domingo, 24 de junio de 2018

EL SECRETO DE SUS OJOS

Hace varios años vi, por casualidad, la película argentina El secreto de sus ojos, porque algún compañero de trabajo me pidió que le hiciera una copia. Y como usualmente hacía cuando me pedían este tipo de encargos, hice una para mí. Así fue que llegó a mis manos.
            La película me gustó mucho. Planteaba un problema judicial desgarrador acaecido en la argentina de los años setenta, cuando estaba hundido el país en una de las más sangrientas dictaduras. Como suele suceder con mi memoria, perdí muchos detalles y sólo quedó un vago recuerdo de algunas escenas y la sensación de que la película era muy buena, pues me había conmovido mucho.
            Hace poco, husmeando libros en el Costco, encontré una novela con el mismo nombre: El secreto de sus ojos. Leí la información de contraportada, pero no me decía mucho, parecía otra historia. Decía en la parte superior que había sido llevada a la pantalla con el título El secreto de una obsesión y con actores de Hollywood. Yo quería leer la versión literaria de la película argentina y como sospechaba que no era la misma, no la compré. Un mes después regresé y decidí comprarla esperando no encontrarme con un bodrio. Las tiendas de autoservicio están llenas de basura betsellera.
            Me senté en una banquita, a la entrada de la tienda, le quité el celofán y abrí el libro con cautela. Para mi sorpresa sí era la novela en que se había basado la película argentina, aunque la fotografía de la portada me seguía intrigando pues aparecían Julia Roberts, Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman, como estrellas principales.
            El inicio de la novela no me gustó; se me hizo un relato confuso y temí que así estuviera escrito todo el libro. Sin embargo, a partir del capítulo dos (en la novela lleva el número 1) recompone el camino. El libro estaba estructurado de modo que una narración está dentro de otra narración. La novela, en el primer plano, narra la historia de Benjamín Chaparro, un prosecretario de un juzgado (no me es claro qué es un prosecretario, no conozco los sistemas jurídicos argentinos, pero alcanzaba a entender que era una especie de revisor de los procesos judiciales) que recién se acababa de jubilar y tenía el propósito de escribir una novela. En el segundo plano leemos la novela que este prosecretario escribe: un hecho judicial. El caso judicial era sobre un hombre recién casado al que le asesinan a su mujer. El caso se enredaba y culminaba en un hecho inusitado y terrible. La narrativa pasa de un plano a otro. En el primero vamos viendo la historia de este hombre jubilado, solitario, que con grandes dificultades va escribiendo el relato judicial, pero al mismo tiempo nos narra su situación amorosa con una ex compañera de trabajo, una juez que conoció cuando ella entró a trabajar como secretaria al juzgado y él era su jefe. A esta mujer la visita de vez en vez para contemplarla y llevarle los avances de su novela; ella es su única lectora. Al parecer escribe para tener un pretexto para visitarla.
            El segundo plano narrativo (que se va mezclando con el primero) es sumamente intenso. El prosecretario se obsesiona con el caso y trata de hacer justicia a toda costa. Para ello se enfrenta a un excompañero que acusa indebidamente a unos albañiles y él tiene que intervenir para liberarlos. Encuentra al culpable de manera fortuita observando las fotos de la esposa que le enseña el marido y le llama la atención un tipo que aparece en varias imágenes observando fijamente a la mujer. Lo identifican y empiezan a rastrearlo, pero el tipo se entera que lo buscan y se esfuma. Finalmente lo capturan y lo obligan a confesar de una manera ingeniosa su crimen. Sin embargo, es liberado por aquel compañero que había acusado a los albañiles. El marido ofendido toma entonces justicia por mano propia. Al parecer, ahí terminaba todo: con la muerte del asesino, pero su cuerpo nunca es localizado. Sin embargo, 20 años después la historia da un giro sorpresivo cuando se descubre realmente qué pasó.
            El autor de la novela es Eduardo Sacheri, un escritor argentino que no conocía. Nada de él me había caído en las manos y nunca leí en ninguna reseña algo sobre él. Revisando un poco la información de la introducción y la contraportada y complementando con el internet, advertí que ésta había sido su primera novela y cuyo título original había sido La pregunta de sus ojos y publicada en el 2005.
Como principiante sumamente privilegiado, su novela había corrido con una suerte envidiable en ventas y muy pronto fue llevada a la pantalla por el cineasta Juan José Campanella y estrenada en el 2010. El film obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera.
            Regresando a la novela, déjenme decirles que tiene su encanto, pero se nota que es una ópera prima, pues hay ciertas dificultades estructurales, pero que no afectan el eje principal de la historia que avanza en los dos planos narrativo mencionados. Hay un momento de la lectura que el suspenso atrapa e impulsa a no soltar la novela hasta saber qué sucedió.
            Hasta aquí todo iba bien pero aún quedaba un pendiente por resolver: ¿Había sido llevada a la pantalla por Estados Unidos? Decidí investigar y descubrí que la película norteamericana, titulada El secreto de una obsesión, si había hecho su versión, pero no se había basado en el libro sino en la película argentina. Es decir, era un remake, cuya historia la situaban en Los Ángeles y cambiaba a los personajes. Ahora ya no es un marido al que le matan a su mujer sino una investigadora judicial a la que le matan a la hija.
            La versión argentina, pese a que tiene importantes diferencias con al libro (algunas alteraciones me disgustaron), es muy superior a la versión norteamericana.
Si usted quiere ver la versión norteamericana, la puede conseguir en Netflix, pero si quiere ver la versión argentina, usted la puede localizar en el Youtube completa y en buena definición. Yo recomiendo esta última.
Y recomiendo aún más la versión literaria. Es una buena novela, cuya intensidad disculpa las fallas estructurales, los vacíos narrativos, los saltos temporales desafortunados.


lunes, 18 de junio de 2018

50 DE 100 AÑOS DE SOLEDAD



El mes de mayo de 2017 se cumplieron 50 años de haber salido a la luz pública la novela Cien años de soledad, que catapultó a la fama al escritor colombiano, Gabriel García Márquez, que luchaba como fiera por posicionarse en el entorno mundial de la literatura. Y fue con esta novela que le permitió despegar una carrera internacional que culminó en el Premio Nobel de Literatura, el 21 de octubre de 1982, aunque él siguió publicando hasta su muerte acaecida el 17 de abril de 2014, en la ciudad de México.
            La primera edición de la novela fue impresa en Buenos Aires el 30 de mayo de 1967 por la editorial Sudamericana, con una gran acogida por la crítica y el público, y cuya edición inicial fue de 8000 ejemplares que se vendieron en menos de un mes[1]. Hasta la fecha se han publicado cien ediciones y vendido más de 50 millones de ejemplares y ha sido traducida a 35 idiomas, aproximadamente. ​
Yo tuve contacto con esta novela en 1975 cuando estudiaba la preparatoria en la ciudad de México. No recuerdo como llegó a mis manos, seguramente la compré tras estudiar a este escritor en la clase de literatura, que era una maravilla; yo estaba fascinado en esa clase con lo que me descubría el maestro sobre la literatura latinoamericana, que de eso se trataba la clase. Era la época del “Boom latinoamericano”, y estudiamos a escritores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortazar, José Donoso, Augusto Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti y sus maravillosos cuentos, entre otros. No podía creer que todos estuvieran vivos. También estudiamos a muchos escritores mexicanos: Arreola, Paz, Azuela, Rulfo, Sabines, Pacheco…
Hace uno días encontré en la ex Comercial Mexicana una edición de la editorial Diana, con una bellísima portada diseñada por Nora Grosse, e ilustrada por la chilena Luisa Rivera, quien desarrolló una serie de estampas que aparecen en diversas partes del libro a página entera, que le dan vida y colorido al texto.
La edición que compré hace más de 40 años no sé en dónde quedó. Hace unos 5 años compré la edición conmemorativa de la Asociación de Academias de la Lengua Española, con pasta dura y exhaustivos prólogos. Y hace un par de meses vi la de la editorial Diana. Quería revisarla para ver las ilustraciones y la tipografía, pero todos los ejemplares estaban envueltos en celofán y me dio pena desnudar a una hermosa dama sin haberla desposado. Y quería desnudarla para revisar sus interiores: un lector siempre anda buscando tipografías agradables, placenteras, buenos interlineados, páginas agradables al tacto y al olfato y quería ver las ilustraciones.
Pocas semanas después decidí ir a ciegas y la compré. Tenía muchos años que la había leído por primera vez y quería volverla a leer. Ya casi no recordaba nada de aquella primera lectura de los años setenta. Sólo recordaba que la había leído completa, y que me gustó mucho, y que la imagen que me quedaba era la de Remedios la Bella cuando subía al cielo.
Como un bebedor empedernido, salí de la tienda de autoservicios ansioso por descubrir sus intimidades. Me senté en las bancas de metal frente a las cajas, desgarré (como novio impetuoso) el celofán que cubría su virginidad y abrí las páginas. El aroma de la tinta y de la celulosa era muy agradable. La tipografía (que diseñó el hijo de García Márquez, Gonzalo García Barcha) era muy hermosa y las ilustraciones bellísimas, con unos orificios en forma de gota.
Abrí la primera página y leí esa entrada ya famosa de la novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”, entrada crudamente criticada por Fernando Vallejo, compatriota de Márquez, pero celebrada por Jorge Aguilar Mora en el prólogo de Cartucho, el libro de Nellie Campobello, pues afirma que es una referencia directa a Pedro Páramo de Juan Rulfo. Pasé velozmente esta entrada y seguí embebido la lectura, sin hacerle caso a la gente que pasaba frente a mí; ellos ignoraban que yo estaba iniciando una vez más una gran aventura en un mundo fantástico que vino a revolucionar las letras latinoamericanas y ha sido piedra angular de muchos escritores, incluyéndome.
Mi fragilísima memoria se vio de inmediato confrontada. Casi nada de la novela recordaba, salvo el nombre de algunos personajes y pocos pasajes que se desdibujaban en la bruma. Esto tuvo un efecto positivo, maravilloso: disfruté la novela como si la estuviera leyendo por primera vez.
Debo confesar que hubo ciertos manejos temporales que no me gustaron, pero en cambio me maravillaron sus personajes, el retrato de sus manías, su degradación al pasar de los años, su muerte a veces terrible, a veces sublime, los conflictos amorosos que rayan en la locura, las pasiones salvajes que los embriagan hasta la locura o el sinsentido, el retrato del poder tan enfermizo en América Latina, esa proclividad a las armas y a la guerra, pero también a la magia y al encantamiento.
Esta novela ha sido clasificada como “Realismo mágico”, aunque en realidad lo “mágico” sólo aparezca en ciertos pasajes, a veces de manera un tanto forzada, aunque en otras de manera perfectamente ensamblada.
Pero el mundo creado por Márquez en esta novela es de un crudo realismo, crudísimo, que quizá les parezca fantástico a quienes no están inmersos en esta cultura tan extendida en América Latina, quizá porque somos herederos de la vieja España, pero con una tradición ancestral que se pierde en las tinieblas del tiempo y con experiencias similares, llenas de dolor, de derrota, de explotación, de esclavismo, de pisoteo, que nos han dejado con las venas abiertas, como diría Eduardo Galeano.
Me pareció que la novela, a sus 50 años de haber llegado a los lectores, consolida su valor y su riqueza y la hace imprescindible para quien se quiera dedicar a las letras.
Desafortunadamente corre el riesgo de convertirse en un clásico, es decir, en una novela citada por todos, pero leída por nadie, como el Quijote o la Biblia.
Pero a quien no les importe estos barrotes ideológicos que resguardan en una celda a los clásicos, se encontrarán con una joya y un fiel retrato de nuestro pasado pero también de nuestro presente.


           




[1] http://www.t13.cl/noticia/tendencias/12-curiosidades-de-las-mas-de-100-ediciones-de-cien-anos-de-soledad-el-clasico-de-gabriel-garcia-marquez-que-cumple-50-anos

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...