Jeremías Ramírez Vasillas
El territorio donde la literatura fantástica se desarrolla plenamente es en
la literatura infantil. Ello se debe, creo yo, a que el adulto va perdiendo esa
capacidad imaginativa que en el niño está presente de una manera muy vívida.
Con los adultos, obviamente, hay muchas
excepciones. Aquellos que la vida adulta (o la educación escolarizada) no les
mata la curiosidad, la capacidad imaginativa sigue casi intacta como en la
infancia. Roal Dalh es un ejemplo de un adulto al que no le mataron la
curiosidad y la imaginación. Ambos aspectos son los que nos permite disfrutar
plenamente la vida y el arte fantástico. Por el contrario, alguien que carece
de imaginación, no es curioso, no se asombra de las maravillas que se le
presentan ante sus ojos.
Esto explica por qué la
literatura de Roal Dalh es eminentemente fantástica pues su principal público son
los niños. Y aunque usted nunca haya oído su nombre ni nunca haya leído uno de
sus libros, algunos de sus títulos seguramente se le harán conocidos: Los Gremlins, Charlie y la fábrica de chocolate, Jim y el durazno gigante, Matilda,
Agutrot, pues seguramente le
recuerdan títulos de películas. Esas películas se basaron en sus libros.
Cabe señalar que Dahl no sólo escribió libros
infantiles sino también para adultos. Estos son algunos títulos: Relatos de lo inesperado, Mi tío Oswald, La venganza es mía, Génesis y
catástrofe, Historias extraordinarias
y El gran cambiazo., además de
escribir guiones para cine y televisión y una obra de teatro y varios libros de
poesía para niños.
Roal Dahl nació en 1916 en
Inglaterra, hijo de padres noruegos, y murió en 1990. Fue un hombre afortunado
con una envidiable carrera literaria y aún más envidiable inicio. Su primer
cuento, Pan comido, en el que describe
su terrible accidente con un Gloster Gladiator (avión caza biplano, pues Dahl
fue un tiempo piloto de la fuerza aérea inglesa) en el desierto. Este cuento
fue publicado por Saturday Evening Post
el 1 de agosto de 1942, y como tuvo gran éxito, le pidieron otro y otro, y en
breve ya era un escritor popular que lo llevó incluso a departir con el
presidente de Estados Unidos de este tiempo: Franklin D. Roosevelt.
Ahora bien, entrando en
materia, déjenme decirles que El gigante
bonachón (1982) es uno de los libros más simpáticos, estrambóticos,
lúdicos, totalmente patas para arriba que he leído. La historia no es nada
verosímil. Una noche, Sofía, una huérfana, no puede dormir. Se levanta y
observa la calle vacía. De pronto, algo extraño hace su aparición: un gigante
que trae una especie de trompeta y se asoma a las ventanas de las casas por las
que introduce su trompeta. De pronto, se da cuenta que la niña lo observa y sin
dilación, pese a que ella se esconde en su cama, la toma, con todo y sábana, y
se la lleva. Ella, temerosa, no sabe qué le sucederá. El gigante, a grandes
trancos, viaje velozmente, atraviesa países y parajes extraños hasta que llega
a una cueva en donde vive, en el país de los gigantes. Sofía, temerosa, cree
que el gigante le hará daño, pero pronto descubre que es un gigante bueno, un gigante
más que bueno, “bonachon”. Ah, pero en ese lugar viven más gigantes que nada
tienen de bonachones sino de bestias feroces que miden el doble del tamaño de
bonachón. En el país de los gigantes bonachón es un enano. Pero además lo otros
gigantes comen seres humanos, que hurtan de vez en vez de diversos países, y
que catalogan por sabores peculiares y estrambóticos. Bonachón, por su parte,
sólo come vegetales, de hecho, un vegetal: una especie de pepinos que saben
horrible. Pronto Sofía se convierte en amiga de Bonachón, quien además la cuida
y protege de los otros gigantes, y descubre que este gigante tiene una afición
noble: colecciona en botellas sueños hermosos que por las noches inyecta a los
niños con su enorme trompeta. Para detener la masacre de humanos por parte de
los gigantes malos, Sofía urde un plan en la que involucra a la reina de
Inglaterra. Ya no les cuento el final para que ustedes lean en qué termina la
historia.
Pero sí les diré que este
libro es de una lectura muy agradable y que, además, tiene un delicado
equilibrio: cada capítulo se abre a situaciones sorpresivas, poco previsibles
por el lector y deja (aunque no es su intención) un claro mensaje: la bondad,
el amor al prójimo, tiene una dulce recompensa.
El libro ha sido llevado a
la pantalla varias veces: En 1989, se filma por primera vez en dibujos animados.
Esta película fue dirigida por Brian Crosgrove. En el 2016 se vuelve a filmar,
pero ahora con actores vivos, producida por la Casa Disney y dirigida por Steven
Spielberg, y titulada The BFG, como
se titula el libro en inglés. Esta última adaptación fílmica se ve muy
interesante, al menos tiene una estupenda producción y buenos efectos
especiales.
El
libro fue publicado por Alfaguara, en su colección “Clásicos”, y ambas películas
las puede usted encontrar completas en el Youtube, aunque con una pésima
calidad de imagen (bastante pixeleada) y con el tamaño de cuadro mutilado. Y la
de Spielberg, además, con el molesto doblaje español de España.