sábado, 27 de marzo de 2010

POETA

Poeta,
siente la tierra en tus manos,
toca las teclas de la noche,
templa tu voz de agua
en el acero de la sangre muerta,
carga tu voz
—agua trémula—
en el aullido de los perros.

martes, 23 de marzo de 2010

TIC-TAC


Late
en una caja de madera
el eco lejano de un tic tac
de un reloj sin cuerda
Corazón muerto
en el féretro herido
por la polilla y el tiempo
Pedazo
corroído de metal y
olvido.
JRV/2018

LOS MANICOMIOS DEL PODER

En 1976 se estrenaba en la ciudad de México (y probablemente en otras ciudades) la película Atrapado sin salida causando estupor a los adolescentes que pudimos colarnos al cine sin que nos sacaran los inspectores. Apenas dábamos crédito (niños aun sin destetar de las fantasías de los Santos Reyes) que pudiera haber lugares donde trataran tan inhumanamente a los enfermos mentales. Película que, en cierta forma, presenta en forma endulcorada la dura realidad de los loquitos en EU, básicamente por la entrañable simpatía de los personajes (que creíamos eran de verdad hasta que los vimos aparecer en otras películas como personas normales) y la fresca insolencia de un Jack Nicholson encarnando a Randle Patrick McMurphy. Este endulcoramiento (sin demeritar la obra estupenda del cineasta polaco Milos Forman) fue evidente al leer el libro que dio origen a la película. Es un libro del escritor Ken Kesey, quién sabía lo que escribía pues fue conejillo de indias en los sesentas en los experimentos que Estados Unidos realizó con drogas alucinógenas, como el LSD, y razón por la cual pasó temporadas en los manicomios.
En 1979 se estrenaba María de mi Corazón, película que abordaba de nuevo el tema de los manicomios, pero en México, espléndidamente dirigida por Jaime Humberto Hermosillo con un guión basado en un cuento de Gabriel García Márquez y actuada por una entrañable María Rojo. Estupenda y dolorosa la película.
Pero de la ficción a la realidad, por cruda que sea la ficción, es un paso en el vacío. La realidad es mil veces más cruda.
Recientemente compré un libro en los botaderos de un centro comercial de Celaya que daba cuenta de una realidad aún más atroz que la novela de Kesey y el cuento de Márquez. En nuestro México, tan sacudido por la violencia, la corrupción es un cáncer que atraviesa las instituciones y hace que las tragedias sean aún más profundas porque se combinan con otras corrupciones.
El libro que da cuenta de este drama se titula “Los manicomio del poder”, escrito en el 2007 por Jaime Avilés, periodista de La Jornada.
El 18 de agosto de 2003, una nota escrita por Avilés en su columna “Desfiladero”, daría por terminada la carrera política del Dr. Guido Belsasso, al poner en evidencia que usaba su posición y puesto (como titular del Consejo Nacional contra las Adicciones) para favorecer inversiones en México, es decir, hacia tráfico de influencias.
Para descubrirlo, Jaime inventó un personaje, Francesco Mosca, y le pidió a un colega italiano que se hiciera pasar por este personaje, interesado en invertir en Cancún para desarrollar un complejo turístico. Belsasso, ambicioso, le responde de inmediato y para iniciar las negociaciones el falso Francesco Mosca manda a su supuesto sobrino, otro compañero periodista italiano. El encuentro definitivo entre el sobrino de Mosca y Belsasso se da en un Sanborns de Paseo de la Reforma. El periodista graba la conversación, prueba fehaciente de la corrupción de Belsasso. La publicación de esta conversación y las pruebas adicionales, entre ellas, una página de Internet donde vendía sus servicios de tráfico de influencias, son suficientemente contundentes para acabar con la carrera de Belsasso.
Cuando los colegas le piden a Aviles que diga como logró esta hazaña periodística, éste decide guardar silencio y responder años después no con una declaración sino con un libro, pues este drama es mucho más complejo.
Todo inicia cuando Avilés se traslada a Monterrey a investigar sobre el quebranto de los derechos humanos en el penal de Topo Chico. En sus largas estancias en la sultana del norte lo lleva a conocer a un singular músico: Antonio Fonseca, quien le cuenta su tragedia personal y le pide ayuda, creyendo que la prensa abre cualquier candado. Sucede que su novia, una hermosa mujer de más de 40 años, viuda, prácticamente si hijos (pues se los quitaron sus familiares) es secuestrada por sus hermanos para “librarla” de una situación pecaminosa: su unión libre con el músico, y es recluida en un centro psiquiátrico donde recibe diversas vejaciones y maltratos físicos y psíquicos. De esta forma, Avilés entra al infierno de la psiquiatría mexicana. Al iniciar su investigación va a dar con Virginia Gonzáles Torres, hermana de Dr. Simi, una singular mujer que libra una batalla por eliminar el inhumano trato de los pacientes mentales en las instituciones de salud. De la mano de Virginia entrará a los hospitales psiquiátricos, los cuales se habían convertido en un botín político y lugar donde la clase pudiente podía lavar su pulcra conciencia despojando a sus familiares “incómodos” de su recurso más valioso: su voluntad. Atrofiados emocional y psíquicamente en tales sitios, se convertían en meros títeres de sus familiares.
El libro culmina contando a detalle cómo se urdió el engaño para hacer caer a Belsasso (responsable en gran medida de la tragedia de los hospitales psiquiátricos, aunque no el único). El libro, a pesar de tener una alta dosis de thriller policiaco, no llega a una culminación dramática satisfactoria. El golpe de Avilés en contra de un oscuro personaje da pie a que se inicien cambios en las instituciones que atienden a los enfermos mentales, pero aun, es muy probable, que no se haya alcanzado ni la mitad de la meta.
El libro es una excelente radiografía a las entrañas de la corrupción en el sector salud, y muestra del cáncer que invade a las instituciones del país y es, al mismo tiempo, explicación lógica de la noche negra de violencia de nuestro país: la corrupción aunada a la impunidad, dos factores responsables de este monstruo de mil cabezas al que no se encuentra la forma de exterminarlo. De antemano sabemos la razón: los políticos son parte de esta corrupción. Al final del libro hay una frase muy esclarecedora: “La violencia psiquiátrica está en la base de los mecanismos represivos de control social que abonan a favor de la gobernabilidad autoritaria. Por fortuna los cambios que se avecinan en México no provendrán de los políticos; de hecho, nunca ha ocurrido así: a ellos les corresponde sistematizarlos, pero es a la gente de a pie, en sus limitadas esferas de acción, la que día a día los construye como respuesta a sus necesidades específicas”.

domingo, 21 de marzo de 2010

GRBAVICA: La revelación de Sara

Alejados del DF, y víctimas del acentuado centralismo, uno de los respiraderos culturales (tanto de libros, como de películas y además económico) son los botaderos de las tiendas de autoservicio. A es sucio cajón van a dar los saldos, generalmente llenos de basura, verdaderas joyas cinematográficas y literarias.
Por ello es importante, cada que vamos a uno de estos templos del consumismo, no dejar de husmearlos. Un buen olfato nos puede permitir que nos hagamos de una respetable colección de joyas a precios muy atractivos: 30, 40 ó 50 pesos.
Una de esas películas que recientemente encontré es Grbavica, opera prima de la directora bosnia Jasmila Zbanic, película que fue galardonada con el Oso de Oro (uno de los premios más importantes en el mundo) en el 2006.
La película no es una gran joya del cine (lo que ha incomodado a algunos críticos pues creen que el Festival de Berlín pone entre dicho su calidad evaluadora) pero tiene buenos aciertos para una directora muy joven aun (que nada tiene que ver con el talento. Orson Welles tenía 24 años cuando filmó El ciudadano Kane) y primeriza.
El mayor acierto es el tema: las víctimas de una estúpida guerra, víctimas, que Jasmila Zbanic conoce de cerca. Enfrente de donde vive hay una zona llamada Grbavica donde los Serbios montaron un cuartel donde torturaron a mucha gente. De allí salió el guión que ella misma escribió.
La película nos cuenta la historia de Esma y su hija adolescente, Sara. Esma trabaja donde puede y desatiende un tanto a una hija que atraviesa por una adolescencia turbulenta. Ellas viven solas en un departamento en Grbavica. La historia es narrada con una tensión interna que parece que se desbordará por cualquiera de sus frágiles hilos, lo cual crea una tensión dramática interesante pero desorientadora. Esma está preocupada por juntar el dinero para que Sara se vaya a un viaje escolar. Y Sara vive en un conflicto y quiere saber quién es su padre. Esma le ha dicho que murió en el frente de batalla y por eso es un héroe de guerra, pero eso no le satisface a Sara que presiona a su madre para que le diga todo: la presión alcanza su punto más alto cuando Sara confronta a su madre con una pistola que le dejó un amigo de la escuela.
La revelación del secreto, pese a las heridas que abre, le permite a Esma encontrar un alivio a su conflicto emocional interno. Como dice un crítico de La butaca.net, la película alcanza su momento más conmovedor, no cuando se enfrentan Sara y Esma, sino cuando Esma asiste a un club donde les dan terapia a un grupo de mujeres víctimas de la guerra. Esma libera allí su carga y cuenta su tragedia después del enfrentamiento con su hija. Las secuencias de este club son mostradas con grandes acercamientos lo cual le eleva la temperatura dramática al film.
Otra virtud de la película es que no cae en la sensiblería, a pesar de que tiene todo para dejarse caer en los brazos de esta plaga del cine. Y esto se le agradece a la directora.
La película es en sí una denuncia de los conflictos de las viudas o afectadas de la guerra que bien nos puede servir de referente cuando este momento altamente violento que atraviesa nuestro país termine y tengamos que recomponer a las víctimas, que ya se suman por miles, y ofrecerles opciones para sanar y superar sus heridas.

jueves, 18 de marzo de 2010

LOS BASTARDOS

Es la primera película que he visto de Amat Escalante. Había escuchados comentarios adversos sobre su trabajo fílmico. Algunos me dijeron que era émulo de Reygadas por el uso reiterado de tomas larguísimas y desesperantes, pero sin el acierto de su antecesor. Debo decir que, predispuesto, no esperaba mucho de esta película e incluso me había resistido a verla. Decidí a ver Bastardos a instancias de mi querida amiga Ivette Lipkies, que está más involucrada en el cine por familia y por mérito propio.
Bastardos me sorprendió pues me encontré con una rara película con un registro preciso y brutal, sin embajes, sin una miradas de conmiseración por los pobrecitos indocumentados, sin justificaciones de estar en ese país ni por sus actos, pasivos o violentos. Además, la película tiene buena factura. El ojo de su director de fotografía es muy certero: su encuadre hierático expresa con frialdad y precisión las escenas más estremecedoras. Y, en efecto, usa como Reygadas tomas largas, estáticas, pero creo que lo hace con bastante acierto. Sus personajes son muy creíbles: la utilización de actores no profesionales le ayuda en esta credibilidad, aunque de pronto se ven un tanto tiesos, pero esta tiesura se vuelve virtud pues apuntala la tensión de los personajes.
La trama es muy sencilla, sin grandes aristas y sin un conflicto dramático fuerte que detone la acción. Su tensión dramática es continua, latente, como un sordo dolor de muelas, y Escalante nos da poca información sobre las motivaciones de sus personajes los cuales tenemos que deducir o adivinar, lo que hace problemática la identificación del espectador con los protagonistas y con el conflicto. No busca la complicidad del espectador sino dejarlo perturbado. Las escenas avanzan con un suspense permanente, sin un rumbo definido y determinado por la tensión dramática, pero de alguna forma intuimos que algo terrible va a pasar y cuando ocurre no esperábamos que fuese así, abrupto, de estremecedor. La historia es muy sencilla: dos indocumentados (Jesús y Rubén) llegan a Estados Unidos con el propósito de trabajar en lo que se pueda. Después de una jornada de trabajo como albañiles, Jesús y Rubén se dirigen supuestamente a su casa y son agredidos verbalmente por un grupo de norteamericanos que beben cerveza en un parque público. Rubén quiere responderles la agresión (se nota que es de un carácter irascible) pero Jesús logra calmarlo y llevárselo a un lugar apartado para sacar un rifle de cañón corto. Regresan a donde estaba el grupo de agresores pero ya solo quedaba uno de ellos dormido y ebrio. Lo encañonan pero no vemos que sucede. De pronto, la película da un giro y entra en escena una familia norteamericana con conflictos. La madre, al parecer está divorciada y vive con u hijo adolescente que no la obedece. Cuando sale el joven, los indocumentados entran por la ventana y amagan a la señora. Jesús la obliga a meterse a la alberca y a drogarse con él. Salen de la alberca y se sientan en la sala. Jesús y Rubén parecen tranquilos, pero no dejan estar alertas. La mujer, por los efectos de la droga, parece también calmada aunque se le nota cierto temor. De pronto la escena da un giro terrible.
La anécdota pudo haberse contado en mucho menos de los 90 minutos (tiempo que dura la película), pero el estilo lentísimo de Escalante hace que el espectador no le quede de otra que contemplar la vida de los indocumentados en un país hostil y ajeno sin un acento de compasión. La película termina con un final muy abierto que dejará a más de un espectador insatisfecho. Aunque pensándolo bien, es un final que rompe el lugar común de este tipo de películas trágicas. Ya le tocará al espectador imaginar un final. La película es como un trozo en la vida de alguien sin preguntarle de dónde viene y termina sin que sepamos a dónde van. Esta indefinición es aun más inquietante que se hubiese elegido un estilo narrativo común. En suma, no le da concesiones al espectador. Por lo que, si usted decide verla, tendrá que despojarse de esquemas cinematográficos habitual para poderse conectar con esta película.

miércoles, 17 de marzo de 2010

martes, 16 de marzo de 2010

EL JINETE






Era el mejor caballo: negro, reluciente, de musculosas patas que se alzaban poderosas en su ligero galopar. Subía y bajaba devorando el horizonte. Con un animal de esta estirpe, él tenía que ser el mejor jinete, el más extraordinario. Y lo fue... hasta que el carrusel se detuvo.

jueves, 11 de marzo de 2010

MIS DEDOS EN TU AURORA

En la mañana
el sol enciende tus mejillas
como una fruta.

Tu piel se tiñe de oro y fuego.

Te acaricio
y mis dedos se llenan de tu aurora.

INVENTO FEMENINO

La rueda no fue en realidad un invento masculino. Las mujeres la habían inventado desde mucho tiempo atrás, sólo que nunca le dieron una aplicación motriz; prefirieron hacer rosquillas.

domingo, 7 de marzo de 2010

LOS OSCARES

Quienes conocen que desde 1987 me he dedicado a la crítica de cine, primero en el programa de radio “Butacas y Palomitas” en Radio Tecnológico de Celaya, luego con “Permanencia involuntaria”, columna que escribí allá por el 89 para El Nacional de Guanajuato, y durante seis años (2000-2005) para la revista Chopper de Guanajuato, y me piden mi opinión sobre la entrega de los Oscares, se sorprenden profundamente cuando les he dicho que nunca he visto completa la ceremonia y que en algunas ocasiones de plano he visto nada. Se sorprenden porque no pueden creer que alguien que ellos creen le apasiona el cine deje de ver los oscares o incluso no vaya con cierta frecuencia al cine.

Mi respuesta siempre es la misma: amo el arte fílmico, cierto, pero esto no significa que sea un fiel de la celulolatría, es decir, de lo que comúnmente se llama “cinefilia”. Su sorpresa es mayúscula cuando les digo que no soy cinéfilo, es decir, que no vivo dependiendo de los sucesos de la pantalla grande, que no poseo ninguna de las películas de la guerra de las galaxias, que los estrenos me dan asco, que no tengo tarjeta de cinéfilo frecuente en Cinépolis, y que no está adornada mi casa de carteles de cine.

Que mi postura frente al cine es más bien crítica. Que me gusta ver pocas películas, que las veo tratando de captar todas las aristas posibles (cosa que logro casi nunca) y que muchas de las películas que he visto no las vería otra vez, pero que estoy dispuesto a ver cualquier película de Tarkovski, Kieslowski, Bergman, Kitano, Kurosawa, Eisenstein, y un etcétera bastante largo, aun sin ver la reseña publicitaria o las fotos. Y que cuando veo una película (no llego a más de una por semana), veo una película. Me producen nauseas quien carga con un kilo de películas para el fin de semana. Confieso que un algún tiempo sí vi un kilo por fin de semana, muchas veces por encargo, como cuando fui jurado de selección en Festival de Expresión en Corto, experiencia que nunca volveré a realizar, o cuando he trabajado como crítico, y una época porque me prestaron un par de semanas una videocastera cuando era muy caro comprar una.

Repito, que cuando veo una película hago sólo eso, ver una película, la cual me deja pensando varios días y con frecuencia me empuja a revisar información, leer algún libro o al menos un artículo sobre dicha película o sobre el tema. Con cierta regularidad, esas películas que me dejan huella, es decir, que me permiten descubrir algo nuevo sobre la vida humana o bien que me sorprenden por la fuerza dramática de su historia o por una manejo estético sobresaliente, como algunas películas de Takeshi Kitano o Jim Jarmusch, son películas que cuando las encuentro a buen precio (muy pocas compro a más de 150 pesos) las compro, y que pese a esta tacañería me han permitido acumular una colección bastante numerosa.

La razón es muy simple. Desde que el cine me asaltó la imaginación cuando era estudiante de comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, es decir, cuando descubrí que era un arte complejo y profundo, el cine se convirtió para mí en un campo de encuentro, campo que se volvió más rico y profundo desde que empecé a usarlo como medio de expresión de modo que cada que veo una película, ya sea en el cine o en mi casa, lo veo desde la óptica del realizador, como Antonio Salieri escuchaba a Mozart en Amadeus, con un profundo sentimiento de envidia (por qué no fui yo quien hizo esa película) y con la certeza de reconocer cuando estoy frente a una obra de arte y cuando no.

Por ello los Oscares, evento dirigido más que nada a los cinéfilos particularmente aquellos que Marcel Martin (teórico de cine francés) cataloga de “tragones ópticos”, no es para mí importante porque dicha ceremonia no es un evento que me permita descubrir y profundizar más en el arte de la imagen sino una pasarela de los más frívolo y superficial de una industria que está interesada más en producir dinero que en hacer arte. Por todo ello, digo y grito a los cuatro vientos: ¡Viva el arte fílmico, mueran los mercaderes del templo (del arte, por supuesto)! He dicho.

sábado, 6 de marzo de 2010

YO, LA PEOR



Mónica Lavin presentó este libro en el Centro Estatal de las Artes y comentaba las peripecias que tuvo que librar en el abordaje a un personaje monumental, un verdadero monstruo de las letras que ha impulsado a que muchos estudiosos de talento a dedicarle estudios profundos y a recibir los sobrenombres de El Fénix de América y La décima Musa.

Mónica Lavín no es una historiadora ni estudiosa de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. Incluso ha habido literatos de gran talla que han escrito sobre sor Juana tales como Octavio Paz que publicó en 1983 Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Mónica declara en el epílogo de este libro: “Confieso que no ha sido fácil. Que aproximarse a Sor Juana, a su vida, a su tiempo, a su deseo de saber por encima de todo e intentar darle vida, me pareció un atrevimiento. Aún me lo parece, por su estatura literaria, por ser motivo de estudio de los sorjuanistas (muchos le dedicado décadas de estudio), por ser un enigma y por los hallazgos continuos que van dando explicaciones, nuevos matices y renovadas dudas a un genio extraordinario en un momento de la Nueva España también singular. Pero el atrevimiento ha valido la pena".

El logro de este libro radica en la forma que decidió Mónica estructurarlo. En vez de usar la primera voz de Sor Juana o la tercera, decide la tercera persona pero de un puñado de mujeres que estuvieron a su lado, como aliadas, o como obstáculos. Y es loable ese intento de usar un puñado de voces y visiones para husmear la vida y acciones de Sorjuana. Se agradece la reconstrucción de un México que ya no vimos y que cuesta mucho imaginar, aun con grandes zonas llenas de agua teniendo como medio de transporte las lanchas. Pero también, las voces de los indígenas cuya lengua estaba viva y brotaba como agua en las gargantas de los mal llamados “indígenas”.

Mónica divide la novela en cuatro grandes momentos: infancia en su pueblo al pie de los volcanes, la juventud en la ciudad de México, su vida palaciega a invitación de la virreina Leonor Carreto, y finalmente su vida monacal.

La novela solo nos da breves destellos, pinceladas gruesas de momentos específicos de la vida de Sor Juana a través de los ojos de esas mujeres. Muchas de estas miradas están llenas de admiración; pero otras, llenas de envidia y odio. Sobresale en estas voces femeninas la voz, la única, de un hombre, pero la justificación de Mónica es que este hombre se disfrazó de mujer autodenominándose Sor Filotea, escudo para lanzar uno de los más fieros ataques a Sor Juana, ataque que ha llevado a especular como el principal motivo de que Sor Juana haya dejado de escribir en sus últimos años.

Se agradece a Mónica la posibilidad de asomarnos a la vida de un personaje importante en nuestra historia y en nuestro arte y a ese México ya inexistente.

Si bien es interesante y por momentos apasionante la lectura de este libro como el capítulo, cuando terminamos de leerlo queda un hueco en el estómago, como si hubiésemos comido un gran plato de verdura y no quedamos satisfechos. Quisiéramos habernos asomado con mayor contundencia a Sor Juana, a su trabajo monumental de escritora, a su defensa granítica en contra de todo en una época donde la mujer no era más que un instrumento, un objeto. Creo que a pesar de todo el esfuerzo de Mónica, se queda corta, su bisturí no logra ir más a fondo, al corazón, al hígado, a la médula ósea. No se si justo con este comentario, pero esa es la sensación que sentí al llegar a la página 379.


viernes, 5 de marzo de 2010

CAE

una gota de lluvia en la ventana
repta sobre el cristal

gira incierta

baja como sudor
de ácido y ceniza.

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...