jueves, 23 de febrero de 2012

ENEMIGOS INTIMOS / WERNER HERZOG


Hay un cineasta que desde mis años de estudiante en las materias de cine me ha inquietado: Werner Herzog. Gracias a los cineclubs universitarios de la UNAM pude ver algunas de sus películas, pero fuera del rico ámbito cultural de la universidad me fue prácticamente imposible ver más películas de este autor, salvo una que encontré en el catálogo de video del CONACULTA: Donde sueñan las hormigas verdes (1984). Ahora, gracias a la amplia difusión del cine a través del video, es posible conseguir muchas de sus películas, disponibles hasta en los botaderos de los centros comerciales dados más a vender chatarra y/o estrenos chatarra.
Hace unos meses, en una bodega Aurrerá, encontré dos películas de él al risible precio de 15 pesos. Válgame Dios, cuanta grosería. Las dos no las conocía: Cobra verde (1988), y Enemigos íntimos (1999), este último es un documental que versa sobre él mismo y la relación tortuosa y enloquecida con su actor más emblemático: Klaus Kinski.
El fin de año, encontré en los negocios masivos de video en el DF tres películas suyas, clave en su filmografía, cuyo actor principal es Klaus Kinski: Aguirre, la ira de Dios (1972), Nosferatu (1979) y Fitzcarraldo (1982) y. Aguirre la ira de Dios ya la había visto en el cine club del CUC (Centro Cultural Universitario) que estaba (debe estar todavía) frente a la Facultad de de Odontología, en CU, junto al paradero de la muerte (un largo tren de tendajones donde los médicos y los dentistas comían parados tacos de guisos de dudosa higiene).
Recordaba escenas de Aguirre pero la historia en general ya se había fragmentado en mi memoria. Vi primero Fitzcarraldo, que por años tenía muchas ganas de ver. Me fascinó. Era la historia de un alemán aventurero en la amazonas (el tipo realmente existió) que busca hacerse rico. Para lograrlo había inventado una máquina para hacer hielo, pero nadie aceptaba su invento, no le veían utilidad al hielo, pese a que Iquitos, donde estaba su centro de operaciones, era un lugar sumamente caliente. Ligado a una prostituta (Claudia Cardinale) adinerada que lo apoya, anhela abrir en Iquitos una Opera House, y estrenarla nada menos que con Caruso. Los planes se le arruinan y frustrado pone su atención en el negocio del caucho en una zona impenetrable por la ferocidad de los aborígenes. Para lograr su objetivo compra un barco destartalado y se lanza en busca de la ruta propicia. Para completar su aventura, decide pasar el barco de un ramal del río a otro a través de una montaña y así facilitar la recolección del caucho. A pesar de lo imposible que parece el cometido, logra pasar el barco por el cerro, proeza tanto del personaje histórico original (que sí lo hizo) como la del mismo Herzog que realizó frente a su cámara la misma hazaña de cruzar el barco con una puntual realismo, sin trucos de ninguna especie.
Esta proeza para lograr una película me pareció sorprendente y espectacular. Pero al ver el documental Enemigos íntimos, descubrí que el grado de dificultad que enfrentó Herzog para hacer esta película fue mayúsculo. Hacer cine es un arte difícil, muy difícil, y más en las condiciones que le gusta trabajar a Herzog: parajes inhóspitos, lejanos, incivilizados como Australia, Africa o Las Amazonas; personajes al filo de la locura y un alto sentido del realismo, como si filmase documentales, en una especie de neorrealismo italiano enfebrecido.
El documental retrata la compleja e inestable personalidad de Klaus Kinski y la tormentosa relación entre director y actor, al grado de pelearse furibundamente durante los rodajes y amenazarse de muerte, pero al mismo tiempo con una mirada de nostalgia del Herzog por el amigo que ya no está y con quien elevó su arte a las máximas cimas de la estética cinematográfica.
Juntos hicieron cinco películas: Aguirre la ira de Dios, Fitzcarraldo, Nosferatu, Wyozeck y Cobra verde. Herzog conoció a Kinki desde que él tenía 13 años cuando sus padres lo llevan a Muhich para que iniciara sus estudios secundarios. Su familia se alojó provisionalmente en una pensión donde, casualmente, se alojaba Klaus Kinski, (nacido en 1926). Kinski ni reparó en Herzog, pues era un niño, pero el futuro director sí en Kinski.
El documental Enemigos íntimos inicia con una secuencia emblemática: la visita de Herzog a esa pensión, ahora convertida en un departamento bien arreglado y habitado por una pareja de mediana edad, donde vivió a los 13 años en Munich. A partir de esa secuencia, Herzog hace un recuento sensible y nostálgico por las películas que filmó con Kinski, los lugares de los rodajes y las circunstancias que vivió con Klaus.
Kinski fue un actor de teatro y debutó en el cine en 1948, en el film Morituri (Eugen York), pero alcanzó fama internacional con Herzog. Quizá fue el director que mejor entendió, aprovechó y manejó el arte actoral de Kinski. Por ejemplo, Fitzcarraldo iba a ser protagonizado por Mick Jagger, y al comparar ambas actuaciones vemos que Kinski es mucho muy superior. Su evidente locura es sufrida por Herzog pero fue quien mejor le sacó partido a esa zona oscura del actor. Y a pesar de los conflictos que vivieron al grado de amenazarse de muerte, regresaban un ay otra vez a embarcarse en nuevos proyectos fílmicos, incluso regresando a escenarios conocidos como el Amazonas para filmar Aguirre.
Una cita del libro de memorias de Kinski: Yo necesito amor (1992) da cuenta de esa relación enfermiza con Herzog: “Es un individuo miserable, se me pega como una mosca cojonera, rencoroso, envidioso, apestoso a ambición y codicia, maligno, sádico, traidor, chantajista, cobarde y un farsante de la cabeza a los pies. Su supuesto ‘talento’ consiste únicamente en torturar criaturas indefensas y, si hace falta, matarlas de cansancio o asesinarlas. Nadie ni nada le interesa, a excepción de su penosa carrera de supuesto cineasta. Impulsado por un ansia patológica de causar sensación, provoca él mismo las más absurdas dificultades y peligros y pone en juego la seguridad e incluso la vida de otros, sólo para después poder decir que él, Herzog, ha domeñado fuerzas aparentemente insuperables. Para sus películas echa mano de personas poco desarrolladas mentalmente y de diletantes, a los que puede manejar a su antojo (¡y, supuestamente, hipnotizar!), y a los que paga un salario de hambre, y eso si les paga. El resto son tullidos y abortos de todo tipo, a fin de parecer interesante. No tiene la menor idea de cómo se hace una película. Ya ni intenta darme instrucciones. Hace tiempo que ha renunciado a preguntarme si estoy dispuesto a llevar a cabo sus aburridas chorradas, ya que le tengo prohibido hablar”.
Durante el rodaje de Fitzcarraldo el conflicto fue tan terrible que los indios que actuaban en la película le ofrecieron a Herzog que ellos mataban a Kinski. En una de las escenas en el barco se ven las miradas amenazantes de los indios. Herzog no aceptó el ofrecimiento, aunque ganas, al parecer, no le faltaban.
Años después de terminar Fitzcarraldo se reúnen y se expresan cariño y admiración muto y se vuelven a unir en nuevos proyectos. Hijos de la mala vida, diría mi madre.
Kinski murió en 1991 pero Herzog aun sigue vivo y activo. Recién se estrena en México su último film: La caverna de los sueños olvidados (Cave of Forgotten Dreams), un documental que realizó en 3D y dicen los críticos que es una maravilla la manera en que Herzog usa esta tecnología. Hay que verla.

Jeremías Ramírez Vasillas

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...