sábado, 29 de agosto de 2020

YURI GAGARIN, EL PRIMER COSMONAUTA

 Jeremías Ramírez Vasillas

En 1969 yo vivía en un pequeño poblado del Estado de México, en el municipio de Huixquilucan. Recién habían introducido la luz eléctrica y la televisión no era común en la mayoría de las casas. Así que los que queríamos ver algún programa teníamos que pagar la entrada de quien tenía un televisor.
            De esa manera vi, el 20 de julio de 1969, la llegada de Neil Armstrong y Edwin F. Aldrin, a la luna imprimiendo sus primeras huellas en el Mar de la Tranquilidad, donde el módulo Eagle había alunizado.
            Las imágenes temblorosas en blanco y negro y con una narración tipo pelea de box no opacaron mi fascinación por esa hazaña, la cual ha corrido la leyenda que fue un montaje filmado nada menos que por el genio del cine Orson Welles. La verdad, no lo creo. Tal vez esta hazaña vista en pequeño televisor me sembró la pasión por el espacio y por la ciencia ficción.
            Hace unos días recordé esta anécdota cuando descubrí en el catálogo de estrenos de Netfix (no soy fan de los estrenos, cabe decir) una película sobre el primer cosmonauta: el soviético Yuri Gagarin.
            Yo no supe de esta hazaña sino muchos años después del primer alunizaje, pero jamás me enteré de los detalles. Así que al ver una película sobre Gagarin decidí verla; para mí era como saldar una cuenta pendiente en mi curiosidad.
            La película abre con la imagen de un hombre mayor caminando en la oscuridad a escasas siete horas de empezar ese primer vuelo histórico. Era la madrugada del 12 de abril de 1961. Este hombre era Serguei Korolev (ingeniero y diseñador de cohetes, uno de los artífices de la conquista del cosmos) que se dirige a supervisar los últimos detalles antes del despegue. Primero, supervisa si los pilotos (primero y segundo, aunque sólo viajaría el primero) están descansando. Luego se dirige a la plataforma dónde está instalado el cohete Vostok 1, en el que viajará por primera vez en la historia por un ser humano.
            Todo el proyecto fue realizado en el más estricto hermetismo pues competía en ese momento con los EU en la carrera espacial. Ya los rusos, el 3 de noviembre de 1957, habían puesto en órbita a una perrita, la famosa Laika (ladradora), y ahora estaban por adelantarse a los Estados Unidos en poner en el espacio a un ser humano.
Y lo lograron pues fue hasta el 5 de mayo de 1961 que Alan Shepard, el primer astronauta norteamericano, viajó al espacio: 23 días después de Yuri Gagarin.
            La película cuenta ese momento culminante para los que tenían 20 candidatos en entrenamiento riguroso: uno de ellos era Yuri Gagarin. La película avanza alternando las escenas de este proceso con la historia personal de Yuri desde su infancia, y su desempeño y desarrollo como piloto.
Gagarin nació en Klúshino (un pequeño poblado rural cercano a Moscú), el 9 de marzo de 1934, en una familia de campesinos pobres.
Antes de alistarse en las fuerzas aéreas trabajó como matricero en una fundición y después en una fábrica de tractores agrícolas, dice un reportaje de National Geographic.
Dice este mismo reportaje que Gagarin descubrió que quería ser piloto, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando un avión soviético fue derribado cerca de su pueblo. Él y un amigo (ambos aun niños de 8 o 10 años) rescataron al piloto y lo escondieron de las tropas nazis hasta que lo recogió el ejército. Sin embargo, en la película insertan secuencias donde se ve a Gagarin de unos 5 años jugando con avioncitos y contemplando la profundidad del cielo.
            En 1955 fue admitido en la Primera Escuela Superior Chkalovsky de Pilotos de la Fuerza Aérea, una escuela de aviación en Oremburgo, donde comenzó la formación.
Fue electo como piloto del primer vuelo espacial por su interés en participar en los proyectos espaciales y por su capacidad como piloto, y tuvo que someterse a una serie de experimentos y pruebas para determinar su resistencia física y psicológica durante el vuelo.
La película muestra a detalle este proceso y la tensión que se mantuvo hasta el último momento, pues no se decidían en seleccionar al elegido. La probabilidad de fallar era muy alta pues los controles técnicos automáticos funcionarían bien. Este no era un vuelo tripulado sino un intento por saber cómo resistiría el cuerpo humano bajo las condiciones de alta aceleración y cero gravedad espacial. 
El despegue estuvo cargado de tensión y cada paso era celebrado como un logro. Para su fortuna todo funcionó como lo tenían planeado y diseñado. Cuando entró la nave en órbita Gagarin se comunicó por radio para certificar que todo estaba bien y que no le afectaba la gravedad cero, pero además, emocionado, les reportaba que estaba viendo el más grande espectáculo que un ser humano nunca había visto: la majestuosidad de la Tierra vista desde el espacio, aunque lo hiciera a través de una pequeña ventanita redonda.
La duración total del vuelo fue de 108 minutos: nueve para entrar en órbita y el resto del tiempo para cubrir la órbita alrededor de la Tierra y descender.
Durante el descenso, de nuevo, la tensión nerviosa se apoderó de todos. Los controles automáticos no se activaron a tiempo. Si bien habían provisto a la nave de controles manuales que Gagarin debería activar en caso de emergencia, y estuvo a punto de hacerlo, pero segundos antes del tiempo límite se activaron y se encendieron los cohetes de corrección de trayectoria para empezar el descenso.
Este error de maniobra desvió el aterrizaje que estaba establecido a 110 kilómetros de Stalingrado, la actual Volgogrado, y lo hizo a 350 kilómetros, en un campo cercano del pueblo Smelovka.
La secuencia del aterrizaje también fue dramática, pues le costó trabajo a Gagarin liberarse de la cápsula y accionar los paracaídas. Pero finalmente logró aterrizar con suavidad.
Cuando iba descendiendo una campesina y su hija corrieron para ver qué era eso que caía del cielo. Pero cuando vieron a Gagarin con su traje naranja y el casco luchando por liberarse del paracaídas, se asustaron y emprendieron la huida. Gagarin les gritó: "Por favor, esperen, soy uno de ustedes, soy un soviético".
            La secuencia final no recrea el recibimiento y la gloria que logró por su hazaña. Sólo muestran a la gente saliendo a las calles a festejar un logro que los ponía en la delantera de la carrera espacial.
            La película concluye con una serie de fotos en blanco y negro de algunos momentos de su recibimiento. En ese momento Yuri Gagarin tenía 27 años y nunca más volvió al espacio.
            En 1967, en el segundo vuelo espacial, el Soyuz 1, y el primero tripulado, lo colocaron en segundo lugar pues para entonces era una gloria nacional y cuidaban de no ponerlo en riesgo. Y acertaron pues este vuelo tuvo un final trágico. En el descenso los paracaídas no se abrieron y el piloto, Vladímir Mijáilovich Komarov, amigo de Gagarin, murió.
             Parecía que iba a tener una vida llena de homenajes pues tan pronto completó su hazaña lo nombraron diputado y luego senador y siguió participando en los proyectos espaciales. Sin embargo, el 27 de marzo de 1968, cuando tenía 34 años, pilotando el caza MiG-15, cayó en picado cerca de la ciudad de Kirzhach y murió junto a su instructor de vuelo, Vladimir Seryogin. Las circunstancias misteriosas del accidente convirtieron en leyenda a este primer cosmonauta y no le tocó presenciar la llegada del hombre a la luna.
La película fue estrenada el 6 de junio de 2013, en Rusia. Y fue dirigida por Pavel Parkhomenko, un veterano director. Algunos críticos elogiaron la actuación, la dirección y la narración de la película, mientras que otros mencionaron los efectos visuales ‘baratos’.
Para mí son lo de menos los efectos. Es una buena película que nos permite acercarnos a un héroe cuyo carácter decidido, su arrojo y su templanza, forjada en una dura infancia, le permitió afrontar todos los obstáculos y salir airoso.
Véanla, vale la pena. Yo creo que estará un buen tiempo disponible en Netflix.

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