sábado, 30 de octubre de 2021

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO: Julio Verne


Jeremías Ramírez

Esta novela, si bien es cautivante, tiene muchas fallas narrativas; la más grave es que de pronto se olvida de mostrarnos las acciones y cae en la explicación, matando con ello la emoción del lector de ir descubriendo los hechos.

Al principio pensé que estos fallos se debían a una cierta desesperación por terminar que o empuja a ese apresuramiento. Recordemos que Verne escribió una enorme cantidad de obras porque su editor le exigía más y más y, por momentos, es probable que sufriera de fatiga. 

Sin embargo, ahora descubro que hubo mano negra. Esta fue la primera novela de Verne que se publicó poco después de su muerte, de hecho fue en el mismo año en que él murió: 1905. Y se sabe que el hijo de Verne, Michel, le hizo algunas modificaciones antes de publicarla, pues había escrito uno de los capítulos, añadió algunas frases de estilo distinto y edulcoró al personaje de Vázquez. 

Aún así la novela tiene su encanto y nos permite familiarizarnos con una zona poco conocida de nuestro planeta: el extremo sur del Continente americano, al final de la Patagonia, cerca de donde Fernando de Magallanes alcanzó la gloria y fama al descubrir y atravesar la puerta que lo llevaría por una nueva ruta a las islas orientales donde estaban las codiciadas especias, el hoy llamado “Estrecho de Magallanes”.

La historia que cuenta es sencilla y en ella, de manera excepcional, no despliega sus enormes conocimientos científicos a los que era muy proclive insertar en sus narraciones. Aquí se concreta a narrar los conflictos a los que se enfrentan sus personajes.

Este faro original fue construido en 1884 en por el gobierno argentino, cuando la División Expedicionaria al Atlántico Sur, al mando del comodoro Augusto Lasserre, estableció en la isla de los Estados una subprefectura marítima, un penal y una estación de salvamento para auxilio de los numerosos naufragios que se producían en las inmediaciones del cabo de Hornos. 

El faro era una casa de madera de roble de 16 lados, y 5 metros de alto. El tejado estaba recubierto de lona impermeable. Su equipo luminoso estaba constituido por 8 lámparas fijas de queroseno colocadas detrás de unas ventanas cuyos cristales eran lentes de Fresnel. 

La novela inicia cuando el faro acaba de ser construido y un grupo conformado por tres torreros son llevados por un navío militar para iniciar su operación Y, a su vez, recoge a los trabajadores que construyeron el faro para llevarlos a Buenos Aires. Pero volverá en tres meses para hacer el primer relevo. Y durante ese tiempo los torreros deberán encender al atardecer el faro y apagarlo al llegar el alba del nuevo día. Además, de darle el mantenimiento adecuado, y registrar todos los sucesos que se lleven a cabo en esa zona: navíos que logren avistar, distancia y dirección por la que hagan su recorrido…

Las primeras semanas todo transcurre con excesiva calma; hay días que no avistan navío alguno y el mar parece un animal dormido. A estas alturas de la novela no se avizoraba en el horizonte el conflicto que dinamizara el relato; sin embargo, Verne, como buen prestidigitador, de pronto saca el as de la manga.

Sucede que en esa isla se refugia una banda de piratas, ladrones y asesinos que han huido de la justicia, pero que además han encontrado en ese lugar solitario un buen sitio para amasar una fortuna. Escondidos entre los riscos y las cuevas acechan a los navíos que tienen la desgracia de accidentarse. Entonces salen de su escondrijo y saquean las naves. Y si hay sobrevivientes, los asesinan. Ya llevan varios años amasando una fortuna la cual quieren disfrutar en algún país lejano, pero necesitan un barco que se preste para tomarlo a la fuerza. 

Cuando están esperando el milagro, advierten la llegada del barco militar y contemplan la construcción del faro, un faro que no les favorece en nada, porque evitará que los barcos sigan accidentándose. 

Cuando se termina la construcción, el barco militar recoge a los trabajadores y dejan a los encargados de la operación. Poco tiempo después los malhechores logran capturar un navío que encalla y la tripulación perece al huir y se ahogan en el mar. Sin embargo, el barco sólo sufre pequeñas averías que los piratas pueden reparar. Y el mejor lugar para hacer las maniobras está muy cercano al faro. Viajan hacía allá y cuando dos de los torreros van a prestar ayuda son asesinados artera y cobardemente, y sólo sobrevive quien en ese momento está en la cúspide del faro: Vázquez. 

Cuando Vázquez advierte la agresión huye y se esconde en las cavernas que abundan en esa isla argentina. Allí descubre la cueva donde los malhechores han almacenado sus víveres. Para sobrevivir los dos meses que faltan para que llegue el navío militar, les hurta lo necesario. Y se mueve por las grutas con cautela para que no ser encontrado por los piratas que al principio lo buscan, pero concluyen que como está sólo y sin alimentos no podrá sobrevivir mucho tiempo.

Cabe señalar que esta sobrevivencia de casi tres meses es bastante inverosímil, nada parecido a la que hicieron los náufragos en Isla Misteriosa donde cada paso estaba justificado y era lógico, aunque ahí lo inverosímil se diera en esa armonía de los sobrevivientes. 

Mientras espera el regreso del navío, un deseo bulle en el alma de Vázquez: liberar al faro porque muchos barcos están en peligro de accidentarse, lo cual sucede varias veces. 

Uno de esos barcos accidentados es beneficioso para Vázquez porque no sólo encuentra víveres y armas (entre ellos algunos cañones, pólvora y balas) sino además un sobreviviente: el segundo a cargo de la nave accidentada, quien se convierte en su compañero de lucha.

Obviamente presentimos cómo terminará el relato: con el triunfo de los buenos, triunfo que les costará mucho lograrlo, pero al fin lo logran. Podríamos decir, que este final es similar al modelo narrativo de Hollywood: el final feliz. De hecho, las novelas de Verne tienen un final hacia arriba en las que acaban venciendo los buenos.

Pero paralelamente a la trama, una virtud que tienen las novelas de Verne es ampliarnos la visión de la geografía y de muchos temas que expone generosamente y a detalle. 

Hoy, gracias al internet, podemos además ver lo que Verne narra, es decir, como en esta novela, buscar dónde exactamente está la Isla de los Estados, que forma tiene, cómo es, ¿existe el faro?, cuáles son sus condiciones climáticas…

En suma, Verne nos lleva de paseo por el mundo y sólo pide de nosotros la generosidad infantil del asombro. Quizá esto es de lo que yo carecía cuando le pedí a esa esa novia sus libros de Verne y ella me los negó. Sin embargo, poco a poco, la he ido cultivando desde entonces.

Si usted tiene un poco de imaginación y quiere divertirse en grande, las novelas de Verne le permitirán disfrutar las maravillas de nuestro mundo cuando aún la modernidad no lo había estropeado. Ah, y además son un terreno propicio para cultivar nuestra capacidad de asombro.


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