domingo, 20 de marzo de 2011

MÁS ALLÁ DE LA VIDA (HEREAFTER)


Clint Eastwood demuestra que cada vez es mejor cineasta, aunque tenga la influencia de Steven Spielberg (uno de los productores de su última película: Hereafter), quien tiene el don de endulzar hasta el mar salado.
La primera vez que vi a Eastwood fue en la película el Malo el Bueno y el feo (Sergio Leone, 1966). Luego lo vi como policía rudo (Harry Callahan). Parecía que se iba a quedar enclaustrado como actor y en dos tipos de personajes que encarnaba muy bien: el vaquero y el policía. Quizá nadie pensó (yo menos) que se iba a convertir en uno de los directores más importantes de la cinematografía norteamericana.
No es extraño ver como algunos actores dan el salto a la dirección fílmica. Lo que sí es extraño es que se conviertan en excelentes directores. Y este es el caso de Eastwood, para bien del cine. La primer película de él que me dejó impactado fue Los imperdonables (1992), película efectiva e implacable en los efectos de la vejez en un grupo de gatilleros.
Clint Eastwood nació en San Francisco en 1930. A la fecha tiene 80 años de edad y filma con un enorme vigor (ni se le nota la edad). Como actor ha participado en 66 películas y ha dirigido 35 películas entre las que destacan Los imperdonables (1992), Million dollar baby (2004), Cartas desde Iwo Jima (2006), Torino (2008), Invictus (2009). Empezó a dirigir películas en 1971 con un cortometraje documental: The Beguiled: The Storyteller. Y ha combinado su trabajo de dirección con el de actuación. Y en su currículum se registran incluso créditos como director de sonido, productor, guionistas, entre otros. En suma, es un cineasta completo que entiende a fondo toda la gama de su oficio.
Su última aventura fílmica es Hereafter (2010), que en México titularon Más allá de la vida (traducción literal), y ya se encuentra trabajando en otro film que saldrá en el 2012: J. Edgar.

Independientemente de sí creemos en la vida más allá de la muerte y la posibilidad de comunicarnos con los muertos, la película es una reflexión sobre la fragilidad de la vida y la búsqueda de sentido ante el absurdo de la muerte, una de sus recurrentes preocupaciones puesta en pantalla de formas diversas.
La película abre con una contundente secuencia del Tsunami que devastó Indonesia en la que una periodista, Marie LeLay(Cécile de France), arrastrada por las furiosas olas por las calles de la ciudad, se topa cara a cara con la experiencia de la muerte que la lleva a renunciar a su mundo frívolo de la información televisiva para adentrarse en una investigación en la búsqueda de respuestas a su experiencia. Esta historia se enlaza en dos más: la de un psíquico, George Lonegan (Matt Damon), quien se ha retirado porque se niega a seguir haciendo contacto con personas muertas y la de Jason, un niño que sufre la pérdida de su hermano gemelo.
Las tres historias finalmente tendrán un punto de encuentro: una feria de libros en Inglaterra en donde la periodista presentará su libro sobre esta experiencia que se titula precisamente Hereafter (de aquí el título de la película en inglés). A este lugar llegará George Lonegan, desde Estados Unidos, huyendo de su hermano –que quiere lucrar con su don—y en búsqueda de las huellas de su autor preferido: Charles Dickens (inexplicable afición de este psíquico al que no se le nota su pasión por la literatura). Por su parte, Jason es llevado por sus padres adoptivos a esta feria para que conozca su otro “hermano” (otro hijo adoptivo) que allí trabaja, con el objetivo de conectarse con el retraído y extraño Jason, y tratar de sacarlo de su caparazón.

Si bien la película no va más allá de aquellas que tratan este tipo de problemas, si tiene la virtud de ser contada con precisión, sin dejarse caer en la superficialidad y en los lugares comunes harto gastado de este tema (y de paso criticar a la charlatanería que pulula en este negocio), aunque no va más allá, no devela nada nuevo, y pone énfasis en una preocupación de sus última cintas: la búsqueda incesante por encontrar un sentido a la existencia humana. En Millón dollar baby es la apuesta de una joven a entrar en el violento mundo del box a fin de encontrar una forma digna de vivir; en Torino, la igualdad y justicia en los desvalidos al grado de arriesgar su propia vida; en Invictus el juego como factor de unión de un pueblo: Sudáfrica, y hacer del rugby algo más que un juego de ocio vacío. Y en ésta última cinta: indagar una respuesta el absurdo de la muerte y dedicar la vida a acciones significativas. Ya sea escribir libros que signifiquen algo profundo para uno (Marie), crecer y volverse útil (Jasón) o volver al psiquismo pero con un mejor sentido (Lonegan).
Y aunque no aporte mucho ni siquiera sostenga bien la premisa dramática o temática, se agradece esta película que con la parsimonia, agudeza y maestría habitual de Eastwood va adentrándose en la intimidad de sus personajes para desde allí conmover a sus espectadores.
La película puede decepcionar a aquellos que esperaban una obra mayor como los Imperdonables o Golpes del destino, —que quizá lo haga con J. Edgar—pero no se puede negar que es una película digna y bien lograda.

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