Jeremías Ramírez Vasillas
Para muchos “Spaghetti Western”, nada
les dice, pero se trata de un subgénero cinematográfico de las películas de
vaqueros que nació en Europa y se hizo popular de la mano del director italiano
Sergio Leone. Leone es un singular director que hizo de este tipo de películas —destinadas,
como producto de baja calidad (serie B), a ser una simple diversión— en un
género respetable con obras memorables que han quedado como hitos del cine
mundial.
El término Spaghetti
Wester nació como un calificativo de cine de baja calidad, cine que “estuvo de
moda en las décadas de los años 1960 y 1970, aunque en ésta última década ya se
encontraba en decadencia”. Los críticos le pusieron así porque “estas películas
fueron financiadas por compañías italianas o españolas. La mayoría se rodaron
en Cinecittà (los grandes estudios italianos) y en Almería (España)”, donde se
encuentra el desierto de Tabernas. Fue en estos parajes donde construyeron sets
—existentes hasta el día de hoy— y cuyo lugar se le llama “Minihollywood”.
Muchas películas además tuvieron como escenario el pueblo de Hoyo de
Manzanares, en la periferia Madrid. Y en el caso de El bueno, el malo y el feo, la secuencia del hospital se filmó en
un valle de Santo Domingo de Silos, en la provincia de Burgos, donde
construyeron un cementerio denominado en la película “Sad Hill”, mítico lugar
de veneración para los amantes de esta película, que en el 2015 se dieron a la
tarea de desenterrar y reconstruir las tumbas y el redondel donde se filmó el
duelo más famoso en la historia del cine de vaqueros.
La historia de
este rescate fue filmado en el documental Sad
Hill Unearthed, dirigido por Guillermo de Oliveira, actualmente disponible
en Netflix. Cabe señalar que es un excelente documental que informa cómo se
filmaron escenas particulares, cómo se creó la música y cómo se construyeron
los sets más emblemáticos, como el cementerio mencionado.
Nos dice el
Wikipedia que este género o subgénero “se caracteriza por una estética sucia a
la vez que estilizada y por unos personajes aparentemente carentes de moral,
rudos y duros, haciéndose servir de los clichés clásicos del western
estadounidense y de sus mitos para crear un estilo propio”. No sé a qué le
llama “estética sucia”. Tal vez quiso decir “descuidada, malhecha”, pero las
películas de Sergio Leone nada tienen de descuidadas, ni malhechas.
Antecedentes
antiguos del registro de Sergio Leone data de 1954 cuando Robert Aldrich filma Veracruz, película con una alta dosis de
violencia y cuyos personajes tienen un carácter turbio y engañoso. Nada que ver
con el vaquero del western tradicional, una especie de justiciero tipo Llanero
Solitario, que lucha por el bien y que además es un hombre de noble corazón,
que arriesga todo para conseguir un lugar donde vivir o tiene como propósito
defender a los desvalidos por los desalmados indios o por los forajidos.
Y agrega el wiki:
“La producción en serie de westerns en Europa se inició en 1962, pero no fue
hasta un par de años más tarde que, gracias al éxito de Por un puñado de dólares de Sergio Leone, que se convirtió en un
género de masas. Al principio la crítica fue reticente, por no decir,
claramente despectiva —ellos acuñaron el término spaghetti western— pero con el
tiempo tendría que admitir que se trataba de un nuevo género, que tomaba del
western estadounidense tradicional los elementos básicos, pero los estilizaba y
recomponía de forma totalmente original, mostrando especial atención por
aquellos aspectos críticos que Hollywood había camuflado bajo los estereotipos
del justiciero bueno y el bandido malo moviéndose dentro de una sociedad en
perenne «estado de excepción», sin más ley que las armas. Y Sergio Leone, con
una actitud propia de un historiador filmó sus escenas en apego estricto a los
registros históricos, como en el caso de El
bueno, el malo y el feo, de la guerra civil estadunidense. En esta película
cuidó hasta la postura de los muertos según registros fotográficos.
Y seguimos
citando: “Entre 1962 y 1976 se produjeron en Italia y España unos 500 títulos,
cifra respetable que demuestra la existencia de una indiscutible demanda por parte
del público. La mayoría mostraba un digno nivel técnico y artístico —con
aportes especialmente relevantes en materia de diseño y música— y algunas han
pasado por méritos propios a la historia del cine europeo, influyendo a
cineastas de todo el mundo”.
El impacto de la
música como tal, y que trascendía a la película misma, se debe particularmente
a un compositor descubierto por Leone: Ennio Morricone, que hizo del score algo
más que crema en el bolillo, es decir, un acompañante, un coffe mate, para
jugar un papel dramático importante y dejar en el imaginario del espectador
melodías difíciles de olvidar como, por ejemplo, el tema de la película El bueno, el malo y el feo.
Leone parecía
destinado a impulsar este género que le dio fama mundial. Y empezó desde
chiquito en el mundo del cine pues fue hijo del director de cine Vincenzo
Leone, que a veces filmaba con el seudónimo de Roberto Roberti.
Sergio Leone empezó
su carrera a los 20 años como actor y asistente de dirección. Y tuvo el
privilegio de aprender de los grandes, como Vittorio de Sica, de quien fue su
asistente en Ladrón de bicicletas
(1948), obra muy importante en la historia del cine. Y trabajó en películas
épicas como Quo Vadis? (1951) de
Mervyn Le Roy, Helena de Troya (1955)
de Robert Wise, Ben-Hur (1959) de
William Wyler o Historia de una monja
(1959) de Fred Zinnemann.
En 1959, cuando se
enfermó el director Mario Bonnard, durante el rodaje de Los últimos días de Pompeya, tiene la oportunidad de dirigir como
sustituto, pero fue hasta 1960 con El
coloso de Rodas (1960), que entró de lleno a la dirección.
En 1964, inicia
su famosa trilogía del dólar utilizando como escenario la árida región de Tabernas,
Almería (España), así como las proximidades de Carazo, en la Sierra de la
Demanda, Burgos, con Por un puñado de
dólares. Le siguió La muerte tenía un
precio / Por unos dólares más,
(1965) y concluyó con la más famosa de las tres: El Bueno, el Malo y el Feo, (1966), que lo llevó a la fama, y con
él, a actores como Clint Eastwood, cuya caracterización en esta última película
como El bueno, consolidó la estampa de vaquero, frío, calculador y certero.
Como director
famoso realizó al menos tres grandes películas más: Érase una vez el Oeste (1968), Érase
una vez la Revolución o Los héroes de
mesa verde (1971), en la que recrea pasajes de la Revolución Mexicana, y culmina
con la memorable Érase una vez en América
(1984), una de las películas más interesantes sobre gánsteres, con un Robert de
Niro en una notable actuación. Esta es una película que está a la par de El padrino (Coppola) o Los buenos muchachos (Scorsesse).
Cada una de estas
películas hay una propuesta estética de alto nivel, por ejemplo, en Érase una vez en el Oeste, es una
película de planos larguísimos, como esa introducción en una estación de tren
donde tres matones aguardan a su víctima. Los planos largos parece que detienen
el tiempo y transmiten la pasmosa quietud del desierto. La secuencia de la
mosca en la cara de un matón no tiene paralelo. En esta película, que trata de
la venganza, aparece Charles Bronson en el único papel digno que le conozco,
como matón frío y certero, a la Clint Eastwood, pero más chaparro y menos
carismático, y a una bella Claudia Cardinale como prostituta retirada que busca
en este desierto la dignificación de su existencia.
Si la cartelera
lo tiene hasta no sé dónde, métase a portales de cine de arte on line (MUBI o Netflix, por ejemplo) y
busque las películas de este director. No sólo conocerá un género fílmico
interesante sino descubrirá joyas del cine que le harán vivir una intensa
aventura donde la acción, la diversión y el arte a buen nivel se dan cita para goce
de los espectadores.
Como un dato
adicional, hay una novela escrita por Francisco Haghenbeck titulada Por un puñado de balas cuya trama se
lleva a cabo en los momentos de la filmación de Por un puñado de dólares. No es una gran novela, pero nos permite
revivir momentos de la filmación y a acercarnos a algunos actores como Klaus
Kinski y Clint Eastwood.
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