miércoles, 12 de diciembre de 2018

CHRIST’S WITCHDOCTOR


Jeremías Ramírez Vasillas

En el mundo, miles de libros se publican cada año. Simplemente en Iberoamérica se publican 200 mil libros cada año. Y basta una simple mirada a la Feria del Libro más grande de América Latina, la FIL de Guadalajara, para darnos cuenta de ese universo tan inalcanzable como las estrellas del cielo. Y muchos de esos libros tendrán una sola edición y cuando se agoten no volverán a aparecer en las librerías.
            Hace años compré el libro Un brujo que se convirtió a Cristo (Christ’s Witchdoctor), escrito por Homer Dowdy y publicado en Venezuela, en 1977, por la Editorial Libertador (al parecer ya no existe ni la editorial) y hoy es imposible conseguirlo.
Este libro formaba parte de una oleada de publicaciones testimoniales del trabajo misionero entre diversas tribus aborígenes que en los setentas empezaron a salir a la luz pública, tales como Hijo de paz, escrito Don Richardson con la tribu Sawi, de Nueva Guinea, o el trabajo de Jim Elliot con los aucas, del Ecuador, o Por esta Cruz te mataré, de Bruce Olson, que trabajó con los indios motilones en Colombia. Casi todas estas tribus vivían prácticamente en la edad de piedra, y fue la presencia de los misioneros que las hizo del conocimiento público.
            Christ’s Witchdoctor narra la difusión de la Biblia y surgimiento del cristianismo entre los Wai Wai, una tribu del norte de Brasil. Si bien la narrativa de pronto da saltos desconcertantes, es decir, le falta fluidez, el dramatismo de la historia y la forma vívida en que muestra su cultura y la vida de su personaje principal, opacan sus fallos.
El personaje principal es un brujo llamado Elká (que hoy es reconocido por su vigoroso liderazgo), desde su adolescencia hasta su vida como líder evangelístico, es sumamente conmovedor y atrapa.
            Este libro es pues una semblanza, en muchos sentidos, antropológica de tribus prácticamente desconocida y sin registros ni estudios al respecto, hasta que los misioneros llegaron a grupos humanos que ni la civilización ni la modernidad ni el capitalismo ni los estudiosos habían llegado.
            Se ha criticado mucho este trabajo de intervención con el mensaje bíblico, pero hasta antes de su llegada nada sabíamos ni de su cultura ni del sentido trágico de su vida y que los misioneros vinieron a mejorar. Es cierto, que muchas veces esa intervención fue una implantación cultural occidental, pero en otros se trató de respetar sus formas culturales, como es el caso de este libro, en el que expone las categorías religiosas que los mismos grupos indígenas acuñaron y además fueron estos aborígenes quienes sirvieron de instrumentos para registrar su propia historia por escrito y así dar a conocer su cultura. De otra manera, hubieran seguido en su status en el mejor de los casos o siendo víctimas de la explotación de los aventureros depredadores que sólo buscaban (y siguen buscando) como lucrar, y viviendo el infierno propio de algunas de sus creencias.  
            Otro valor importante de este libro es la enorme lección de fe de estos aborígenes, ajenos a la cultura moderna, que luchan primero por dominar su medio circundante, un medio agreste, inhóspito, atemorizante, lleno de supersticiones, de demonios, de espíritus malignos, que sólo los brujos saben manejar y controlar hasta cierto punto, aunque ellos también viven llenos de pavor y esclavos de esos espíritus y de sus pasiones que los llevan a vivir una vida de desasosiego, atribulada, atormentada.
            La historia comienza con una preocupación principal de Elká: que su padrastro no mate a su hermanito que está a punto de nacer. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, llega demasiado tarde a su rescate. Esa noche tuvo que salir, por encargo de la tribu, a pescar. Pero un año más tarde, logra rescatar al siguiente hermano.
            En ese ambiente se va desarrollando, va asumiendo roles de mayor importancia, pero le surge un deseo: convertirse en brujo, pues ha visto que son personas respetadas, poderosos, y que tienen la facultad, con sus cantos, con su tabaco, de aliviar a los enfermos, una capacidad veleidosa e incierta, pues en ocasiones falla. Estas fallas, cuando le suceden a Elká, le pesan, lo abruman.
            Cuando llegan los misioneros estadounidenses, Elká les tiene miedo, porque ya habían tenido una visita de hombres blancos y habían terminado muy mal.
            Con los misioneros, sin embargo, pronto establecen una buena convivencia, porque a deferencia de los otros, estos traen medicinas, vacunas, particularmente contra la Malaria, enfermedad recurrente en estas zonas selváticas, y no buscan tratan de aprovecharse de sus recursos. Hasta hoy los grupos de los Wai Wai siguen conservando sus territorios, muchos de sus valores culturales y su modo de vida, según información disponible en el internet.
            Pero, además, algo que a Elká le intriga: los papeles de los misioneros, papeles que hablan y que hablan de un Dios todopoderoso que dio a su hijo para que ellos tengan una mejor vida, libre de temores y llena de amor. Al principio, Elká no cree, aunque le parece atractivo el mensaje. Pero cuando aprende a leer y él ismo lee los textos bíblicos, su punto de vista cambia. Sin embargo, Elká no puede hacerse amigo de Jesús y caminar con él. Sus actividades de brujo son un impedimento y tras un largo y tortuoso proceso, finalmente acepta a Cristo. Él es el primero de su tribu. Y aunque sus instrumentos de brujo los conserva, ha dado un paso hacia la fe. Quisiera dejar de ser brujo, pero tiene miedo. Los miembros de la tribu le advierten que si renuncia va a hacer enojar a los espíritus, como el de la Anaconda, o a sus favoritos, los de los puercos salvajes, y lo van a matar. Pronto descubre que los espíritus que invoca en su brujería y Cristo son incompatibles y tendrá que tomar una decisión. Y tras un largo debate consigo mismo decide entregarles a los misioneros sus instrumentos de brujería y entregarse plenamente a Cristo confiando en que es superior y más poderoso que los espíritus.
            Todos esperan que muera repentinamente. Él les dice que si no muere que sigan a Cristo, pero si muere que renuncien a él. El momento clave es cuando llegan muchos puercos salvajes, después de una larga ausencia, y le dicen los de su tribu que vienen por él. Elká toma su escopeta y sale a cazarlos. Y todos ven que no tiene miedo. Caza a dos y cuando su esposa lo cocina, todos observan si se atreverá a comer la carne de puerco que saben no son permitidas a los brujos. Si lo hace, morirá. Él come con apetito y gusto de la parte prohibida. Todos esperan que de un momento a otro caiga muerto. Pero para su sorpresa, no muere.
            Esto convence a los de la tribu a seguir a Jesús. Poco a poco, parientes, amigos, conocidos y hasta enemigos van aceptando a Cristo. Inclusos, aquellos que le enseñaron la brujería.
            El libro narra que los misioneros impiden que los indígenas se acostumbren a los productos de los blancos, como a la ropa o las armas. Y los instan a que sigan conservando su estilo de vida. Las fotografías que se pueden ver en internet se ve que están en la iglesia ataviados como ellos, con el rostro y los brazos pintados, y semidesnudos. Algunos hombres portan pantalones cortos, pero nada más. Y afirma que son ellos, voluntariamente, quienes abandonan la brujería y las danzas orgiásticas, el alcoholismo, la muerte de los infantes, el robo de las esposas, el maltrato a las mujeres, el miedo a los espíritus.
            El cambio es tal que a más de 60 años (fue en los cincuentas que llegaron los misioneros a la selva a la región del Esquibo), la penetración del evangelio ha sido tan profunda entre los Wai Wai que aún se ven los resultados de ese cambio espiritual.
Los antropólogos (hay documentos y videos en el internet) tratan de encontrar explicaciones al margen del evangelio de los cambios operados en los Wai Wai, sin embargo, a pesar de que han pasado más de 60 años, el embate del evangelio es tan notable que los antropólogos no encuentran la justificación basada en la mera sociología o antropología. Y aún más, les intriga como es que ellos mismos se hayan encargado de propagar las enseñanzas de la Biblia, organizándose para ir a enseñar a las tribus de regiones cercanas y lejanas.
Una breve investigación en el internet se puede ver el estado de la selva, y se puede encontrar información sobre las investigaciones antropológicas, y llama la atención que este libro de Homer Dowdy es una fuente de información valiosa en sus investigaciones.
Lástima que el libro ya sólo se puede conseguir en inglés. Ojalá alguna editorial en español se atreviera a publicarlo de nuevo.


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