domingo, 23 de mayo de 2021

AMOR Y EXILIO Isaac Bashevis Singer


 

Jeremías Ramírez

La autoficción es un término relativamente reciente que se está haciendo muy popular tras éxitos literarios de libros hechos bajo este subgénero como Mi Lucha del noruego Karl Ove Knausgård, entre otros. 

El término “autoficción” es un neologismo creado en 1977 por Serge Doubrovsky  para designar el género en el que él había escrito su novela Hijos

La autoficción consiste en escribir la historia personal con las herramientas de la novela y se diferenciaría de la autobiografía en que esta narra lo que realmente ocurrió, mientras que en la autoficción la autobiografía es modificada ya sea en los nombres de los personajes —menos el del autor— o de los lugares o las fechas o ciertas circunstancias. Podría decirse que en la historia del autor hay una cierta ambigüedad. La narración biográfica se apega a los hechos lo mayormente posible; la autoficción rellena con datos ficticio bien para no afectar a otros bien para darle mayor intensidad dramática o mayor colorido o intensificar el ambiente en que se mueven los personajes. 

Aunque el término sea nuevo este subgénero ha estado presente a lo largo de la historia de la literatura. Muchos escritores, desde varios siglos atrás, han usado esta técnica para narrar supuestos hechos personales o biográficos, pero alterando circunstancias complicadas o reinventando parte de la historia. De hecho, como nos decía una maestra en la Facultad de Filosofía y Letras, que la creación literaria hay una enorme dosis de HP de sus autores, es decir, de historia personal y cuyo resultado es una cierta forma de autoficción.

Digamos que la mayoría de los escritores narran sus propias vivencias envueltas en un ambiente ficticio para ocultar la identidad real de sus personajes y sus hechos, sobre todo de los que no se sienten orgullosos, pero siempre con el temor, --como el mono escritor de Monterroso que se autocensuraba presagiando que sus conocidos se iban a reconocer y se iban a enojar--, de que el lector cercano al autor, y que conoce los hechos, pueda identificar de quién o de qué se está narrando.

En Amor y exilio, supuestamente es un largo relato autobiográfico del escritor judío polaco y Premio Nobel de Literatura 1978, en el que narra su vida desde que tenía cuatro años, en 1908, hasta 1935 o 36 cuando tenía 32 años y acaba de conseguir su residencia permanente en Estados Unidos.

Es un libro de 430 páginas escrito con garra, con pasión, con una buena dosis de conflicto dramático en el que narra sus angustias existenciales desde que era niño y se planteaba preguntas complejas que cuestionaban las enseñanzas que recibía en su casa sobre Dios, sobre la Torá, sobre los textos explicativos judíos, como la Guemerá, en suma, sobre todo aquello que es muy importante para los judíos.

La narración arranca cuando recién sus padres se acaban de establecer en Varsovia. Con lujo de detalle va contando los pormenores de su vida familiar y el trato que tiene con sus padres y con su hermano mayor, que le sirve de modelo a seguir. Su hermano es el primero que se rebela y empieza a leer obras censuradas en su casa y en su comunidad y empieza a asumir un estilo de vida ajeno a las costumbres judías. Es decir, rompe con la disciplina y la tradición.

Desde esa temprana edad nos narra su enorme curiosidad por saber todo y sus ansias por aprender a leer para no depender de sus padres, quienes son los que leen para él lo que ellos quieren que aprenda. Y tan pronto adquiere la habilidad empieza a buscar libros restringidos por su familia, particularmente los de filosofía. Y ya desde esa edad tiene hambre por conocer todo y por resolver las dudas existenciales que lo acosan: quién hizo a Dios, por qué existe el mal y el sufrimiento, cómo inició la vida… Y con cierta frecuencia se pregunta: ¿En verdad Dios se preocupa y se ocupa de cada individuo? Si es así, porque hay gente que sufre y se la pasa muy mal, por qué los animales son asesinados brutalmente para que otros se deleiten con su cadáver…

Par satisfacer esta sed de conocimiento primero acosa a sus padres, luego a su hermano que lo motiva a buscar respuestas fuera del ámbito familiar y religioso de su comunidad. 

Durante parte de su infancia esta es su principal ocupación, además de estudiar en la Yeshivá (escuelas religiosas judías) las sagradas escrituras, particularmente, la Tora, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Y muchos de los libros sobre comentarios a la Torá que a lo largo de la historia sus sabios han escrito y legado como una herencia a sus descendientes.

  A pesar de sus esfuerzos por resolver sus dudas llega a la adolescencia sin respuestas y con más dudas para enfrentarse a nuevos problemas derivados de la llegada a la adolescencia: el sexo y el amor.

Su paso por estos aciagos años del despertar sexual desenfrenado se suma su orgullo personal de no depender de nadie y trata de vivir con sus propios medios trabajando como corrector de pruebas en una revista judía que publica textos en yiddish. Su magro sueldo apenas le permite sobrevivir en la frontera con la miseria, pero logra puede palear con algunas mujeres mayores que se enamoran de él y le aportan algunos medios necesarios. 

Su hermano, por su parte, logra progresar como escritor y articulista, y su éxito le permite casarse y ser contratado por una revista judía de Nueva York que le otorga un buen salario y finalmente. La aceptación de sus publicaciones en el público norteamericano le permite emigrar, y tan pronto se establece empieza a hacer gestiones para llevarse a Isaac.

Isaac, por su parte, conjuga su trabajo como corrector con la publicación de artículos y narraciones y escribe su primera novela: Satán en Goray, que para mi tristeza no nos dice cómo fue su proceso creativo. 

Al caos amoroso se suma su caos existencial y religioso que se intensifica cuando su hermano logra conseguirle los documentos y el dinero para que Isaac se vaya a Estados Unidos. Para entonces Hitler ha subido al poder y los judíos se dan cuenta que los aires de amenaza se ciernen en Europa, aunque aun creen que las cosas se pueden componer. 

Cuando Isaac finalmente abandona Polonia, tienen que viajar en tren a Francia de donde saldrá el buque que lo llevará a Nueva York. En ese viaje de Polonia a Francia se ve obligado a pasar por Alemania y le permite ver de cerca el acoso de los alemanes contra los judíos, aunque a él, curiosamente, nadie lo molesta.

La última parte del libro nos narra sus primeros meses en Nueva York. Este capítulo lo titula “Perdido en América” y nos narra la parte más patética de un hombre que no acierta ubicarse y se la pasa encerrado en un cuartucho intentando escribir, pero no logra más que balbuceos inciertos. Y así llegamos al final del libro.

Yo me preguntaba si así de caótica y miserable fue su vida. Así que me puse a investigar y me di cuenta que el libro no era totalmente autobiográfico sino una autoficción. Para empezar, los personajes, sobre todo de mujeres, tienen otros nombres y son diferentes a como las pinta. Y cuando llega a Nueva York trabaja “…para el Jewish Daily Forward con diferentes seudónimos. Pronto publica la novela El Mesías pescador, por entregas durante 5 meses. La novela no se traduce en inglés, pero el tema es similar a Satán en Goray, esta vez contando la historia del sucesor de Sabbatai Zevi en el siglo XVIII, que fue Jacob Frank”.

Es decir, tan pronto se asienta en Nueva York no anda errabundo o encerrado en un cuartucho sin escribir una línea coherente, como dice el libro, sino que anda muy activo. 

En el libro jamás habla de su matrimonio en Polonia con Runia Shapira, de quien se separa cuando emigra a los Estados Unidos. Y tampoco nos dice que desde 1935 era parte del personal del Jewish Daily Forward como corresponsal extranjero. Y que, por gestiones suyas, no de su hermano, escapa de Polonia “ante el temor de la ofensiva nazi, y emigra a los Estados Unidos. Tras separarse de su esposa y de su hijo, Runia, su mujer, se convierte en comunista y irá a Moscú y más tarde a Palestina”. 

En la última oración con la que cierra el libro dice: “Estoy perdido en América, perdido para siempre”. Pero más bien somos nosotros, los lectores, los que no ha dejado perdidos ante una historia ciertamente cautivante pero que no es real más que en ciertos detalles que no logramos identificar en medio de tanta ficción.

De cualquier forma, el libro tiene una buena prosa, disfrutable, y nos permite adentrarnos en ese ambiente judío de los años veinte en Polonia antes de que se les cayera el mundo encima. Leyendo sus novelas nos damos cuenta que era un hombre que conocía a fondo su historia, su cultura y su religión. Y a pesar de que se dice lejano a la fe judía, sus libros dan fe que era un hombre sumamente versado en su religión ancestral. 



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