sábado, 15 de junio de 2013

HITLER Y CHAPLIN EN EL FILO DE LA HIERBA



Tengo una debilidad: cualquier novela, por mala que sea, que trate sobre el cine, ya sea sobre un guionista o un director o un rodaje, inevitablemente la compro. Esto me ha llevado a leer libros infames como Tarzán en Acapulco, un libro mal escrito que no da luz sobre el emblemático actor de Tarzán, Johnny Weissmüller, quien vivió últimos años refugiado en su casa en Acapulco.
Esta debilidad me llevó a comprar el libro Al filo de la hierba, escrito por Harkaitz Cano y publicado por Roca editorial (editorial española), pues por primera vez encontraba a Charles Chaplin como personaje de una novela y prometía la contraportada una buena historia confrontando a Hitler: “…en la bodega de su barco (habla de Hitler) lleva preso al hombre que lo ha desafiado más allá de la provocación, al comediante que lo ha humillado y detesta: Charles Chaplin”. Y cuando llegué a este nombre, mi emoción se disparó. 
            Esta novela relata una posible invasión nazi a suelo norteamericano. Varios barcos y submarinos llegan a la gran manzana y casi sin resistencia la toman y se posesionan de la ciudad y, poco a poco, de toda la costa este.
            Una narración paralela relata el viaje de  un minero francés, Olivier Legrand, que huyendo de las condiciones miserables de su trabajo, emigra, en 1886, a Estado Unidos, y viaja en el barco que transporta la Estatua de la Libertad del país galo a Norteamérica y duerme, compartiendo su “camarote” (la cabeza de la estatua) con las ratas.
            Continua el texto de contraportada: “Cuando la embarcación nazi toma el puerto de New York, las dos historias se entrelazan. Un ya viejo Legrand, Chaplin y el Gran Dictador interactúan en las calles de Manhattan, donde contrapondrán sus mínimas historias a la Historia de los libros”.
            Lo compré pues y de inmediato le di lectura. Empieza con un inicio cautivador: reproduce un extracto de una entrevista del diario San Francisco Chronicle, publicada en 1940, en la que Chaplin habla de El Gran Dictador, la película que hizo en ese mismo año, y en la que se mofa de Hitler (la secuencia de la película más gozosa es cuando el dictador —Chaplin disfrazado de Hitler— juega con un globo terráqueo inflable lanzándolo al aire. En la entrevista declara que habían pensado un gag de inicio en el que un joven, para tratar de informarle al carpintero cuánto quiere su padre elevar el pasamanos de su casa, va con la mano levantada (como el saludo nazi) por la calle. Pero, declara, a pesar de que se filmó la secuencia, ésta no se inserta en la película, queda fuera. Y remata: “Siempre hay dos películas: la que se hace y la que queda en el camino. La segunda suele ser mejor, casi siempre. Sospecho que sucede otro tanto con los acontecimiento históricos: siempre hay varias sendas simultáneas y solamente la imaginación permite rastrearlas todas…”
            Estoy de acuerdo con Chaplin, pero la imaginación del señor Harkaitz Cano no llega ni iniciar el camino. Justo cuando se escapa del barco Chaplin y se encuentra con el francés, ahora ya un viejecillo encorvado y quien el da asilo, uno espera que se desate la acción pero nada, páginas y páginas de acciones que no van a ninguna parte, el novelista no logra ni cautivarnos ni revelarnos nada. De qué sirve que Chaplin escriba un largo texto que al parecer es una obra de teatro, si este no juega ningún papel (finalmente, cuando Chaplin y Hitler se pelean, las hojas vuelan y ya). Uno esperaría que Chaplin volviera a retar a Hitler, que esa obra jugará un papel importante en la rebelión contra el dictador, que Hitler quedara humillado ante el poder creativo del comediante, pero nada, el texto es un callejón sin salida como todas las acciones del libro.
Al final, queda un sentimiento de frustración de que a tan mal novelista le hayan editado un bello libro cuyo valor está justamente en el diseño y en el papel que fue impreso.
Lástima. Para consolarnos nos queda, aunque no fue de sus películas mayores, ver de nuevo El gran dictador y reír con el ya envejecido Chaplin pero aún con la suficiente pólvora para conmover al respetable. 

sábado, 1 de junio de 2013

ARTE: MOTOR DEL DESARROLLO SOCIAL Y CIENTIFICO



Mucha gente piensa que el arte es una actividad de segunda clase, poco importante. El arte es visto como un “espectáculo”, o muchas veces como un espectáculo menor. 
     Pocos saben la importancia que ha jugado el arte en el desarrollo del ser humano y de la ciencia y la tecnología. Hoy que una nueva serie televisiva se pone en boga, es posible que se pueda variar algunos grados esta opinión. La serie se titula Da Vinci’s Demons, la cual se estrenó el 12 de abril de 2013 en el canal Fox. Y está ambientada en la Florencia del siglo XV (en pleno Renacimiento), en la que el personaje principal es Leonardo di ser Piero da Vinci cuando tenía 25 años. La imagen que nos regala la serie es bastante inusitada pues la idea que tenemos de Da Vinci es la de un viejito de ralos pelos largos, y semblante arrugado, gracias a su autorretrato. De modo que cuando en la serie vemos a un Da Vinci joven, atractivo (como galán de película) hábil con la espada, atrevido, osado, desafiante, amante intenso y ávido que combina estas artes con un sorprendente talento para la creación artística e intelectual se nos hace un tanto chocante. Pero, no fijándose, la serie fluye bien.
     Este Da Vinci está a la caza de fuentes financieras para aplicarlos a sus inventos e investigaciones. Hay momentos que nos parece un Víctor Frankstein (sobre todo cuando roba cadáveres para estudiarlos y dibujarlos). Al inicio, en su búsqueda de financiación, realiza La columbina (una ave mecánica que vuela por sí misma) para el Carnaval de Cuaresma, y le demuestra a Lorenzo Medici sus proyectos de ingeniería militar, una acción que llamará la atención de las familias rivales, entre ellos los Orsini y los Pazzi. Lorenzo lo acoge bajo su protección. Al mismo tiempo, entra en contacto con otros tipos de conocimientos al encontrarse con Saslan Al Rahim, un miembro de una antigua secta que pone en duda la forma con la que los poderes mantienen al pueblo apartados del conocimiento y los beneficios que estos puede aportar a la mayoría que no ha sido bendecida ni por posición, ni por dinero.
    La serie fue escrita por David S. Goyer, cineasta y guionista estadounidense quien es conocido por escribir el guión de la trilogía Blade (dirigió la última). Coescribió, con Alex Proyas y Lem Dobbs el guión de Dark City. Con Christopher y Jonathan Nolan escribió Batman Begins (2005), The Dark Knight (2008) y The Dark Knight Rises (2012). También escribió y dirigió en 2009 The Unborn. Actualmente trabaja con Trent Reznor en el guión de Call of Duty: Black Ops 2.
    La serie es sumamente fantástica rayando en los inverosímil. Se sabe que Da Vinci fue miembro de algunas sectas oscuras y se dice que en sus pinturas dejó mensajes herméticos. Es posible. Pero lo que es indudable es que Da Vinci fue un notable científico e inventor, adelantado en su tiempo pues fue capaz de desarrollar un helicóptero, un submarino y de un tanque de guerra, entre otros artilugios.
    Quizá lo que no queda claro es la conexión de su genio inventivo con su desarrollo artístico. Cabe señalar que primero fue un notable dibujante y pintor. Su Gioconda (Mona Lisa) es aún objeto de admiración en el Louvre de París.
  Y es que lo que muchos gobernantes y líderes actuales (principalmente de los países pobres) no entienden: es la conexión del arte con las ciencias y la tecnología. Los Medicis, entre otros mecenas del Renacimiento, se dieron cuenta que a mayor arte mayor desarrollo del conocimiento. Por ello decidieron otorgar grandes cantidades de dinero a una gran cantidad de artistas. Ellos fueron quienes impulsaron el surgimiento del Renacimiento, cuyos efectos proyectaron a la humanidad en un derrotero nuevo lleno de grandes inventos y descubrimientos.
   Y es que el arte es la actividad que estimula la imaginación y la imaginación es la matriz de todos los inventos científicos. Un ser humano con una gran imaginación es capaz de descubrir e intuir lo inexistente.
    Y al menos esto queda muy en claro en la serie. De ahí el llamado a las autoridades académicas y políticas a invertir y promover el arte. Es el arte quien nos indicará el mejor camino a un mejor a un país urgido de soluciones, un país urgido de sueños e imaginación.

Jeremías Ramírez Vasillas

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...