Jeremías Ramírez Vasillas
La bicicleta de Sumji es una pequeña novela del escritor israelí, Amos Oz
(1939-2018), recién fallecido. Es una novelita encantadora que narra las
aventuras —más imaginarias que verdaderas— de un niño de 11 años apodado Sumji
que vive en la mítica y venerada ciudad de Jerusalén, una ciudad que poco se
parece a la aquella narrada en las páginas de la Biblia, aunque las calles
lleven los nombres de sus profetas: Malaquías, Sofonías, Zacarías, Abdías...
Cerca
de la casa en donde vive Sumji vive una niña llamada Ester, que él llama y
musita “Esti”, pues se ha enamorado de ella, y le ha escrito en un cuaderno de
tapas negras las aventuras que vivirá con ella en África y poemas de amor, un
cuaderno que le han robado sus “amigos” y lo usan como instrumento de
extorsión.
A
pesar de que sus padres se resisten a que use la bicicleta, y le han acotado el
territorio por el cual puede ir con su bicicleta (una bicicleta para niña), se
va más allá de los límites a visitar en ella a su amigo Aldo Castelnuovo, un
muchacho pudiente a quienes sus padres le han regalado muchas cosas, excepto
una bicicleta y le tienen prohibido que use alguna, como muchas otras cosas que
clandestinamente guarda. Cuando Aldo contempla la bicicleta, le agrada y le
pide a Sumji cambiarle la bicicleta por un tren eléctrico. Sumji acepta y
cuando va de regreso a su casa lo aborda Goel Germanski, un tipo abusivo de su
escuela, que a su vez le obliga a aceptar su perro a cambio del tren eléctrico.
El perro se resiste, pero Sumji lo arrastra hasta su casa. Cuando está por
llegar el perro logra zafarse y huye. Así que llega a su casa con las manos
vacías, y como ya ha pasado la hora en la que debe regresar, su padre, enojado,
lo regaña y lo abofetea. Sumji huye adolorido y triste. Se sienta a rumiar su
desgracia sentado en la banqueta, cerca de una tienda, donde lo encontrará el
padre de Esti y lo invitará a cenar a su casa, pues Sumji le cuenta que ha
perdido la llave y como sus padres no están, se ha quedado en la calle. El
padre de Esti lo invita a su casa y sorprendentemente le dice a su hija que
ponga un camastro en el cuarto de ella. De esa manera Sumji conocerá el cuarto
de Esti y en un arranque de honestidad, al saberse descubierto, pues Esti le
informa que conoce los poemas que le ha escrito (seguramente sabe del contenido
del cuaderno que perdió), le declara su amor.
A
diferencia de novelas con este tema (Batallas
en el desierto, Pacheco; Mar
Mediterráneo, Susana Glantz; Flores
de sombra, Aharon Appelfeld) donde el despertar del sentimiento amoroso
adolescente es contado por un narrador-protagonista ya de adulto, aquí el
narrador-protagonista es todavía un niño quien cuenta sus aventuras —más
imaginarias que reales—, pues construye sueños en su cabeza, como el poco
probable viaje que hará con Esti a África, al río Zambeze, y que cuando empieza
a manejar su bicicleta afirma que irá en este medio de transporte hacia ese
lejano lugar.
Y
esta voz en primera persona infantil le va forjando a la narración una candidez
e inocencia encantadora, y va dando cuenta de cómo vive y sufre la durísima
disciplina familiar.
Es muy probable
que la novela tenga una alta dosis autobiográfica, pues por la época en que
está enclavada la historia, Amos Oz tenía una edad similar.
Y
esto, a su vez, confirma que los escritores no tienen empacho de narrar
historias personales, íntimas, en un arranque confesional sin tapujos, razón
por la cual son muy vívidas.
Este
gran escritor Israelí, Amoz Oz, ha dejado tras de sí una larga lista de obra
publicada: 15 novelas, 4 libros de cuento (Sumji está clasificada como cuento),
un libro de poesía y 9 de ensayo. Los detalles de su vida se pueden leer en su
libro Una historia de amor y oscuridad
(2003), su novela autobiográfica.
Es
muy recomendable este autor israelí que construye, en algunos de sus relatos y
novelas, un fresco interesante de la ciudad de Jerusalén de los años cincuenta
y sesenta, y de paso nos permite echar una mirada al caso judío en esa zona de
conflicto, un caso harto controversial.
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