domingo, 10 de febrero de 2013

MADRE

Verte así tan desvalida, tú que has sido siempre una montaña, me hace sentirme a la intemperie, inútil, impotente. 

Sé que nadie creería, al ver tu figurita menuda, sobre tu fortaleza. Pero yo te vi, sostener con tus manos pequeñas, toda una familia, darnos de comer todos los días con un gasto y tu poderosa imaginación oteaba hacia el campo abierto que comenzaba en la puerta de la casa y allí encontrabas todos los ingredientes necesarios para siete bocas hambrientas. No hubo dificultad que te detuviera, hasta las puertas de la cárcel cuando alguno de nosotros se metió en líos, y lograste darnos ánimos para que todos fuéramos a la escuela. 

Y seguiste con los nietos, pero ya han pasado 84 años y el tiempo ha mermado tu energía. Es tiempo de que descanses, que otros hagan lo que necesitas. Y aquí estamos, tus deudores y beneficiarios, para dar devolverte un poco de luz de la que tu nos regalaste. Descansa madre, descansa. El Señor, a tu lado, vigila tu sueño.

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