domingo, 6 de junio de 2010

EN MEMORIA DEL REINO


El pasado sábado 29 de mayo (2010) Baudelio Camarillo presentó la versión bilingüe (español-francés) de su libro En memoria del Reino, en la sala audiovisual de la Unidad de Extensión de la Universidad de Guanajuato campus Celaya-Salvatierra.

Este poemario vio la luz en 1993 tras ganar el Premio Nacional Aguascalientes. Y por primera vez, desde que conozco a Baudelio, tuve el privilegio de presentar un libro suyo.

A Baudelio lo conozco desde 1986 cuando llegué del DF a esta ciudad de Celaya. La experiencia de abandonar mi ciudad natal fue como salir del calor agradable de una casa a un ambiente nevado. Yo, chilango hasta los huesos, me sentía perdido en esta pequeña ciudad, con un ambiente rural fuertemente asentado entre sus calles, contrario plenamente a mi animal urbano.

La amistad de Baudelio, y otros amigos también inclinados al arte, fueron mi tronco que me salvaron de perecer de del naufragio de la abulia que significó abandonar una ciudad que la llevaba (y llevo) sellada en los más hondo.

En 1990 regresé a mi DF querido para encontrarme que el caos de mi ciudad no me amoldaba. Volví a Celaya en 1993, justo cuando Baudelio ganaba el Premio de Poesía Aguascalientes. Me dio mucho gusto saberlo y recibir ese pequeño tomo de poemas delicados y exquisitos.

Baudelio ha seguido produciendo poemas y libros y poco a poco su arte ha ido trascendiendo fronteras. Ahora es autor de un buen puñado de libros: Espejos que se apagan (1989), La casa del poeta y otros poemas (1992), En memoria del reino (1994), y Poemas de agua dulce (2000), entre otros.

En memoria del reino, en esta edición bilingüe, es un pequeño tomo en gris, elegante y sobrio en donde nos encontramos que el poeta, inconforme con algunos versos, ha sacado su caja de herramientas y le ha ajustado las tuercas a algunos de ellos.

El libro está configurado por cuatro secciones que marcan una especie de ruta en el ciclo vital de una persona que va de la infancia a la madurez. Empieza con una sección que denominó “Río Guayalejo”, donde Baudelio revive sus vivencias infantiles con la sutil mirada del poeta:

Todos los días, por la angosta vereda
que nos dejaron los abuelos,
bajamos hasta el río
como bajan los pájaros al atrio de la iglesia.

Este es otro fragmento emblemático:

Un enorme sabino con tres siglos de sombra
hunde sus largas ramas en el río.
Desde su copa el sol salta desnudo al agua.
Se sumerge y emerge y nada hasta la orilla
y nuevamente sube y se lanza.
Así es todos los días.
Cuando llegue el invierno
le haremos un lugar en nuestro patio
y él, que todo lo graba en su memoria,
nos hablará del tiempo en que la luz
andaba por la tierra sonando cascabeles.

La siguiente sección aborda un tema de “río abajo”, como él dice para referirse a la vida adulta: el amor. Se adentra en el dulce río de la mujer y nada en él con el mismo gozo con el que nadó el río Guayalejo:

Más allá de tu nombre están las playas.
Eres agua que abrazo con los cinco sentidos.
Voy hacia todas partes,
bebo en todas tus luces,
te lleno de palabras
y gaviotas

Pero el río de la mujer es un río peligroso que en ocasiones desemboca en la decepción, en el dolor, en la tortura:

He entrado en la ciudad como entrar en la niebla.
Después de haber amado el alma queda a oscuras.
Andaré como el viento tocando viejas puertas,
hiriéndome la sombra contra los largos muros.

Se han quedado en mi voz las últimas estrellas:
lo que escribo es ceniza.

Una vez en río abajo no todo está perdido: se puede remontar río arriba, hacia la redención de quien ha conocido el infierno del abandono. El poeta, hoja mecida por el viento, tiene la facultad de, en medio de los escombros, fijar su mirada en las estrellas y encontrar en lo sublime el camino de salida de la ciudad de los escombros y entrar al reino de las palabras, a la “casa del poeta”, como tituló la última parte de su poemario:

La casa del poeta es tibia
y aroma sus estancias la piel de la Diosa venerada.
Todo ahí son altares donde la luz oficia plenitud
y en el rincón más mínimo
la inteligencia consagra sus ofrendas.

Entrar ahí es conocer por dentro el corazón
de quien canta en la cima más alta del mundo,
es recorrer por dentro el ojo que nos mira,
es olvidar por un instante nuestra ración de sombras.

Este libro de poemas es como una copa de cristal. Hay en su poesía una enorme delicadeza, como si tocara las cosas con las manos tibias. Transcurre por sus poemas una serpiente de agua que recorre y enlaza todos los poemas y los endulza. Pero en entre transcurrir del agua y de la luz, acompañadas por sus damas de cortejo, como la luna, acecha el desierto, el dolor, la ruina, la muerte, el abandono. La noche acecha con su gran sombra pero finalmente triunfa la luz a pesar de la melancolía, del dolor por la ausencia.

Este poeta de voz suave y andar delicado, tiene una potente voz que esperamos se alce aún más alto, con las notas precisa de quien domina con maestría las palabras.

1 comentario:

  1. Es grato saber que la poesía en el estado de Guanajuato continúa cultivándose. Por un momento, al leer algunos de los versos de esta entrada, estuve de vuelta por recostado bajo los sabinos.
    Un afectuoso saludo desde esta contaminada y acelerada Ciudad de México.

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