viernes, 30 de abril de 2010

AL ALBA


Al alba
las campanas ruedan por las calles
hurgan los oscuros callejones
diluyen en bronce los fantasmas.

Al alba
lo gallos asientan el filo de su pico
en el suelo cual navajas
y afinan su garganta con el tono de la aurora.

Al alba
se retiran los gatos a su alcoba
a soñar el sueño que durante siglos
han soñado las estatuas.

Al alba
los pájaros cantan, cantan
su augurio con trinos de agua.

Al alba
los motores de los autos resucitan
y gruñen de hambre en las cocheras.

Al alba
un rumor de bestia se despierta:
es la ciudad que emerge de la bruma
y levanta su magnífica cabeza.

jueves, 29 de abril de 2010

APRENDIZ DE NOVELISTA



La novela, en su definición más amplia,
no es sino una impresión personal
y directa de la vida.
Henry James

Este libro es uno más de esos hallazgos en los botaderos de las tiendas de autoservicio. Bueno, en esta ocasión tenía un letrero que le daba otra imagen pero era un botadero, no cabe duda. El letrero que coronaba la mesa decía “A leer con la Comer”. Y los precios de todos los libros que estaban allí oscilaban entre 30 y 40 pesos, sin importar su tamaño o calidad. Por ejemplo, en esta mesa estaba la última novela de Tom Wolfe: Soy Charlotte Simmons (2006), un librote de casi 900 páginas.
        Pero volviendo a Aprendiz de novelista. Este es un librito de poco más de 100 páginas en el que Humberto Guzmán ofrece al lector un manual de viaje para quien quiera aventurarse en el proceso de creación de una novela.
       Libros como éste hay muchos. Cuando recién me entró la inquietud por dedicarme a las letras compré un librito de Bruguera que prometía: “Alcance el éxito a través de la palabra escrita". Su título era en sí una promesa: Como ser escritor. Lo leí y no se cumplió la promesa. 
        Pasaron los años y varios de estos libros se fueron acumulando en mi librero sin que el toque mágico tocara mi pluma. Y cuando la comezón del cine llegó, también se fueron sumando los manuales de guión cinematográfico.
        Hoy, con este libro, me he convencido que antes que escritor soy un aprendiz de escritor a pesar de llevar tantos años luchando con la pluma. Por eso me he inscrito en una buena cantidad de talleres literarios y me seguiré inscribiendo. En estos talleres es de dónde he aprendido la mayoría de las cosas que forman parte de mi incipiente tarea de escritor.
        Aun así, los manuales de escritura, cuando se me atraviesan, difícilmente me resisto. No fue el caso de Aprendiz de novelista. Lo vi. Leí las primeras líneas de la contraportada. Lo dejé. Me fui a ver las películas y los discos. Regresé. Le di dos vueltas a la mesa y tomé dos libros más. Me fui a ver las chuletas y los bolillos. Y ya casi en las cajas, me regresé para ver si no dejaba algún libro interesante. Otra vez tomé el libro y leí el texto de la contraportada y la introducción. Una frase me convenció de comprar el libro: “Doy paso, entonces, a estos apuntes acerca del oficio de escribir novela, que está dedicado, de manera especial, a aquellos que tienen el valor de aceptar que son APRENDICES de escritor de novela”.
        No me gusta aceptarlo así de sopetón, pero en efecto, soy un aprendiz y lo seguiré siendo hasta que me muera. Venga pues el libro de don Humberto y veamos qué aprendemos. Me lo llevé y aunque me tardé un poco en leerlo, pero cuando lo tomé ya no lo solté.
       No voy a reseñar el libro, sólo les diré que si es una buena guía, si es un libro que da pistas: señala vicios, acierta en aspectos esenciales del oficio, da una lista de lecturas lo que hacen recomendable este libro para quienes están en ese proceso de aprender.
       Pero para mí un libro vale la pena cuando revela algo que cambia la percepción que se tenía de las cosas y abre una región de nitidez. Esa visión que me dio este libro fue una simple sentencia categórica. Dice Humberto Guzmán: “Para escribir una novela hay que hacer literatura”. ¿Literatura? ¿No es esta una verdad de Perogrullo?.
         Pues fíjense que no. El hecho fundamental de la novela es el lenguaje, el uso del lenguaje, es crear un mundo con palabras. No son las historias lo importante, sino las palabras. En efecto, ese fue el elemento revelador. Las palabras. Lo importante para un escritor no es qué tan maravillosas son sus historias, sino cómo utiliza los elementos lingüísticos para encantar a los oídos de su lector. 
      Una amiga me dijo una vez: “Si conocieras mi historia tendrías mucho material para escribir”. Humberto Guzmán dice que eso no importa, no es lo esencial de la novela, sino el uso del lenguaje. 
       Julio Cortazar demuestra esto. Díganme qué de maravilloso tiene el recorrido de una gota de lluvia en la ventana o el ascenso que hacemos por una escalera. Don Julio tiene dos cuentos con estos temas: Instrucciones para subir una escalera y El aplastamiento de una gota, ambos son cuentos maravillosos no por lo que cuentan sino en cómo Cortazar usa el lenguaje.     
         Reproduzco este último cuento para que sepan de qué hablo:

APLASTAMIENTO DE LAS GOTAS

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

         Ahora bien, no sólo la novela depende de las palabras sino también la poesía, el cuento y el ensayo. 
        Literatura son palabras, palabras como unidades significantes y nada más. En el cine, aunque tenga diálogos, son imágenes, eso es lo esencial del cine: el uso de las imágenes para… Bueno este ya es otro tema que trataré después. Por lo pronto, adiós.

miércoles, 21 de abril de 2010

MUERTE CON FIN

Bebo un vaso de agua.

El líquido
como una lagartija por una enredadera
desciende por mi tráquea 

Sus pies helados palpan las paredes oscuras,
Se mezclan con las sombras del café de la mañana
y deja manchas en las cicatrices
oscuras de la flora.

Muere

en la plenitud lumínica
del urinario
al final del recorrido.

domingo, 18 de abril de 2010

SOMBRA DE AGUA


El cielo llora.

Trazan las gotas surcos de sombra
en el rostro de la mujer
de la ventana.

Llora en silencio
en el silencio fragmentado por la lluvia
lágrimas de ceniza.

viernes, 16 de abril de 2010

TU SILENCIO

Tu silencio
remolino de presagios
es una navaja
que presume su brillante dentadura.

Cargo tu silencio como una cruz
en mi calvario.

Pesa.

Tu silencio, 
bosque de espinas
me lleva por un estrecho camino
que se parte en dos en el vacío.

Tu silencio: páramo yerto

¡Qué ausencia de agua hay en tu silencio!

jueves, 15 de abril de 2010

NAVE NODRIZA

En el mar de la noche
mi casa,
—anclada al jardín, a la piedra,
a la incomprensible costumbre domiciliaria—,
espera a que suban abordo
sus andantes.

El reloj marca el compás de
las estrellas
y el segundero se pierde en el silencio.

Un perro ladra al ferrocarril que ya se ha ido.

Los ocupantes de mi casa van subiendo a la cubierta,
buscan en las sombras su discurso.

La casa cierra finalmente sus ventanas
encadena las puertas,
afianza imperturbable sus candados
que sellan en hierro el sueño y el descanso.

La noche avanza.

En la penumbra
un oleaje de respiros
se mecen en las aguas ambarinas
de las farolas de la calle.

Afuera pululan como ratas los maleantes
hieren la ciudad con sus espantos
muerden implacables con sus bocas asesinas
la nostalgia.

Lloran, lloran las sirenas de las ambulancias
presagian incansables los sepelios.

Adentro,
nada se mueve.
La nave arrulla a sus tripulantes bajos sus alas de argamasa
hasta que empieza a envejecer la noche.

A las puertas de la aurora
la casa abre, como insólitos párpados, las cortinas
para que el sol lave sus entrañas
y expulse a sus navegantes
de nuevo a su rutina.

martes, 13 de abril de 2010

ANTICUADOS


A pesar del avance tecnológico de los medios de comunicación, los grillos siguen aferrados a la herrumbrosa clave Morse.

jueves, 8 de abril de 2010

TOKIO BLUES, NORWEGIAN WOOD


Escribí hace tiempo que este era el último libro de Murakami que iba a leer, y ahora estoy a punto de echarme para atrás. Tenía razón el gordo de Nicolás Alvarado: esta es la mejor novela de Murakami. Las novelas de Murakami que había leído tenían la recurrencia de los gatos, los pozos y sucesos misteriosos, harto misteriosos e inverosímiles: el anciano que hace llover peces y habla con los gatos, la televisión encendida sin estar conectada a la corriente eléctrica, los pozos como puertas a una realidad aparte, etc., que ya me tenían harto.

Tokio blues tiene un pozo, también misterioso, pero este es parte de una leyenda y la trama de la novela no entra allí. También hay gatos, bueno, una gata, Gaviota, pero su presencia es tan nimia que se le perdona. Y la sorpresa: no hay hechos misteriosos. Cuando iba a la mitad de la lectura soñé con la novela, soñé que en la parte final había un hecho misterioso y me decepcionaba. De vez en cuando tengo sueños premonitorios, como cuando ganó Calderón. En medio de la batalla de cifras, soñé con lo que sucedió: un nuevo montaje de cifras donde ganaba Calderón, y ganó. ¡Chale! Así que leí Tokio blues con el temor de que de un momento apareciera un conejo, como el de Alicia. Y ese temor se mantuvo hasta la página 380, allí se diluyó: en media página que restaba era imposible que entrara algo misterioso.

Pero no era la única angustia, aparte de la infección estomacal que torturaba: ¿Toru Watabane, el personaje principal, lograría desentrañar el complejísimo nudo que se había creado en su derredor?

El final, fue un buen final: un buen golpe de imaginación hizo que terminara de una forma sumamente aventurada, envidiable: con esa gracia me gustaría terminar mis relatos. Hay mucho que aprenderle a este japonecito.

Tokio blues es acertada hasta en su título: en esta novela Tokio es el territorio de la tristeza. Y ese es el tema del libro: la tristeza, la profunda tristeza que produce el suicidio.

Toru Watabane es un hombre de 37 años que en un vuelo a Alemania, justo cuando se disponía a abandonar su asiento, por los altavoces de la nave empieza a sonar Norwegian Wood, la popular canción de los Beatles. Al escuchar la canción, se desata en Watanabe una violenta reacción emocional que catapulta su memoria al año 1969 cuando estaba a punto de cumplir 20 años. Watanabe entonces cursaba en la Universidad de Tokio estudios sobre literatura. Era un estudiante poco social, que su mundo se concentra en la música y en sus lecturas. Entabla relaciones con sus compañeros de una forma distante, guardándose para sí sus opiniones. Es muy reservado, pero meticuloso y altamente sensible a quien la afecta profundamente lo que le sucede a sus escasos amigos.

La novela es un enorme flash back que nunca regresa. Los recuerdos se inician cuando recién había muerto su mejor amigo, Kisuki, y un día, casualmente, se encuentra con Naoko, la hermosa novia de su amigo, que también se ha mudado a Tokio a estudiar, y empieza con ella a entablar una profunda y emotiva relación en la que flota un clima de intenso erotismo. La salud emocional de Naoko es muy frágil y parece que puede sucumbir en cualquier momento. Entonces conoce a Midori, una mujer impulsiva con una imaginación erótica compulsiva y avasallante pero que mantiene con Watanabe un distancia mínima necesaria para que no haya entre ellos un contacto físico. Sin embargo, ella será el madero que le permitirá flotar a Watanabe cuando Naoko sucumbe y es recluida en un centro de recuperación psicológica. La relación con Naoko se enturbia, pero al mismo tiempo logra otro nivel de compromiso. Mientras con Midori la relación también avanza y se profundiza. Metido en el dilema entra Naoko y Midori, un suceso funesto lo empuja a un periodo de soledad y sufrimiento profundo.

Esta es una novela amarga que habla de la soledad de los jóvenes que me ha hecho rememorar el tiempo cuando estaba prestando mi servicio militar, intentando tocar con un grupo de rock, e iniciar apenas mis estudios preparatorianos. Cuantas veces vagué en ese tiempo por las calles del DF, me metí a parques de diversión, fui al cine o a restaurantes solo, completamente solo, metido en mis lecturas solamente. Fue inevitable no establecer un vínculo emocional con Watanebe, casi al punto de sentir que Watanabe era yo, sí, creo que bajo la magia de la literatura es posible tener otra vida: Watanabe soy yo, he dicho.

No sé si cuando vea otra novela de Murakami me resista, no lo sé.

martes, 6 de abril de 2010

NOSTALGIA

Te has ido y tu luz,

—tibia como agua de sol—

se ha perdido

en una oscuridad

que sabe a ceniza.

ESTE MAR


El mar
con sus manos de espuma
esculpe en las piedras
extrañas figuras
y limpia las marcas
de la pizarra de la arena.

Si alguna vez
dejaste aquí tus huellas,
el mar se ha encargado
de borrarlas.

La arena de la playa
es una pizarra siempre límpia
siempre nueva.

jueves, 1 de abril de 2010

LOS DETECTIVES SALVAJES


La primera vez que oí sobre el infrarrealismo fue en el 2006, en un encuentro de escritores en León, Guanajuato. Creo que era la primera noche de ese encuentro que fue de tres días. Ya se habían terminado las lecturas y las presentaciones de libros y ya habíamos cenado. Y como sucede en esos encuentros, son las horas extras las más intensas y ricas. Estábamos reunidos en uno de los cuartos de hotel donde íbamos a seguir la fiesta. Estaban en esa reunión, entre otros, Elmer Mendoza, el escritor de las novelas Un asesino solitario, El amante de Janis Joplin, Efecto Tequila y Cóbraselo Caro. Yo había leído la primera en mi afán por conocer el mundo del narco que me era necesario en la escritura de un guión de largo para IMCINE.
¿Infrarrealismo? ¿Qué es eso? me pregunté cuando la charla que versaba sobre música difícil de encontrar, donde mi amigo Levit Guzmán daba cátedra al respecto. Levit es, definitivamente, una de las personas que más sabe de música underground. En eso estábamos cuando de pronto se pusieron a hablar del infrarrealismo. Me sentí fuera de lugar. Jamás había oído hablar de una corriente literaria oculta, de un grupo subversivo literario, de un grupo que provocaba ámpulas en el medio literario oficial. Me hicieron recordar a Parménides García Saldaña. Roberto Bolaño fue el nombre que se repitió con más frecuencia y el único que se me quedó. Pasaron años. No me volvió a inquietar ni el infrarrealismo ni Bolaño. Pero tal parece que el chileno no me iba a dejar en paz hasta que tuviera un encuentro con él. En la tutoría con Chimal venía un cuento suyo, Gómez Palacio, y el investigador de la UAM, Jaime Aboites, le dedica su libro Economía del conocimiento y propiedad intelectual, a Bolaño, y un amigo me regaló un álbum de música titulado Infrarrealismo en el que varios miembros de este movimiento leen sus obras y son cobijadas con buenos tracks musicales.
Así que acosado por Bolaño y sus hordas infrarrealistas me decidí a darle la cara. Sólo que había un problema, don Bolaño murió el 14 de julio de 2003 y creo que vivía en España.
A diferencia Arturo Belano y Ulises Lima, personajes principales de Los detectives Salvajes, no me fui a España a buscar los rastros de Bolaño, uno de los supuestos (o presuntos, como diría Saúl Ibargoyen) fundadores del Infrarrealismo, como esos detectives salvajes se fueron a buscar a Césarea Tinajero al desierto de Sonora.
A mi bastó entrar a la Gandhi y preguntar por las obras de Bolaño. Había varias. Y como sabía muy poco de él, casi nada, me dejé ir por la intución y elegí de entre todas las que me ofrecía el librero (quien insistía en que me llevara 2666) Los detectives salvajes.
Ahora que lo he leído anhelo estar en una reunión con estos amigos del encuentro literario de Léon para, ahora sí, involucrarme en su plática. No es que ya sea un experto en el infrarrealismo, sino que tras la lectura de Los detectives y dos que tres búsquedas por el Internet y de escuchar repetidamente el álbum Infrarrealismo, ya puedo evitar poner cara de what, y aprovechar todo lo que ellos hablaron para enriquecer mi visión de este movimiento que pese a su marginalidad y ningunealidad (de que los ningunearon los ninguneraron) me sigue cautivando. Me cautiva sobre todo su objetivo como poetas: “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial ", para cambiar el mundo y la vida por medio de la poesía...”
Esta novela, Los Detectives Salvajes, es sumamente fascinante de tapa a tapa, pues está estructurada de forma muy peculiar. Digamos que está dividida en dos grandes bloques, que parecen ser tres. El primer bloque es una narración en primera persona de Juan García Madero (que me hace recordar a Juan García Ponce), una especie de diario que comienza el 2 de noviembre de 1975 y termina como Tercera parte el 15 de febrero de 1976.
El segundo bloque está conformado por un vasto poliedro de 52 voces (dicen los críticos), es decir, 52 relatos en primera persona o confesiones a un tercero ausente, donde dan cuenta de su vida y de su relación o bien con Arturo Belano o con Ulises Lima o con ambos en un lapso de 1976 a 1996, veinte años. Las supuestas entrevistas no guardan un orden cronológico sino que entran a capricho, aunque cuidadosamente insertadas, para dar la idea de un avance en el tiempo, o más bien, de dos líneas temporales: una que siguiendo a Lima o a Belano, y corren de 1976 a 1996; y la otra que va de un día a otro día, bajo la voz de Amadeo Salvatierra, quien rememora a la supuesta creadora del infrarrealismo (llamada en la novela real viceralismo) y creará la línea argumental que conectará la primera parte con la tercera, o más bien, que le dará continuidad a ese bloque partido en dos que es el diario de García Madero.
Los personajes principales de esta novela son Arturo Belano y Ulises Lima, nombres literarios bajo los que se encubren los fundadores del Infrarrealismo: Roberto Bolaño (Belano) y Mario Santiago Papasquiaro o José Alfredo Zendejas Pineda, nombre real de Papasquiaro.
Lo interesante de la novela no está en su carácter semidocumental de los fundadores del infrarrealismo (con una alta dosis de ficción, me imagino, pero mucho también de confesión pública) y de sus andanzas contadas por diversas personas que entraron en mayor o menor contacto con ellos, donde los vemos no sólo viviendo por y para y de la literatura sino de andar penando por ella. Nunca hablan ellos en primera persona, son los otros, que al hablar en primera persona son, a su vez, una voz en tercera para relatarnos esos encuentros, más o menos casuales, más o menos estrechos, con ambos poetas.
El tema de la novela, el gran tema, no son las aventuras de dos escritores, sino la poesía en particular y como ofrendar la vida a esta veleidosa diosa.
Es una novela que no da respiro y nos lleva a vivir un verdadero poliedro dramático. Es decir, que los relatores no se concretan sólo a confesar lo que saben de Belano y Lima, sino que nos narran sus vidas, sus dramas, sus conflictos y solo hablan de Belano y Lima cuando ellos tienen algo que ver con esos conflictos.
Los detectives salvajes es la suma de muchos relatos ensamblados por dos goznes: Belano y Lima. Y estos a su vez se desplazan en la narración con un objetivo: encontrar la esencia de la poesía. Y para ello no se arredran en sumergirse en el mismo infierno del desierto de Sonora buscando a Cesárea Tinajero y enfrentar cualquier dificultad y ofrendar para ello todo: salud, tiempo, dinero. Y cometer para ello asesinatos o venta de droga o viajar a Tel Avivi cuando la poesía se encarna en una mujer, o a Africa cuando la poesía es la muerte misma.
Los detectives salvajes en una gran novela, imprescindible para quien quiera conocer una cara oculta, desconocida, pero importante de la poesía y de los poetas.
Léanla, me cae, no se arrepentirán.

EL GARABATO: Vicente Leñero

Jeremías Ramírez Hace no sé cuántos años que compré este libro, quizá unos 30. Fue a mediados de los ochenta cuando el FONCA sacó a la venta...