Sergio Pitol es uno de los grandes escritores mexicanos de finales del
siglo XX y principios del XXI y uno de los que revolucionaron la literatura
mexicana, y marcaron el rumbo de la literatura de nuestro país hacia el siglo
XXI.
Pitol fue uno de los primeros autores que descubrí
en la preparatoria, pero no profundicé en su obra sino hasta fechas recientes.
Leía Teorías del cuento III de Lauro
Zavala cuando me encontré con un breve ensayo de Pitol titulado, Dominar a la divina vida. Me gustó el
ensayo: narra la relación entre sus vivencias personales, sus descubrimientos
literarios —como William Faulkner—, con su creación
literaria. El ensayo me encantó tanto
que tuve el deseo de leer su obra y me acordé que yo tenía una de sus novelas. Mi
memoria no me traicionó: ahí estaba en mis libreros; el libro se veía nuevecito
a pesar del tiempo y del polvo. Cuando terminé de leerlo, ya no se veía tan
nuevecito (Ver foto).
No lo leí cuando lo compré, aunque sí lo intenté,
pero no tuve éxito porque ni tenía el interés en ese momento, ni la madurez
como lector: aún me faltaba un buen callo. Y seguramente la complicada
narrativa de la novela me cortó el intento.
Aún ahora se me hizo difícil, pero a medida que
fui avanzado y descubriendo los hilos argumentales, y me fui metiendo en la
trama, quedé atrapado en sus intrincadas redes. Y digo intrincada con toda la
intención: por momentos era difícil saber de quién estaba hablando el narrador:
¿del pintor o del cineasta? ¿Dónde estaba el personaje? ¿Qué estaba pasando y
quiénes eran esos con quién estaba? ¿En qué momento de la cronología de la historia
se ubicaba la narración?
La novela abarca la vida de los dos personajes
desde su etapa estudiantil hasta su declive (en el caso del escritor) o
maduración y alejamiento, como en el caso del cineasta. También abarca una
amplia geografía que va de México a Venecia, Inglaterra, Italia, Polonia,
Estados Unidos, Veracruz… De viejos hoteluchos a festivales de cine, a
restaurantes venecianos, ingleses… O viejas haciendas de Veracruz o Oaxaca; de
situaciones internacionales a familiares, en pequeños poblados mexicanos.
Esta complejidad es la que lleva a Sergio Pitol a
definir una estructura narrativa no cronológica, que brinca de un personaje a
otro, incluso a algún personaje secundario. Según Elizabeth Corral (Revista
Literal) Pitol afirmó que: “al escribirla establecí de modo tácito un
compromiso con la escritura. Decidí, sin saber que lo había decidido, que el
instinto debía imponerse sobre cualquier otra mediación. Era el instinto quien
determinaría la forma”. Es decir, que no hubo una estructura previamente
definida, sino que avanzó en cada capítulo sin tener un rumbo fijo. Esto hace
más complicado terminar una novela, siempre hay el riesgo de perderse en el
camino, y terminar por botar lo que se ha escrito.
La novela inicia con un capítulo muy corto en el
que plantea el núcleo novelístico: El narrador relata lo qué le sucedió al
cineasta tras la exhibición de El tañido
de una flauta en el Festival de cine de Venecia, su vagabundeo por la
ciudad, por sus canales, sus cafés solitarios; todo le parece menos real que su
trato con los fantasmas del pasado, vivos o muertos. Y de eso trata la novela:
una regresión en el tiempo para darle sentido a muchas cosas. Y es que la
película es de un japonés pero que aborda la misma trama de una película suya
en la que cuenta la caótica historia de su amigo y escritor Carlos Ibarra;
película fallida que lo lleva en cierto sentido a alejarse de la realización de
cine. Reconoce que la película del japonés es muy superior a la suya, que
captura mejor el clima emotivo de la historia de su amigo. Y todo ello da pie
para una construcción fragmentaria de su propia carrera como cineasta y la
historia de Carlos Ibarra, su amigo, a quien conoce desde la Universidad,
cuando Ibarra era una gran promesa literaria y que en ese tiempo iniciaba la
escritura ambiciosa de una novela; novela que se le escapa de las manos y nunca
termina de escribir, pese a las oportunidades que consigue dentro y fuera del
país, hasta que acaba derrumbado por sus propios fantasmas, por su fracasos
amorosos y por un declive físico por la vejez.
Es recurrente que Pitol regrese en su narración a
los mismos momentos históricos que ya abordó en algún capítulo para ampliar
detalles que van clarificando los sucesos en juego y el papel que juegan los
personajes que van incidiendo en la historia.
A veces el lenguaje que utiliza Pitol es introspectivo
o reflexivo (dándole paso al discurrir de la conciencia de sus personajes),
pero justo allí está lo interesante de la novela, pues permite convivir desde
lo profundo de los personajes y sentir las frustraciones, su sinsentido, su
apatía...
Me gustó la novela y ahora quiero leer Juegos florales, que fue la primera
novela que empezó a escribir y que perdió el camino, y en ese lapsus escribirá El tañido de una flauta, sin embargo,
posteriormente retomará sus Juegos
florales y ya no volverá a perderse.
Sergio Pitol se inició como cuentista y por ello
la novela, como género, le cuesta mucho trabajo abordarla y recurrentemente
regresará al cuento. De hecho, hay capítulos de El tañido de una flauta que parecen cuentos los cuales se va
hilando unos a otros con delgadísimos hilos pero que logran sujetar bien la
estructura narrativa.
También Pitol fue un notable ensayista (por
ejemplo, El arte de la fuga) desde
donde dio a conocer la literatura de otros países y se destacó en el ensayo
autobiográfico. Es precisamente en este último donde se puede conocer su
recorrido por al ancho mundo de la literatura y del mundo, pues coincidieron
sus recurrentes viajes al extranjero, bien por ansia de ampliar sus
experiencias vivenciales, bien por su trabajo como diplomático en Europa del
este, con su creación literaria y su desarrollo como escritor.
Un libro que me hizo entrar aún más en su
literatura fue Sergio Pitol: una
autobiografía soterrada. Es un libro ameno, entretenido, interesante y en
el que hace además una severa autocrítica, lo cual es saludable en un autor tan
reconocido. Ya comentaré más a detalle este libro en otra ocasión. Por lo
pronto, les recomiendo ampliamente la lectura de El tañido de una flauta que se puede conseguir bajo el sello de
Editorial Era. O bien, en sus obras completas que ha publicado El Fondo de
Cultura Económica en cinco maravillosos tomos. Ahí está compilada toda su obra.
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