sábado, 15 de agosto de 2020

ANNE WITH AN E Una serie televisiva sobre las aventuras y desventuras de una huérfana

Jeremías Ramírez Vasillas

Vladimir Nabokov, en su libro Curso sobre literatura europea, afirma que “las grandes novelas son grandes cuentos de hadas”.
            No lo había considerado así, pero tiene razón: una novela (o cualquier arte narrativo de ficción), por más realista que sea, en realidad es un constructo imaginativo, una historia idealizada, imaginaria, cuya arquitectura se puede parecer a la realidad, pero no es la realidad, en todo caso, es el summum de la realidad, entiendo este como el conjunto de anhelos, sueños, de sentimientos que toda obra narrativa expresa, independientemente del vehículo que use; puede ser una historia de ciencia ficción (como 1984, de George Orwell), o ubicada en una ficticia edad media (como en El Señor de los anillos, de Tolkien) o en un mundo fantástico (como Crónicas de Narnia de C.S. Lewis) o en Marte (como Crónicas marcianas) o en la Luna (como Los primero hombres en la luna, de H.G. Wells), pero todas estas obras tienen algo en común: todas hablan de los anhelos, los sentimientos de justicia o frustración, de los sueños, o quizá de los contrario, de ese sustrato de maldad, de injusticia que también se alberga en el alma humana.
            Anne with an E, la serie que lanzó Netflix y se convirtió en un fenómeno, es justo un cuento de hadas, donde, a pesar de las dificultades, frustraciones, sufrimiento de la protagonista, la huérfana Anne, “mágicamente” ángeles corpóreos aparecen para ayudarla a conseguir sus anhelos de libertad, de amor, de fraternidad, de gozo, de vivir la vida con intensidad, al grado de rayar en la inverosimilitud con tal de abonar a la intensidad emocional que lleve a las lágrimas a los espectadores.
            La historia se ubica en una isla canadiense a finales del siglo XIX y comienza cuando un par de hermanos (Matthew y Marilla), dueños de una granja, ya viejos y ambos solterones, deciden adoptar a un niño, pero del orfanato les mandan una niña de unos doce años, pecosa, pelirroja, flaca que no para de hablar y de fantasear. Marilla quiere devolverla, pero Matthew se ha encariñado con esa parlanchina y no quiere. Un malentendido hace que la manden al orfanato de regreso, pero pronto descubrirán el error y tratarán de enmendarlo, aunque les cuesta lograrlo. Una vez que Anne está de regreso, casi de inmediato la adoptan formalmente como hija. Sin embargo, el pasado de Anne choca con las buenas costumbres del pueblo y sufre constantes rechazos de adultos y jóvenes que le dificultan insertarse en esa sociedad cerrada y ser aceptada incluso en la escuela. Pero el ingenio, la imaginación y la tozudez de Anne le permite imponerse a las dificultades e incluso convertirse en heroína en varios capítulos hasta convertirse en líder. La historia concluye en tres series cuando Anne finalmente termina su educación básica y es aceptada para cursar estudios universitarios.
            Yo me he preguntado muchas veces por qué un personaje pobre, desvalido, desafortunado se vuelve entrañable para el público.
            Hace muchos años, en una clase de cine en la universidad, un maestro, explicando los gags cinematográficos (secuencias cómicas) nos decía que, si tiramos una cáscara de plátano y pasa un hombre rico, soberbio, pedante y la pisa y resbala y cae, es un gag pues toda la gente se ríe. Pero si quien resbala es una anciana pobre, el público no se ríe. Entonces es una desgracia. Y esto es así porque, al parecer, hay en el alma de la gente un anhelo de justicia, del bien. Y cuando la búsqueda de este anhelo de justicia es encarnada por un personaje débil y triunfa se vuelve entrañable. Tal vez e todos nosotros, seres insignificantes, queremos que nuestra vida tenga valor y admiramos a quien simbólicamente lo logra.
            Anne es una niña cuya orfandad hace que anhele con mayor ímpetu la libertad, la paz, el amor, la fraternidad, la amistad, y lucha con inteligencia para lograrlo. Capítulo a capítulo vemos sus peripecias en los que sus anhelos a veces se logran, pero en otras fracasa, pero al final, siempre obtiene un saldo a favor.
            Pero en cada capítulo la historia flota en un ambiente de ensueño, con bellísimos paisajes, fragmentos de grandes obras, personas afables rayando en lo imposible, y alcanzando sueños que llegan a parecerse los finales de los cuentos de hadas.
            Todo ello hace que Anne with E sea una entrañable serie que tiene miles de seguidores quienes perdonan los fallos narrativos o sus cuñas (capítulos forzados que están fuera de época y de lógica), con sus giros dramáticos a modo o con el abuso excesivo de la elipsis. Se notaba que tenían prisa por avanzar. También hay personajes que parecen monigotes de cartón, o estatuas de decoración: jamás cambian ni evolucionan. Parecen los parajes imperturbables donde Anne vive y se desarrolla.
            Lo que sorprende es que de pronto aparezcan capítulos donde claramente se nota el apañamiento del autor, la mano negra, la introducción de temas incluso anacrónicos, es decir, fuera de época, o argumentos que es difícil que se plantearan a finales del siglo XIX. Habrá que leer la obra original, Ana la de Tejas Verdes, la cual fue escrito en 1908 por la novelista canadiense Lucy Maud Montgomery (1874-1942) cuyas tramas se desarrollan principalmente en la isla del Príncipe Eduardo, donde la autora vivió su infancia en casa de sus abuelos maternos. De hecho, la novela tiene fuertes tintes autobiográfico, pues la autora se quedó huérfana de niña y vivió con sus abuelos. El éxito de este libro permitió que la autora, luego de casarse, siguiera escribiendo varias secuelas, además de escribir otras obras literarias, pero ninguna tuvo el impacto de su ópera prima.
            La serie termina abruptamente en la tercera temporada (pese a que se habían planeado cuatro) y por ello deja cabos sueltos (como el destino de la indígena amiga de Anne que es recluida en un orfanato religioso como si estuviera prisionera) y abusa en el último capítulo bárbaramente de la elipsis para tratar de terminar y atar algunos cabos dramáticos y llegar a la meta con un final feliz ultra endulcorado. De esta manera los espectadores se quedan en paz, pero anhelando un poco más de pastel, pues simbólicamente, los anhelos que encarnaba Anne han sido cumplidos y pueden dormir en paz.
            La terminación abrupta, se dice, fue por un conflicto entre los realizadores y Netflix los llevó a romper el contrato y cerrar la serie. Y no valieron las miles de firmas de los seguidores de la serie.
            Ahora se dice que está en puerta la reanudación de la serie, pero también se dice que los realizadores están tratos con otras empresas de streaming que les ofrezcan mejores condiciones.
            A pesar de algunos aspectos inaceptables o poco creíbles, hay cosas interesantes en esta serie que bien le pueden ayudar a pasar de mejor manera una pandemia que se alarga infinitamente como hebra de aceite.
            Hasta la próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...