jueves, 1 de abril de 2010

LOS DETECTIVES SALVAJES


La primera vez que oí sobre el infrarrealismo fue en el 2006, en un encuentro de escritores en León, Guanajuato. Creo que era la primera noche de ese encuentro que fue de tres días. Ya se habían terminado las lecturas y las presentaciones de libros y ya habíamos cenado. Y como sucede en esos encuentros, son las horas extras las más intensas y ricas. Estábamos reunidos en uno de los cuartos de hotel donde íbamos a seguir la fiesta. Estaban en esa reunión, entre otros, Elmer Mendoza, el escritor de las novelas Un asesino solitario, El amante de Janis Joplin, Efecto Tequila y Cóbraselo Caro. Yo había leído la primera en mi afán por conocer el mundo del narco que me era necesario en la escritura de un guión de largo para IMCINE.
¿Infrarrealismo? ¿Qué es eso? me pregunté cuando la charla que versaba sobre música difícil de encontrar, donde mi amigo Levit Guzmán daba cátedra al respecto. Levit es, definitivamente, una de las personas que más sabe de música underground. En eso estábamos cuando de pronto se pusieron a hablar del infrarrealismo. Me sentí fuera de lugar. Jamás había oído hablar de una corriente literaria oculta, de un grupo subversivo literario, de un grupo que provocaba ámpulas en el medio literario oficial. Me hicieron recordar a Parménides García Saldaña. Roberto Bolaño fue el nombre que se repitió con más frecuencia y el único que se me quedó. Pasaron años. No me volvió a inquietar ni el infrarrealismo ni Bolaño. Pero tal parece que el chileno no me iba a dejar en paz hasta que tuviera un encuentro con él. En la tutoría con Chimal venía un cuento suyo, Gómez Palacio, y el investigador de la UAM, Jaime Aboites, le dedica su libro Economía del conocimiento y propiedad intelectual, a Bolaño, y un amigo me regaló un álbum de música titulado Infrarrealismo en el que varios miembros de este movimiento leen sus obras y son cobijadas con buenos tracks musicales.
Así que acosado por Bolaño y sus hordas infrarrealistas me decidí a darle la cara. Sólo que había un problema, don Bolaño murió el 14 de julio de 2003 y creo que vivía en España.
A diferencia Arturo Belano y Ulises Lima, personajes principales de Los detectives Salvajes, no me fui a España a buscar los rastros de Bolaño, uno de los supuestos (o presuntos, como diría Saúl Ibargoyen) fundadores del Infrarrealismo, como esos detectives salvajes se fueron a buscar a Césarea Tinajero al desierto de Sonora.
A mi bastó entrar a la Gandhi y preguntar por las obras de Bolaño. Había varias. Y como sabía muy poco de él, casi nada, me dejé ir por la intución y elegí de entre todas las que me ofrecía el librero (quien insistía en que me llevara 2666) Los detectives salvajes.
Ahora que lo he leído anhelo estar en una reunión con estos amigos del encuentro literario de Léon para, ahora sí, involucrarme en su plática. No es que ya sea un experto en el infrarrealismo, sino que tras la lectura de Los detectives y dos que tres búsquedas por el Internet y de escuchar repetidamente el álbum Infrarrealismo, ya puedo evitar poner cara de what, y aprovechar todo lo que ellos hablaron para enriquecer mi visión de este movimiento que pese a su marginalidad y ningunealidad (de que los ningunearon los ninguneraron) me sigue cautivando. Me cautiva sobre todo su objetivo como poetas: “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial ", para cambiar el mundo y la vida por medio de la poesía...”
Esta novela, Los Detectives Salvajes, es sumamente fascinante de tapa a tapa, pues está estructurada de forma muy peculiar. Digamos que está dividida en dos grandes bloques, que parecen ser tres. El primer bloque es una narración en primera persona de Juan García Madero (que me hace recordar a Juan García Ponce), una especie de diario que comienza el 2 de noviembre de 1975 y termina como Tercera parte el 15 de febrero de 1976.
El segundo bloque está conformado por un vasto poliedro de 52 voces (dicen los críticos), es decir, 52 relatos en primera persona o confesiones a un tercero ausente, donde dan cuenta de su vida y de su relación o bien con Arturo Belano o con Ulises Lima o con ambos en un lapso de 1976 a 1996, veinte años. Las supuestas entrevistas no guardan un orden cronológico sino que entran a capricho, aunque cuidadosamente insertadas, para dar la idea de un avance en el tiempo, o más bien, de dos líneas temporales: una que siguiendo a Lima o a Belano, y corren de 1976 a 1996; y la otra que va de un día a otro día, bajo la voz de Amadeo Salvatierra, quien rememora a la supuesta creadora del infrarrealismo (llamada en la novela real viceralismo) y creará la línea argumental que conectará la primera parte con la tercera, o más bien, que le dará continuidad a ese bloque partido en dos que es el diario de García Madero.
Los personajes principales de esta novela son Arturo Belano y Ulises Lima, nombres literarios bajo los que se encubren los fundadores del Infrarrealismo: Roberto Bolaño (Belano) y Mario Santiago Papasquiaro o José Alfredo Zendejas Pineda, nombre real de Papasquiaro.
Lo interesante de la novela no está en su carácter semidocumental de los fundadores del infrarrealismo (con una alta dosis de ficción, me imagino, pero mucho también de confesión pública) y de sus andanzas contadas por diversas personas que entraron en mayor o menor contacto con ellos, donde los vemos no sólo viviendo por y para y de la literatura sino de andar penando por ella. Nunca hablan ellos en primera persona, son los otros, que al hablar en primera persona son, a su vez, una voz en tercera para relatarnos esos encuentros, más o menos casuales, más o menos estrechos, con ambos poetas.
El tema de la novela, el gran tema, no son las aventuras de dos escritores, sino la poesía en particular y como ofrendar la vida a esta veleidosa diosa.
Es una novela que no da respiro y nos lleva a vivir un verdadero poliedro dramático. Es decir, que los relatores no se concretan sólo a confesar lo que saben de Belano y Lima, sino que nos narran sus vidas, sus dramas, sus conflictos y solo hablan de Belano y Lima cuando ellos tienen algo que ver con esos conflictos.
Los detectives salvajes es la suma de muchos relatos ensamblados por dos goznes: Belano y Lima. Y estos a su vez se desplazan en la narración con un objetivo: encontrar la esencia de la poesía. Y para ello no se arredran en sumergirse en el mismo infierno del desierto de Sonora buscando a Cesárea Tinajero y enfrentar cualquier dificultad y ofrendar para ello todo: salud, tiempo, dinero. Y cometer para ello asesinatos o venta de droga o viajar a Tel Avivi cuando la poesía se encarna en una mujer, o a Africa cuando la poesía es la muerte misma.
Los detectives salvajes en una gran novela, imprescindible para quien quiera conocer una cara oculta, desconocida, pero importante de la poesía y de los poetas.
Léanla, me cae, no se arrepentirán.

2 comentarios:

  1. Hey, Jeremías

    Has probado si el disco que tienes, Infrararealismo, se puede abrir en tu computadora. Porque si es asi, puedes entrar a un planeta. Ese disco tiene esa virtud.

    Saludos

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  2. Gracias por el tip. Saludos. Me gustaron las notas de tu blog. Sigue escribiendo y publicando.

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