sábado, 3 de diciembre de 2011

Revista "AUTORES"


Lo breve se extiende como plaga. Ricardo Pérez Quit, en el último número de su revista "Autores: teoría y textos de teatro" lo dedica al miniteatro. Él escribe en su editorial: "Los discos de acetato se compactaron en un CD y estos en Ipod, las casonas de techo alto se trocaron por casas de interés social donde apenas cabe una cama... el mundo se volvió pequeño ¿por qué no el teatro?". Por ello el número 31 de la revista está dedicado al "teatro compacto, compact theatre, Petit Théatre, teatro de USB en donde en pocas gigas cabe mucha acción para los escenarios. Teatro haiku, teatro bonsai, teatro rapidín para darse en bares, en estaciones del metro, en los wc, en los foros pulgares, en capillas de velación, en el panteón, en las azoteas...

Este número trae un ramillte de obras minúsculas de autores conocidos y desconocidos, consagrados y principiantes, profesionales y estudiantes, que coinciden en la mínima expresión escénica.

Bien por Ricardo. Viva el miniteatro, el teatro relámpago, pues como dice Carlos Puig: "Ya no estamos para rollos"

Y a mí me place que Ricardo haya incluido en este número dos pequeñas piezas que escribí cuando estaba el el taller de Dramaturgia que él impartió en la Centro de las Artes de Guanajuato a finales del 2010, en Salamanca.

jueves, 1 de diciembre de 2011

DE HIJO PRODIGO O CÓMO LLEGAR A CELAYA A CONTAR QUE HICISTE UN LIBRO, SIN SONAR MENTIROSO

Gracias a Todos por estar aquí, a mis amigos, a Jeremías por lograr esto, y otra vez, a todos. Estoy como infante feliz: cuando me fui de aquí, pensé en no volver, en seguir teniendo miedo, en borrar que existí en este lugar y, de preferencia que él se olvidara de mí. Hace seis años que mi madre murió y el simple hecho de volver me la recuerda. Regreso con las mismas mañas o peores y más refinadas: me gusta como no tienen una idea compartir los juguetes, andar en jauría con los compas (hoy están a mi lado), las fiestas si llegan a horchatas sólo así son buenas y es lo que haré: mezclar todo con lo de todos.

Hablaré de Monse y Jeremías y lo más seguro es que terminaré al final en alguna de nuestras tantas discusiones con el Rulas. Tengo un blog semanal en una revista llamada cero doce y suelo comentar libros, de Monse dije esto: Y ya que andamos por el rubro de lo erótico, Monserrath Campos Sánchez se hizo un librito de nombre Duermevela (La Rana, 2011), con unas referencias religiosas extrañas: “Tu sexo resucitará a la hora tercera/ / Me absolverás/para sentir el regreso de tu carne”. Repartido en tres partes: Vigilia, Duermevela y Sueño Delta. Cada una nos lleva por el acontecer de los amantes: enamoramiento, registro de una cotidianidad en común, la rotura. Podría quejarme de ciertos momentos de obviedad, de tener en mi rostro el aroma de esos amantes y ser un obsceno fisgón. Pero eso es mi mochez, sin embargo, lo pienso dos veces y digo: wow, lo logró. Lo que sí no podemos dejar pasar son los lugares comunes (esas frases que suenan a dichas mil veces, las cuales cualquier escritor debe tratar de evitar): “Tu aroma canela”, “Música para quererse despacio”, “tu perfume en mi piel” y varias más.

La sensación que nos deja es muy similar a cuando vemos a dos novios besándose en el parque, mientras nosotros estamos por ahí, con la carriola y el desvelo de cuidar a dos niños pequeños; esperando que caigan y podamos dormir seis horas seguidas. Por otro lado, la poeta tiene vertiente: junto con la chica que le hace la intro, son sobrinas de Gerardo Sánchez. Poeta celayense de no malos pasos.

Lo bueno, si es corto, dos veces bueno. Esa es la sensación que deja en Arañas en el silencio. Minificciones (La Rana, 2011) de Jeremías Ramírez Vasillas. Una colección de chile, mole y manteca de narraciones cortas que atrapan por donde le entres al libro. Cualquier lado es bueno, por todos lados sabe bien. Y eso es lo mejor y lo que enriquece cuando lo abrimos: lo mismo nos otorga humor, que sufrimiento, que cualquier sensación humana posible en shots que apenas te das cuenta que andas borracho de emoción. Jeremías cumple con muchos o casi todos los planteamientos que propone Poe para que el principio de suspensión de la incredulidad funcione: efecto, golpe directo, tema, timing, precisión lingüística, fraseo, duración precisa, que sumado en conjunto dan eso que llamamos belleza. Si me apuran un poco, les diré que si ustedes no salen a buscar en este instante ese libro están perdiendo una parte importante de la emoción que debe tener su vida. O cómo dicen las Lavanderas: entonces pa’que nacías si no lees este libro.

Y como a mí, eso de la humildad nomás no se me dio, hablaré de mis trabajos. Dios por Dios es cuatro toma el titulo de una canción pop de love of lesbian. Y extrañamente está emparentado con el mismo discurso de la rola: nos encantan las mentiras si están dichas de verdad. Ese es el argumento que fundamenta mi trabajo en casi cualquier cosa que realice: construir ensamblajes donde el lector disfrute de grotescos universos casi paralelos; y poco, casi nada, debe notarse que el mundo que el conoce poco a poco se fue a chingar a su madre dado la dificultad contener todos los layers de la realidad. No puedo negar que escribo para un tipo especifico de lector: un cabrón incrédulo, hijoputa y que detesta engañarse. No sé si es lo inteligente, pero mis amigos suelen ser así: gente que detesta los caminos conocidos por todos, prefiere que su falta de éxito sea por meritos propios, que no se doblega. Se me ocurrió hacer uso del paper (ese trabajo horroroso que hacen los científicos y los catedráticos para mantener su puesto) y meter dentro historias que funcionan como chismes que demuelen su propio espacio vital. Se sobreentiende que es una actividad postsituasionista. Pero después de leer lo que hacen los paracientíficos sociales, mi trabajo tenía una nueva razón de ser: demostrar que esos imbéciles hacen literatura y no ciencia. Que la psicología y sus marihuanadas son eso: cajones de confesión y cartas astrales que no pueden ser vistas como ciencia. Que el verdadero nombre del sociólogo es ociologo. Y la filosofía es una mentira para justificar nuestros miedos y creencias prejuiciosas.

Antes destruía a lo pendejo, hoy soy un pendejo que sigue destruyendo. Y que le voy hacer, lo chichimeca vascuence de mi terruño me persigue. Otra vez gracias y hagan esquina comprando un librito, no sean gachos.

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...