domingo, 7 de julio de 2013

CINE Y UNIVERSIDAD


El cine, durante sus primeros 25 años de existencia, no fue considerado más que un vehículo de diversión, de entretenimiento (tal parece que Cinépolis y muchos complejos cinematográficos es el único concepto que tienen del cine. Al entregar el boleto nos dicen: “que se divierta”, pero el cine es más que eso). En 1920, tras la revolución soviética, Lenin lo consideró como uno de los instrumentos más importantes de educación. Este primario reconocimiento se verá refrendado posteriormente con la creación de los cine clubs.
            Desde sus primeros pasos, el cine demostró su capacidad didha encontrado un lugar permanente en ostrlub en la Universidad de Guanajuato. a las generaciáctica, Los Lumière, creadores de la cámara de cine, al mostrar al público sus primeros ensayos, se dieron cuenta que el cine abría horizontes y permitía ver las cosas desde otro punto de vista, incluso conocer lugares distantes y personajes lejanos sin tener que viajar. Por ello, no sólo abrió salas de exhibición sino además formó equipos de grabación (los primeros reporteros gráficos) para recorrer el mundo con sus cámaras y traerlo a los ojos de sus espectadores. Las cámaras de cine fueron entonces los ojos telescópicos de la gente. Y de esa forma, involuntariamente, estaba fungiendo como un vehículo de educación y de información.
            Cuando Meliès le descubrió al mundo que la cámara de cine también era un instrumento par expresar la imaginación, muchos artistas, encantados con el nuevo instrumento de expresión, crearon con este nuevo medio verdaderas obras de arte, obras que sirvieron a las generación siguientes para aprender. Estos ávidos de obras de arte pronto dieron pie para la creación de los cine clubs, que se convirtieron en las primeras escuelas de cine.
Cotta, Renzo (1977), en su Historia del cine club (Cuaderno de Cine nº 1. La Paz: Don Bosco) nos dice que “Los cine clubes surgen en Francia en 1920 como parte de este movimiento vanguardista europeo que se propone convertir el cine en un arte.
Dentro de este proceso tiene especial importancia el teórico y director francés Louis Delluc (1890-1924), cuya escuela agrupa a una nueva generación que busca dar al cine sus medios de expresión propios: Abel Gance, Germaine Dulac, Marcel L'Herbier y poco después Jean Epstein (quienes se convirtieron en grandes cineastas). Delluc, que en 1918 había iniciado la crítica de cine en el París-Midi, funda en 1920 Le Journal du Ciné-club y también una asociación del mismo nombre en la que podrían encontrarse realizadores y críticos para conocerse y discutir”.
            En México uno de los grandes impulsores del cineclubismo fue Manuel González Casanova (1934-2012), profesor y funcionario universitario, quien estudió Arte Dramático y posteriormente el doctorado en Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Participó activamente en el cineclubismo a través del Cine-Club Progreso, fundado en 1952. Ese grupo editó el boletín periódico Cine-club y fomentó la creación de la Federación Mexicana de Cine-Clubs en 1955, de la que fue secretario.
En 1959, González Casanova se integró a la Dirección General de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México y organizó la Sección de Actividades Cinematográficas, para posteriormente, en 1960, fundar la Filmoteca de la UNAM. También estableció las 50 Lecciones de cine que sentaron las bases del CUEC, creado en 1963.
Este esfuerzo importante del maestro González Casanova detonó la creación de Cine Clubs en muchas las Universidades de nuestro país, pues reconocieron que el cine no es un mero espectáculo sino un producto cultural donde se plasma la radiografía de una sociedad. Impulsar al cine es impulsar uno de los instrumentos de auto conciencia más importantes, un gran instrumento educativo.


sábado, 15 de junio de 2013

HITLER Y CHAPLIN EN EL FILO DE LA HIERBA



Tengo una debilidad: cualquier novela, por mala que sea, que trate sobre el cine, ya sea sobre un guionista o un director o un rodaje, inevitablemente la compro. Esto me ha llevado a leer libros infames como Tarzán en Acapulco, un libro mal escrito que no da luz sobre el emblemático actor de Tarzán, Johnny Weissmüller, quien vivió últimos años refugiado en su casa en Acapulco.
Esta debilidad me llevó a comprar el libro Al filo de la hierba, escrito por Harkaitz Cano y publicado por Roca editorial (editorial española), pues por primera vez encontraba a Charles Chaplin como personaje de una novela y prometía la contraportada una buena historia confrontando a Hitler: “…en la bodega de su barco (habla de Hitler) lleva preso al hombre que lo ha desafiado más allá de la provocación, al comediante que lo ha humillado y detesta: Charles Chaplin”. Y cuando llegué a este nombre, mi emoción se disparó. 
            Esta novela relata una posible invasión nazi a suelo norteamericano. Varios barcos y submarinos llegan a la gran manzana y casi sin resistencia la toman y se posesionan de la ciudad y, poco a poco, de toda la costa este.
            Una narración paralela relata el viaje de  un minero francés, Olivier Legrand, que huyendo de las condiciones miserables de su trabajo, emigra, en 1886, a Estado Unidos, y viaja en el barco que transporta la Estatua de la Libertad del país galo a Norteamérica y duerme, compartiendo su “camarote” (la cabeza de la estatua) con las ratas.
            Continua el texto de contraportada: “Cuando la embarcación nazi toma el puerto de New York, las dos historias se entrelazan. Un ya viejo Legrand, Chaplin y el Gran Dictador interactúan en las calles de Manhattan, donde contrapondrán sus mínimas historias a la Historia de los libros”.
            Lo compré pues y de inmediato le di lectura. Empieza con un inicio cautivador: reproduce un extracto de una entrevista del diario San Francisco Chronicle, publicada en 1940, en la que Chaplin habla de El Gran Dictador, la película que hizo en ese mismo año, y en la que se mofa de Hitler (la secuencia de la película más gozosa es cuando el dictador —Chaplin disfrazado de Hitler— juega con un globo terráqueo inflable lanzándolo al aire. En la entrevista declara que habían pensado un gag de inicio en el que un joven, para tratar de informarle al carpintero cuánto quiere su padre elevar el pasamanos de su casa, va con la mano levantada (como el saludo nazi) por la calle. Pero, declara, a pesar de que se filmó la secuencia, ésta no se inserta en la película, queda fuera. Y remata: “Siempre hay dos películas: la que se hace y la que queda en el camino. La segunda suele ser mejor, casi siempre. Sospecho que sucede otro tanto con los acontecimiento históricos: siempre hay varias sendas simultáneas y solamente la imaginación permite rastrearlas todas…”
            Estoy de acuerdo con Chaplin, pero la imaginación del señor Harkaitz Cano no llega ni iniciar el camino. Justo cuando se escapa del barco Chaplin y se encuentra con el francés, ahora ya un viejecillo encorvado y quien el da asilo, uno espera que se desate la acción pero nada, páginas y páginas de acciones que no van a ninguna parte, el novelista no logra ni cautivarnos ni revelarnos nada. De qué sirve que Chaplin escriba un largo texto que al parecer es una obra de teatro, si este no juega ningún papel (finalmente, cuando Chaplin y Hitler se pelean, las hojas vuelan y ya). Uno esperaría que Chaplin volviera a retar a Hitler, que esa obra jugará un papel importante en la rebelión contra el dictador, que Hitler quedara humillado ante el poder creativo del comediante, pero nada, el texto es un callejón sin salida como todas las acciones del libro.
Al final, queda un sentimiento de frustración de que a tan mal novelista le hayan editado un bello libro cuyo valor está justamente en el diseño y en el papel que fue impreso.
Lástima. Para consolarnos nos queda, aunque no fue de sus películas mayores, ver de nuevo El gran dictador y reír con el ya envejecido Chaplin pero aún con la suficiente pólvora para conmover al respetable. 

sábado, 1 de junio de 2013

ARTE: MOTOR DEL DESARROLLO SOCIAL Y CIENTIFICO



Mucha gente piensa que el arte es una actividad de segunda clase, poco importante. El arte es visto como un “espectáculo”, o muchas veces como un espectáculo menor. 
     Pocos saben la importancia que ha jugado el arte en el desarrollo del ser humano y de la ciencia y la tecnología. Hoy que una nueva serie televisiva se pone en boga, es posible que se pueda variar algunos grados esta opinión. La serie se titula Da Vinci’s Demons, la cual se estrenó el 12 de abril de 2013 en el canal Fox. Y está ambientada en la Florencia del siglo XV (en pleno Renacimiento), en la que el personaje principal es Leonardo di ser Piero da Vinci cuando tenía 25 años. La imagen que nos regala la serie es bastante inusitada pues la idea que tenemos de Da Vinci es la de un viejito de ralos pelos largos, y semblante arrugado, gracias a su autorretrato. De modo que cuando en la serie vemos a un Da Vinci joven, atractivo (como galán de película) hábil con la espada, atrevido, osado, desafiante, amante intenso y ávido que combina estas artes con un sorprendente talento para la creación artística e intelectual se nos hace un tanto chocante. Pero, no fijándose, la serie fluye bien.
     Este Da Vinci está a la caza de fuentes financieras para aplicarlos a sus inventos e investigaciones. Hay momentos que nos parece un Víctor Frankstein (sobre todo cuando roba cadáveres para estudiarlos y dibujarlos). Al inicio, en su búsqueda de financiación, realiza La columbina (una ave mecánica que vuela por sí misma) para el Carnaval de Cuaresma, y le demuestra a Lorenzo Medici sus proyectos de ingeniería militar, una acción que llamará la atención de las familias rivales, entre ellos los Orsini y los Pazzi. Lorenzo lo acoge bajo su protección. Al mismo tiempo, entra en contacto con otros tipos de conocimientos al encontrarse con Saslan Al Rahim, un miembro de una antigua secta que pone en duda la forma con la que los poderes mantienen al pueblo apartados del conocimiento y los beneficios que estos puede aportar a la mayoría que no ha sido bendecida ni por posición, ni por dinero.
    La serie fue escrita por David S. Goyer, cineasta y guionista estadounidense quien es conocido por escribir el guión de la trilogía Blade (dirigió la última). Coescribió, con Alex Proyas y Lem Dobbs el guión de Dark City. Con Christopher y Jonathan Nolan escribió Batman Begins (2005), The Dark Knight (2008) y The Dark Knight Rises (2012). También escribió y dirigió en 2009 The Unborn. Actualmente trabaja con Trent Reznor en el guión de Call of Duty: Black Ops 2.
    La serie es sumamente fantástica rayando en los inverosímil. Se sabe que Da Vinci fue miembro de algunas sectas oscuras y se dice que en sus pinturas dejó mensajes herméticos. Es posible. Pero lo que es indudable es que Da Vinci fue un notable científico e inventor, adelantado en su tiempo pues fue capaz de desarrollar un helicóptero, un submarino y de un tanque de guerra, entre otros artilugios.
    Quizá lo que no queda claro es la conexión de su genio inventivo con su desarrollo artístico. Cabe señalar que primero fue un notable dibujante y pintor. Su Gioconda (Mona Lisa) es aún objeto de admiración en el Louvre de París.
  Y es que lo que muchos gobernantes y líderes actuales (principalmente de los países pobres) no entienden: es la conexión del arte con las ciencias y la tecnología. Los Medicis, entre otros mecenas del Renacimiento, se dieron cuenta que a mayor arte mayor desarrollo del conocimiento. Por ello decidieron otorgar grandes cantidades de dinero a una gran cantidad de artistas. Ellos fueron quienes impulsaron el surgimiento del Renacimiento, cuyos efectos proyectaron a la humanidad en un derrotero nuevo lleno de grandes inventos y descubrimientos.
   Y es que el arte es la actividad que estimula la imaginación y la imaginación es la matriz de todos los inventos científicos. Un ser humano con una gran imaginación es capaz de descubrir e intuir lo inexistente.
    Y al menos esto queda muy en claro en la serie. De ahí el llamado a las autoridades académicas y políticas a invertir y promover el arte. Es el arte quien nos indicará el mejor camino a un mejor a un país urgido de soluciones, un país urgido de sueños e imaginación.

Jeremías Ramírez Vasillas

domingo, 12 de mayo de 2013

JUGUETES DE AYER Y HOY



Hoy estuve jugando con un yo-yo. Y caí en cuenta de la diferencia de los juguetes de mi infancia (trompos, yo-yos, baleros, etc.) contra los actuales.

Aquellos se basaban en las leyes de la física. Y aunque no entendiéramos los principios nos fascinaba verlos en acción. El equilibrio del trompo gracias a la fuerza centrífuga o del yo-yo que podía patinar sobre la cuerda que lo sujetaba (un equilibrio con las fuerzas de la fricción que permitían que patinara cierto momento y luego entraban en acción para que el yoyo subiera enredando la cuerda sobre su eje de rotación. Los mejores ejes eran los de madera, aunque algunos metálicos hacían bien su trabajo y los mejores yoyos eran los Plastimarx o los que distribuía la Coca Cola) y gracias a lo cual se podían hacer figuras de fantasía: el perrito, el columpio, el salto mortal, etc.

Los juguetes de hoy se basan en las leyes de la electrónica. Para aquellos juegos se requería desarrollar habilidades motoras; para estos, habilidades mentales (las motoras no van más allá de los pulgares y aunque se desarrollan nuevas aplicaciones que intentan entrar más al terreno físico, al final no exigen del cuerpo más que tener unas nalgas bien desarrolladas y un par de pulgares con cierta destreza).

¿Qué son mejor? Unos dirán que aquellos; otros que éstos. A mi me gustan más aquellos, pero es sólo una cuestión de gustos. A estos ya les he visto algunos beneficios. Mi hijo aprendió inglés con los videojuegos, y bastante de historia medieval y griega. Con aquellos no pude aprender eso, pero me divertí y me alegra descubrir que la destreza para bailar un trompo o mover un yoyo sigue en mí a pesar de tanto años de no tomar un juguetes de esos en mis manos.



domingo, 5 de mayo de 2013

EL CIUDADANO ORSON WELLES


Bajo el enorme peso de los estrenos, los grandes poetas del cine van siendo enterrados en el olvido, cuya memoria es rescatadas por los nostálgicos, por los que alguna vez fuimos deslumbrados con su obra.
Mientras usted recibe este semanario este lunes, sepa que un día como hoy (6 de mayo de 1915) nació Orsón Welles, L'Enfant terrible del teatro y del cine en Kenosha, Wisconsin, hijo de Beatriz Ives Welles (pianista, campeona de tiro y sufragista que sufrió condena por sus ideas radicales) y Richard Head Welles (inventor ocasional y miembro de una familia acomodada de Virginia).
Hizo su debut en el teatro a los 3 años como figurante en Sansón y Dalila, en la ópera de Chicago, y ese mismo año interpreta el papel de Trouble en Madam Butterfly, en el teatro de la ópera de Ravina, Illinois. E inicia su trabajo como director en 1925 en Camp Indianola, en donde adapta, dirige y actúa en la producción de El doctor Jekill y Mister Hyde.
Huérfano a temprana edad tiene una accidentada formación académica, la mayoría hecha de manera autodidacta, con desvíos a otros artes como el dibujo pero regresando insistente al teatro logrado pronto varios éxitos.
A los 20 años es ya un reconocido director de teatro.  Fue el creador del famoso Teatro Mercury, responsables de muchas obras dramáticas tanto en radio como en teatro.
La más famosa de ellas fue su escenificación en radio de la novela de ciencia ficción de H.G. Wells, La guerra de los mundos, relatada en forma de noticiario. Dice Wikipedia: “La introducción del programa explicaba que se trataba de una dramatización; en el minuto 40:30 aparecía el segundo mensaje aclaratorio, seguido de la narración en tercera persona de Orson Welles. Quince minutos después, la alarma general del país, creían que estaban siendo invadidos. En esta emisión Welles interpretaba al profesor Pierson, el científico que explicaba lo ocurrido. La emisión empezaba así: Señoras y señores, les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto, el profesor Morse de la Universidad de McGill informa que ha observado un total de tres explosiones del planeta Marte entre las 7:45 y las 9:20P.M. Inmediatamente pasaban a la banda de música supuestamente desde el Hotel Park Plaza, y periódicamente la interrumpían para informar de la ficticia invasión marciana: Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien... o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos... ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea... Los oyentes pensaron que se trataba de una emisión real de noticias, aún los que oyeron la introducción. El  pánico cundió en Nueva York y Nueva Jersey (donde supuestamente se habrían originado los informes) y la gente huía de la ciudad como podía. La comisaría de policía y las redacciones de noticias estaban bloqueadas por las llamadas de oyentes aterrorizados y desesperados que intentaban protegerse de los ficticios ataques con gas de los marcianos. La histeria colectiva demostró el poder de los medios de comunicación de masas, y este curioso episodio también catapultó a la cima la carrera de Welles”.
Y así llegó a Hollywood. Dice Wikipedia: “La fama que alcanzó Orson Welles después de su emisión de La guerra de los mundos hizo que Hollywood se interesase en él. El estudio RKO Pictures le ofreció un inusual contrato, en julio de 1939, para que Welles produjera, dirigiera, escribiera y actuara en dos largometrajes. El estudio tenía que aprobar la historia y el presupuesto si excedía los 500 000 $. Welles tenía permiso para desarrollar la historia sin interferencias, contratar a sus propios actores y equipo de rodaje y tenía el privilegio del final cut, algo inaudito para un director novel.
“Welles pasó los primeros cinco meses de su contrato con RKO Pictures intentando sacar adelante sin éxito varios proyectos. La revista The Hollywood Reporter dijo: «En los estudios de RKO se hacen apuestas sobre si el acuerdo con Orson Welles acabará sin que Orson haya hecho una sola película.» En un principio, Welles trató de adaptar El corazón de las tinieblas, y quería rodarla enteramente con planos desde el punto de vista de los personajes. También consideró adaptar la novela de Cecil Day-Lewis The Smiler With The Knife, pero comprendió que para desafiarse a sí mismo en un nuevo medio tenía que escribir una historia original. Finalmente, en colaboración con el escritor Herman J. Mankiewicz, conciben una historia que mezcla pasajes autobiográficos del propio Welles y los mezcla con la opulenta y escandalosa vida del magnate del periodismo William Randolph Hearst, lo cual le trajo problemas con este poderoso personaje, accionista de la RKO. Se titulo: El ciudadano Kane.
La película salió en medio de amenazas y problemas y fue un fracaso en taquilla aunque ahora es reconocida como una de las mejores películas de la historia del cine, pero además le significó a Welles una vida frustrada pues nunca logró hacer una obra de esta estatura estética.
Yo fui motivado a buscar esta película porque mi maestro de Sociología del cine la mencionaba con frecuencia. Pude verla finalmente. Quedé apabullado con esta obra, a pesar de que sabía muy poquito de cine. La he visto varias veces y cada vez me sorprende más. Y comprendo por qué de su fracaso en taquilla: es una obra ambiciosa, profunda, crítica, misteriosa pues desde la aparición al inicio de la película del palacete de Kane, Xanadú, y del letrero que dice: “Prohibido pasar”. Y el misterio ha sido fuente de arduos debates, misterio encerrado en una palabra que pronuncia Kane antes de morir “Rosebud” (capullo de rosa). Años después vi una cinta sobre la odisea de la filmación de esta película donde explicaba que quería decir Rosebud. Supuestamente Hearst así le decía al sexo de su amante. Y Wells planta la palabra en la película como la clave de la infancia y la añoranza de Kane, pues aparece la rosa y la palabra en la patineta de nieve de Kane cuando la están incinerando.
Hay muchas otras películas de Welles que me han deslumbrado como Sed del mal pero por hoy es cumpleaños de Orson Wells. Feliz 98, Orson.

Jeremías Ramírez Vasillas

domingo, 28 de abril de 2013

TOKIO BLUES, LA PELICULA... QUE NO HE VISTO


Haruki Murakami es uno de los escritores japoneses de moda, prácticamente un betseller. Este escritor, alejado de los círculos literarios, maratonista empecinado, y novelista que raya en la delgadísima frontera del libro de lectura masiva y la literatura seria, es repudiado por muchos y amado por un creciente ejército de lectores, era raro que el cine no lo hubiera carroñeado (vaya verbo que acabo de inventar).
            Hace años descubrí a Murakami por puritita curiosidad. Vi a un amigo leyendo Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo y me llamó la atención. Un día vagando por las librerías del DF vi la novela y la compré. Devoré sus más de 900 páginas en poco más de una semana. Luego, siguieron otros títulos. Este escritor tienen una cualidad: atrapa al lector y es muy fácil de leer.
            Lo extraño para mí, repito, era que el cine no hubiese caído con sus garras sobre sus novelas, conociendo la voracidad de argumentos de este arte que sigue mamando leche de la literatura. Pero, investigando en el internet, acabo de descubrir que ya existen dos películas basadas en sus libros. Una de ellas es Tokio blues que fue llevada al cine en el 2011, bajo la dirección del realizador vietnamita multipremiado, Trân Anh Hung. Yo no he visto la película, pero si he leído el libro.
Escribí hace tiempo que este era el último libro de Murakami que iba a leer, y ahora estoy a punto de echarme para atrás pues esta novela me dejó con un buen sabor de boca. Tenía razón el gordo de Nicolás Alvarado: esta es la mejor novela de Murakami. Las novelas de Murakami que había leído tenían la recurrencia de los gatos, los pozos y sucesos misteriosos, harto misteriosos e inverosímiles: el anciano que hace llover peces y habla con los gatos, la televisión encendida sin estar conectada a la corriente eléctrica, los pozos como puertas a una realidad aparte, etc., que ya me tenían harto.
Tokio blues tiene un pozo, también misterioso, pero este es parte de una leyenda y la trama de la novela no entra allí. También hay gatos, bueno, una gata, Gaviota, pero su presencia es tan nimia que se le perdona. Y la sorpresa: no hay hechos misteriosos. Cuando iba a la mitad de la lectura soñé con la novela, soñé que en la parte final había un hecho misterioso y me decepcionaba. De vez en cuando tengo sueños premonitorios, como cuando ganó Calderón la presidencia. En medio de la batalla de cifras, soñé con lo que sucedió: un nuevo montaje de cifras donde ganaba Calderón, y ganó.  Así que leí Tokio blues con el temor de que de un momento apareciera un conejo, como el de Alicia. Y ese temor se mantuvo hasta la página 380, allí se diluyó: en media página que restaba era imposible que entrara algo misterioso.
Pero no era la única angustia, aparte de la infección estomacal que me torturaba: ¿Toru Watabane, el personaje principal, lograría desentrañar el complejísimo nudo que se había creado en su derredor?
El final, fue un buen final: un buen golpe de imaginación hizo que terminara de una forma sumamente aventurada, envidiable: con esa gracia me gustaría terminar mis relatos. Hay mucho que aprenderle a este japonecito.
Tokio blues es acertada hasta en su título. En esta novela, Tokio es el territorio de la tristeza. Y ese es el tema del libro: la tristeza, la profunda tristeza que produce el suicidio.
Toru Watabane es un hombre de 37 años que en un vuelo a Alemania, justo cuando se disponía a abandonar su asiento, por los altavoces de la nave empieza a sonar Norwegian Wood, la popular canción de los Beatles. Al escuchar la canción, se desata en Watanabe una violenta reacción emocional que catapulta su memoria al año 1969 cuando estaba a punto de cumplir 20 años. Watanabe entonces cursaba en la Universidad de Tokio estudios sobre literatura. Era un estudiante poco social, que su mundo se concentra en la música y en sus lecturas. Entabla relaciones con sus compañeros de una forma distante, guardándose para sí sus opiniones. Es muy reservado, pero meticuloso y altamente sensible a quien la afecta profundamente lo que le sucede a sus escasos amigos.
La novela es un enorme flash back que nunca regresa. Los recuerdos se inician cuando recién había muerto su mejor amigo, Kisuki, y un día, casualmente, se encuentra con Naoko, la hermosa novia de su amigo, que también se ha mudado a Tokio a estudiar, y empieza con ella a entablar una profunda y emotiva relación en la que flota un clima de intenso erotismo. La salud emocional de Naoko es muy frágil y parece que puede sucumbir en cualquier momento. Entonces conoce a Midori, una mujer impulsiva con una imaginación erótica compulsiva y avasallante pero que mantiene con Watanabe un distancia mínima necesaria para que no haya entre ellos un contacto físico. Sin embargo, ella será el madero que le permitirá flotar a Watanabe cuando Naoko sucumbe y es recluida en un centro de recuperación psicológica. La relación con Naoko se enturbia, pero al mismo tiempo logra otro nivel de compromiso. Mientras, con Midori, la relación también avanza y se profundiza. Metido en el dilema entra Naoko y Midori, un suceso funesto lo empuja a un periodo de soledad y sufrimiento profundo.
Esta es una novela amarga que habla de la soledad de los jóvenes que me ha hecho rememorar el tiempo cuando estaba prestando mi servicio militar, intentando tocar con un grupo de rock, e iniciar apenas mis estudios preparatorianos. Cuantas veces vagué en ese tiempo por las calles del DF, me metí a parques de diversión, fui al cine o a restaurantes solo, completamente solo, metido en mis lecturas solamente. Fue inevitable no establecer un vínculo emocional con Watanabe, casi al punto de sentir que Watanabe era yo, sí, creo que bajo la magia de la literatura es posible tener otra vida: Watanabe soy yo, he dicho.
Ahora quiero ver la película, tengo curiosidad de ver si el director de El olor de la papaya verde (1993), tiene el poder de atrapar el espíritu melancólico de la novela.

Jeremías Ramírez Vasillas

domingo, 14 de abril de 2013

EL PUNTO Y COMA Y LA ELIPSIS CINEMATOGRAFICA



En el lenguaje cinematográfico hay un recurso expresivo denominado elipsis que consiste en la supresión de alguna acción, generalmente innecesaria, para hacer más ágil el relato eliminando acciones que el espectador puede obviar o deducir fácilmente con las pistas que le ofrece el director.
Hay diversas de elipsis que más adelante voy a detallar. Por lo pronto lo que me interesa destacar es que más allá de ser un recurso de síntesis narrativa y de economía de medios de expresión la elipsis es un factor poético de inusitado potencial expresivo.
Leyendo lentamente, como son las buenas lecturas, el ensayo El viento ligero en Parma del escritor español Enrique Vila-Matas encontré una frase maravillosa del escritor siciliano (ninguneado y desconocido en vida pero luego altamente valorado) Guiseppe Tomasi di Lampedusa (autor de la novela El gatopardo, llevada al cine después de su muerte por el gran Lucchino Visconti) en la que dice que “Stendhal, ha logrado resumir una noche de amor en un punto y coma”.
A primera instancia parece no decir nada el descubrimiento de Lampedusa. Como escritor me hizo pensar en lo que realmente quiso decir Lampedusa con esta frase. ¿Cómo es posible resumir en una simple puntuación gramatical la capacidad de expresar lo que para otros les lleva varias páginas y hasta casi libros enteros?
Como desconozco en qué novela y en qué parte logra Stendhal este maravilloso artilugio al que hace referencia Lampedusa (seguramente se trata de la novela La cartuja de Parma, que habla de una interesante ciudad, Parma, importantísima en el arte visual, arquitectónico y cinematográfico, cuna del director Bernardo Bertolucci), me dejó pensando hasta que poco a poco fui descubriendo a qué hacía referencia Lampedusa: pues nada menos que a la elipsis. 
La elipsis la usamos todo el tiempo en nuestra comunicación cotidiana. Cuando nos piden una relatoría de hechos o cuando le queremos contar una aventura a un amigo o una película, no les hacemos un relato pormenorizado sino que seleccionamos (además la mente no recuerda todo) los fragmentos más significativos para nosotros y eso entregamos: un relato resumido en que hemos suprimido las partes menos relevantes. Y estas parte eliminadas a veces las denotamos con alguna puntuación o bien con una alusión: Por ejemplo: Después nos fuimos a comer y por la tarde me dormí… Ella apagó la luz; hoy estamos casados, etc.
Marcel Martín, en su libro El lenguaje de cine, que las elipsis que se utilizan en el cine son de tres tipos: a) narrativas: permiten agilizar el relato, eliminando lo superfluo. b) de estructura: están motivadas por razones de construcción de relato: razones dramáticas, como en las cintas de intriga policial que dejan que el espectador ignore ciertos elementos que condiciones el interés  que tomará después de la acción. Y c) de contenido: las que están motivadas por razones de censura social, moral, política o religiosa.
Y faltaría una opción que podemos derivar de lo que menciona Tomasi di Lampedusa que hizo Sthendal con ese punto y coma: las artítisticas, que en ves de atascarnos en la a recurrente y grotesca explicités, lleva al espectador a que use su maravillosa imaginación (por cierto todas las artes, particularmente el cine, son artes de propuesta porque el director pone ante nuestros ojos una serie de imágenes concatenadas de las cuales nosotros vamos deduciendo la trama. Ejemplo: si un hombre mira con deleite hacia algún punto en una toma y luego enseguida vemos una mujer joven que le sonríe, deducimos que hay entre ellos un intercambio de miradas, un coqueteo, un gusto que puede derivar hacia otras acciones), de modo que sea el espectador quien construya de la mejor manera eso que se le sugirió con un corte directo, una disolvencia, un barrido, una cortinilla, o cualquiera de los signos de puntuación cinematográfica, o bien una serie de metáforas visuales. Por ejemplo, que para esa noche de amor se usara una serie de imágenes donde la vida se expresa, diciendo con ello, que esa noche de amor es donde la vida celebra su continuidad. Un ejemplo de ello lo encontramos en la película Cuates de Australia donde al final, después de cae una intensa lluvia., el director Servando Gonzáles inserta una serie de imágenes hermosas de flores surgiendo, de abejas sorbiendo néctar de las flores, de gotas cristalinas resbalando de las hojas, de caballitos jóvenes corriendo y sugiriendo con ello el efecto de la fecundación por efecto de la lluvia.
Un ejemplo con un corte directo lo encontramos en 2001 Odisea del Espacio de Stanley Kubrik, donde el gran director norteamericano para resumir siglos de desarrollo tecnológico, científico e intelectual del ser humano, después de el hombre mono ha descubierto como usar un hueso como herramienta de ataque y lanza el hueso al cielo, de pronto, en vuelo, con un corte directo este se transforma en una nave espacial.

Entonces la elipsis no se trata solo de cuestiones narrativas eliminando lo superfluo sino además de índole de contenido artístico de hacer sublime un relato usando estos recursos de puntuación para hacer de la obra fílmico no sólo un relato bien aceitado sino un poderoso que detonador de la imaginación del espectador.
            Hay en el cine un sinfín de ejemplo pero sólo pocos de ellos alcanzan el nivel de elipsis artística. Los mejores cineastas son quienes nos muestren una mayor maestría en el uso de este recurso.
Habría mucho que hablar al respecto, pero yo también hago una elipsis y los dejo que ustedes busquen la ampliación de este tema.

Jeremías Ramirez Vasillas


EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...