domingo, 22 de abril de 2012

LA ILUSION DEL CINE: ORSON WELLES EN LA LITERATURA

La relación entre cine y literatura, o más bien, la presencia de la literatura en el cine, cuya dependencia es tal que prácticamente no hay película en Hollywood que no esté basada en un libro, en un cuento, en una novela, hasta en un cómic. Pero nunca he abordado el tema al revés: la presencia del cine en la literatura. Desde que el cine entró a configurar el imaginario del la gente, también se hizo un lugarcito en la literatura. Alguna vez les comenté esa efímera moda de los setenta de publicar, enseguida del éxito de la película, la novela. Novela que era una transcripción de la película al papel; un vano intento de que el público reviviera la película en la imaginación a través de la magia de la palabra. Fuera de esa moda efímera, el cine se ha ido abriendo paso entre las letras. Eduardo García Aguilar, afirma en su libro García Márquez: la tentación cinematográfica que “León Tolstoi auguraba cambios decisivos en el arte literario a causa del cine. Virginia Woolf diría después que ‘todas las novelas famosas del mundo no parece sino que estaban pidiendo ser llevadas al cine’. La cinematografía cayó sobre su presa con extraordinaria rapacidad y hasta el momento subsiste en gran medida sobre el cuerpo de su desgraciada víctima”. Y el cine fue abriéndose paso en la literatura al grado de que no es extraño que aparezcan personajes fílmicos o actores o directores como personajes literarios. Ya comenté en este espacio la novela Tarzán en Acapulco. Y acabo de leer la última novela de Tomás Eloy Martínez, Purgatorio, que habla sobre la dictadura argentina y las profundas heridas que ha dejado y las atroces cicatrices aún palpables en el alma de los argentinos. La novela narra la historia de Emilia Dupuy, hija del médico Orestes Dupuy, propagandista e ideólogo de la dictadura, que, incomodado por su yerno, lo hace desaparecer, dejando a su hija en una viudez indefinida, alentando en ella la esperanza de que algún día encontraría a su marido. Cuando ella ya ha cumplido 60 años lo encuentra en un restaurante en Estados Unidos, donde ahora ella vive. Allí está, como siempre, discutiendo sobre cartografía, su profesión, y tan joven como cuando desapareció. A partir de este arranque mágico y sorprendente se desarrolla una de las novelas más intensas y emotivas que he leído. En una serie de flash backs vamos conociendo su trágica y dolorosa historia de amor vacío, víctima de su propia familia. Cuando llegan las olimpiadas a Argentina, la junta militar busca desesperadamente limpiar su imagen, para ello llaman de nuevo al Dr. Dupuy, su aseador de oficio. El Dr. Dupuy encuentra lo que él piensa es el acto perfecto para dejar resplandeciendo de blanco las manos asesinas de los militares: hacer una película, una grandiosa película como Los dioses del estadio de Albert Speer, documental sobre la olimpiadas de 1936 en Berlín. Y para lograrlo piensa que nadie lo hará mejor que el genio del cine norteamericano: Orson Welles. Viaja a los Estados Unidos a entrevistarse con Welles. La entrevista con el cineasta es uno de los pasajes memorables de la novela. Welles habla de la magia del cine. Le dice: “En el cine se pueden crear todas la realidades que quieras, imaginar lo que todavía no existe, detener el tiempo en el pasado, deslizarlo hacia el porvenir”. En efecto, el cine, un arte que se mueve en el tiempo, como afirmara Tarkovski en su libro Esculpir en el tiempo, el cine es el arte mágico que nos permite hacer lo que parecía imposible: viajar en el tiempo. Es interesante esta entrevista que retrata muy bien el carácter de Welles. El dr. Dupuy llega a Beverly Hills, donde vive Wells, y le habla de habla del mundial que se celebrará en Argentina y el propósito de la película; Welles le habla de la magia, incluso de la magia argentina: “A lo mejor podemos llegar a algún acuerdo, Charlie (como le dice a Dupuy). Como quizá sepas, hace ya mucho tiempo yo hice temblar a mi país con un programa de radio (habla de la célebre transmisión de la novela La guerra de los mundos, de H.G. Wells, que Orson transmitió en 1938 como si fuese un noticiario provocando pánico entre la población). Convencí a dos millones de personas de que los marcianos estaban invadiendo New Jersey. La gente salió a las carreras, enloquecida de miedo. El arte es ilusión Charlie, la realidad es ilusión. Las cosas existen sólo cuando las ves, se podría decir que tus sentidos crean los objetos. Pero ¿qué pasa cuando ese algo inexistente se levanta y te devuelve la mirada? Deja de ser un algo, te revela que existe, se rebela, es un alguien con densidad, con intensidad. No puedes desaparecer a ese alguien porque podrías desaparecer tú. Los seres humanos no son ilusiones, Charlie. Son historias, son memorias, son imaginaciones de Dios, así como Dios es la imaginación de todos nosotros. Si borras un solo punto de esa línea infinita borras también la línea entera, y en ese agujero negro podemos caer todos”. Entonces Welles le propone crear, con efectos especiales, el famoso documental. Dupuy no está de acuerdo y Welles le hace un acto de magia en su cara: destroza su reloj de 20 mil dólares y se lo devuelve íntegro. Y argumenta que el cine es ilusión y pueda hacer palpable lo que no existe: “El documental que tengo en mente te va a costar dos millones como máximo. La mayor parte se invierte en trucos, efectos, juegos de montaje. No hace falta estadios, jugadores, público. Lo que vamos a crear es ilusión. Como en el radioteatro de marcianos. Sin discursos políticos, sin alabanzas patrióticas, yo no toco esas cuerdas”. Y como Dupuy no acepta e insiste en su famoso documental real, no en una película de trucaje, Welles concluye severo: “Te hago un trato Charlie. Yo pongo mi magia en ese documental y tú me pagas con tu magia. Sigo sin entender Orsten. ¿No entiendes Charlie? Te hago la película gratis, con el mejor mundial de futbol que se haya visto, y tú y tus comandantes hacen aparecer a los desaparecidos”. El doctor Dupuy regresa argentino desolado, desconcertado. La magia de los militares se había acabado. Pronto se derrumba con la guerra de las Malvinas. Se descubre el truco y se hunden para siempre. Si esa entrevista se hubiera realizado de verdad es seguro que Welles hubiera reaccionado de esa forma. Pero además, esa entrevista es la clave del libro. Empieza apareciendo un desparecido, el marido de Emilia Dupuy, y termina con la desaparición de Emilia quien con su marido recuperado decide desaparecer navegando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...