lunes, 30 de julio de 2018

COMO DE OTRO MUNDO: Graham Swift

Jeremías Ramírez Vasillas

¿Es una foto un fragmento de la realidad? ¿Un fragmento de la verdad? Eso se pregunta Harry Beech, el protagonista de la novela Como de otro mundo del escritor inglés Graham Swift (1949).
            Harry Beech es un fotógrafo profesional que ha trabajado como corresponsal gráfico para diarios ingleses y le ha tocado cubrir tanto la Segunda Guerra Mundial como la Guerra de Vietnam, así como algunos otros conflictos armados, y diversas situaciones poco gratas. En breves capítulos, esta novela nos va narrando la historia de Harry, sus relaciones amorosas, sus conflictos con su padre y con su hija. Y, a su vez, su hija, Sophie, casada con un empresario de viajes, con quien vive en Nueva York, nos va contando su distante relación con su padre desde el diván de su psicoanalista. Ella y su padre se hablan poco y hay cierto rencor en contra de él por sus ausencias cuando era niña, y cuya presencia era más importante cuando su madre se separa de ellos.
            Volviendo a la pregunta inicial sobre la fotografía, el protagonista nos dice que no, que la fotografía no nos revela la verdad, ni siquiera un fragmento de la verdad, pues sólo capta un momento, un instante. Tratar de conocer la verdad a partir de una fotografía es como intentar conocer el diseño de un zarape a partir de una hebra. 
            Lo mismo sucede con la vida. La forma parcial en que la vemos y experimentamos no nos permite tener una visión objetiva de la realidad, incluso de nuestra realidad circundante. Y esto es lo que nos muestra Swift en la arquitectura narrativa de esta novela. Cada capítulo es un fragmento, una imagen del diseño total de varias generaciones de los Beech y, al mismo tiempo, de la realidad que les ha tocado vivir. Quizá por ello al principio no logramos entender por qué los personajes son como son. Por qué Harry tiene recelo del su padre (un constructor de bombas) y por qué su padre lo ha tratado a él fríamente durante su infancia. Y por qué su hija le habla poco y lo abandona y tiene una mayor cercanía con su abuelo.
            La novela se va sucediendo no cronológicamente, en capítulos cortos a dos voces: Harry-Sophie-Harry-Sophie. Y casi al final irrumpen dos voces una sola vez: Joe y Anna, que son el marido y la madre de Sophie, para contarnos la otra cara de la visión de Harry y Sophie.
            Si bien Sophie nos cuenta su historia, caótica, difícil a través de sus declaraciones en el diván de su psicoanalista; Harry, por su parte, rememora su vida (que suponemos le cuenta a su futura segunda esposa con quien se piensa casar siendo ya un hombre de 65 años y ella de 22), y desea que su hija venga a su boda, aunque esto lo deducimos. Como en una fotografía. Dice Harry, en uno de los últimos capítulos, cuando descubre una foto de su madre y observa que ella tiene un sombrero en la mano y deduce que se lo ha quitado para la foto pues tiene parte de su pelo en desorden. Y a esa misma deducción no obliga la novela al sugerirnos detalles cuyo significado está fuera del texto.
            Por otra parte, hay capítulos muy emotivos, por ejemplo, cuando conoce a su primera esposa. Ella trabaja como traductora en Nuremberg en los famosos juicios a los grandes asesinos de la Segunda Guerra Mundial. Y a ese lugar han mandado a Harry a fotografiar a esos asesinos. Y en esa ciudad y en esas circunstancias se conocen, se enamoran y deciden casarse. Pero no está en eso lo fuertemente emotivo sino en cómo describe a los asesinos, a esos monstruos terribles; y nos dice que son tan comunes, tan vulgares que no parecen monstruos. Como diciéndonos que la monstruosidad en el ser humano no está en su apariencia sino en su interior. Y basta para comprobarlo que buscar en Google las fotografías de los doce enjuiciados a ahorcamiento es Nuremberg. Pasé varios minutos observando los rostros de Hermann Göring, Ribbendtrop, Wilhelm Frick, Alfred Rosenberg… En efecto, podríamos encontrarlos en la calle sin saber, sin sospechar que, tras esa cara, que podría ser la de un gerente de banco, un ingeniero, se esconde una bestia inhumana. Uno de ellos, cuando se dio la sentencia, lloró y dijo que era injusto, que él no era cruel.
            Otro capítulo emotivo es cuando el padre de Harry pierde uno de sus brazos en la Primera Guerra Mundial, pues coincide con el nacimiento de Harry, en cuyo parto muere su madre. Y eso explica la complicada relación de su padre con él: pierde un brazo, pierde su esposa, y nada compensa la pérdida: ni la medalla de honor, ni el hijo que sobrevive, ni la cuantiosa herencia que recibe.
            Uno más: cuando se entera que su esposa lo engaña con un socio de su padre y él, al descubrirlo en un hotel de playa de manera casual, guarda silencio y regresa a la playa.
            Como de otro mundo, es una novela de reflexión sobre la historia, la herencia, la incomprensión generacional, sobre las coplicadas relaciones familiares y sobre la fotografía.
            Esta novela fue la cuarta que escribió Graham Swift, un autor modesto, pero que es uno de los grandes autores ingleses contemporáneos (cuyas novelas, como Last Orders, fue llevada al cine), perteneciente a la generación de un grupo de grandes escritores, como el recién premio nobel de literatura, Kazuo Ishiguro, Salma Rushdie (el autor de los Versos Satánicos, por la que sido repudiado por los musulmanes y han querido asesinarlo), Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes, entre otros.
            Como de otro mundo fue publicada por Alianza Editorial y relanzada por Conaculta en una memorable y maravillosa colección denominada Fin de Siglo, a precios sumamente asequibles, y en cantidades respetables que en promedio estaban alrededor de los 8 mil ejemplares. Por esa razón muchos ejemplares no se lograron vender en su momento y era posible encontrarlos en mesas de saldo a precios aún más económicos. No sé cuántos compré, pero debo de tener muchos ejemplares de esta colección que he ido leyendo poco a poco.
            Por lo pronto les recomiendo Como de otro mundo, que ha publicado Anagrama con el título Fuera de este mundo. O bien, pueden comprarlo en Mercado Libre cuyo precio oscila entre 60 a 189 pesos.


domingo, 29 de julio de 2018

DESCUBRIENDO A SERGIO PITOL: EL TAÑIDO DE UNA FLAUTA Y OTROS TEXTOS

Sergio Pitol es uno de los grandes escritores mexicanos de finales del siglo XX y principios del XXI y uno de los que revolucionaron la literatura mexicana, y marcaron el rumbo de la literatura de nuestro país hacia el siglo XXI.
Pitol fue uno de los primeros autores que descubrí en la preparatoria, pero no profundicé en su obra sino hasta fechas recientes. Leía Teorías del cuento III de Lauro Zavala cuando me encontré con un breve ensayo de Pitol titulado, Dominar a la divina vida. Me gustó el ensayo: narra la relación entre sus vivencias personales, sus descubrimientos literarios como William Faulkner, con su creación literaria.  El ensayo me encantó tanto que tuve el deseo de leer su obra y me acordé que yo tenía una de sus novelas. Mi memoria no me traicionó: ahí estaba en mis libreros; el libro se veía nuevecito a pesar del tiempo y del polvo. Cuando terminé de leerlo, ya no se veía tan nuevecito (Ver foto).
No lo leí cuando lo compré, aunque sí lo intenté, pero no tuve éxito porque ni tenía el interés en ese momento, ni la madurez como lector: aún me faltaba un buen callo. Y seguramente la complicada narrativa de la novela me cortó el intento.
Aún ahora se me hizo difícil, pero a medida que fui avanzado y descubriendo los hilos argumentales, y me fui metiendo en la trama, quedé atrapado en sus intrincadas redes. Y digo intrincada con toda la intención: por momentos era difícil saber de quién estaba hablando el narrador: ¿del pintor o del cineasta? ¿Dónde estaba el personaje? ¿Qué estaba pasando y quiénes eran esos con quién estaba? ¿En qué momento de la cronología de la historia se ubicaba la narración?
La novela abarca la vida de los dos personajes desde su etapa estudiantil hasta su declive (en el caso del escritor) o maduración y alejamiento, como en el caso del cineasta. También abarca una amplia geografía que va de México a Venecia, Inglaterra, Italia, Polonia, Estados Unidos, Veracruz… De viejos hoteluchos a festivales de cine, a restaurantes venecianos, ingleses… O viejas haciendas de Veracruz o Oaxaca; de situaciones internacionales a familiares, en pequeños poblados mexicanos.
Esta complejidad es la que lleva a Sergio Pitol a definir una estructura narrativa no cronológica, que brinca de un personaje a otro, incluso a algún personaje secundario. Según Elizabeth Corral (Revista Literal) Pitol afirmó que: “al escribirla establecí de modo tácito un compromiso con la escritura. Decidí, sin saber que lo había decidido, que el instinto debía imponerse sobre cualquier otra mediación. Era el instinto quien determinaría la forma”. Es decir, que no hubo una estructura previamente definida, sino que avanzó en cada capítulo sin tener un rumbo fijo. Esto hace más complicado terminar una novela, siempre hay el riesgo de perderse en el camino, y terminar por botar lo que se ha escrito.
La novela inicia con un capítulo muy corto en el que plantea el núcleo novelístico: El narrador relata lo qué le sucedió al cineasta tras la exhibición de El tañido de una flauta en el Festival de cine de Venecia, su vagabundeo por la ciudad, por sus canales, sus cafés solitarios; todo le parece menos real que su trato con los fantasmas del pasado, vivos o muertos. Y de eso trata la novela: una regresión en el tiempo para darle sentido a muchas cosas. Y es que la película es de un japonés pero que aborda la misma trama de una película suya en la que cuenta la caótica historia de su amigo y escritor Carlos Ibarra; película fallida que lo lleva en cierto sentido a alejarse de la realización de cine. Reconoce que la película del japonés es muy superior a la suya, que captura mejor el clima emotivo de la historia de su amigo. Y todo ello da pie para una construcción fragmentaria de su propia carrera como cineasta y la historia de Carlos Ibarra, su amigo, a quien conoce desde la Universidad, cuando Ibarra era una gran promesa literaria y que en ese tiempo iniciaba la escritura ambiciosa de una novela; novela que se le escapa de las manos y nunca termina de escribir, pese a las oportunidades que consigue dentro y fuera del país, hasta que acaba derrumbado por sus propios fantasmas, por su fracasos amorosos y por un declive físico por la vejez.
Es recurrente que Pitol regrese en su narración a los mismos momentos históricos que ya abordó en algún capítulo para ampliar detalles que van clarificando los sucesos en juego y el papel que juegan los personajes que van incidiendo en la historia.
A veces el lenguaje que utiliza Pitol es introspectivo o reflexivo (dándole paso al discurrir de la conciencia de sus personajes), pero justo allí está lo interesante de la novela, pues permite convivir desde lo profundo de los personajes y sentir las frustraciones, su sinsentido, su apatía...
Me gustó la novela y ahora quiero leer Juegos florales, que fue la primera novela que empezó a escribir y que perdió el camino, y en ese lapsus escribirá El tañido de una flauta, sin embargo, posteriormente retomará sus Juegos florales y ya no volverá a perderse.
Sergio Pitol se inició como cuentista y por ello la novela, como género, le cuesta mucho trabajo abordarla y recurrentemente regresará al cuento. De hecho, hay capítulos de El tañido de una flauta que parecen cuentos los cuales se va hilando unos a otros con delgadísimos hilos pero que logran sujetar bien la estructura narrativa.
También Pitol fue un notable ensayista (por ejemplo, El arte de la fuga) desde donde dio a conocer la literatura de otros países y se destacó en el ensayo autobiográfico. Es precisamente en este último donde se puede conocer su recorrido por al ancho mundo de la literatura y del mundo, pues coincidieron sus recurrentes viajes al extranjero, bien por ansia de ampliar sus experiencias vivenciales, bien por su trabajo como diplomático en Europa del este, con su creación literaria y su desarrollo como escritor.
Un libro que me hizo entrar aún más en su literatura fue Sergio Pitol: una autobiografía soterrada. Es un libro ameno, entretenido, interesante y en el que hace además una severa autocrítica, lo cual es saludable en un autor tan reconocido. Ya comentaré más a detalle este libro en otra ocasión. Por lo pronto, les recomiendo ampliamente la lectura de El tañido de una flauta que se puede conseguir bajo el sello de Editorial Era. O bien, en sus obras completas que ha publicado El Fondo de Cultura Económica en cinco maravillosos tomos. Ahí está compilada toda su obra.


viernes, 13 de julio de 2018

CUENTOS COREANOS


Jeremías Ramírez V

Estaba a la mitad de la antología de Cuentos Coreanos (FCE, 1991) cuando la Selección Mexicana de Futbol perdía ante Brasil y para que pasara a cuartos de final requería que el equipo de Corea del Sur le ganara al de Alemania, y ganó. Y entonces se vino esa avalancha de muestras superfluas de amor y agradecimiento a los coreanos por habernos ayudado (¿qué?) a pasar a la siguiente ronda de la competencia.
            Fue una coincidencia que me hizo gracia. Proseguí leyendo el libro, no como agradecimiento, sino porque estaba emocionado con estos cuentos. Este libro lo compré cuando aún en México estaban vigentes los viejos pesos. Me costó 12,500 pesos, de oferta, en la librería Gandhi; su precio original era de 25,000.00 pesos. Creo que lo compré poco después de que se publicó, hace aproximadamente unos 25 años.
            ¿Por qué me tardé tanto en leerlo? ¿Por qué los lectores compramos libros que no leemos de inmediato? Quizá porque somos caprichosos, antojadizos, gusgos, diría mi madre; nos gusta dar mordiditas aquí y allá y, si las primeras líneas no nos atrapan, probamos otro y otro. Y nos gusta rodearnos de libros, como un glotón de platillos.
            Este libro lo compré por curiosidad. Quería saber cómo era la literatura coreana, pues de ese país sólo nos llegan sus productos, pero no su arte, con excepción de su cine, que gracias a sus grandes cineastas, como Kim Ki Duk, que ha hecho películas de extraordinaria belleza, o Chan-Wook Park, cuyas cintas sobre la venganza son sumamente estremecedoras, es que la cultura coreana se ha proyectado en el mundo.
Esta antología la compiló y tradujo Hyesun Ko de Carranza, una coreana que vive en México y recoge trabajos de cinco escritores del siglo XX. Los cuatro primeros cuentos abordan la vida rural de la Corea de preguerra; y los dos últimos, de posguerra, en los que se ve un cambio en la economía del país. Pero veamos uno por uno brevemente.
            En El mejor agricultor, (Yong-Chun Pak, 1911-1976) un traficante de influencias, un vividor, está enamorado de una muchacha y trata de conquistarla con regalos. La semblanza es de una sociedad pobre que viven en la frontera del hambre y la miseria, cultivando lo que se puede.
            El viejo alfarero (Sun-Won Jwang, 1915-2000) es una historia dura. La narración inicia cuando el viejo alfarero está enfermo y su esposa se acaba de fugar con uno de sus ayudantes y lo deja con un niño de unos 6 años. Él intenta sobreponerse a la enfermedad para continuar con su trabajo, pero al final la enfermedad lo vence y tiene que dar a su hijo en adopción para que no quede abandonado.
En La viuda, del mismo autor (Sun-Won Jwang), hay una historia dentro de otra. En la primera una joven, cuando su prometido muere, decide guardarle viudez y se niega a casarse de nuevo. Tiene una amiga, viuda también, que le cuenta una historia (en realidad es la suya propia) de una viuda cuyo marido muere antes de que ella conciba, pero un pariente del marido, que viene a trabajar a la casa de los suegros de ella, la deja embarazada. Quieren huir, pero ella no quiere traicionar a la familia de su esposo, y se queda. El niño lo dan en adopción para evitar escándalos. Cuando mueren los suegros, se va de la casa; y donde trabaja, tiene un encuentro con un joven que busca a su madre, es decir, a ella. La mujer decide no revelarle que ella es a quién busca. Es estrujante el final. 
Huérfano en la tierra (Chong-Ne Cho, 1942-). Quizá de todos los cuentos, este es el más crudo. Un hombre que, en las revueltas políticas de Corea del Sur, logra un puesto de mando que lo pierde cuando encuentra a su esposa con otro dirigente y mata a ambos y tiene que huir. Vaga por diversos lugares trabajando como albañil. En el atardecer de su vida se enamora de una mujer joven, tienen un hijo, y un día ella lo abandona. Sin trabajo, enfermo y viejo, se ve obligado a llevar a su hijo a un orfanato. Él anhela regresar a su pueblo y allí conseguir un trabajo para poder mantener a su hijo. Logra acercarse, pero muere antes de entrar.
Los pájaros y yo (Won-Il Kim, 1942-). Los tres cuentos anteriores se sitúan en la Corea rural. Con este cuento, entramos a la etapa transicional a la modernidad, una modernidad que acarrea contaminación, explotación, enfermedad y muerte. En este cuento, una familia pobremente integrada, cada uno de sus miembros buscan cosas diferentes en la vida. El padre, es un militar jubilado, y trabaja de administrador en una escuela. La madre, una mujer dedicada al agiotismo, es quien tiene el poder en esa familia. Y los hijos, tratan de sobresalir estudiando, pero ambos fracasan. El mayor, como su padre, está enamorado de las aves y busca la manera de rescatarlas de la contaminación. Este, más que un cuento, una novela corta con diversos manejos del tiempo que permiten hacer un fresco de la Corea de mediados del siglo XX.
La balada del adiós (Chong-Ji O, 1946-). Este último cuento es el más famoso de todos. Su estructura complicada hace que el relato sea un tanto oscuro y confuso, pero con un trasfondo emocional estrujante. El personaje principal es una mujer que (en compañía de su madre) va a conocer el lote de un cementerio donde serán enterrados sus padres. Paralelamente se relata la historia del marido de la mujer, un hombre amargado y solitario, que se va de pesca y muere ahogado en un islote que se inunda tras una tormenta. Este último cuento es el único escrito por una mujer.
La antología, con unos cuantos pincelazos, nos da una visión vívida y dolorosa de la Corea del Sur a mediados del siglo XX donde priva la pobreza y el abandono, la explotación y la desesperanza.
            En un artículo sobre la literatura de este país nos dice que el foco de atención de los escritores coreanos a inicios del siglo XXI sigue enfocándose en los olvidados de su sistema, a pesar de que ahora Corea del Sur, inmerso en el capitalismo de las grandes empresas, forma parte de los 4 tigres, o dragones, orientales que conforman un poderoso bloque económico.
            Si usted quiere conocer más sobre la literatura de ese país, Ediciones el Ermitaño, ha publicado algunas novelas, como En busca del elefante de Jo Kyung-ran.

            No sé si la antología Cuentos Coreanos aún esté en venta en el Fondo de Cultura Económica; al parecer ya está descatalogado, pero si lo encuentra en una librería de viejo, no lo suelte; es muy recomendable.  

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...