El cine, durante sus primeros 25 años de existencia, no fue
considerado más que un vehículo de diversión, de entretenimiento (tal parece
que Cinépolis y muchos complejos cinematográficos es el único concepto que
tienen del cine. Al entregar el boleto nos dicen: “que se divierta”, pero el
cine es más que eso). En 1920, tras la revolución soviética, Lenin lo consideró
como uno de los instrumentos más importantes de educación. Este primario
reconocimiento se verá refrendado posteriormente con la creación de los cine
clubs.
Desde sus
primeros pasos, el cine demostró su capacidad did áctica, Los Lumière, creadores de la cámara de
cine, al mostrar al público sus primeros ensayos, se dieron cuenta que el cine
abría horizontes y permitía ver las cosas desde otro punto de vista, incluso conocer
lugares distantes y personajes lejanos sin tener que viajar. Por ello, no sólo
abrió salas de exhibición sino además formó equipos de grabación (los primeros
reporteros gráficos) para recorrer el mundo con sus cámaras y traerlo a los
ojos de sus espectadores. Las cámaras de cine fueron entonces los ojos
telescópicos de la gente. Y de esa forma, involuntariamente, estaba fungiendo
como un vehículo de educación y de información.
Cuando
Meliès le descubrió al mundo que la cámara de cine también era un instrumento
par expresar la imaginación, muchos artistas, encantados con el nuevo
instrumento de expresión, crearon con este nuevo medio verdaderas obras de
arte, obras que sirvieron a las generación siguientes para aprender. Estos
ávidos de obras de arte pronto dieron pie para la creación de los cine clubs,
que se convirtieron en las primeras escuelas de cine.
Cotta, Renzo (1977), en su Historia del cine club (Cuaderno de Cine
nº 1. La Paz: Don Bosco) nos dice que “Los cine clubes surgen en Francia en 1920
como parte de este movimiento vanguardista europeo que se propone convertir el
cine en un arte.
Dentro de este proceso tiene especial importancia el teórico
y director francés Louis Delluc (1890-1924), cuya escuela agrupa a una nueva
generación que busca dar al cine sus medios de expresión propios: Abel Gance,
Germaine Dulac, Marcel L'Herbier y poco después Jean Epstein (quienes se
convirtieron en grandes cineastas). Delluc, que en 1918 había iniciado la
crítica de cine en el París-Midi, funda en 1920 Le Journal du Ciné-club y también una asociación del mismo nombre
en la que podrían encontrarse realizadores y críticos para conocerse y discutir”.
En México uno
de los grandes impulsores del cineclubismo fue Manuel González Casanova
(1934-2012), profesor y funcionario universitario, quien estudió Arte Dramático
y posteriormente el doctorado en Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía
y Letras de la UNAM. Participó activamente en el cineclubismo a través del
Cine-Club Progreso, fundado en 1952. Ese grupo editó el boletín periódico
Cine-club y fomentó la creación de la Federación Mexicana de Cine-Clubs en
1955, de la que fue secretario.
En 1959, González Casanova se
integró a la Dirección General de Difusión Cultural de la Universidad Nacional
Autónoma de México y organizó la Sección de Actividades Cinematográficas, para
posteriormente, en 1960, fundar la Filmoteca de la UNAM. También estableció las
50 Lecciones de cine que sentaron las bases del CUEC, creado en 1963.
Este esfuerzo importante del
maestro González Casanova detonó la creación de Cine Clubs en muchas las Universidades
de nuestro país, pues reconocieron que el cine no es un mero espectáculo sino
un producto cultural donde se plasma la radiografía de una sociedad. Impulsar
al cine es impulsar uno de los instrumentos de auto conciencia más importantes,
un gran instrumento educativo.