lunes, 22 de febrero de 2010

KAFKA EN LA ORILLA

Acabo de leer el mamotreto de Hakuri Murakami: Kafka en la orilla, voluminosa novela de 714 páginas. Mientras escribo este comentario escucho el Trío "Archiduke” de Beethoven, mencionado en la novela.
La reseña del libro se puede resumir de forma simple: un adolescente, Kafka Tamura, en conflicto con su padre, cuando cumple 15 años abandona su casa y se dirige a una ciudad lejana: Takamatsu, para encontrarse así mismo y se refugia en un biblioteca. Pesa sobre él la maldición de Edipo que le espetó su padre: matarlo a él, a su padre, y casarse con su madre. De una manera un tanto misteriosa, el joven, impotente a escapar de su destino, termina cumpliéndolo en un espacio metafísico, rodeado misterios, cosas inexplicables y la aparición de extraños personajes: un viejo que de niño sufrió un accidente (una especie de experiencia extraterrestre) que lo ha dejado vacío, iletrado y antisocial que sólo puede hablar con los gatos, y al parecer, responsable material de la muerte de el padre de Kafka Tamura. También se cruza en el camino de Kafka una hermosa y enogmática mujer cincuentona, la señora Saeki, directora de la biblioteca Komura, donde se refugia Tamura.
Al principio me costó engancharme. No quería volver a la leer una novela misteriosa y de cosas inverosímiles, como After Dark y Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo (aunque esta última me gustó mucho), pero finalmente me atrapó y este fin de semana días pasé por un trance febril leyendo casi 100 páginas diarias.
Este libro, como sus otras obras, le han dado a Murakami una gran fama dentro y fuera de Japón, incluso dicen que ha sido mencionado para el Nóbel de literatura. Pero al mismo tiempo, así como es adorado por muchos lectores jóvenes, es repudiado por el gremio de los escritores serios dentro y fuera de Japón.
Mientras lo leía me preguntaba qué hace tan atractivo un libro donde se mezcla un estilo realista con otro completamente surrealista, mágico, inverosímil incluyendo hechos misteriosos que el autor no se detiene ni a explicar ni a justificar, como si esos hechos misteriosos fuesen también naturales como las flores o los cerdos. Simplemente acaecen a los personajes. Y muchos de los personajes pasan de inmediato de la sorpresa a la aceptación así, sin más cuestionamientos.
Una hipótesis me empezó a surgir: sus novelas son tan apasionantes porque sus personajes los mueve un misterio que es importante descubrir y los hechos mágicos nos adelantan que será algo impactante, inusitado, casi como las revelaciones apocalípticas del apóstol Juan. Y allí va uno lee y lee buscando con urgencia la última línea de la novela que nos devele el misterio. Pero además tiene a su favor que los hechos inverosímiles los introduce con tal desfachatez y gracia que terminan por gustar (y hasta desear que nos pasen a nosotros); además, de que lo que buscan sus personajes es resolver las grandes dudas existenciales de la humanidad. ¿Quiénes somos? ¿Hay otros planos de existencia más allá de la realidad material? ¿Es posible comunicarse y penetrar en esta otra esfera y una vez dentro develar el misterio que nos envuelve como especie?
Para decepcionarlos de antemano déjenme decirles que no da respuestas contundentes: nos deja inermes ante los hechos mágicos y nos abandona allí. A pesar de ello, se tiene la sensación de haberse asomado al senote sagrado, a la orilla del pozo del misterio, al insoldable más allá desde acá, y aunque no hemos oído nada aún, el saborcillo del misterio hizo vibras nuestras emociones y curiosidad como una fina campana.
A los intelectuales no les gusta (otra hipótesis) porque mezcla con tal desfachatez el realismo con lo mágico, tan abruptamente que pone en alerta el fino receptor de la contaminación de literatura Light, de masas, y los pone de inmediato a la defensiva pues temen perder su respeto si siguen adelante.
Yo la disfruté aunque ya nada más quiero leer una novela más: Tokio blues (Norwegian Wood). Yo también tengo mis prejuicios. Bye.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...