Hace varios años vi, por casualidad, la película argentina El secreto de sus ojos, porque algún
compañero de trabajo me pidió que le hiciera una copia. Y como usualmente hacía
cuando me pedían este tipo de encargos, hice una para mí. Así fue que llegó a
mis manos.
La película me gustó
mucho. Planteaba un problema judicial desgarrador acaecido en la argentina de
los años setenta, cuando estaba hundido el país en una de las más sangrientas
dictaduras. Como suele suceder con mi memoria, perdí muchos detalles y sólo
quedó un vago recuerdo de algunas escenas y la sensación de que la película era
muy buena, pues me había conmovido mucho.
Hace poco, husmeando
libros en el Costco, encontré una novela con el mismo nombre: El secreto de sus ojos. Leí la
información de contraportada, pero no me decía mucho, parecía otra historia. Decía
en la parte superior que había sido llevada a la pantalla con el título El secreto de una obsesión y con actores
de Hollywood. Yo quería leer la versión literaria de la película argentina y
como sospechaba que no era la misma, no la compré. Un mes después regresé y
decidí comprarla esperando no encontrarme con un bodrio. Las tiendas de
autoservicio están llenas de basura betsellera.
Me senté en una banquita,
a la entrada de la tienda, le quité el celofán y abrí el libro con cautela.
Para mi sorpresa sí era la novela en que se había basado la película argentina,
aunque la fotografía de la portada me seguía intrigando pues aparecían Julia
Roberts, Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman, como estrellas principales.
El inicio de la novela no
me gustó; se me hizo un relato confuso y temí que así estuviera escrito todo el
libro. Sin embargo, a partir del capítulo dos (en la novela lleva el número 1)
recompone el camino. El libro estaba estructurado de modo que una narración está
dentro de otra narración. La novela, en el primer plano, narra la historia de
Benjamín Chaparro, un prosecretario de un juzgado (no me es claro qué es un
prosecretario, no conozco los sistemas jurídicos argentinos, pero alcanzaba a
entender que era una especie de revisor de los procesos judiciales) que recién
se acababa de jubilar y tenía el propósito de escribir una novela. En el
segundo plano leemos la novela que este prosecretario escribe: un hecho
judicial. El caso judicial era sobre un hombre recién casado al que le asesinan
a su mujer. El caso se enredaba y culminaba en un hecho inusitado y terrible.
La narrativa pasa de un plano a otro. En el primero vamos viendo la historia de
este hombre jubilado, solitario, que con grandes dificultades va escribiendo el
relato judicial, pero al mismo tiempo nos narra su situación amorosa con una ex
compañera de trabajo, una juez que conoció cuando ella entró a trabajar como
secretaria al juzgado y él era su jefe. A esta mujer la visita de vez en vez
para contemplarla y llevarle los avances de su novela; ella es su única
lectora. Al parecer escribe para tener un pretexto para visitarla.
El segundo plano narrativo
(que se va mezclando con el primero) es sumamente intenso. El prosecretario se
obsesiona con el caso y trata de hacer justicia a toda costa. Para ello se
enfrenta a un excompañero que acusa indebidamente a unos albañiles y él tiene
que intervenir para liberarlos. Encuentra al culpable de manera fortuita
observando las fotos de la esposa que le enseña el marido y le llama la
atención un tipo que aparece en varias imágenes observando fijamente a la mujer.
Lo identifican y empiezan a rastrearlo, pero el tipo se entera que lo buscan y
se esfuma. Finalmente lo capturan y lo obligan a confesar de una manera
ingeniosa su crimen. Sin embargo, es liberado por aquel compañero que había
acusado a los albañiles. El marido ofendido toma entonces justicia por mano
propia. Al parecer, ahí terminaba todo: con la muerte del asesino, pero su cuerpo
nunca es localizado. Sin embargo, 20 años después la historia da un giro
sorpresivo cuando se descubre realmente qué pasó.
El autor de la novela es
Eduardo Sacheri, un escritor argentino que no conocía. Nada de él me había
caído en las manos y nunca leí en ninguna reseña algo sobre él. Revisando un
poco la información de la introducción y la contraportada y complementando con
el internet, advertí que ésta había sido su primera novela y cuyo título original
había sido La pregunta de sus ojos y
publicada en el 2005.
Como principiante sumamente privilegiado, su
novela había corrido con una suerte envidiable en ventas y muy pronto fue
llevada a la pantalla por el cineasta Juan José Campanella y estrenada en el 2010.
El film obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Regresando a la novela,
déjenme decirles que tiene su encanto, pero se nota que es una ópera prima,
pues hay ciertas dificultades estructurales, pero que no afectan el eje
principal de la historia que avanza en los dos planos narrativo mencionados. Hay
un momento de la lectura que el suspenso atrapa e impulsa a no soltar la novela
hasta saber qué sucedió.
Hasta aquí todo iba bien
pero aún quedaba un pendiente por resolver: ¿Había sido llevada a la pantalla
por Estados Unidos? Decidí investigar y descubrí que la película norteamericana,
titulada El secreto de una obsesión, si
había hecho su versión, pero no se había basado en el libro sino en la película
argentina. Es decir, era un remake, cuya historia la situaban en Los Ángeles y
cambiaba a los personajes. Ahora ya no es un marido al que le matan a su mujer
sino una investigadora judicial a la que le matan a la hija.
La versión argentina, pese
a que tiene importantes diferencias con al libro (algunas alteraciones me
disgustaron), es muy superior a la versión norteamericana.
Si usted quiere ver la versión norteamericana, la
puede conseguir en Netflix, pero si quiere ver la versión argentina, usted la
puede localizar en el Youtube completa y en buena definición. Yo recomiendo
esta última.
Y recomiendo aún más la versión literaria. Es una
buena novela, cuya intensidad disculpa las fallas estructurales, los vacíos
narrativos, los saltos temporales desafortunados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario