida Nueva.
https://www.vidanuevadigital.com/2016/04/29/la-biblia-en-la-literatura-hispanoamericana-cinco-siglos-reescribiendo-la-escritura/
No te encontré por ningún lado, solo aquí.
ResponderEliminarHoy es una vuelta más al sol, una más que no sé de ti.
Un abrazo.