domingo, 5 de julio de 2020

LAS TRES INTELIGENCIAS DEL SER HUMANO

 Jeremías Ramírez Vasillas

Steven Mithen[1], investigador de la Universidad inglesa de Reading, afirma que el hombre primitivo tuvo que desarrollar tres inteligencias para convertirse en ser humano:

1)    inteligencia técnica (para construir herramientas),
2)    inteligencia de la historia natural (para entender el paisaje, y la flora y la fauna que le rodeaba)
3)    inteligencia social (para poder vivir en grupo, factor importante de sobrevivencia). Esta inteligencia social se manifiesta en este sentido más profundo de cuidar a los demás, en particular a los desvalidos, a los heridos, a los necesitados. Y es la única inteligencia que nos hace realmente humano, pues uno encuentra sentido a la existencia en la convivencia con los demás. También aquí entra la labor pedagógica. El egoísmo a ultranza es un suicidio individual y colectivo.

Esta cita la encontré en un grueso libro titulado Ideas: historia intelectual de la humanidad, escrito por Peter Watson. Este es un libro interesante, un compendio que abarca de los orígenes del ser humano hasta la actualidad en el que va desmenuzando cómo se fueron generando las ideas que definieron el rumbo y desarrollo del ser humano.
Cuando meditaba en estos tres factores me pregunté qué tanto hemos desarrollado estas tres inteligencias a lo largo de los siglos y cuál es su estado actual.
En principio, hay que decir que la inteligencia técnica es la que más hemos desarrollado. Gracias a ella hemos logrado, como especie, el sorprendente desarrollo tecnológico actual y, al parecer, seguirá en una curva ascendente en los siglos por venir. Cada vez se tiene mayor información, aparatos más potentes y una sed insaciable de romper las marcas de manera continua. Cabe señalar que su progreso, a lo largo de la historia, no ha sido en forma contante y creciente, pues ha tenido sus retrocesos, como en la Edad Media, ni tampoco ha tenido una amplia extensión social. En este siglo XXI aún podemos encontrar tribus que viven en la edad de piedra y amplios grupos que ni siquiera sabe leer. Esta inteligencia técnica, por el contrario, se concentra en un grupo de personas privilegiadas que se especializan al más alto nivel: los científicos y tecnócratas y en ciertos países, los del primer mundo.  
La inteligencia de la historia natural o de la naturaleza le permitió al ser humano aprovechar y conservar los recursos naturales cientos de siglos, con ciertos baches de deterioro ambiental. Pero cuando esta inteligencia disminuye o desaparece vemos catástrofes ambientales, como la actual. La gente se ha divorciado la naturaleza, ha perdido contacto con ella y cree que no tiene valor. Encerrados en mundos de concreto se pierde esta inteligencia y sin piedad se pueden contaminar sin problemas de conciencia.
La inteligencia social es la que nos ha permitido existir como grupos en el cual hay una reciprocidad lo que permite obtener lo necesario para vivir. Esta inteligencia es la que ha sufrido a lo largo de la historia retrocesos terribles y se ha presentado la barbarie, la crueldad, la explotación, la esclavitud, el abuso, el egoísmo, el enriquecimiento voraz. La pérdida del sentido de comunidad es el síntoma grave de pérdida de esta inteligencia porque el ser humano no puede vivir aislado.
Cuando la gente pierde esta inteligencia utiliza el poco o mucho el poder que tiene para aprovechar para sí por cualquier medio, incluso pasando encima de los demás, como si no existirán o no fueran importantes.
En el mundo actual, el modelo económico neoliberal ha hecho énfasis en el individualismo, responsable de la pérdida de sentido de que nuestra vida depende de los lazos de colaboración y correspondencia.
Si aún existimos como raza se debe que no todos han perdido esta inteligencia. El altruismo y la generosidad son dos aspectos que brillan en aquellos que tienen una gran inteligencia social, y gracias a ellos el mundo puede seguir existiendo.
Y todos, de alguna manera tenemos un poco de esa inteligencia, pues es la que nos permite tener amigos y construir una familia, pero generalmente nuestra inteligencia no llega más lejos. Cuando esta inteligencia merme, lo que sigue será el anarquismo, la depredación, la lucha de todos contra todos, el apocalipsis.
Hoy, que vivimos en México y en Guanajuato situaciones críticas de violencia y salud por la pandemia, nos damos cuenta que necesitamos desarrollar esta inteligencia, la cual no sólo nos permite saber que dependemos de los demás sino la importancia del medio ambiente. Pero cuando vemos conductas irresponsables (por ejemplo, en el mal uso del cubrebocas) son los síntomas de la merma de esta inteligencia. Y la vemos, desgraciadamente, hasta en personas ilustradas y con doctorados.
Una radiografía del grave peligro de perder esta inteligencia la vemos en las redes sociales y en los medios de comunicación. Críticas irracionales, ofensivas, lesivas, desbordan estos medios, Y algunos de los artículos se justifican en decir que tal o cual le cae mal. Estos son síntomas graves de una pandemia que nos puede llevar a destruirnos.
Los novelistas de ciencia ficción han vislumbrado un mundo distópico, es decir, catastrófico a partir de los síntomas evidentes de lo que sucede en estos momentos. ¿Será porque esta inteligencia social la estamos perdiendo más y más y más, hasta que nos convirtamos en fieras salvajes?
Quizá quien hace un comentario ofensivo en las redes sociales piense que no es algo grave lo que hace, pero en realidad está contribuyendo a la desaparición de nuestra especie.
Ahora la pregunta obligada. ¿Cómo detener esta tragedia anunciada? ¿Cómo desarrollar la inteligencia social?
Los grandes maestro y místicos del pasado han desarrollado diversas formas de rescatarnos. Basta leer los libros sagrados para darnos cuenta de este llamado a la cordura, al amor, a la integración es una constante. Y en momento de grave peligro social es gracias a esta inteligencia que hemos sobrevivido. Entonces despierta la solidaridad y la compasión.
La Biblia, hoy vilipendiada y ninguneada, es un tratado maravilloso de cómo rescatarnos a nosotros mismos y cómo desarrollar esta inteligencia tan vital como la inteligencia técnica.
San Pablo dice en 1ª de Corintios 13: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.
El amor es la máxima expresión de la inteligencia social, fuimos diseñado para desarrollarla tal como lo hemos hecho con la inteligencia técnica.
Ojalá la batalla final no la perdamos por no darnos cuenta de esta carencia. Nos urge un plan de rescate. El adecuado equilibrio entre estas tres inteligencias es la clave para seguir existiendo.
Rescatemos pues la inteligencia social, para reestablecer la inteligencia ambiental y la inteligencia técnica sea mucho más útil. 



[1] Steven John Mithen, nació en Ashford el 16 de octubre de 1960. Es un catedrático de Arqueología en la Universidad de Reading. Ha escrito gran número de libros, incluyendo Los neandertales cantaban rap: los orígenes de la música y el lenguaje (2005) y Arqueología de la mente: orígenes del arte, de la religión y de la ciencia (1996).3​

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