lunes, 23 de marzo de 2020

LA PANDEMIA INFORMATIVA


Una de las pandemias que puede hacer que el impacto de coronavirus sea más grave e, incluso, fatal, es la pandemia informativa. Diversos medios masivos y opinadores de redes electrónicas y plataformas de video que —por ignorancia o por mala fe—, han estado difundiendo información falsa o distorsionada sobre el problema y muchos de ellos lanzan a diestra y siniestra expresiones viscerales de sus filias y fobias, dirigidas a los que gobiernan México.
            Este barullo maligno está confundiendo a la gente y, lo peor, los están empujando a que tomen malas decisiones que es posible pongan en peligro su integridad, su salud, su dinero y, en algunos casos, su vida.
            Todo esto me hizo recordar una que vi película a principios de los noventa: Pescador de ilusiones (1991) realizada por el afamado director norteamericano Terry Gilliam, que perteneció al grupo Monty Pyton, y admirado por películas como Brazil, una libre adaptación de la novela 1984, de George Orwell.  
La película inicia mostrándonos a un locutor de radio, Jack Lucas, popular, exitoso, que obtiene buenas ganancias con su programa. En su cabina es todo poderoso y con el influjo de su voz hace y deshace el mundo, da órdenes, descalifica a quien puede. Uno de sus seguidores habla a cabina y le dice que irá a cierto restaurante donde van gentes de negocios, jóvenes ejecutivos. Lucas lo regaña y le dice que, si quiere hacerle un bien al mundo, debería destruirlos, tomar una escopeta y dispararles. Obviamente, es una balandronada, no cree que sus consejos serán obedecidos, pero este radioescucha hace exactamente lo que dice.
Cuando Jack Lucas recibe la noticia lo derrumba. Su carrera, su fama se va al caño y se hunde en el alcohol; arrinconado vive en la casa de su novia —quien lo mantiene—. Una noche sale a la calle y ebrio llega hasta los márgenes de un río. De pronto se ve rodeado por un grupo de jóvenes de clase pudiente que se dedican a golpear indigentes. Los jóvenes empiezan a agredirlo, pero de pronto aparece un personaje singular: un hombre vestido como guerrero con una tapadera de un bote como escudo y armado con unas calcetas o medias que dentro tienen una piedra, y las usa como boleas. Se enfrenta a los jóvenes y logra ahuyentarlos. Luego, levanta a Jack Lucas y se lo lleva a unas cavernas en el subsuelo de la ciudad donde vive. Jack se da cuenta que el tipo está deschavetado, pero agradecido con él trata de recompensarlo. Pero cuando descubre quien es este hombre, su vida da un giro. Este enfermo mental se llama Perry y es un profesor universitario de historia, que quedó afectado cuando murió su novia precisamente por ese loco que siguió las órdenes de Lucas. El exprofesor, y su novia había estado en ese bar ese día. Su novia fue una de las víctimas y él quedó dañado para siempre. Jack se siente culpable y tratará de resarcir el daño en este hombre que vive en las cloacas y a quien paradójicamente le ha salvado la vida.
Esta película nos muestra el impacto devastador de una información irresponsable. Pareciera que las palabras son inocuas, o que son menos peligrosas que una pistola o una metralleta, pero no es así. Las palabras puedes tan letales como una bala.
Por eso decía en mi introducción que una de las pandemias que pueden hacer más grave y hasta letal esta pandemia viral es esa irresponsabilidad informativa.  
Este contagio viral que crece día a día como un Godzilla y amenaza con engullirnos, es posible desactivar con sencillas medidas de protección como la sana distancia, el lavado de manos frecuente con jabón (el gel no inactiva al virus), la reclusión voluntaria, podrán hacernos que las víctimas mortales sean muy pocas. Pero los informadores malignos pueden dar al traste con las medidas de seguridad, creando pánico y por ende generando una conducta irracional y enloquecida.
En este momento nuestras filias y fobias (en caso de que no podemos contenernos) deben quedar en el ámbito privado, no salpiquemos con nuestra ignorancia o con nuestra fobia al presidente y al gobierno actual (en algunos casos se nota un odio irracional) dañen a gentes que con poca capacidad de análisis no sabrán ver la peligrosidad de la información.
Este es el momento que todos los que tenemos el privilegio de un micrófono, una cámara de TV o de video o una página de papel o electrónica de ser sumamente responsables.
Pensemos antes de publicar: ¿Esto que he escrito ayuda a mis receptores? Si sólo es un ataque al gobierno (local o federal), si sólo es nuestra fobia, si sólo pretende inclinar a mediano plazo el voto en la siguiente contienda, tengamos un poco de pudor y vergüenza, y dejemos de destruir al país.
No digo que le cantemos loas al gobierno (nadie debe hacerlo), sino que todo lo que escribamos sea información útil a nuestros receptores, y le haga tener una vida mejor o bien tomar decisiones valiosas. Provocar el odio no es benéfico para nadie, tampoco la adoración al gobierno en turno.
Tal vez incomode esto que escribo, pero siento que es mi responsabilidad hacer un llamado a la cordura en estos momentos tan delicados que estamos viviendo.

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