miércoles, 5 de mayo de 2010

LOS PAPELES DE ASPERN


En una tutoría con Alberto Chimal, en la cual vimos una enorme cantidad de formas narrativas, analizábamos el papel del personaje y su forma de ver el mundo. Los personajes no siempre dicen las cosas “objetivamente”. Si son presas de alguna perturbación pueden reportar una realidad que viven como si fuese otra. A esto se le conoce como “texto disonante”. Un ejemplo es Don Quijote, quien veía, por ejemplo, que los molinos eran gigantes o que una mujer ordinaria era una dama o una princesa. Hay ocasiones de que el lector se percate de esta disociación, como en el Quijote, pero en otras, no es tan clara esta disociación. Por ejemplo, en la novela Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, en esa sección llamada “Informe de ciegos” uno de los personajes/narradores, Fernando Vidal Olmos, cuenta una historia terrible sobre una conspiración de ciegos. Su mirada inicial es bastante equilibrada, pero cuando penetra por una supuesta entrada a un escondrijo secreto lo que narra es tan alucinante que nos queda clara que estamos frente a la visión de alguien que sufre una severa alteración. Es un impactante texto disonante.

Una variación, podríamos decir, si no me falla la memoria, es el personaje narrador no digno de confianza. Es decir, aquel que miente deliberadamente. Y mencionó como un ejemplo la novela Los papeles de Aspern de Henry James. Yo me acordé que esa novela la había comprado mucho tiempo atrás en la librería de la Filmoteca de la UNAM. Varias veces intenté leer esta novela pero nunca me atrapó. Me faltaba una motivación, motivación que me dio Chimal.

Cuando leía la novela me di cuenta cuál había sido el obstáculo que me había impedido la lectura: la escritura de James no es de fácil lectura, aunque esta novela como la de Daisy Miller, los comentaristas la catalogan “las más leíbles”. Dicen que el estilo de James prosaico tardío “está frecuentemente marcado por oraciones largas y digresivas y pasajes muy descriptivos que posponen el verbo por un espacio mayor de lo normal”, lo cual hace difícil la lectura. Sin embargo, afirman, “su ficción más breve, como Los papeles de Aspern (The Aspern Papers) y Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw), es a menudo considerada más legible que sus novelas más largas, y sus primeros trabajos tienden a ser más accesibles que sus trabajos más tardíos”.

Aun así, es una novela interesante, acumulativa, cuya tensión dramática da un giro final (una vuelta de tuerca) bastante eficaz, por lo inesperado, premiando con ello la paciencia del lector.

A pesar de la brevedad de la novela --apenas un poco más de 100 páginas-- el avance es lento. La acción también en momentos es lenta, pero los giros en la trama hacen que tome vuelo.

La historia que narra la historia de un editor y critico literario que viaja a Venecia a buscar unas cartas del célebre poeta norteamericano Jeffrey Aspern que están en poder de una anciana que en su juventud le escribió el poeta y que ahora son de un gran valor. La anciana posee una amplia casona donde el narrador (que nunca sabemos su nombre) alquila una habitación. Desde allí busca ganarse la confianza de la anciana y su sobrina, lo cual logra después de una larga espera y de la implementación de una alambicada estrategia. Pero algo sucede.

La novela está basada en un hecho real bastante curioso: “En 1887 James había conocido en Florencia a la condesa Gamba, casada con un sobrino de Teresa Guiccioli, último amor de Lord Byron, que conservaba unas cartas de amor del poeta. James mostró interés por conocer el contenido de estas cartas, pero la condesa se negó en redondo a permitirle leerlas. Aproximadamente por la misma época el autor tuvo noticia de la historia de un bostoniano llamado Silsbee, apasionado admirador del poeta romántico Percy B. Shelley, que se hospedó en casa de la anciana Claire Clairmont -amante de Byron y madre de su hija Allegra- y de su sobrina nieta, con la esperanza de apoderarse de cartas de Shelley y de Byron. Al fallecer la anciana, la sobrina le propuso entregarle las cartas a condición de que se casase con ella. Silsbee huyó”.

Tenía razón Chimal, el narrador monta su estrategia en una serie de mentiras que al final se le volverán en su contra. Dice Chimal que en este tipo de narraciones lo que importa es el descubrimiento no el personaje.

Cierto, muy cierto. Henry James fue muy incomprendido en su época particularmente por sus innovaciones como la introducción de un narrador no omnisciente, es decir, que no lo sabía todo, bien porque no tenía la información, bien porque ya no recordaba bien el hecho. Hoy es un referente obligado para quien se quiere introducir al arte de las letras.

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