domingo, 1 de noviembre de 2020

FATIK Y EL JUGLAR DE CALCUTA


Jeremías Ramírez

El cine y la literatura tienen un vínculo muy estrecho: ambos se usan para fines similares, bien documentar un hecho o explicarlo o narrarlo.
Por lo anterior, lo cineastas transitan hacia la literatura como quien se interna en un paraje conocido. 
Ya desde los primeros años del cine, a finales del siglo XIX y principios del XX, el cine como arte nuevo que sólo había retratado la realidad que encontraba frente a la lente, tuvo en anhelo de internarse en el territorio narrativo, que la literatura tenía siglos explorando sus confines.
La famosa película de Meliés, Viaje a la luna (1902) es innegable que se basó en dos novelas: De la tierra a la luna, de Julio Verne, y Los primeros hombres en la luna, de H.G. Wells.
En esta relación tan estrecha, no es extraño encontrar cineastas que también escriben o escritores que hacen cine, como Paul Auster, escritor neoyorquino.
El cineasta hindú Satyajit Ray es el contrario: es un cineasta con una larga producción fílmica: realizó 37 películas, y en muchas de ellas fue guionista, camarógrafo, vestuarista, y diseñador de decorados y compositor de las pistas musicales, es asimismo un escritor. En español se conocen estos libros: El bucanero de Bombay, Fatik y el juglar de Calcuta, Las aventuras de Feluda, Las monedas de oro de Yahangir, Noche de índigo.
Yo leí hace muchos años Noche de índigo en el que recoge algunos de sus mejores relatos publicados en su revista Sandesh, y me gustó mucho. Recientemente encontré Fatik y el juglar de Calcuta en una feria del libro, y lo compré sólo porqué vi su nombre, pues es un cineasta que admiro a partir de dos películas que vi de él: Aparajito y El mundo de Apu, que puso en circulación en México, CONACULTA.
Fatik y el juglar de Calcuta es un libro para niños y, por ello, bastante breve: apenas tiene 121 páginas y varias de ellas tienen ilustraciones de la historia.
Fatik es un niño hijo de un abogado pudiente que un día es secuestrado. Para mala fortuna de los secuestradores, chocan en la carretera. Varios de ellos mueren. Fatik sale despedido por una de las ventas y cae en un campo abierto en el que se golpea la cabeza con una piedra y queda desmayado. Este golpe hará que pierda la memoria. Tan pronto se despierta se aleja del lugar y cuando camina por la carretera se vuelve a desmayar. Despierta, horas después, a bordo de un camión de carga. El chofer lo ha levantado y se lo lleva consigo, y quiere llevarlo a la policía para ver si logran ponerse en contacto con su familia, familia que Fatik no recuerda. Mientras lo curan en una farmacia, negándose a que lo lleven a la policía (por un temor infundado), huye cuando le permiten ir al baño. En un tren al que se sube sin pagar se encuentra con un malabarista, Arun Mustafi, el cual se autodenomina “juglar”.  Este hombre lo lleva con un amigo que tiene un restaurante para que le dé alojamiento y ahí empieza a trabajar como mesero. Y en sus días libres acompaña a Arun a verlo trabajar en las plazas públicas. De pronto aparecen en el restaurante dos hombres que no dejan de observarlo. Estos hombres son los secuestradores sobrevivientes que quieren secuestrar de nuevo a Fatik. Con la ayuda de Arún logran burlarlos. En esa huida la memoria de Fatik regresa y recuerda quién es. 
Como pueden ver, es un relato sencillo que de pronto, ante tanta desgracia que hemos leído de niños que se extravían, este relato se siente fantasioso, poco verosímil, pero hay que pensar que va dirigido a un público infantil con el propósito de resaltare el valor de la amistad.
Fatik y el juglar de Calcuta es un relato encantador, lleno de esperanza, de amistad sincera, de solidaridad, de lealtad escrito con tal gracia que se le perdona el tono hiperbólico del relato.
Ante tanta noticia trágica, este libro es un respiro. Ah, y vean sus películas. En Youtube, se puede encontrar Pather Panchali subtitulada en español.  


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