jueves, 29 de abril de 2010

APRENDIZ DE NOVELISTA



La novela, en su definición más amplia,
no es sino una impresión personal
y directa de la vida.
Henry James

Este libro es uno más de esos hallazgos en los botaderos de las tiendas de autoservicio. Bueno, en esta ocasión tenía un letrero que le daba otra imagen pero era un botadero, no cabe duda. El letrero que coronaba la mesa decía “A leer con la Comer”. Y los precios de todos los libros que estaban allí oscilaban entre 30 y 40 pesos, sin importar su tamaño o calidad. Por ejemplo, en esta mesa estaba la última novela de Tom Wolfe: Soy Charlotte Simmons (2006), un librote de casi 900 páginas.
        Pero volviendo a Aprendiz de novelista. Este es un librito de poco más de 100 páginas en el que Humberto Guzmán ofrece al lector un manual de viaje para quien quiera aventurarse en el proceso de creación de una novela.
       Libros como éste hay muchos. Cuando recién me entró la inquietud por dedicarme a las letras compré un librito de Bruguera que prometía: “Alcance el éxito a través de la palabra escrita". Su título era en sí una promesa: Como ser escritor. Lo leí y no se cumplió la promesa. 
        Pasaron los años y varios de estos libros se fueron acumulando en mi librero sin que el toque mágico tocara mi pluma. Y cuando la comezón del cine llegó, también se fueron sumando los manuales de guión cinematográfico.
        Hoy, con este libro, me he convencido que antes que escritor soy un aprendiz de escritor a pesar de llevar tantos años luchando con la pluma. Por eso me he inscrito en una buena cantidad de talleres literarios y me seguiré inscribiendo. En estos talleres es de dónde he aprendido la mayoría de las cosas que forman parte de mi incipiente tarea de escritor.
        Aun así, los manuales de escritura, cuando se me atraviesan, difícilmente me resisto. No fue el caso de Aprendiz de novelista. Lo vi. Leí las primeras líneas de la contraportada. Lo dejé. Me fui a ver las películas y los discos. Regresé. Le di dos vueltas a la mesa y tomé dos libros más. Me fui a ver las chuletas y los bolillos. Y ya casi en las cajas, me regresé para ver si no dejaba algún libro interesante. Otra vez tomé el libro y leí el texto de la contraportada y la introducción. Una frase me convenció de comprar el libro: “Doy paso, entonces, a estos apuntes acerca del oficio de escribir novela, que está dedicado, de manera especial, a aquellos que tienen el valor de aceptar que son APRENDICES de escritor de novela”.
        No me gusta aceptarlo así de sopetón, pero en efecto, soy un aprendiz y lo seguiré siendo hasta que me muera. Venga pues el libro de don Humberto y veamos qué aprendemos. Me lo llevé y aunque me tardé un poco en leerlo, pero cuando lo tomé ya no lo solté.
       No voy a reseñar el libro, sólo les diré que si es una buena guía, si es un libro que da pistas: señala vicios, acierta en aspectos esenciales del oficio, da una lista de lecturas lo que hacen recomendable este libro para quienes están en ese proceso de aprender.
       Pero para mí un libro vale la pena cuando revela algo que cambia la percepción que se tenía de las cosas y abre una región de nitidez. Esa visión que me dio este libro fue una simple sentencia categórica. Dice Humberto Guzmán: “Para escribir una novela hay que hacer literatura”. ¿Literatura? ¿No es esta una verdad de Perogrullo?.
         Pues fíjense que no. El hecho fundamental de la novela es el lenguaje, el uso del lenguaje, es crear un mundo con palabras. No son las historias lo importante, sino las palabras. En efecto, ese fue el elemento revelador. Las palabras. Lo importante para un escritor no es qué tan maravillosas son sus historias, sino cómo utiliza los elementos lingüísticos para encantar a los oídos de su lector. 
      Una amiga me dijo una vez: “Si conocieras mi historia tendrías mucho material para escribir”. Humberto Guzmán dice que eso no importa, no es lo esencial de la novela, sino el uso del lenguaje. 
       Julio Cortazar demuestra esto. Díganme qué de maravilloso tiene el recorrido de una gota de lluvia en la ventana o el ascenso que hacemos por una escalera. Don Julio tiene dos cuentos con estos temas: Instrucciones para subir una escalera y El aplastamiento de una gota, ambos son cuentos maravillosos no por lo que cuentan sino en cómo Cortazar usa el lenguaje.     
         Reproduzco este último cuento para que sepan de qué hablo:

APLASTAMIENTO DE LAS GOTAS

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

         Ahora bien, no sólo la novela depende de las palabras sino también la poesía, el cuento y el ensayo. 
        Literatura son palabras, palabras como unidades significantes y nada más. En el cine, aunque tenga diálogos, son imágenes, eso es lo esencial del cine: el uso de las imágenes para… Bueno este ya es otro tema que trataré después. Por lo pronto, adiós.

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