Jeremías Ramírez Vasillas
En el mundo, miles de libros se publican cada año. Simplemente en
Iberoamérica se publican 200 mil libros cada año. Y basta una simple mirada a
la Feria del Libro más grande de América Latina, la FIL de Guadalajara, para
darnos cuenta de ese universo tan inalcanzable como las estrellas del cielo. Y
muchos de esos libros tendrán una sola edición y cuando se agoten no volverán a
aparecer en las librerías.
Hace años compré el libro Un brujo que se convirtió a Cristo
(Christ’s Witchdoctor), escrito por Homer Dowdy y publicado en Venezuela, en
1977, por la Editorial Libertador (al parecer ya no existe ni la editorial) y
hoy es imposible conseguirlo.
Este libro formaba parte de una oleada de
publicaciones testimoniales del trabajo misionero entre diversas tribus
aborígenes que en los setentas empezaron a salir a la luz pública, tales como Hijo de paz, escrito Don Richardson con
la tribu Sawi, de Nueva Guinea, o el trabajo de Jim Elliot con los aucas, del
Ecuador, o Por esta Cruz te mataré,
de Bruce Olson, que trabajó con los indios motilones en Colombia. Casi todas
estas tribus vivían prácticamente en la edad de piedra, y fue la presencia de
los misioneros que las hizo del conocimiento público.
Christ’s Witchdoctor narra la difusión de la Biblia y surgimiento
del cristianismo entre los Wai Wai, una tribu del norte de Brasil. Si bien la
narrativa de pronto da saltos desconcertantes, es decir, le falta fluidez, el
dramatismo de la historia y la forma vívida en que muestra su cultura y la vida
de su personaje principal, opacan sus fallos.
El personaje principal es un brujo llamado Elká
(que hoy es reconocido por su vigoroso liderazgo), desde su adolescencia hasta
su vida como líder evangelístico, es sumamente conmovedor y atrapa.
Este libro es pues una
semblanza, en muchos sentidos, antropológica de tribus prácticamente desconocida
y sin registros ni estudios al respecto, hasta que los misioneros llegaron a
grupos humanos que ni la civilización ni la modernidad ni el capitalismo ni los
estudiosos habían llegado.
Se ha criticado mucho este
trabajo de intervención con el mensaje bíblico, pero hasta antes de su llegada
nada sabíamos ni de su cultura ni del sentido trágico de su vida y que los
misioneros vinieron a mejorar. Es cierto, que muchas veces esa intervención fue
una implantación cultural occidental, pero en otros se trató de respetar sus
formas culturales, como es el caso de este libro, en el que expone las
categorías religiosas que los mismos grupos indígenas acuñaron y además fueron
estos aborígenes quienes sirvieron de instrumentos para registrar su propia
historia por escrito y así dar a conocer su cultura. De otra manera, hubieran
seguido en su status en el mejor de los casos o siendo víctimas de la
explotación de los aventureros depredadores que sólo buscaban (y siguen
buscando) como lucrar, y viviendo el infierno propio de algunas de sus
creencias.
Otro valor importante de
este libro es la enorme lección de fe de estos aborígenes, ajenos a la cultura
moderna, que luchan primero por dominar su medio circundante, un medio agreste,
inhóspito, atemorizante, lleno de supersticiones, de demonios, de espíritus
malignos, que sólo los brujos saben manejar y controlar hasta cierto punto,
aunque ellos también viven llenos de pavor y esclavos de esos espíritus y de
sus pasiones que los llevan a vivir una vida de desasosiego, atribulada,
atormentada.
La historia comienza con
una preocupación principal de Elká: que su padrastro no mate a su hermanito que
está a punto de nacer. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, llega demasiado
tarde a su rescate. Esa noche tuvo que salir, por encargo de la tribu, a
pescar. Pero un año más tarde, logra rescatar al siguiente hermano.
En ese ambiente se va
desarrollando, va asumiendo roles de mayor importancia, pero le surge un deseo:
convertirse en brujo, pues ha visto que son personas respetadas, poderosos, y
que tienen la facultad, con sus cantos, con su tabaco, de aliviar a los
enfermos, una capacidad veleidosa e incierta, pues en ocasiones falla. Estas
fallas, cuando le suceden a Elká, le pesan, lo abruman.
Cuando llegan los
misioneros estadounidenses, Elká les tiene miedo, porque ya habían tenido una
visita de hombres blancos y habían terminado muy mal.
Con los misioneros, sin
embargo, pronto establecen una buena convivencia, porque a deferencia de los
otros, estos traen medicinas, vacunas, particularmente contra la Malaria,
enfermedad recurrente en estas zonas selváticas, y no buscan tratan de
aprovecharse de sus recursos. Hasta hoy los grupos de los Wai Wai siguen
conservando sus territorios, muchos de sus valores culturales y su modo de vida,
según información disponible en el internet.
Pero, además, algo que a
Elká le intriga: los papeles de los misioneros, papeles que hablan y que hablan
de un Dios todopoderoso que dio a su hijo para que ellos tengan una mejor vida,
libre de temores y llena de amor. Al principio, Elká no cree, aunque le parece
atractivo el mensaje. Pero cuando aprende a leer y él ismo lee los textos
bíblicos, su punto de vista cambia. Sin embargo, Elká no puede hacerse amigo de
Jesús y caminar con él. Sus actividades de brujo son un impedimento y tras un
largo y tortuoso proceso, finalmente acepta a Cristo. Él es el primero de su
tribu. Y aunque sus instrumentos de brujo los conserva, ha dado un paso hacia
la fe. Quisiera dejar de ser brujo, pero tiene miedo. Los miembros de la tribu
le advierten que si renuncia va a hacer enojar a los espíritus, como el de la
Anaconda, o a sus favoritos, los de los puercos salvajes, y lo van a matar.
Pronto descubre que los espíritus que invoca en su brujería y Cristo son
incompatibles y tendrá que tomar una decisión. Y tras un largo debate consigo
mismo decide entregarles a los misioneros sus instrumentos de brujería y
entregarse plenamente a Cristo confiando en que es superior y más poderoso que
los espíritus.
Todos esperan que muera repentinamente.
Él les dice que si no muere que sigan a Cristo, pero si muere que renuncien a
él. El momento clave es cuando llegan muchos puercos salvajes, después de una
larga ausencia, y le dicen los de su tribu que vienen por él. Elká toma su
escopeta y sale a cazarlos. Y todos ven que no tiene miedo. Caza a dos y cuando
su esposa lo cocina, todos observan si se atreverá a comer la carne de puerco
que saben no son permitidas a los brujos. Si lo hace, morirá. Él come con
apetito y gusto de la parte prohibida. Todos esperan que de un momento a otro
caiga muerto. Pero para su sorpresa, no muere.
Esto convence a los de la
tribu a seguir a Jesús. Poco a poco, parientes, amigos, conocidos y hasta
enemigos van aceptando a Cristo. Inclusos, aquellos que le enseñaron la
brujería.
El libro narra que los
misioneros impiden que los indígenas se acostumbren a los productos de los
blancos, como a la ropa o las armas. Y los instan a que sigan conservando su
estilo de vida. Las fotografías que se pueden ver en internet se ve que están
en la iglesia ataviados como ellos, con el rostro y los brazos pintados, y
semidesnudos. Algunos hombres portan pantalones cortos, pero nada más. Y afirma
que son ellos, voluntariamente, quienes abandonan la brujería y las danzas
orgiásticas, el alcoholismo, la muerte de los infantes, el robo de las esposas,
el maltrato a las mujeres, el miedo a los espíritus.
El cambio es tal que a más
de 60 años (fue en los cincuentas que llegaron los misioneros a la selva a la
región del Esquibo), la penetración del evangelio ha sido tan profunda entre
los Wai Wai que aún se ven los resultados de ese cambio espiritual.
Los antropólogos (hay documentos y videos en el
internet) tratan de encontrar explicaciones al margen del evangelio de los
cambios operados en los Wai Wai, sin embargo, a pesar de que han pasado más de
60 años, el embate del evangelio es tan notable que los antropólogos no
encuentran la justificación basada en la mera sociología o antropología. Y aún
más, les intriga como es que ellos mismos se hayan encargado de propagar las
enseñanzas de la Biblia, organizándose para ir a enseñar a las tribus de
regiones cercanas y lejanas.
Una breve investigación en el internet se puede
ver el estado de la selva, y se puede encontrar información sobre las
investigaciones antropológicas, y llama la atención que este libro de Homer
Dowdy es una fuente de información valiosa en sus investigaciones.
Lástima que el libro ya sólo se puede conseguir en
inglés. Ojalá alguna editorial en español se atreviera a publicarlo de nuevo.
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